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Chapter 9 - Palabras No Dichas

El bullicio del festival seguía resonando en los pasillos, pero en el aula de música, el silencio era casi sofocante. Kenji sostenía la mirada de Sakura y Sawada, sintiendo cómo la tensión crecía a cada segundo. Dos fuerzas opuestas, dos miradas que decían más que cualquier palabra.

Sakura fue la primera en hablar, con voz temblorosa pero firme.—Kenji… lo que hiciste en el escenario… fue increíble. Pero… —tragó saliva, apretando el cuaderno contra el pecho—, ¿era solo para el festival? ¿O… tenía otro significado?

Antes de que él pudiera responder, Sawada dio un paso adelante, su sombra proyectándose sobre el suelo.—¿De verdad vamos a fingir que esto es normal? —preguntó con tono cortante—. Desde que llegaste, todo cambió. La gente no deja de hablar, y tú… actúas como si no te importara.

Kenji respiró hondo, buscando la calma que solía acompañarlo.—No puedo controlar lo que la gente dice.—Pero sí puedes controlar cómo actúas —replicó Sawada, clavándole una mirada que parecía atravesarlo.

Sakura bajó la vista, como si aquellas palabras la golpearan también. Kenji sintió un nudo formarse en el pecho. No quería que esto terminara así, no después de todo lo que había intentado construir.

—Escuchen… —comenzó, con voz serena—. No quise lastimar a nadie. Solo quería que todos disfrutaran este momento, que fuera especial.—Pues lo lograste —dijo Sawada con una risa amarga—. Ahora eres el héroe del instituto… y nos dejaste a todos los demás en la sombra.

El silencio cayó como un telón pesado. Kenji quiso responder, pero en ese instante, la puerta se abrió de golpe.—¡Kenji! —Kyoko entró con pasos firmes, el ceño fruncido y las manos en las caderas—. ¿Podemos hablar? Ahora.Sawada arqueó una ceja, cruzándose de brazos.—¿También vienes a defenderlo?—No. Vengo a recordarle que es mi hermano y que no voy a dejar que se meta en un lío por actuar como un protagonista barato de novela —replicó Kyoko con fuego en los ojos.

Kenji masajeó sus sienes. El día que había empezado como una celebración se estaba convirtiendo en un campo minado emocional.—Bien. Vamos a calmarnos todos. Sakura, Sawada… ¿podemos hablar más tarde?Sakura asintió en silencio, con los ojos brillantes. Sawada no dijo nada, pero su mirada era una advertencia muda antes de girar sobre sus talones y marcharse.

Cuando quedaron solos, Kyoko cerró la puerta y lo fulminó con la mirada.—¿Quieres explicarme qué demonios pasa contigo?Kenji se dejó caer en el banco del piano, soltando un suspiro largo.—Nada que no pueda manejar.—¿Nada? ¡¿De verdad crees que esto es nada?! Hay chicas peleando por ti, rumores por todo el instituto, y mamá empieza a sospechar que algo raro ocurre contigo.Kenji levantó la vista, sus ojos oscuros brillando con una serenidad peligrosa.—No estoy haciendo nada malo, Kyoko. Solo… vivo mi vida.—¿Así lo llamas? ¿Vivir tu vida? —replicó ella, apretando los puños—. Pues más te vale no arrastrarnos contigo cuando todo explote.

La puerta se cerró con fuerza detrás de ella, dejando un eco que se mezcló con el latido en los oídos de Kenji.

El resto del festival pasó en un borrón de luces y sonidos. Kenji participó en las actividades necesarias, sonrió cuando debía, pero su mente seguía atrapada en aquel aula, entre dos miradas y una advertencia fraterna.

Cuando el sol comenzó a caer, se despidió del grupo y caminó hasta casa con pasos pesados. La calle estaba bañada en tonos anaranjados, y las risas lejanas contrastaban con la tormenta que llevaba dentro.

Al llegar, encontró a Yuriko en la cocina, preparando té. Ella lo miró apenas cruzó la puerta, y en su mirada había algo distinto. Algo… más profundo.—Siéntate, Kenji. Necesitamos hablar.

Obedeció sin protestar, dejando la mochila en el suelo. Yuriko colocó una taza frente a él y se sentó al otro lado de la mesa, con las manos entrelazadas.—Hoy escuché cosas. Muchas cosas. Que mi hijo está en boca de todo el instituto, que las chicas se pelean por él, que parece… otro.Kenji sostuvo su mirada, sereno.—¿Qué quieres que diga?—La verdad —respondió ella, con voz suave pero firme—. ¿Qué buscas, Kenji? ¿Qué es lo que realmente quieres?

El silencio se alargó, roto solo por el tic-tac del reloj. Kenji bajó la mirada hacia la taza humeante y dejó escapar un suspiro.—Quiero… hacerlo todo bien. Ser alguien que valga la pena.—¿Y para eso tienes que herir a otros? —preguntó Yuriko, sin apartar la vista.—No es mi intención —dijo él, y por primera vez en días, su voz sonó vulnerable—. Solo… todo se complica más rápido de lo que imaginaba.

Yuriko se levantó, rodeó la mesa y posó una mano cálida sobre su hombro.—Eres joven, Kenji. Y eso significa que vas a cometer errores. Pero si algo te pido… es que no pierdas lo que te hace ser tú. No quiero verte convertido en alguien que solo sonríe para ocultar heridas.

Kenji levantó la mirada, encontrando en esos ojos la única certeza que le quedaba.—No lo haré —susurró.

Esa noche, en la soledad de su habitación, se sentó frente al piano. Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, como estrellas que no podían alcanzarlo. Tocó una melodía lenta, cargada de melancolía, mientras las palabras de Yuriko resonaban en su mente.

Porque mañana tendría que tomar una decisión. Una que podría cambiar todo.

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