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Chapter 5 - Capítulo 5: La Sombra de Crestalba y el Encuentro con Jessica

El alba en Fortebrum traía consigo un cielo gris, con nubes pesadas que prometían lluvia. Shisaki se despertó en la posada, el cuerpo aún resentido por la batalla en la cueva goblin cerca de Crestalba. Su camisa roja de lino, ahora con un desgarro en el hombro y manchas de sangre seca, colgaba de un gancho, mientras sus pantalones marrón claro estaban doblados sobre una silla. Tocó su cabello blanco, desaliñado como siempre, y sintió una mezcla de agotación y determinación. La empuñadura mítica que había encontrado en la cueva, con sus grabados que parecían brillar con vida propia, reposaba en su bolsa junto a las dos notas: la primera, de Kenshin, sobre el asentamiento goblin, y la segunda, un acertijo sobre el herrero que aún lo intrigaba: "Donde el filo halló reposo, el pulso no olvidó la danza, el martillo canta ahora lo que la hoja ya no grita." La batalla contra el líder goblin había sido una prueba de fuego, pero la empuñadura, según el Gran Sabio, era parte de un arma mítica fragmentada por los dioses. ¿Qué significaba eso?

Shisaki se levantó, ajustando su camisa y colgándose la espada básica al cinto. La idea de un arma mítica lo emocionaba, como si hubiera desbloqueado un artículo raro en un RPG, pero también lo inquietaba. Este mundo no tenía guías ni foros para descifrar sus misterios. El Gran Sabio, la voz enigmática que lo guiaba, habló en su mente: "La empuñadura es solo el comienzo. Vuelve a Crestalba. Los aldeanos saben más de lo que dicen, y un nuevo aliado te espera". Shisaki frunció el ceño, preguntándose quién podría ser ese aliado. Su timidez lo hacía dudar de interactuar con extraños, pero su curiosidad, esa chispa que lo había llevado a explorar mazmorras virtuales en Osaka, lo impulsó a moverse.

En el gremio, la sala estaba más tranquila que el día anterior. Jake, el líder, revisaba un pergamino, su cabello castaño desordenado y su armadura reflejando la luz de una lámpara. Al ver a Shisaki, alzó una ceja. "El héroe de cabello blanco", dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Esa empuñadura que encontraste es peligrosa. No se la muestres a cualquiera. Por ahora, hay rumores de problemas en Crestalba. Los aldeanos dicen que algo anda mal en el bosque, algo más grande que goblins. Ve a investigar. Y cuidado, Shisaki, no todo es lo que parece." Jake le dio una bolsa con provisiones —pan, agua y vendas— y una palmada en el hombro que lo hizo tambalearse. Shisaki, nervioso, asintió, sintiendo que Jake sabía más de lo que decía.

El camino a Crestalba era familiar, pero la niebla matutina lo hacía parecer más siniestro. Los árboles retorcidos parecían observarlo, y el aire olía a tierra húmeda y algo más, un hedor metálico que lo ponía en alerta. Su espada rozaba su pierna con cada paso, y su mente de gamer analizaba la situación: "Rumores en Crestalba, algo más grande que goblins... ¿un jefe final? ¿O una trampa?" Recordó los RPGs donde las misiones secundarias llevaban a secretos mayores. El Gran Sabio habló: "Busca en la plaza de Crestalba. Allí encontrarás a alguien que compartirá tu camino".

Al llegar a Crestalba, la aldea parecía más viva que la vez anterior, con aldeanos ocupados en sus tareas: un panadero sacaba hogazas del horno, un herrero afilaba herramientas, y niños jugaban con palos, imitando combates. Pero había una tensión en el aire, susurros sobre sombras en el bosque y viajeros desaparecidos. Shisaki, con su cabello blanco y camisa roja, atraía miradas, y su timidez lo hacía bajar la cabeza. En la plaza, un grupo de aventureros entrenaba, sus espadas chocando con un ritmo que le grababa sus sesiones de kendo. Entre ellos, una figura destacada: una joven de unos 17 años, con cabello blanco como el suyo, largo y brillante, y una armadura plateada que relucía bajo el sol. Blandía una espada pesada con una confianza que intimidó a Shisaki. Sus ojos, de un azul intenso, se fijaron en él, y una sonrisa juguetona cruzó su rostro.

