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Chapter 7 - Capítulo 7

Suelto un suspiro cansado. De verdad, a veces no entiendo por qué las personas se complican tanto la vida. Solo quería algunas respuestas y un poco de información, pero no…

Bruto insistía en insultarme, en intentar la ridícula idea de liberarse y no decirme nada. No fue hasta que comencé a quitarle la piel de la cara que empezó a hablar, entre mocos y lágrimas.

Al parecer, creía que mi amenaza era vacía.

Estúpido hombre. Solo tenía que responder las preguntas y le habría dado una muerte rápida.

Decido dejar eso de lado y comienzo a registrar los cuerpos, intentando encontrar algo de utilidad. Bruto no tenía mucho, solo una pequeña bolsa con monedas, ya que las dos dagas que poseía en su cintura se rompieron con la caída de la piedra.

Luego salí del foso y revisé a Salado. Este también tenía una bolsa con monedas, junto con la espada corta que cargaba. Obviamente, tomé todo. Arrastrando el cuerpo de Salado, lo arrojé al foso junto con su amigo. Comencé a reparar el suelo, enterrándolos a ambos y dejando el lugar casi como nuevo…

Ahora que eliminé la evidencia, me acerqué al fondo del callejón. Quitando los pocos bloques que quedaban, me encontré con Dany.

Parecía a punto de llorar, pero se detuvo al instante al verme, con sus ojitos llenos de lágrimas aún no derramadas y el labio inferior tembloroso. Tomándola entre mis brazos, me aseguré de envolverla lo mejor posible con la tela. No quería que se ensuciara con la sangre que tenía en las manos y la ropa.

Tendría que bañarme y conseguir ropa nueva. Otra vez. Al menos tengo dinero de sobra, pensé mientras salía del callejón.

Bueno… viendo el lado positivo, me encargué de la inmundicia antes de irme de aquí.

Caminando hacia un canal, me lavé las manos y la cara lo mejor posible, intentando quitarme la sangre de encima. Agradecí mi capricho de usar ropa negra, ya que cubría bastante bien la sangre. Al menos nadie sospecharía hasta conseguir ropa nueva.

En cuanto tuve una apariencia decente, me dirigí a mi nuevo destino.

Ahora, sin asesinos detrás de mi pellejo por el momento, comencé a caminar y examinar con más detalle la ciudad. Y en efecto, Braavos era enorme, con una gran extensión de cúpulas, torres y puentes, la mayoría en diferentes tonos grises, dorado y rojo. Mirando la posición del sol, debía ser alrededor de las seis de la mañana.

Seguí caminando, observando las casas, la gente y los diferentes estilos de ropa que comenzaban a llenar las calles. Había personas de todo tipo: altos, bajos, delgados, robustos, rubios, morenos, y de todos los tonos de piel. Aunque el idioma principal era el braavosi, además del alto valyrio (que ya lograba distinguir), escuchaba muchos idiomas más.

Definitivamente, Braavos se puede considerar una ciudad multicultural.

Caminé hasta llegar a un enorme canal, el más grande que había visto hasta ahora. Según lo que revisé anoche en el mapa, este debe ser el canal de los Héroes.

A ambos lados del canal principal se abrían diferentes tipos de canales que recorrían toda la ciudad. Había de todos los tamaños, desde grandes hasta pequeños, pero ninguno superaba al canal central.

Algunas casas se alzaban sobre los canales, transformándolos en túneles por los que cruzaban botes de diferentes tamaños. Estos botes se movían con un solo remo largo, en manos de hombres que los manejaban desde el final de la embarcación, muy parecidos a las góndolas de mi mundo.

Acelerando el paso, me detuve en la parte más alta de uno de los tantos puentes tallados que cruzaban el canal de los Héroes. Mirando hacia mi derecha, podía ver tres puentes más. Cada uno tenía un diseño diferente: en el que yo estaba se encontraba cubierto de ojos pintados; el siguiente tenía hojas talladas con detalle, y el último no lo pude ver bien por la distancia, pero, por lo que había escuchado en la posada, tenía vida marina esculpida.

Las aguas del canal eran de un verde cristalino, posiblemente por las algas. A lo lejos, se podía ver el gran Titán de Braavos.

Mirando hacia mi izquierda, mucho más adelante, después de otro puente, se encontraba una hilera de estatuas de piedra de hombres. Estas parecían estar sucias por excremento de pájaro.

No pude evitar pensar, con una ceja arqueada, en el gran parecido con Venecia, con algunos toques originales. Me pregunto si el creador de los libros se inspiró en esa ciudad cuando imaginó este lugar…

Dany comenzó a moverse, inquieta entre mis brazos, sacándome de mis pensamientos. Empecé a arrullarla mientras retomaba la marcha. Debía alimentarla, tomar un baño y encontrar lo último que me faltaba para salir de este lugar.

