La ciudad de Valthoria vibraba bajo un cielo púrpura, las torres de cristal flotando como faros en la bruma matinal. Shisaki, Jessica y Lirien se preparaban en la posada, rodeados por el murmullo de magos y aprendices que llenaban las calles. La camisa roja de lino de Shisaki, con su desgarro en el hombro y manchas de tierra, contrastaba con el brillo mágico de la ciudad. Sus pantalones marrón claro, ahora más desgastados, crujían con cada movimiento, y su cabello blanco, desaliñado, caía sobre sus ojos, que brillaban con la Bendición de Luz de Bajo Nivel. En su bolsa, la empuñadura mítica y el amuleto roto pulsaban con una energía que lo ponía nervioso. Las cinco notas—la primera de Kenshin sobre goblins, la segunda sobre el herrero, la tercera sobre el Templo de la Luz, la cuarta sobre la espada rota en Valthoria, y la quinta, recién encontrada, que apuntaba al Santuario de Guerra—pesaban en su bolsillo como piezas de un rompecabezas que aún no entendía. La última nota, "El Consejo guarda secretos, pero la verdad está en el Santuario de Guerra, al norte de la ciudad. Busca el eco de la espada. ATT: Kenshin," resonaba en su mente.
El Gran Sabio habló en su interior: "El Santuario de Guerra es un lugar de pruebas, Shisaki. La empuñadura mítica responde a su poder, pero también atrae a quienes codician su fuerza. Confía en tus aliados, pero mantente alerta." Shisaki, apretando la espada básica en su cinto, sintió el peso de las palabras. Su mente de gamer lo comparaba con una mazmorra de alto nivel, pero la advertencia del mago anciano del Consejo—que la Espada de Guerra, de la cual su empuñadura era un fragmento, estaba ligada a portales antiguos—lo llenaba de inquietud. Jessica, ajustando su armadura plateada, le dio un codazo. "Oye, héroe, deja de mirar al vacío. ¿Listo para el Santuario o qué?" Su cabello blanco brillaba como el suyo, y su sonrisa juguetona lo hizo sonrojarse. "Sí... creo," murmuró Shisaki, desviando la mirada. Lirien, el mago elfo, revisaba su bastón, las runas de su túnica azul brillando. "El Santuario está sellado desde hace años," dijo, su voz suave pero tensa. "Si el Consejo nos dio acceso, es porque esperan algo de ti, Shisaki. O porque quieren algo."
Los tres partieron hacia el norte de Valthoria, cruzando puentes de luz que conectaban las torres flotantes. La ciudad era un espectáculo: magos lanzaban hechizos que hacían flotar carros de mercancías, y cristales iluminaban las calles con colores imposibles. Pero el aire se volvía más pesado a medida que se acercaban al Santuario, un edificio de piedra negra encajado en una colina, con columnas talladas en forma de espadas cruzadas. Una puerta de bronce, cubierta de runas, estaba custodiada por dos estatuas de guerreros con ojos que parecían seguirlos. Shisaki, con su Bendición de Luz, notó un brillo tenue en las runas, como si respondieran a la empuñadura en su bolsa. Jessica, con su espada pesada lista, frunció el ceño. "Este lugar da mala espina," dijo. Lirien asintió, tocando la puerta con su bastón. "Las runas son de Guerra. Solo alguien con un fragmento divino puede abrirla."
Shisaki, nervioso, sacó la empuñadura mítica. Al acercarla a la puerta, las runas brillaron intensamente, y un crujido resonó mientras la puerta se abría. El interior del Santuario era una caverna vasta, con antorchas que se encendían solas, iluminando paredes cubiertas de frescos: batallas épicas entre dioses y demonios, espadas brillando con poder divino. El aire estaba cargado de una energía que hacía vibrar la empuñadura en la mano de Shisaki. "Esto es... intenso," murmuró, su voz resonando en la caverna. Jessica, a su lado, le dio un empujón. "Mantente despierto, novato. Esto no será un paseo."