"Vaya, otro cabello blanco", dijo acercándose. "No eres de aquí, ¿verdad? Soy Jessica, caballero de Crestalba". Su voz era firme, pero tenía un toque cálido que desarmó a Shisaki. Él, sonrojándose, balbuceó: "Soy... Shisaki. Vengo de Fortebruma. Me enviaron a investigar... cosas en el bosque". Jessica río, apoyando su espada en el hombro. "¿Cosas? ¿Te ref—

Sistema: Parece que el contenido del artefacto se cortó a media frase. Continuaré el capítulo desde donde lo dejé, asegurándome de que fluya con naturalidad e incorpore los elementos solicitados, manteniendo una narrativa atractiva, detallada y coherente con los capítulos anteriores. El capítulo será largo, similar a un manga, y continuará la historia desde el momento en que Shisaki conoce a Jessica en Crestalba, centrándose en su interacción, la investigación de los rumores en el bosque y el misterio que se desvela sobre la empuñadura mítica y las notas.

Lands of Adventure: La Saga de Shisaki Capítulo 5: La Sombra de Crestalba y el Encuentro con Jessica

El alba en Fortebrum traía consigo un cielo gris, con nubes pesadas que prometían lluvia. Shisaki se despertó en la posada, el cuerpo aún resentido por la batalla en la cueva goblin cerca de Crestalba. Su camisa roja de lino, con un desgarro en el hombro y manchas de sangre seca, colgaba de un gancho, mientras sus pantalones marrón claro estaban doblados sobre una silla. Tocó su cabello blanco, desaliñado como siempre, y sintió una mezcla de agotación y determinación. La empuñadura mítica que había encontrado en la cueva, con sus grabados que parecían brillar con vida propia, reposaba en su bolsa junto a las dos notas: la primera, de Kenshin, sobre el asentamiento goblin, y la segunda, un acertijo sobre el herrero: "Donde el filo halló reposo, el pulso no olvidó la danza, el martillo canta ahora lo que la hoja ya no grita". La batalla contra el líder duende había sido una prueba de fuego, y la empuñadura, según el Gran Sabio, era parte de un arma mítica fragmentada por los dioses. ¿Qué significaba eso?

Shisaki se levantó, ajustando su camisa y colgándose la espada básica al cinto. La idea de un arma mítica lo emocionaba, como si hubiera desbloqueado un artículo raro en un RPG, pero también lo inquietaba. Este mundo no tenía guías ni foros para descifrar sus misterios. El Gran Sabio, la voz enigmática que lo guiaba, habló en su mente: "La empuñadura es solo el comienzo. Vuelve a Crestalba. Los aldeanos saben más de lo que dicen, y un nuevo aliado te espera". Shisaki frunció el ceño, preguntándose quién podría ser ese aliado. Su timidez lo hacía dudar de interactuar con extraños, pero su curiosidad de jugador, esa chispa que lo impulsó a explorar mazmorras virtuales hasta el amanecer, lo empujó hacia adelante.

En el gremio, la sala estaba más tranquila que el día anterior. Jake, el líder, revisaba un pergamino, su cabello castaño desordenado y su armadura reflejando la luz de una lámpara. Al ver a Shisaki, alzó una ceja. "El héroe de cabello blanco", dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Esa empuñadura que encontraste es peligrosa. No se la muestres a cualquiera. Por ahora, hay rumores de problemas en Crestalba. Los aldeanos dicen que algo anda mal en el bosque, algo más grande que goblins. Ve a investigar. Y cuidado, Shisaki, no todo es lo que parece." Jake le dio una bolsa con provisiones (pan, agua y vendas) y una fuerte palmada en el hombro que lo hizo tropezar. Shisaki, nervioso, asintió, sintiendo que Jake sabía más de lo que dejaba entrever.

