La mañana llegó con un sol radiante, y Kenji se levantó antes que la alarma por tercer día consecutivo. Cada movimiento, desde doblar el futón hasta ajustar la corbata frente al espejo, se sentía como parte de un ritual. Había algo en esta nueva rutina que le provocaba una satisfacción desconocida. Tal vez porque ahora todo tenía sentido.
Bajó las escaleras con paso seguro y encontró a Yuriko preparando el desayuno mientras Kyoko forcejeaba con Sota para que terminara su jugo. La escena le sacó una sonrisa.—Buenos días —dijo, con la calidez que ya se había vuelto parte de su voz.—¿Otra vez temprano? —comentó Kyoko, alzando una ceja.—Los hombres responsables se levantan con el sol —respondió Kenji, robándole un trozo de tamagoyaki del plato.—¡Oye! —Kyoko intentó golpearlo con la cuchara, pero él esquivó el golpe riendo.—Maduren, por favor —suspiró Yuriko, aunque el brillo divertido en sus ojos la delataba.
Durante el desayuno, conversaron sobre lo habitual, hasta que Yuriko preguntó:—¿Harán algo especial en la escuela? Escuché a unas vecinas hablar de un festival.—Todavía faltan semanas —respondió Kyoko—, pero parece que Kenji será la estrella.Kenji sonrió, tomando un sorbo de té.—Solo tocaremos un poco de música. Nada del otro mundo.—¿Tocarás en público? —preguntó Yuriko, arqueando una ceja.—Sí. ¿Por qué no? —Kenji sostuvo su mirada con serenidad.—Nada, solo… me alegra que te abras a más cosas —respondió ella, dejando la frase en el aire.
Esa mirada. Siempre esa mirada. Como si supiera más de lo que decía.
Caminar hacia la escuela con Kyoko se había vuelto una costumbre agradable. Ella intentaba disimularlo, pero estaba pendiente de cada rumor que mencionaba su nombre.—Por cierto… —dijo ella, cruzando los brazos—, ¿qué pasa con Marin?Kenji sonrió.—¿Por qué?—Porque parece que medio curso piensa que son novios.—Entonces medio curso se equivoca —respondió, encogiéndose de hombros—. Marin es divertida, pero solo hablamos de actividades.Kyoko bufó, sin dejar de observarlo de reojo.—Me das mala espina cuando sonríes así.
Al llegar al instituto, los murmullos lo recibieron como una ola. Algunos lo saludaban con entusiasmo, otros lo miraban con curiosidad. Kenji mantenía la calma, respondiendo con sonrisas medidas. No podía alimentar demasiado la llama… pero tampoco apagarla.
En la primera pausa del día, se reunió con Ishikawa e Iura cerca del patio cubierto.—¡Kenji, hermano del alma! —gritó Iura, apareciendo con los brazos abiertos como si fueran a rodar una escena dramática.—Por favor, no hagas un espectáculo —murmuró Ishikawa, sujetándolo del cuello para frenarlo.Kenji rió.—¿Están listos para la primera práctica?—¡Más que listos! —exclamó Iura, inflando el pecho—. Estuve practicando toda la noche. Mi garganta es un arma letal.—En eso tienes razón —replicó Sengoku, que se había unido al grupo con expresión resignada—. Si cantas como hablas, esto será un crimen.—¡Oye! —Iura le dio un empujón, provocando carcajadas alrededor.
Kenji los observaba con una sonrisa genuina. Había algo cálido en esa dinámica caótica. Algo que le recordaba por qué amaba este tipo de historias.—Escuchen —dijo, alzando la voz para recuperar la atención—. Después de clases, nos vemos en el aula de música. Quiero escuchar qué tan buenos son antes de seguir.—¡Hecho! —respondieron casi al unísono.
El resto de la mañana transcurrió con normalidad, aunque Kenji notó varias miradas insistentes. Marin apareció en el segundo receso, con su energía explosiva.—¡Kenji-kun! —exclamó, lanzándose casi encima de él con una sonrisa—. Necesito que me ayudes a elegir el vestuario para el evento.—¿Vestuario? —repitió él, arqueando una ceja.—¡Claro! Si vamos a tener música, necesitamos imagen. Piensa en grande: luces, estilo, presencia. Tú serás el centro, obviamente. —Le guiñó un ojo antes de arrastrarlo sin darle tiempo de protestar.
