El aire sobre el Sector Beta vibraba con una energía nefasta. El paisaje de fábricas y almacenes destripados, ahora, era su campo de juego favorito. Las ruinas, bañadas en la luz rojiza del cielo apocalíptico, se alzaban como dientes rotos. Aterrizamos la nave a cierta distancia, en un cráter oculto por los escombros.
"Los siento", dijo Trunks, sus ojos azules entrecerrados. "Están en el centro del sector. Parece que están... ¿jugando?"
Una punzada de ira me recorrió. Siempre estaban "jugando" mientras destruían el mundo. "Bien. Que sigan divirtiéndose. Su diversión termina ahora."
Me volví hacia Trunks, la seriedad en mi rostro era absoluta. "Recuerda, hermanito: sé un fantasma. Golpea, distrae, y desaparece. No los enfrentes directamente. Mi éxito depende de tu capacidad para frustrarlos."
Trunks asintió, su propio ki comenzando a arder. "Lo tengo, Gohan. Vas a darles la paliza de sus vidas."
Un momento de silencio. El viento silbaba a través de las estructuras metálicas, un lamento fantasmal. Este era el momento. La culminación de una década de dolor, de entrenamiento implacable, de la promesa que me hice a mí mismo.
"Que comience el baile", murmuré, y mi ki estalló, mezclándose con la energía plateada de mi Forma Mística del Super Saiyajin. El aura que me rodeaba no era una explosión salvaje, sino una densa, casi tangible bruma que brillaba con un resplandor dorado pálido y plateado. Mis ojos, ahora una combinación de verde esmeralda y brillo lunar, reflejaban una calma absoluta, la calma del depredador que acecha a su presa.
Trunks, transformado en Super Saiyajin, se lanzó primero. Su velocidad era increíble, un borrón lila que se movía entre los edificios. Detectó a los Androides y se abalanzó, disparando una ráfaga de Ki precisa que golpeó a 17 en la espalda.
"¡Oye!", rugió 17, girándose. "¡El mocoso ha vuelto! ¿No se cansa de ser humillado?"
18 rió. "Parece que no. Pero qué bien, el entretenimiento ha regresado."
Mientras los Androides se concentraban en Trunks, que ahora se movía como un relámpago, yo me lancé. No con una explosión de Ki, sino con la discreción de mi Aura Mística. Mi velocidad era inaudita, no por la fuerza bruta, sino por la manipulación sutil de las distorsiones espaciales que había aprendido a crear. Me movía como una sombra, un susurro en el viento.
Me acerqué a 17 desde atrás, tan rápido que sus sistemas no tuvieron tiempo de reaccionar completamente. Mi puño, imbuido de la esencia más pura de mi Forma Mística, impactó directamente en su nuca. No fue una explosión de fuerza devastadora, sino un pulso energético que buscó interferir, un golpe que resonó a través de sus circuitos.
17 gritó, una expresión de genuino dolor y sorpresa en su rostro. Su cuerpo se sacudió, y por un instante, pareció fallar, su aura parpadeando erráticamente.
"¡¿Qué demonios fue eso?!", exclamó, llevándose una mano a la nuca. "¡Mis sistemas se están volviendo locos!"
18 se giró furiosa, disparando una ráfaga de energía masiva hacia mí. No intenté esquivarla. En cambio, canalicé mi Aura Mística para crear un campo de absorción y redirección. La energía de 18 no solo fue absorbida, sino que, en un movimiento fluido, la redirigí hacia 17, que aún se tambaleaba.
El propio ataque de 18 golpeó a 17 con toda su fuerza, enviándolo a estrellarse contra una fábrica cercana, que explotó en una bola de fuego.
18 jadeó. "¡17! ¡¿Qué hiciste?!"
"Solo te devolví tu cortesía, Androide", dije, mi voz calmada. La confusión en el rostro de 18 era un banquete para mis ojos. Ella nunca había enfrentado algo así.
Pero no podía relajarme. Los Androides eran implacables. 17 emergió de los escombros, su cuerpo ileso, pero su expresión era de pura furia. "¡Mocoso! ¡Me las pagarás!"
Se lanzó hacia mí, y el verdadero baile comenzó.