Por obvias razones, no podía volver a la posada anterior. Así que debía encontrar otro sitio. Dirigí mis pasos al primer mercado al que fui cuando llegué a este mundo.

Cuando llegué, comencé a caminar por los alrededores, comprando algunas cosas que ahora sí podía pagar y que eran difíciles de robar. Mientras lo hacía, mantenía la guardia alta y los oídos atentos, intentando encontrar a alguien que hablara inglés.

Descubrí hace algunos días que el inglés es el idioma común en Poniente. Me di cuenta de que, de todos los idiomas que conozco (siete sin contar los idiomas mágicos), el único que he reconocido en este mundo es el inglés. Y claro, solo se habla en Poniente. Justo donde no puedo estar.

Puse los ojos en blanco mientras le pagaba a una mujer por una pera que se veía apetitosa. Definitivamente, tengo que encontrar la manera de aprender alto valyrio o valyrio bastardo. Me gustaría aprender ambos, ya que son las lenguas predominantes aquí en Essos.

Usando los dedos, partí la fruta, le di una parte a Dany y ella la comió con gusto. Me recordó lo último en mi lista, y la razón por la que aún no me he ido: la leche.

Durante esta semana, Dany ha estado comiendo principalmente fruta, sopa y todo lo que he podido encontrar que sé que no le hará daño. Pero nada puede reemplazar la leche para un bebé. Dany debe de tener alrededor de cinco meses, y no puedo simplemente quitarle los nutrientes y proteínas que necesita…

No pude evitar suspirar. Un problema que se habría resuelto en menos de un segundo si tuviera mi magia. Un simple vaso con leche, un hechizo de transformación y voilà: un biberón, problema resuelto.

Definitivamente, la magia y la tecnología hacen la vida más fácil…

Pero bueno, hay que buscar alternativas.

Mmm… quizás debería encontrar alguna madre con su hijo, ofrecerle dinero para que venga conmigo y alimente a Dany. Luego recordé el tiempo que podría tardar en encontrar a alguien así y descarté la idea. No quería quedarme tanto tiempo en este lugar.

Quizás debería buscar una nodriza y ofrecerle un pago. Y si no acepta… bueno, ese es un problema simple: me la robo. Aunque ya puedo ver algunas complicaciones en ese plan…

El plan titulado:

—Secuestro de vacas.

No pude evitar sonreír por el estúpido plan que se formaba en mi cabeza. Sabía que no podía hacer algo así por muchas razones, pero sería divertido. Robarme a una nodriza, encerrarla en una habitación oscura con sonidos aterradores, y cuando esté a punto de darle un infarto, encender velas mágicas, mostrar a Dany bebé con joyas y una corona extravagante, sentada en el Trono de Hierro con una mirada presumida… y yo llegando a su lado en un triciclo rojo, señalándola con mi mano enguantada de rojo, disfrazado de Billy de Saw y decirle con voz de Darth Vader:

—Aliméntala.

Tuve que taparme la boca con la mano para no estallar en carcajadas como un loco en medio del mercado. Hacía tiempo que no pensaba en estupideces. ¿Cuándo fue la última vez que hice una broma decente?

Mm… creo que la última memorable fue cuando aún estudiaba en Beauxbatons. Ganándome los títulos de Casanova del humor y Príncipe del Inframundo.

Buenos tiempos. No lo voy a negar. Aunque si hiciera algo así, definitivamente ganaría un pase directo al infierno. Boletos, que por cierto, deben de estarse acumulando… pero al menos lo haría con una sonrisa, pensé encogiéndome de hombros y mordiendo mi fruta, ahora de mejor humor.

Pero, de repente, fui arrancado de mis divagaciones cuando unos brazos fuertes me atraparon y me arrastraron a un callejón.

Por puro instinto, di un cabezazo hacia atrás, esperando golpear al sujeto. Luego recordé que tengo el cuerpo de un niño de siete años. No era la primera vez que hacía una acción olvidando mi edad, pensé mientras sacaba mi daga, cambiando su posición a agarre inverso y lanzando un corte directo a su estómago.

O me soltaba, o vería sus entrañas. El eligió lo primero.

Apenas me soltó, di una voltereta hacia adelante para tomar distancia. Me di la vuelta, enfrentándolo en posición de combate, con una sola mano libre, ya que con la otra sostenía a Dany.

—Su Alteza, por favor, cálmese. Soy yo.

—¿Quién eres?— le gruñí.

El hombre (o más bien chico) parecía más lastimado por mi pregunta que por el corte en su estómago.

—Soy Addam Aguas, mi príncipe.

—¿De dónde te conozco?— pregunté, examinando mis alrededores. Él parecía sorprendido y a la vez dudoso.

