La lluvia caía en Crestalba, un golpeteo constante contra los tejados de piedra que envolvía la aldea en un velo de humedad. Shisaki se despertó en la posada, el aroma a madera mojada colándose por la ventana abierta. Su camisa roja de lino, aún rasgada en el hombro, colgaba de un gancho, mientras sus pantalones marrón claro, ahora con más manchas de tierra, descansaban sobre una silla. Su cabello blanco, desaliñado y húmedo por el vapor del ambiente, caía sobre sus ojos mientras revisaba los objetos en su bolsa: la empuñadura mítica con grabados que parecían pulsar con vida, el amuleto roto encontrado tras la batalla con la sombra, y las dos notas que lo habían guiado hasta ahora. La primera, de Kenshin, advertía sobre goblins en el bosque; la segunda, un acertijo, insinuaba el pasado aventurero del herrero de Fortebruma. Pero el encuentro con la sombra demoníaca en el bosque, junto con las palabras del anciano de Crestalba sobre una espada divina rota, habían elevado las apuestas. Esto no era solo un RPG; era un mundo donde cada paso lo acercaba a un destino que aún no entendía.
Shisaki, sentado en la cama de paja, tocó la empuñadura mítica. Su superficie fría vibraba ligeramente, como si contuviera un eco de poder. El Gran Sabio, la voz enigmática que lo guiaba, habló en su mente: "La empuñadura y el amuleto son fragmentos de una reliquia del Dios de la Guerra. Para entender su propósito, debes buscar una bendición en el Templo de la Luz, al sur de Crestalba. Allí encontrarás respuestas... y nuevos aliados." Shisaki frunció el ceño, su mente de gamer analizando las palabras. "¿Un templo? ¿Como una mazmorra de historia principal?" murmuró, imaginando un lugar lleno de pruebas y recompensas. Pero la advertencia del anciano sobre ser un objetivo lo mantenía alerta. Guardó la empuñadura y el amuleto, se puso su camisa roja y colgó la espada básica al cinto, sintiendo el peso de su nueva realidad.
En la plaza de Crestalba, la lluvia había ahuyentado a los mercaderes, pero un grupo de aventureros se reunía bajo un toldo, discutiendo en voz baja. Jessica, la caballero de cabello blanco, estaba allí, su armadura plateada reluciendo a pesar del cielo gris. Al ver a Shisaki, sonrió, su espada pesada apoyada en el suelo. "El héroe despierta," bromeó, acercándose. "¿Listo para otra aventura, novato?" Shisaki, sonrojándose, asintió tímidamente. "El Gran Sabio... dijo que debo ir al Templo de la Luz," confesó, su voz baja. Jessica alzó una ceja, intrigada. "¿El Templo? Eso es serio. Se dice que los dioses otorgan bendiciones allí, pero solo a quienes pasan sus pruebas. Voy contigo. No pienso perderme esto."
Mientras se preparaban, un nuevo rostro se unió al grupo: un elfo joven llamado Lirien, con cabello plateado recogido en una trenza y ojos verdes que parecían ver más allá de lo evidente. Vestía una túnica azul con runas bordadas, y llevaba un bastón que emitía un leve resplandor. "Escuché de tu pelea con la sombra," dijo, su voz suave pero firme. "Soy Lirien, mago de Valthoria, aquí para estudiar los portales. Ese amuleto que encontraste... es magia antigua. Si vas al Templo de la Luz, quiero acompañarte. Podría tener respuestas." Shisaki, intimidado por la presencia del elfo, solo asintió, pero Jessica le dio un codazo. "Relájate, Shisaki. Lirien parece estirado, pero es buena gente."
