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Capítulo 7: 5 de septiembre de 2012
Me desperté sin necesidad de alarma. El cuerpo sabía que era un día especial: volvía con el equipo. Después de tres días entrenando solo, volvíamos al ritmo oficial del NK Adriático.
Eran las 6:00 y, como siempre, entrené por mi cuenta antes de salir hacia el campo. Una sesión rápida de coordinación, toques de balón, y ejercicios de fuerza con el propio peso. El cuerpo respondía mejor. La zancada era más larga, los músculos más firmes, y hasta el rostro, reflejado en el cristal empañado del baño, parecía menos infantil.
Al terminar, me puse el uniforme del Adriático con cuidado. No era nuevo ni bonito, pero a mí me hacía sentir importante. Me recogió el microbús a las 7:15, puntual como un reloj.
Durante el trayecto, abrí el móvil con conexión prestada. Me puse los auriculares y dejé que la voz de Lana Jurčević llenara mis oídos. "Prava ljubav". La había estado escuchando bastante últimamente. No solo por su música —que me parecía pegajosa y potente—, sino por lo que ella representaba: una croata que brillaba. Como yo quería hacerlo.
Una notificación de YouTube me mostró un video sugerido: Sara Carbonero entrevista a Iker Casillas. Solo lo miré de reojo. No era momento aún. Tenía que enfocarme.
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La práctica fue intensa. El entrenador principal, el mismo que me había observado el 1 de septiembre, parecía más serio que de costumbre. Estábamos cerca del fin del verano, y los entrenadores ya hablaban de "proyectos de temporada". Yo sabía que tenía solo unas semanas para dejar una marca.
La parte táctica fue simple, pero efectiva: salida desde el fondo, circulación rápida, presión en bloque. Durante el rondo, me mantuve siempre en movimiento, con pases de primera y control orientado cada vez que recibía. Ninguno de los otros chicos me quitó el balón.
—Vuković, vienes fino —dijo el asistente mientras me daba un toque en el hombro.
Respondí con una sonrisa muda. No necesitaba hablar. Ellos se estaban dando cuenta.
En el partidillo final, marqué un gol y asistí otro. Pero lo mejor fue que anticipé dos jugadas del rival gracias a mi lectura del juego. Pequeños detalles. Pero en el fútbol, los detalles hacen carreras.
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De regreso al orfanato por la tarde, mientras los demás niños miraban dibujos animados, yo aproveché para revisar las redes sociales desde el móvil. No tenía cuenta propia —aún—, pero podía ver lo que pasaba.
Entré en el Instagram de Lana Jurčević. Había subido una historia desde un ensayo, bailando con un grupo de chicas. Se la notaba feliz. Libre. Me imaginé con ella en el futuro, compartiendo esa energía. No era una fantasía. Era una predicción.
Después, entré en el perfil de una periodista española: Cristina Pedroche. Había salido mencionada en un artículo que encontré la semana anterior. Su estilo era llamativo. Me causaba una mezcla de curiosidad y deseo. Guardé su nombre también.
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Antes de dormir, repasé mentalmente los ejercicios del día. Me sentía cada vez más conectado con el balón. Como si mi cuerpo y el fútbol fueran una misma cosa. Empecé a notar que mi cuerpo cambiaba. Los músculos más duros. Los hombros más definidos. Incluso los niños del orfanato decían que "me estaba poniendo más grande".
A este paso, en un mes iba a parecer realmente un jugador de cantera.
Y yo lo sabía: en menos de una semana, los ojeadores volverían a Split.
Y ahí iba a empezar todo.
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