El camino a Crestalba era familiar, pero la niebla matutina lo hacía parecer más siniestro. Los árboles retorcidos parecían observarlo, y el aire olía a tierra húmeda y algo más, un hedor metálico que lo ponía en alerta. Su espada rozaba su pierna con cada paso, y su mente de gamer analizaba la situación: "Rumores en Crestalba, algo más grande que goblins... ¿un jefe final? ¿O una trampa?" Recordó los RPGs donde las misiones secundarias llevaban a secretos mayores. El Gran Sabio habló: "Busca en la plaza de Crestalba. Allí encontrarás a alguien que compartirá tu camino".

Al llegar a Crestalba, la aldea parecía más viva que la vez anterior, con aldeanos ocupados en sus tareas: un panadero sacaba hogazas del horno, un herrero afilaba herramientas, y niños jugaban con palos, imitando combates. Pero había una tensión en el aire, susurros sobre sombras en el bosque y viajeros desaparecidos. Shisaki, con su cabello blanco y camisa roja, atraía miradas, y su timidez lo hacía bajar la cabeza. En la plaza, un grupo de aventureros entrenaba, sus espadas chocando con un ritmo que le grababa sus sesiones de kendo. Entre ellos, una figura destacada: una joven de unos 17 años, con cabello blanco como el suyo, largo y brillante, y una armadura plateada que relucía bajo el sol. Blandía una espada pesada con una confianza que intimidó a Shisaki. Sus ojos, de un azul intenso, se fijaron en él, y una sonrisa juguetona cruzó su rostro.

"Vaya, otro cabello blanco", dijo, acercándose con pasos seguros. "No eres de aquí, ¿verdad? Soy Jessica, caballero de Crestalba". Su voz era firme, pero tenía un toque cálido que desarmó a Shisaki. Él, sonrojándose, balbuceó: "Soy... Shisaki. Vengo de Fortebruma. Me enviaron a investigar... cosas en el bosque". Jessica río, apoyando su espada pesada en el hombro. "¿Cosas? ¿Te refieres a las sombras que tienen a todos temblando? No eres muy hablador, ¿eh?" Shisaki, aún más rojo, desvió la mirada, pero ella no se inmutó. "Vamos, novato, acompáñame. Si vas a meterte en el bosque, necesitas a alguien que pelea separa. Y yo quiero ver de qué estás hecho".

Shisaki, sorprendido por su franqueza, asintió tímidamente. Jessica lo llevó a un rincón de la plaza, donde un anciano con una túnica raída vendía amuletos. "Escucha", dijo Jessica, bajando la voz. "Los aldeanos están asustados. Hace semanas que los viajeros desaparecen cerca del bosque al este, donde encontraste esa cueva goblin. Pero no son solo goblins. Algunos dicen que han visto sombras que se mueven solas, como si estuvieran vivas. El gremio de Crestalba está corto de manos, así que me ofrecí a investigar. ¿Te unes?" Shisaki, intrigado, sacó el mapa de cuero. "Encontré esto en la cueva. Marca un asentamiento goblin, pero... ¿sombras?" Jessica frunció el ceño, estudiando el mapa. "Esto es serio. Vamos juntos. Algo me dice que eres más de lo que aparentes, Shisaki".

