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Chapter 6 - Sombras y Melodías

La mañana amaneció gris, con nubes que cubrían el cielo como un manto apagado. Kenji se incorporó en el futón y estiró los brazos, sintiendo cómo la energía renovada fluía en su cuerpo. Tenía una lista clara en la mente: práctica de la banda, revisar canciones y… lidiar con la montaña de rumores que lo perseguían desde hacía días.

Cuando bajó, el ambiente en la cocina no era el habitual. Kyoko estaba sentada con los brazos cruzados y una mirada que no presagiaba nada bueno. Yuriko, en cambio, se movía con la calma de siempre, aunque sus ojos parecían atentos a la tensión. Sota, ajeno a todo, masticaba cereal mientras tarareaba la canción de un comercial.

—Buenos días —saludó Kenji con una sonrisa tranquila, sentándose frente a Kyoko.—¿Sabes qué hora es? —disparó ella, arqueando una ceja.Kenji miró el reloj con gesto divertido.—Siete y media. A tiempo para llegar, ¿no?—Me refiero a otra cosa —replicó Kyoko, inclinándose hacia él—. ¿Quieres explicarme por qué todos creen que tienes un harén?Kenji contuvo la risa.—Harén es una palabra fuerte, ¿no crees?—¡Entonces explícame lo de Marin, lo de Sakura y lo de… esa chica rara que siempre te mira como si quisiera matarte!—Sawada —aclaró él, tomando un sorbo de té.—¡Eso! ¿Quién es ella y por qué te sigue a todas partes?—No me sigue —corrigió Kenji con calma—. Solo… aparece en momentos interesantes.Kyoko se llevó las manos a la cabeza.—¡Eres imposible! ¿Sabes lo que me están diciendo mis amigas? ¡Que soy cuñada de medio instituto!Kenji soltó una carcajada que hizo que incluso Yuriko sonriera desde la cocina.—Kyoko, tranquila. Son solo rumores. Nada más.—¡Pues deja de darles motivos! —exclamó ella, levantándose para ir a buscar su bolso.

Kenji la vio salir del comedor con pasos firmes y suspiró. Yuriko se acercó con dos tazas, dejando una frente a él.—Deberías tener cuidado —dijo, con voz suave pero cargada de intención.Kenji levantó la mirada, encontrando esos ojos que siempre parecían leerlo todo.—¿Por qué lo dices?—Porque las personas no son rumores, Kenji. Son corazones. Y jugar con ellos… deja marcas.Él sostuvo la mirada un segundo más antes de sonreír, sereno.—No estoy jugando, mamá. Solo… intento vivir bien.Yuriko asintió sin responder, pero el silencio decía más que cualquier palabra.

El camino a la escuela estuvo cargado de un silencio incómodo. Kyoko no volvió a mencionar el tema, aunque su ceño fruncido hablaba por sí solo. Cuando cruzaron el portón del instituto, las miradas se clavaron en Kenji como agujas. Algunas admiración, otras curiosidad, y unas cuantas, envidia pura. Él caminó con la calma de siempre, saludando con sonrisas que solo aumentaban el murmullo.

La mañana transcurrió sin incidentes graves, salvo por Marin, que apareció en la primera pausa para arrastrarlo a revisar más bocetos para el vestuario del festival. Kenji accedió con su paciencia habitual, consciente de que negarse solo alimentaría más especulaciones.

Fue durante el almuerzo cuando la tensión escaló. Kenji había ido al aula de música a practicar, pero al abrir la puerta se detuvo en seco. Dentro estaban Sakura y Sawada, frente a frente, y el aire se podía cortar con un cuchillo.—¿Qué pasa aquí? —preguntó, entrando con expresión neutral.Sakura bajó la mirada de inmediato, apretando el cuaderno contra el pecho. Sawada, en cambio, lo fulminó con la mirada.—Nada. Solo estaba dejando algo claro —dijo ella, con tono gélido.—¿Claro? —repitió Kenji, cerrando la puerta tras él.—Que no me gustan las personas que creen que pueden entrar en la vida de todos sin consecuencias —escupió Sawada, cruzando los brazos.Kenji sostuvo su mirada, sin perder la calma.—Si tienes algo que decirme, dilo.Por un momento, creyó que ella lo haría. Pero Sawada apretó los labios, giró sobre sus talones y salió del aula sin mirar atrás. El golpe de la puerta resonó como un trueno.

Kenji dejó escapar un suspiro y se volvió hacia Sakura, que parecía encogerse sobre sí misma.—¿Estás bien? —preguntó, acercándose despacio.—Yo… lo siento —murmuró ella, con voz temblorosa—. No quería que pasara esto.Kenji sonrió con suavidad, inclinándose lo suficiente para atrapar su mirada.—No es tu culpa. Y… gracias por defender lo que sientes, sea lo que sea.Sakura lo miró como si quisiera decir algo más, pero las palabras murieron en su garganta. Solo asintió y salió apresurada, dejando a Kenji solo en el aula.

Se dejó caer en el banco del piano, pasando una mano por el cabello. Esto se está complicando más rápido de lo que esperaba. Pero no había marcha atrás. Si quería mantener todo bajo control, debía hacerlo con cuidado. Y eso incluía la práctica general que tenía programada para esa tarde.

Cuando el timbre marcó el final de la jornada, el aula de música se convirtió en un caos organizado. Marin llegó con un par de accesorios, Iura traía una energía explosiva, y Sengoku parecía al borde de un colapso nervioso. Tooru y Yuki intentaban poner orden, mientras Kenji afinaba su guitarra con serenidad, como si el mundo no ardiera a su alrededor.—¡Kenji, escucha esto! —rugió Iura, lanzándose al micrófono para entonar una nota que hizo temblar los vidrios. Sengoku se tapó los oídos, gritando que aquello era un crimen contra la humanidad, mientras Marin reía sin poder contenerse.—Necesitamos… mucha práctica —murmuró Tooru, mirando la escena con resignación.Kenji sonrió.—Y la tendremos. Confíen en mí.

La práctica duró más de lo previsto, pero al final, lograron sacar un sonido decente. Cuando todos se fueron, Kenji se quedó solo en el aula. Tomó asiento frente al piano y dejó que sus dedos acariciaran las teclas. La melodía que había empezado a componer días atrás regresó, más intensa, más clara. Era una canción sobre caminos que se cruzan, sobre promesas silenciosas y emociones que crecen en la penumbra.

No notó cuánto tiempo pasó hasta que una voz suave interrumpió el silencio.—Suena… hermoso.Kenji levantó la vista y encontró a Yuriko en la puerta, con una expresión que mezclaba orgullo y algo más, algo que él no pudo descifrar del todo.—Gracias —respondió, sonriendo.Ella avanzó unos pasos, dejando que la luz tenue del pasillo delineara su figura.—Kenji… ¿eres feliz? —preguntó, y la pregunta cayó como una gota en un lago tranquilo, creando ondas infinitas.Él sostuvo su mirada, sintiendo un nudo en la garganta.—Más de lo que puedo explicar.Yuriko sonrió con dulzura y se acercó para posarle una mano en el hombro.—Entonces sigue tocando. Mientras lo hagas… sabré que sigues siendo tú.

Cuando se fue, Kenji volvió a mirar el teclado, dejando escapar un suspiro. ¿Sigo siendo yo? Quizás esa era la pregunta que nunca se había hecho… y que no podía responder aún.

Cerró los ojos y dejó que la música hablara por él, llenando la noche con una melodía que se convertiría en el hilo invisible entre tres destinos que estaban a punto de enredarse para siempre.

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