La tensión en el aire era palpable, pero no hostil. Videl, la oficial al mando, me estudiaba con una intensidad que recordaba a la de un detective. Su escepticismo era evidente, pero también una chispa de curiosidad. Los rumores sobre los "guerreros del cabello dorado" eran solo eso, rumores, hasta que estuve parado frente a ella, emanando esa aura de poder que apenas ocultaba.
"¿Gohan, dices?", repitió, cruzándose de brazos. "He oído historias. Hombres que vuelan, que lanzan rayos de energía. Leyendas, supongo. Pero tu... tu aura es diferente a cualquier cosa que haya sentido. ¿Cómo entraste aquí sin que mis guardias te vieran?"
"Es una habilidad que desarrollé", respondí con calma, sin entrar en detalles sobre la Forma Mística del Super Saiyajin o mi reencarnación. "Puedo controlar mi presencia, mi energía. Y en cuanto a esas leyendas... son más que eso."
Le di una mirada significativa, y por un instante, dejé que un tenue brillo plateado emanara de mis ojos, el rastro de mi Aura Mística. Sus ojos se abrieron ligeramente, una mezcla de asombro y una pizca de miedo cruzando su rostro.
"¿Qué fue eso?", preguntó, su voz un poco más baja. "No es ki. Es... es distinto."
"Una parte de mi poder", confirmé. "Y lo que me permitió, junto a Trunks, derrotar a los Androides."
Videl me observó en silencio por un momento, procesando la información. La dureza de su expresión se suavizó un poco, reemplazada por una intriga palpable. Ella era una mujer práctica, forjada por un mundo brutal. Las fantasías no tenían cabida en su vida, pero la evidencia, incluso si era increíble, sí.
"Así que, ¿no eres solo una leyenda?", dijo finalmente, su tono ya no tan defensivo. "Eres real. Y tú... ¿volaste hasta aquí?"
Asentí. "Sí. Es una técnica que me permite manipular mi propia energía para levitar y propulsarme."
Una nueva emoción, una que no esperaba, comenzó a reflejarse en sus ojos: fascinación. Videl siempre había sido una persona de acción, alguien que buscaba superarse a sí misma. En un mundo donde la fuerza bruta era la moneda de cambio y donde su propia capacidad física la había convertido en una líder, el concepto de volar, de dominar el aire, era irresistible.
Dio un paso hacia mí, su mirada fija en mis pies, como si esperara que levitara en ese instante.
"¿Podrías... podrías enseñarme a hacer eso?", preguntó de repente, la pregunta saliendo con una mezcla de curiosidad y una sorprendente vulnerabilidad. "A volar. Como tú lo haces."
Mi sorpresa fue genuina. No lo había anticipado. En mi vida anterior, Videl aprendió a volar de Gohan, sí. Pero eso fue en un mundo pacífico, donde el vuelo era más una curiosidad que una necesidad para la supervivencia. Aquí, en un mundo apenas renacido de las cenizas, la idea de aprender a volar era una muestra de su espíritu indomable, de su deseo de tener más control, de ser más útil, de no depender de nadie más.
La miré, y vi no solo a la Videl que recordaba, sino a una Videl aún más fuerte, más determinada. La Videl que había sobrevivido a un apocalipsis. Y una sonrisa se formó en mis labios, no solo por la familiaridad, sino por la admiración.
"Claro que sí, Videl", respondí. "Puedo enseñarte. Pero ten en cuenta que requiere mucho entrenamiento y disciplina. No es algo que se aprenda de la noche a la mañana."
Sus ojos brillaron con una intensidad renovada. "No tengo miedo al trabajo duro. Y disciplina es lo que nos ha mantenido con vida. Si puedo aprender a volar, podré ayudar de una forma que nunca imaginé. Podré proteger a más gente, llegar a lugares donde los helicópteros no pueden."
"Entonces, es un trato", dije, extendiendo mi mano. "Comenzaremos cuando quieras."
Ella estrechó mi mano con firmeza. Su agarre era fuerte, decidido. Sabía que este era el inicio de algo nuevo, una colaboración que iría más allá de la reconstrucción física del mundo. Era el inicio de una conexión personal que había sido parte de mi historia en otra vida, y que ahora se forjaba de nuevo en los albores de este futuro renacido.