El bosque al este de Crestalba era más oscuro que el día anterior, con árboles que parecían susurrar entre sí. La niebla se aferraba al suelo, y el hedor metálico que Shisaki había notado antes era más fuerte. Jessica, con su armadura reluciendo, caminaba a su lado, su espada pesada lista. "Mantente alerta", dijo, su tono ahora serio. "Estas sombras no son normales. Algunos dicen que están ligadas a los portales, como los de las historias de los dioses". Shisaki, grabando las notas, sintió un escalofrío. "¿Portales?" preguntó, su voz baja. Jessica asentándose. "Dicen que conectan este mundo con la Dimensión Demoníaca. Pero son solo rumores... o eso espero."

Llegaron a un claro donde el aire era más frío, casi opresivo. Shisaki notó marcas en los árboles: arañazos profundos, como si algo con garras enormes hubiera pasado por allí. Jessica se detuvo, señalando el suelo. "Mira. Huellas, pero no de duendes". Las huellas eran grandes, con garras curvas, y parecían desvanecerse en la niebla. Shisaki, con su espada desenvainada, sintió su corazón latir rápido. El Gran Sabio habló: "Cuidado, Shisaki. Lo que acecha aquí es más antiguo que los goblins. Protege a Jessica".

De repente, la niebla se agitó, y una sombra se alzó frente a ellos. No era un duende, sino una figura amorfa, como humo negro con ojos rojos que brillaban con malicia. Jessica levantó su espada, pero la sombra se movió rápido, lanzando un zarcillo de oscuridad que golpeó su armadura, haciéndola retroceder. Shisaki, instintivamente, se interpuso, su espada cortando el aire. El zarcillo se disipó, pero la sombra emitía un chillido que heló la sangre. "¡Qué demonios es eso!" gritó Jessica, recuperándose. "¡No lo sé!" Respondió Shisaki, su voz temblando pero firme. "¡Pero no dejaré que nos mate!"

La batalla fue caótica. La sombra se dividía y reformaba, sus zarcillos atacando desde todos los ángulos. Shisaki, usando su agilidad de kendo, esquivaba y cortaba, pero su espada apenas la dañaba. Jessica, con su espada pesada, golpeaba con fuerza, cada impacto resonando como un trueno. "¡Apunta a los ojos!" gritó, y Shisaki, siguiendo su consejo, lanzó un corte preciso a uno de los ojos rojos. La sombra se enfrió y se desvaneció, dejando tras de sí un charco de líquido negro que olía a podredumbre.

Jadeando, Shisaki y Jessica se miraron. "Eso no era un duende", dijo ella, limpiando su espada. "Era… algo demoníaco". Shisaki, aún temblando, ascendió. Encontraron un amuleto roto en el charco, con los mismos grabados que la empuñadura mítica. "Esto está conectado", murmuró Shisaki, mostrándoselo a Jessica. Ella frunció el ceño. "Esto es magia antigua. Deberíamos hablar con el anciano de Crestalba. Él sabe de estas cosas".

De vuelta en Crestalba, el anciano de la túnica raída examinó el amuleto y la empuñadura. "Son fragmentos de una reliquia divina", dijo su voz temblorosa. "Pertenecen a una espada forjada por el Dios de la Guerra, rota para evitar que cayera en manos demoníacas. Ten cuidado, joven. Quien tenga esto será un objetivo". Shisaki, abrumado, guardó la empuñadura. Jessica, a su lado, le dio un codazo. "Parece que estás metido en algo grande, novato. Pero no te preocupes, no te dejaré solo". Shisaki, sonrojándose, sonriendo tímidamente.

Esa noche, en la posada de Crestalba, Shisaki revisó la empuñadura bajo la luz de una vela. Los grabados parecían susurrar, y el Gran Sabio habló: "La sombra era un eco de la Dimensión Demoníaca. Tu camino está ligado a los dioses, Shisaki. Prepárate para lo que viene". Él, con la espada al lado y el amuleto en su bolsa, sintió que este mundo lo estaba moldeando. Jessica, desde la puerta, le guiñó un ojo. "Descansa, héroe. Mañana seguimos." Shisaki, rojo como su camisa, ascendió, listo para el próximo desafío.

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