El día amaneció despejado, con el sol filtrándose por la ventana y dibujando sombras alargadas sobre el tatami. Kenji se incorporó lentamente, dejando que el silencio matutino le recordara que, pese a todo el ruido social que lo rodeaba, la vida podía tener momentos simples. Respiró hondo, cerrando los ojos por un instante antes de levantarse.
En la cocina, el aroma del desayuno lo recibió como una caricia familiar. Yuriko colocaba platos sobre la mesa, Kyoko revisaba su teléfono con el ceño fruncido, y Sota canturreaba una melodía inventada mientras dibujaba algo en una hoja.—Buenos días —saludó Kenji, acomodándose en su lugar.—Por fin —murmuró Kyoko, sin levantar la vista.Kenji arqueó una ceja.—¿Por fin qué?Ella le lanzó el teléfono con la pantalla iluminada. Era una publicación en la red social del instituto: "¿Será cierto que Hori Kenji está saliendo con Marin Kitagawa?" Acompañada de una foto tomada desde lejos, donde él y Marin aparecían revisando bocetos en el pasillo.Kenji sonrió, dejando el teléfono sobre la mesa.—Ni siquiera sabía que existía esa cuenta.—Pues existe, y me tiene harta —bufó Kyoko, cruzándose de brazos—. ¿Sabes cuántas chicas me han preguntado si eres "accesible"?Kenji soltó una carcajada baja.—¿Qué respondiste?—Que si siguen molestándome, las bloqueo a todas.
Yuriko intervino con voz serena:—Los rumores son inevitables cuando alguien destaca, Kenji. Pero no olvides que la fama no siempre es un regalo.Kenji la miró un segundo más de lo necesario antes de asentir.—Lo sé. Tendré cuidado.
La conversación terminó con el tintinear de los cubiertos y el murmullo suave de Sota, ajeno a todo drama adolescente. Sin embargo, mientras caminaba hacia la escuela junto a Kyoko, Kenji sentía el peso de esas palabras. No porque lo asustaran, sino porque le recordaban que cada paso que daba afectaba a más personas de las que imaginaba.
Al llegar al instituto, el ambiente estaba más cargado que nunca. El festival se acercaba, y los pasillos hervían con preparativos, carteles y cajas llenas de decoraciones. Marin apareció como un rayo, sujetando un rollo de telas y sonriendo con energía desbordante.—¡Kenji-kun! ¡Dime que tienes tiempo para una prueba rápida de vestuario!—Hoy no puedo, Marin. Tenemos ensayo general —respondió él, sosteniendo la puerta del aula mientras ella entraba sin esperar invitación.—Ensayo, ¿eh? ¿Puedo mirar? —preguntó, guiñándole un ojo.—Puedes —admitió Kenji, aunque sabía que eso solo avivaría los rumores.
El aula de música estaba llena de vida. Iura ya había llegado, micrófono en mano, entonando una nota tan aguda que hizo temblar los cristales. Sengoku se tapaba los oídos con ambas manos, mientras Tooru intentaba conectar los cables de un altavoz sin electrocutarse. Yuki entró detrás de Kenji, seguida por Sakura, que llevaba una carpeta contra el pecho.—Buenos días —saludó Sakura, con una sonrisa tímida que se borró al instante cuando sus ojos se cruzaron con los de Sawada, que acababa de aparecer en la puerta.
El ambiente se tensó de inmediato. Sawada avanzó con pasos seguros, dejando caer su bolso en un rincón.—¿Otra reunión para tu club de fans? —preguntó, clavando la mirada en Kenji.—No sabía que estabas invitada —respondió él con calma, afinando su guitarra.—Yo tampoco. Pero parece que últimamente, todo gira a tu alrededor, ¿no? —replicó ella, cruzando los brazos.
Antes de que Kenji pudiera responder, Sakura dio un paso adelante, con las mejillas encendidas.—No tienes por qué hablarle así.Sawada giró la cabeza lentamente hacia ella, y el choque de miradas fue tan intenso que el resto del grupo dejó de moverse por un instante.—¿Y tú quién eres para defenderlo? —preguntó Sawada, con voz helada.—Alguien que no soporta las injusticias —replicó Sakura, apretando los puños.
Kenji se levantó, interponiéndose antes de que la tensión escalara más.—Basta. No estamos aquí para pelear. Estamos para ensayar.Sawada lo sostuvo la mirada un segundo más antes de apartarla con un bufido. Sakura bajó la vista, mordiéndose el labio.
El ensayo comenzó con un silencio incómodo flotando en el aire, pero la música pronto empezó a disiparlo. Kenji marcó el ritmo con la guitarra, y poco a poco, la armonía surgió entre el caos. Iura, a pesar de su entusiasmo exagerado, mejoraba con cada intento. Marin grababa todo con su teléfono, lanzando comentarios sobre luces y escenografía.
Cuando terminaron la última canción, el aula estalló en risas. Incluso Sawada, que había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, dejó escapar una sonrisa fugaz que Kenji no pasó por alto.—Esto va a ser increíble —dijo Tooru, secándose el sudor de la frente.—Si no destruimos el escenario antes —murmuró Sengoku, provocando carcajadas.
Mientras los demás recogían sus cosas, Sakura se acercó a Kenji con expresión indecisa.—Sobre lo que pasó antes… lo siento.—No tienes por qué disculparte —respondió él con suavidad—. Fuiste valiente.El sonrojo regresó a sus mejillas, y antes de que pudiera decir algo más, Sawada pasó junto a ellos sin mirarla, aunque su mandíbula tensa lo decía todo.
La tarde cayó lentamente, y Kenji regresó a casa con la sensación de que algo se había roto… o comenzado a construirse. En la sala, Kyoko lo esperaba con los brazos cruzados.—¿Sabes lo que dicen ahora? Que eres el protagonista de un triángulo amoroso.Kenji soltó una risa suave.—¿Y tú qué opinas?—Que eres un idiota si no lo manejas bien —replicó ella, antes de girar para subir las escaleras.
Más tarde, Kenji se sentó frente al piano en su habitación. Las luces de la ciudad titilaban a través de la ventana, y el murmullo lejano del tráfico era apenas un eco. Sus dedos recorrieron las teclas, y la melodía que emergió fue distinta a todas las anteriores: profunda, intensa, cargada de emociones que no se atrevía a nombrar. Cada nota parecía contener el eco de dos voces femeninas, una suave y otra cortante, que resonaban en su mente como un contrapunto perfecto.
Cerró los ojos, dejando que la música hablara por él. Porque, al final, las palabras podían fallar… pero las melodías nunca mentían.
Y mientras las últimas notas se desvanecían en la noche, Kenji comprendió algo: el festival no sería solo una presentación. Sería el escenario donde corazones se encontrarían, y quizá, se romperían.