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Chapter 4 - capitulo 4

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Capítulo 4: 2 de septiembre de 2012

Dormí doce horas seguidas. Y aún así, al despertar, sentía el cuerpo pesado. No de cansancio… sino de espera. Como si cada célula supiera que estaba en medio de algo que podía cambiar mi vida, y no quisiera moverse hasta tener respuestas.

Bajé al comedor del orfanato cuando ya quedaban pocos en las mesas. Un par de cuidadores limpiaban los restos del desayuno. Me serví un tazón de leche con pan duro. Comí en silencio, oyendo de fondo una radio vieja que pasaba noticias locales.

Nadie me habló. Nadie preguntó dónde había estado el día anterior.

Mejor.

Después de lavar los platos, fui al patio. Estaba despejado, como casi todos los domingos. Los chicos más pequeños jugaban con una pelota desinflada. Me senté en una esquina y empecé a estirar. Muslos, gemelos, espalda. Cada movimiento me recordaba las jugadas del día anterior.

El dribbling. El gol. La mirada del entrenador.

"Me has llamado la atención."

Esas palabras se me quedaron grabadas.

Pasé la mañana entrenando por mi cuenta. Series de sprint entre árboles, cambios de dirección, equilibrio sobre una pierna, saltos en escalera. A falta de conos, usé piedras y ramas. El cuerpo dolía, sí, pero era ese tipo de dolor que se siente como progreso.

A la hora del almuerzo, Marko se me acercó. Llevaba las manos en los bolsillos y una mirada que no sabía si era curiosa o desconfiada.

—¿Dónde estabas ayer?

Me encogí de hombros.

—En Split.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Fuiste…?

Asentí antes de que terminara la frase.

—Las pruebas del NK Adriatic.

Silencio. Largo. Luego, una mueca que parecía mitad sorpresa, mitad respeto.

—¿Y qué tal?

—Bien.

—Solo "bien".

—Me dijeron que me avisarían esta semana.

Marko se cruzó de brazos y me miró como si intentara descifrarme.

—Suerte, Luka.

Era la primera vez que me lo decía.

Le devolví una leve sonrisa. Pequeña, pero sincera.

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Por la tarde, me encerré en la biblioteca. No había mucha gente, como siempre. Tomé un cuaderno viejo y comencé a escribir. No un diario —no era ese tipo de chico—, sino una especie de registro. Qué había hecho bien en las pruebas, qué podía mejorar, cómo me había sentido en cada momento.

"Precisión en los tiros: alta.

Desmarques: constantes.

Juego colectivo: bueno, pero falta comunicación.

Velocidad: aceptable. Mejorar primeros metros."

Era mi manera de no dejar que la emoción me nublara. De seguir con los pies en la tierra.

Cerca del anochecer, me senté en el alféizar de la ventana de la sala común. Desde ahí se veía el mar a lo lejos, más allá de las colinas.

Pensaba en lo que vendría. Si entraba en el equipo, eso cambiaría todo. Podría dejar el orfanato, al menos los fines de semana. Tendría entrenadores, partidos oficiales, contactos. Una vía de escape.

Pero también sentía miedo. Porque si no me llamaban… si todo había sido una ilusión… ¿qué me quedaba?

Apoyé la frente en el cristal. El vidrio estaba frío.

No había lugar para la duda.

Tenía que seguir. Aunque no me llamaran, volvería a intentarlo. Una y otra vez.

Hasta que el mundo me oyera.

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A las nueve de la noche, en la tranquilidad de la habitación, mientras los demás dormían, escuché vibrar mi viejo móvil.

Un mensaje.

"Luka Vuković. Has sido seleccionado para los entrenamientos de seguimiento del NK Adriatic. Preséntate el miércoles 5/9 a las 9:00 h en el campo principal. Lleva ropa de entrenamiento. Gracias."

El corazón me dio un vuelco.

No grité. No salté. No desperté a nadie.

Pero me quedé mirando la pantalla, inmóvil, como si mis ojos pudieran absorber el mensaje y grabarlo en mis huesos.

Estaba dentro.

De verdad.

Me acosté sin apagar el móvil. Lo dejé encendido, sobre el pecho, como si fuera una medalla.

Y por segunda noche seguida, me dormí con una certeza extraña.

No era solo un huérfano más.

Era Luka Vuković.

Y acababa de empezar el camino.

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