Kenji terminó en un rincón del aula rodeado de telas y bocetos improvisados mientras Marin hablaba sin parar sobre combinaciones y tendencias. Él asentía, sonriendo. Parte de él disfrutaba esa atención, aunque sabía que cada segundo al lado de Marin era gasolina para los rumores.
Cuando logró escapar, fue directo a la puerta… y ahí la vio. Sawada Honoka, recargada en el marco, con los brazos cruzados y esa mirada que cortaba el aire.—¿Divirtiéndote? —preguntó con voz fría.Kenji la sostuvo la mirada, sin perder la calma.—Solo ayudando.—Claro. Supongo que también "solo hablabas" con Kouno esta mañana, ¿no?Kenji sonrió apenas.—¿Acaso me estás vigilando?—No te sobreestimes —replicó ella, dándose media vuelta—. Solo me parece molesto el ruido que estás causando.
Kenji la siguió con la mirada mientras se alejaba, sintiendo cómo algo se agitaba en su interior. Molesto, ¿eh? Entonces, ¿por qué me prestas tanta atención?
Cuando la última clase terminó, Kenji fue directo al aula de música. Allí lo esperaban Iura, Tooru, Sengoku, Yuki y, para su sorpresa, Sakura, que sostenía un cuaderno contra el pecho.—Yo… vine a escuchar —dijo ella, con voz suave, cuando notó su mirada.—Me alegra que lo hagas —respondió Kenji, ofreciéndole una sonrisa que la hizo sonrojar.
La práctica fue, en una palabra, caótica. Iura cantaba con tanta energía que parecía intentar exorcizar demonios, y Sengoku se tapaba los oídos mientras Yuki intentaba animarlo. Kenji, entre risas, logró imponer un poco de orden. Ajustó la melodía, marcó el ritmo con la guitarra y, poco a poco, algo parecido a la música comenzó a surgir entre el caos.
Cuando terminaron, el aula estaba llena de risas. Incluso Iura, jadeando, sonrió satisfecho.—¡Somos increíbles! —gritó, ganándose una mirada incrédula de Sengoku.—Necesitamos práctica, pero… esto puede funcionar —dijo Kenji, colgando la guitarra en su hombro.
Mientras los demás recogían sus cosas, Sakura se acercó tímidamente.—Sonabas… increíble —murmuró, sin mirarlo directamente.Kenji le sonrió, bajando la voz para que solo ella lo escuchara.—Gracias. La próxima vez, deberías cantar conmigo.Los ojos de Sakura se abrieron con sorpresa, y su sonrojo se intensificó antes de que murmurara algo inaudible y se alejara apresuradamente.
Esa imagen se quedó grabada en la mente de Kenji mientras caminaba de regreso a casa. La tarde se teñía de tonos dorados, y una brisa fresca le acariciaba el rostro. Cuando entró, Yuriko lo recibió en la cocina, preparando té.—¿Cansado? —preguntó ella, sirviendo dos tazas.—Un poco. Pero valió la pena —respondió Kenji, aceptando la bebida.—Te escuché tarareando al subir… Suenas feliz.—Lo estoy. —Kenji la miró, y en ese instante, una sensación extraña le recorrió el pecho.Yuriko lo sostuvo la mirada con ternura y un dejo de melancolía.—Solo no olvides que, incluso en la felicidad, uno debe ser sincero consigo mismo.Kenji asintió, aunque sabía que esas palabras tenían un peso que iba más allá de lo evidente.
Más tarde, en la soledad de su habitación, volvió a tomar la guitarra. Sus dedos recorrieron las cuerdas hasta que la misma melodía suave de la noche anterior volvió a llenar el aire, aunque esta vez sonaba distinta. Más intensa. Más viva. Casi podía ver los rostros de Sakura y Sawada entre las notas, como si la música fuera un puente invisible hacia lo que estaba por venir.
Cuando terminó, el silencio que siguió se sintió eléctrico. Kenji apoyó la guitarra a su lado y susurró para sí mismo:—Esto no es solo una canción. Es el inicio de algo más grande.
Y en algún rincón, dos corazones —uno tímido, otro desafiante— latían más rápido sin saber por qué.