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Chapter 5 - capitulo 5

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Capítulo 5: 3 de septiembre de 2012

El lunes fue extraño. Por un lado, la rutina del orfanato seguía como siempre: los chicos gritando por los pasillos, las tareas a medio hacer, la radio en el comedor y las miradas curiosas de los cuidadores. Pero por otro, todo se sentía distinto. Como si ya no formara parte de ese mundo.

El mensaje del día anterior seguía resonando en mi cabeza. Estaba dentro. Había pasado la primera barrera. Pero lo más difícil estaba por venir. Ser seleccionado para los entrenamientos de seguimiento no garantizaba nada. Era solo una oportunidad. Y yo no estaba acostumbrado a las oportunidades.

Después de desayunar, Marko se acercó nuevamente.

—¿Qué pasa, Luka? —me dijo con tono desafiante. Sabía que no era casual que hubiera estado tan callado durante todo el día.

—Nada —respondí, fingiendo indiferencia—. Solo entreno.

—¿Para qué?

—Para llegar lejos.

Marko frunció el ceño y me miró de arriba abajo, como si pudiera ver algo en mí que yo mismo no lograba percibir.

—¿Y crees que con todo eso… lo lograrás? —preguntó, señalando el campo detrás del orfanato, donde solíamos jugar los fines de semana.

Lo miré fijamente, sin vacilar.

—Voy a lograrlo. Lo prometo.

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A la tarde, tras hacer algunos ejercicios de estiramiento y técnica por mi cuenta, me dirigí hacia la estación de buses de Šibenik. Aunque no era necesario, quería hacerlo bien. Tenía que estar allí temprano, conocer el terreno, respirar el aire de la ciudad.

El camino hacia la estación fue corto, pero el corazón me latía rápido. No solo por la expectativa, sino por lo que significaba ese viaje. Era el primer paso en algo mucho más grande.

Al llegar a la estación, me encontré con algunos de los chicos de la prueba del NK Adriatic. Algunos se saludaron entre sí, intercambiando bromas y comentarios sobre lo que había sido el día anterior. Otros, los más callados, esperaban sin decir palabra. Yo me quedé a un lado, sin involucrarme.

Poco después, el bus llegó. Subí al vehículo sin pronunciar palabra. Me senté en un rincón, observando el paisaje a través de la ventana.

Era una sensación agridulce. Estaba dejando atrás lo conocido. Pero lo desconocido tenía algo que me atraía más que cualquier cosa. Lo deseaba.

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Al llegar al campo principal, me encontré con otros chicos que también estaban allí para los entrenamientos. Algunos de ellos ya se veían más cómodos, como si hubieran estado allí muchas veces. Otros, como yo, parecía que iban a cualquier parte, sin saber muy bien qué esperar.

El entrenador del día anterior estaba en la entrada, tomando lista. Me vio de inmediato.

—Vuković —dijo en un tono firme, mientras me señalaba—. Quédate aquí, vas a comenzar en un rato.

No dijo mucho más. El resto de los chicos empezó a calentar por su cuenta, mientras yo trataba de relajarme un poco. El sudor no tardó en aparecer. Mis nervios empezaban a jugar conmigo, pero me concentré en lo que sabía hacer: entrenar.

Hice los mismos ejercicios que había practicado en el orfanato: control, pases, regates. Todo con la misma precisión que me había caracterizado el día anterior. Estaba consciente de que esta vez no podría permitirme ni un solo error.

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El entrenador apareció nuevamente, esta vez acompañado de varios asistentes.

—Vuelvan a formarse —ordenó, y todos nos alineamos en la línea de medio campo.

Me sentí algo tenso, pero no lo mostré. El entrenador nos miró uno por uno, deteniéndose brevemente en cada uno de nosotros.

—Hoy vamos a hacer una serie de ejercicios con balón. Vamos a ver cómo se comportan bajo presión.

La primera serie fue de pases cortos en movimiento, luego regateando entre conos. Nada que no hubiera hecho antes, pero con la presión añadida de los otros jugadores. El entrenador observaba atentamente, apuntando en su cuaderno.

Me sentía bien. Mejor de lo que pensaba. Mis pases eran rápidos y precisos, mis regates fluidos. Tenía una sensación extraña en el pecho. Quizás esta vez no era solo por llegar lejos. Quizás ahora, por primera vez, comenzaba a ver mi futuro de una manera distinta.

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Al final del entrenamiento, nos hicieron formar en círculo y nos dieron un tiempo para hidratarnos. El entrenador se acercó a nosotros, mirando a cada uno con una seriedad que hacía que la atmósfera fuera aún más densa.

—Lo que voy a decir ahora no es definitivo —dijo—, pero algunos de ustedes tienen la oportunidad de seguir con nosotros. Los resultados de hoy serán tomados en cuenta para la selección final. Vuelvan a sus casas y estén atentos a nuestras llamadas.

No había euforia, ni celebraciones. Solo un silencio pesado. Pero por dentro, sentía que algo había cambiado. Ya no era solo un chico de orfanato. Estaba peleando por algo más grande.

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El viaje de regreso al orfanato fue largo, pero tranquilo. Me acomodé en el asiento del bus y miré por la ventana. Sabía que no era el final. Sabía que quedaba mucho por recorrer. Pero esta vez, al menos, sabía que estaba caminando en la dirección correcta.

Y esa sensación, esa certeza, era todo lo que necesitaba para seguir luchando.

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Fin del Capítulo 5.

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