El camino al Templo de la Luz era un sendero empinado que serpenteaba por colinas cubiertas de hierba alta, ahora empapadas por la lluvia. Jessica lideraba, su armadura resonando con cada paso, mientras Lirien caminaba detrás, murmurando sobre las energías mágicas del lugar. Shisaki, en el medio, mantenía la espada lista, su mente girando con preguntas. ¿Qué era el Templo? ¿Qué clase de pruebas lo esperaban? Y, sobre todo, ¿por qué la empuñadura y el amuleto lo hacían sentir como si algo lo observara? En un momento de pausa, encontró una tercera nota clavada en un poste junto al camino, etiquetada como "Nota 3": "La Luz revela, pero también ciega. Busca la verdad en el reflejo del altar. ATT: Kenshin." Shisaki mostró la nota a Jessica y Lirien. "Otro mensaje de Kenshin," dijo, frunciendo el ceño. Lirien examinó la nota, sus ojos entrecerrándose. "Kenshin... un nombre que he oído en Valthoria. Es un cazador, pero sus motivos son un misterio. Esta nota sugiere que el Templo guarda secretos."
El Templo de la Luz apareció al final del sendero, una estructura de mármol blanco que brillaba incluso bajo la lluvia, como si emitiera su propia luz. Sus puertas, talladas con símbolos de soles y espadas, estaban flanqueadas por estatuas de figuras encapuchadas. Shisaki sintió un cosquilleo en la piel, como si la magia del lugar lo envolviera. Una sacerdotisa con una túnica dorada los recibió, sus ojos evaluando a los tres. "Solo aquellos con un corazón puro pueden recibir la Bendición de la Luz," dijo, su voz resonando como un eco. "Entrad y enfrentad las pruebas."
El interior del Templo era un laberinto de salas iluminadas por cristales que flotaban en el aire. La primera prueba fue un espejo gigante que reflejaba no sus cuerpos, sino sus miedos. Shisaki vio su apartamento en Osaka, el camión acercándose, y una voz que lo acusaba de ser débil, un fracaso. Su mano tembló, pero Jessica lo agarró del brazo. "No es real, Shisaki. Sigue adelante." Lirien, enfrentando su propio reflejo, murmuró un hechizo que disipó la ilusión, permitiéndoles avanzar.
La segunda prueba era un combate contra guardianes de luz, figuras etéreas armadas con espadas brillantes. Jessica cargó con su espada pesada, cada golpe resonando como un trueno. Lirien lanzó bolas de fuego desde su bastón, iluminando la sala. Shisaki, usando su agilidad de kendo, esquivó y contraatacó, su espada básica cortando con precisión. Juntos, derrotaron a los guardianes, pero Shisaki sintió que la empuñadura en su bolsa vibraba, como si respondiera a la magia del Templo.
En la sala final, un altar de cristal reflejaba la luz en un arcoíris cegador. La sacerdotisa apareció, sosteniendo un orbe luminoso. "Has demostrado valor," dijo, mirando a Shisaki. "La Luz te bendecirá." Colocó el orbe sobre su pecho, y un calor lo envolvió, agudizando su visión y haciendo que su espada se sintiera más ligera. El Gran Sabio habló: "Has recibido la Bendición de Luz de Bajo Nivel. Úsala sabiamente." Shisaki, abrumado, notó que los grabados de la empuñadura brillaban más intensamente.
Al salir del Templo, la lluvia había cesado, y el cielo se abría en un azul claro. Jessica, sonriendo, le dio un codazo. "No está mal, novato. Ahora eres más rápido que yo." Shisaki, sonrojándose, desvió la mirada. Lirien, examinando la empuñadura, frunció el ceño. "Esto está ligado a los dioses, pero también a los portales. Deberíamos ir a Valthoria. Los magos allí saben más." En el camino de regreso a Crestalba, Shisaki encontró otra nota en un árbol, etiquetada como "Nota 4": "La espada rota canta en la oscuridad. Busca su eco en Valthoria. ATT: Kenshin."
Shisaki, con la Bendición de Luz corriendo por sus venas, sintió que el misterio se profundizaba. Jessica, a su lado, le guiñó un ojo. "Parece que estamos metidos en algo grande, Shisaki." Él, con la empuñadura y las notas en su bolsa, asintió, listo para el próximo paso en este mundo que lo estaba transformando.