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Chapter 8 - En lo simple, lo profundo

Capítulo 8: El Escenario del Destino

El sol brillaba con fuerza aquella mañana, bañando las calles con una luz dorada que anunciaba el inicio de uno de los días más esperados del año: el festival escolar. Desde temprano, la ciudad parecía más viva, con estudiantes corriendo de un lado a otro, cargando cajas, decoraciones y telas de colores. El aire estaba impregnado del aroma a comida que escapaba de los puestos en preparación y del murmullo excitado de cientos de voces.

Kenji se detuvo frente al portón del instituto, ajustando la correa de la guitarra sobre su hombro. A su lado, Kyoko revisaba un listado en su cuaderno, visiblemente estresada.—¿Por qué aceptaste ayudar en tantas cosas? —preguntó él, sonriendo con calma.—Porque a diferencia de ti, yo sí sé decir que no —replicó ella, lanzándole una mirada fulminante antes de girar hacia un grupo que la llamaba desde la entrada.Kenji rió bajo y siguió caminando hacia el aula de música, donde lo esperaban los demás.

El interior del instituto parecía una feria en miniatura: carteles coloridos colgaban de las paredes, había gente disfrazada promocionando cafés temáticos, y las risas se mezclaban con la música que escapaba de distintos rincones. Kenji saludó a varios estudiantes mientras avanzaba con paso seguro, acostumbrado ya a las miradas curiosas que lo seguían a todas partes.

Cuando llegó al aula de música, la encontró convertida en un auténtico campo de batalla creativo. Marin estaba colocando luces portátiles mientras Tooru intentaba ordenar cables sin tropezarse. Iura practicaba vocalizaciones que sonaban más a gritos de guerra, y Sengoku discutía con Yuki sobre la posición del atril. Sakura, en cambio, estaba en un rincón, hojeando unas partituras con expresión concentrada, mientras Sawada permanecía de pie junto a la ventana, fingiendo desinterés pero sin perder detalle de nada.

—Llegas justo a tiempo, estrella —dijo Marin, sonriendo al verlo—. ¡Ven, prueba el micrófono para la acústica!Kenji dejó la guitarra en una silla y se acercó, probando la altura del soporte. Cuando habló, su voz resonó en la sala con un tono cálido y firme.—Perfecto —murmuró, ajustando la correa antes de volver a su lugar.

El ensayo rápido comenzó entre risas y nervios. Kenji marcó el ritmo con la guitarra, guiando a los demás con paciencia. Iura, a pesar de su entusiasmo desbordante, logró mantener la afinación durante la mitad de la canción, lo que fue motivo de celebración colectiva. Sakura cantó un par de coros con una voz suave que hizo girar varias cabezas, mientras Sawada permanecía en silencio, observando cada movimiento de Kenji con una expresión difícil de descifrar.

Cuando terminaron, Marin dio un aplauso teatral.—¡Esto va a ser un éxito! ¡Estoy segura!—Si no se cae el escenario antes —bufó Sengoku, revisando la estructura con mirada crítica.

El tiempo pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, el festival estaba en pleno apogeo. Kenji se abrió paso entre el mar de gente, saludando aquí y allá, hasta llegar al escenario principal. Los nervios parecían flotar en el aire como electricidad. Tomó su guitarra y respiró hondo, dejando que el murmullo del público se convirtiera en un zumbido lejano. Este es el momento. Hazlo tuyo.

Cuando las luces se encendieron y el presentador anunció el inicio del show, un rugido de aplausos llenó el lugar. Kenji dio el primer acorde, y la música estalló como un relámpago, arrancando gritos y vítores de la multitud. La banda sonaba sorprendentemente bien: Iura, contra todo pronóstico, mantenía la voz firme; Tooru y Yuki hacían un gran trabajo en la base rítmica, y Marin corría de un lado a otro tomando fotos y videos para inmortalizar el momento.

Pero todo giraba en torno a Kenji. Su presencia era magnética, cada movimiento calculado pero natural, cada nota cargada de energía. Cuando llegó la parte acústica y el foco lo iluminó a solas, el silencio se extendió como un manto. Kenji comenzó a tocar la melodía que había compuesto noches atrás, esa que llevaba el eco de dos nombres en cada acorde. Su voz se alzó clara, profunda, llenando el aire con palabras que parecían susurrar secretos.

En la multitud, Sakura lo miraba con los ojos brillantes, como si cada verso fuera un mensaje cifrado solo para ella. Sawada, en cambio, permanecía inmóvil, pero su mirada ardía con una intensidad que habría hecho temblar a cualquiera que no fuera Kenji.

La última nota se desvaneció entre aplausos atronadores. El grupo se inclinó para saludar, y Kenji sonrió, respirando hondo. Lo logramos.

Después del show, el aula de música se convirtió en un hervidero de emociones. Marin felicitaba a todos efusivamente, Iura gritaba que eran leyendas vivientes, y Sengoku, aunque agotado, no pudo evitar sonreír con orgullo. Kenji agradeció cada palabra, pero su mente estaba en otra parte. Sabía que la calma no duraría.

Y tenía razón. Apenas se quedó solo para guardar su guitarra, escuchó pasos apresurados. Sakura apareció en la puerta, con el rostro sonrojado y las manos entrelazadas nerviosamente.—Kenji… ¿podemos hablar? —preguntó, con voz suave.Antes de que pudiera responder, otra voz, fría como un filo, se coló en la habitación.—Yo también tengo algo que decir.Sawada estaba en el umbral, con los brazos cruzados y los ojos clavados en él.

El aire se volvió denso, casi irrespirable. Kenji sostuvo la mirada de una y luego de la otra, consciente de que cualquier palabra que saliera de su boca podía encender un fuego imposible de apagar.

Y mientras el murmullo del festival seguía vibrando a lo lejos, comprendió que el verdadero escenario apenas comenzaba a montarse… y que no habría melodía capaz de armonizar lo que estaba por venir.

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