—De Rocadragón, mi señor. Acompañé a su Alteza y a Ser William Darry hasta aquí, a Braavos. Ser William y yo lo hemos estado buscando por todos lados.

Fruncí el ceño. Este chico parecía conocerme de verdad. Su lenguaje corporal no mentía.

—¿Por qué me arrastraste de esa manera?—pregunté, de forma amenazante.

—Lo lamento mucho, su Alteza. Intentaba alcanzarlo, y a pesar de que lo llamé varias veces, usted no me escuchó. Me emocioné demasiado por encontrarlo, de verdad, discúlpeme— dijo, abatido.

—Pero ahora lo he encontrado, mi señor. Sígame, por favor. Lo llevaré enseguida con Ser William— dijo, aparentemente emocionado.

Mi ceño se frunció aún más. No me gustaba esto. Prácticamente estaba acorralado en un callejón estrecho, con Dany en mis brazos y sin una salida fácil aparente. Estaba en desventaja, y lo sabía. Así que, a regañadientes, le dije al chico que me guiara, aun sabiendo que podía estar caminando hacia una posible trampa.

Mientras lo seguía, no pude evitar maldecir entre dientes. Odiaba mi situación. Y mi tamaño de Oompa-Loompa.

Ya estaba loco por crecer lo más rápido posible.

Pero parecía que mis preocupaciones eran en vano. Al llegar a una casa con una puerta roja, me encontré con un hombre que estaba siendo atendido por un médico. Este revisaba una herida en su pecho que apenas empezaba a sanar.

Apenas me vio, quiso levantarse, pero el doctor lo detuvo antes de que se hiciera más daño. Addam comenzó a contar cómo me había encontrado y llevado allí. El hombre herido, ahora conocido como Ser William, apenas fue soltado por el sanador, prácticamente se abalanzó hacia mí.

Apenas logré contener el reflejo de sacar la espada. William me revisaba a mí y a Dany, diciendo lo preocupado que estaba desde que nos separamos, y comenzó a acribillarme con preguntas.

Parecía más un padre angustiado que otra cosa.

Me hizo sentir un poco incómodo por sus emociones, ya que parecía dividido entre llorar de alivio y regañarme por no aparecer antes. Comencé a responder sus preguntas solo para evitar que se le ocurriera abrazarme de felicidad.

Porque no. No estaba muerto.

Sí, ambos estábamos bien.

No, no hemos pasado hambre.

No, no estuve en peligro.

Y una parte de mí se sentía tan abrumada por sus emociones que comencé a dar pasos hacia atrás, considerando seriamente en arrojarme por la primera ventana y alejarme de este lugar. No fue hasta que el médico comenzó a regañarlo para que se acostara y se cuidara —y que si se volvía a lastimar le cobraría el doble— que Ser William finalmente comenzó a calmarse. Yo suspiré de alivio.

Agradeciéndole en silencio a mi salvador médico, le pedí que atendiera la herida de Addam, ya que a estas alturas sabía que Ser William era el caballero que había escapado de los mercenarios. Al terminar, le di una propina generosa al sanador. William lo despidió con un gesto de la mano, y Addam fue enviado a su habitación a descansar.

Quedamos solo nosotros tres en la sala. William me miró con bolsas oscuras bajo los ojos, aunque aún tenía una mirada amable.

—Su Alteza, de verdad estoy feliz de ver que está bien junto a la princesa. Pero me gustaría saber dónde ha estado toda esta semana. Lo he buscado día y noche— dijo, soltando un suspiro y recostándose en su silla. —Y si me permite el atrevimiento… quisiera saber por qué no me ha reconocido ni a mí ni a Addam, mi señor

Mantuve mi mejor máscara de póker. Al principio pensé en mentirle, pero dudé. El hombre no era estúpido. Con la poca información de Addam y mi falta de reacción, ya se había dado cuenta de mi falta de memoria.

Tendría que tener cuidado con mis respuestas. No podía contarle la verdad: que su príncipe había muerto y que su cuerpo había sido poseído por otra alma. No si quería evitar ser exorcizado y quemado. Y eso en el mejor de los casos.

Pero sabía ver las oportunidades y aprovecharlas. Y esta era demasiado buena para dejarla pasar. Si jugaba bien mis cartas, tendría a un adulto a mi servicio. Cosa que realmente necesito urgentemente. Y quién sabe… si logra ganarse mi confianza, también podría confiarle la protección de Dany.

Además, siempre confié en mis instintos. Nunca me han fallado en ninguna de mis vidas, y no va a empezar en esta.

Y mis instintos me decían claramente que Ser William es un buen hombre.

Mientras tomaba asiento frente a él, comencé a tejer una historia en mi cabeza, mezclando verdad y mentira hasta cierto punto, sin revelar cosas que podrían joderme más tarde.

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