El Merodeador, ralentizado por la telaraña en su bota, se giró furioso. "¡Eres más molesto de lo que esperaba, araña!" Desconectó la bota afectada con un dispositivo en su muñeca, sacrificándola para recuperar su agilidad.
"Un buen movimiento," concedió Peter, mientras disparaba otra ráfaga de telaraña, esta vez apuntando a los sistemas de iluminación de emergencia, sumiendo una sección del museo en la oscuridad total. "Pero no es suficiente."
La batalla se trasladó a las entrañas del museo, a los pasadizos de mantenimiento y las salas de servidores, un laberinto tecnológico que era el hogar del Merodeador. Este lanzaba dispositivos sónicos que emitían frecuencias molestas para el sentido arácnido de Peter, intentando desorientarlo. También usaba pequeños proyectiles adhesivos que intentaban inmovilizar los lanzarredes de Peter.
Peter, sin embargo, había anticipado este tipo de armamento. Sus lanzarredes estaban equipados con un sistema de autolimpieza de microvibraciones, capaz de desintegrar rápidamente los adhesivos. Y aunque el sonido era molesto, Peter había entrenado su mente para filtrarlo, confiando en la guía más sutil de su sentido arácnido.
"Tus juguetes son impresionantes, Merodeador," dijo Peter, mientras seguía a su oponente a través de un conducto de ventilación, su voz apenas un susurro. "Pero yo construyo los míos para el control, no solo para el caos."
El Merodeador, frustrado por la tenacidad de Spider-Man, llegó a la bóveda de las joyas. Activó un campo de fuerza alrededor de la entrada, creyendo que eso lo detendría.
"¡Aquí me tienes! ¡Atrapado entre mi botín y tu... molestia!" el Merodeador se rió.
Pero Peter no intentó forzar el campo de fuerza. Había estudiado los sistemas de seguridad del museo. En su lugar, se balanceó hacia el panel de control del campo de fuerza, que el Merodeador había dejado expuesto en su prisa. Con un movimiento rápido y preciso, Peter utilizó un pulso electromagnético de bajo poder de su guante (la misma tecnología que usó con Doc Ock, pero en una versión más refinada) para sobrecargar los circuitos del panel.
El campo de fuerza parpadeó y se desvaneció. El Merodeador, aturdido, se giró para enfrentar a Peter.
"¡Cómo... cómo hiciste eso!" balbuceó.
"La tecnología es una espada de doble filo," respondió Peter. Antes de que el Merodeador pudiera reaccionar, Peter disparó una telaraña reforzada que se adhirió a sus guantes, inmovilizando sus manos. Luego, otra ráfaga de telaraña pegó sus pies al suelo. El Merodeador forcejeó, pero Peter había diseñado esa telaraña para resistir incluso sus herramientas de corte más avanzadas.
"Tu equipo es bueno, Merodeador," dijo Peter, mientras la policía, alertada por el cese repentino de las alarmas (y una pista anónima de Peter), se acercaba a la bóveda. "Pero yo sé cómo funciona. Y sé cómo detenerlo."
El Merodeador fue detenido, su rostro visible por primera vez: un hombre de unos treinta años, con una expresión de incredulidad y frustración. Había sido superado, no por la fuerza, sino por una inteligencia superior.
Peter desapareció en las sombras, dejando las joyas a salvo y al Merodeador bajo custodia. Había sido una de sus batallas más satisfactorias, un verdadero juego de ajedrez tecnológico donde la mente de Spider-Man había prevalecido sobre la astucia de un adversario digno. La ciudad, una vez más, tenía la prueba de que su protector era tan inteligente como fuerte.