El Santuario estaba dividido en tres cámaras, cada una con una prueba. La primera era un campo de entrenamiento mágico, donde armaduras animadas, con espadas encantadas, atacaron sin piedad. Jessica cargó, su espada pesada destrozando una armadura con un golpe que resonó como un trueno. Lirien lanzó rayos de energía desde su bastón, mientras Shisaki, con su agilidad de kendo amplificada por la Bendición de Luz, esquivaba y cortaba, su espada básica encontrando huecos en las defensas de las armaduras. Cada golpe hacía vibrar la empuñadura en su bolsa, como si estuviera ansiosa por unirse a la pelea. Juntos, derrotaron a las armaduras, pero Shisaki, jadeando, notó una sombra fugaz en una esquina. "¿Viste eso?" preguntó, pero Jessica y Lirien negaron con la cabeza.
La segunda cámara era un rompecabezas: un mosaico en el suelo con símbolos de los ocho dioses. Lirien, con su conocimiento de runas, descifró que debían alinear los símbolos de Guerra y Luz. Shisaki, usando su Bendición, vio líneas invisibles que conectaban los símbolos, y con la ayuda de Jessica, movieron las piezas hasta que el suelo vibró, abriendo un pasaje. Pero al avanzar, Shisaki sintió un frío en la nuca. La empuñadura en su bolsa vibró más fuerte, y el Gran Sabio habló: "Cuidado, Shisaki. La oscuridad acecha incluso en el Santuario."
La cámara final era un altar de obsidiana, rodeado por un círculo de antorchas que ardían con fuego rojo. En el centro, una figura etérea apareció: un guerrero con armadura dorada, sosteniendo una espada que parecía un eco de la empuñadura mítica. "Portador del fragmento," dijo, su voz resonando como un tambor. "Prueba tu valía o perece." Sin previo aviso, atacó. Shisaki esquivó por instinto, su espada chocando contra la del guerrero. Jessica y Lirien se unieron, pero el guerrero era rápido, sus golpes precisos y devastadores. Shisaki, usando su Bendición de Luz, anticipó un ataque y contraatacó, su espada básica cortando el aire. Jessica, con un rugido, lanzó un golpe que rompió la defensa del guerrero, mientras Lirien disparó un rayo que lo debilitó. En un movimiento final, Shisaki, guiado por un instinto que no entendía, canalizó la energía de la empuñadura, y un destello de luz salió de su espada, desintegrando al guerrero.
El altar vibró, y una Bendición de Guerra de Nivel Medio envolvió a Shisaki, fortaleciendo su cuerpo y haciendo su espada más ligera. Pero también encontró una sexta nota en el altar, escrita en pergamino antiguo: "El fragmento canta, pero el portal lo escucha. Busca la verdad en la Dimensión Demoníaca. ATT: Kenshin." Shisaki, jadeando, mostró la nota a Jessica y Lirien. "La Dimensión Demoníaca..." murmuró Jessica, su rostro endureciéndose. Lirien, examinando la empuñadura, frunció el ceño. "Esto confirma que la espada está ligada a los portales. Pero entrar a la Dimensión Demoníaca es suicida sin preparación."
Al salir del Santuario, la noche había caído sobre Valthoria, las torres brillando como constelaciones. Pero una figura encapuchada, la misma que Shisaki había visto antes, los observaba desde la distancia. Sus ojos rojos brillaron, y un susurro llegó a Shisaki: "El portador será nuestro." Jessica, notando su inquietud, le puso una mano en el hombro. "Oye, estás pálido. ¿Qué pasa?" Shisaki, temblando, negó con la cabeza. "Nada... solo un mal presentimiento." Lirien, serio, dijo: "Debemos volver al Consejo. Ellos sabrán cómo acceder a la Dimensión Demoníaca. Pero cuidado, Shisaki. Esa empuñadura te hace un objetivo."
En la posada, Shisaki revisó la empuñadura y las notas bajo la luz de un cristal. La Bendición de Guerra lo hacía sentir más fuerte, pero también más vulnerable. Jessica, sentada cerca, le sonrió. "No te preocupes, héroe. Estamos juntos en esto." Lirien, desde una esquina, añadió: "El próximo paso será peligroso. Prepárate." El Gran Sabio susurró: "La Dimensión Demoníaca te espera, Shisaki. Pero primero, descubre quién es Kenshin." Con la espada al lado y la empuñadura en su bolsa, Shisaki cerró los ojos, sintiendo que el destino lo arrastraba hacia un abismo desconocido.