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Chapter 16 - Capítulo 16: El Amanecer Azul y la Esperanza Renacida

El silencio se cernía sobre el Sector Beta, un silencio casi ensordecedor después de años de explosiones y gritos. Me desplomé, exhausto, en los brazos de Trunks, mi forma Mística desvaneciéndose. Mi cuerpo temblaba, no solo por el agotamiento, sino por la magnitud de lo que habíamos logrado. Los Androides… se habían ido. Para siempre.

"¡Lo hicimos, Gohan! ¡Realmente lo hicimos!", la voz de Trunks era un estallido de euforia, teñida de lágrimas. Me ayudó a sostenerme, mi visión aún borrosa por el esfuerzo.

Fue entonces cuando los primeros helicópteros de reconocimiento de Bulma llegaron. Apenas eran visibles en la distancia, pero su sonido era una música para mis oídos. El primero en aterrizar fue el de Bulma. Saltó antes de que las hélices se detuvieran por completo, corriendo hacia nosotros, su rostro una mezcla de preocupación y éxtasis.

"¡Gohan! ¡Trunks! ¡Están vivos! ¡Y... y las lecturas de energía de los Androides... desaparecieron por completo! ¡¿Lo lograron?!", exclamó, con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras nos abrazaba a ambos con una fuerza sorprendente.

"Sí, mamá", susurré, mi voz apenas audible. "Se acabó."

El Asombro de los Supervivientes

La noticia se extendió como un reguero de pólvora. Los refugios subterráneos, los escondites precarios, las comunidades aisladas... de alguna manera, el mensaje llegó. La humanidad, que durante una década había vivido bajo la sombra constante del terror y la aniquilación, comenzó a salir lentamente de sus escondites.

Los primeros en llegar al Sector Beta fueron curiosos, luego temerosos, y finalmente, asombrados. Vieron los restos de la batalla, las cicatrices de energía que aún humeaban en el acero retorcido. Y nos vieron a nosotros.

Trunks y yo estábamos sentados en lo alto de una pila de escombros, recuperándonos lentamente, mientras Bulma coordinaba la llegada de los equipos de rescate. Nuestras ropas estaban hechas jirones, nuestros cuerpos cubiertos de heridas, pero el aire a nuestro alrededor ya no portaba la energía oscura de la desesperación.

Un grupo de civiles, con rostros marcados por la privación y el miedo, se acercó con cautela. Una niña pequeña, no más de cinco años, se soltó de la mano de su madre y, con una inocencia desarmadora, se acercó a Trunks.

"¿Son... son los héroes?", preguntó, sus grandes ojos fijos en el pelo lila de Trunks.

Trunks sonrió, una sonrisa genuina que rara vez se permitía en el campo de batalla. "Sí, pequeña. Lo somos."

Un hombre mayor, con barba canosa y la mirada de quien ha visto demasiado, nos miró fijamente. Sus ojos se posaron en mi pelo oscuro, que apenas empezaba a perder el tinte plateado de mi Forma Mística.

"Ustedes... ustedes fueron los que lucharon contra esos monstruos", dijo, su voz ronca de emoción. "¿Ustedes fueron los que vimos volar con ese... ese cabello dorado?"

Asentí. "Luchamos contra ellos. Y los derrotamos."

El hombre cayó de rodillas, con lágrimas corriendo por su rostro. "Gracias a Dios... gracias a Dios. Creímos que era el fin. Que nunca terminaría." Otros se le unieron, algunos llorando, otros simplemente mirando con una gratitud silenciosa que era más elocuente que cualquier palabra.

La noticia de que "dos guerreros con el cabello amarillo" (aunque en mi caso era una mezcla inusual) habían derrotado a los Androides se propagó como un incendio forestal. Para una humanidad al borde de la extinción, éramos una leyenda viviente. La gente no entendía el Ki, ni el Aura Mística, ni las complejidades de mi transformación. Para ellos, éramos los guardianes que habían descendido del cielo y habían liberado al mundo de su pesadilla.

El Amanecer de un Nuevo Futuro

Los días siguientes fueron un torbellino de actividad. Bulma, con su liderazgo innato, ya había puesto en marcha los planes de reconstrucción. Equipos de la Capsule Corp. y supervivientes capacitados comenzaron a despejar escombros, a restablecer comunicaciones y a buscar a más personas.

El cielo, día a día, se volvía más azul. El hollín comenzaba a disiparse. Los gritos de terror fueron reemplazados por el sonido de las máquinas de construcción y, poco a poco, por las voces de la gente, llenas de una esperanza largamente olvidada.

Trunks y yo, aunque exhaustos, nos unimos a los esfuerzos de recuperación siempre que podíamos. Nos encontrábamos con gente, hablábamos con ellos. La gratitud en sus ojos era un combustible más potente que cualquier Senzu.

Este no era un futuro perfecto. Las cicatrices de la destrucción eran profundas, y tomaría décadas reconstruir lo que se había perdido. Pero por primera vez en mi vida, en esta vida, el futuro ya no era una condena. Era una promesa.

Miré a Trunks, que jugaba con unos niños cerca de un campamento de refugiados, enseñándoles movimientos de ki básicos que parecían más un juego. Su sonrisa era genuina, el peso de diez años de oscuridad había sido levantado de sus hombros. Había salvado a mi hermano. Había salvado a Bulma. Había salvado a la humanidad.

Y aunque la búsqueda de las Semillas Senzu no había tenido éxito, y la memoria de Kami y Mr. Popo seguía siendo un misterio en este futuro desolado, la victoria había sido nuestra. Había reescrito el destino. Había cumplido mi juramento.

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