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Chapter 19 - capitulo 1 9

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Capítulo 19: Del 30 de septiembre al 3 de octubre de 2012

El domingo 30 de septiembre amaneció sin gloria. El cielo plomizo y la brisa húmeda anunciaban lluvia, pero nada que interrumpiera mi rutina. Me desperté antes que el resto, como siempre, y salí al patio tras estirarme. Hice series de sprints cortos y luego trabajé la conducción con una pelota que había conseguido inflar la noche anterior.

No había partido ni entrenamiento oficial. El día estaba muerto, pero yo no.

A la tarde, decidí pasar por el campo. A veces los entrenadores dejaban abierto, y esta vez tuve suerte. El terreno estaba húmedo, pero utilizable. Jugué solo, recreando jugadas que ya me conocía de memoria. En un momento me detuve frente al arco y me quedé mirándolo.

Ahí no había redes.

Pero yo ya estaba anotando goles invisibles que otros aún no sabían contar.

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El lunes 1 de octubre llegó con novedades.

Entrenamiento matutino. El grupo estaba tenso. Había rumores de una lista preliminar para el siguiente partido importante y varios temían quedar fuera. A mí no me importaba. Jugaba como si cada sesión fuese una prueba definitiva. Stipe, el entrenador, me observó de lejos con los brazos cruzados. No decía mucho, pero tampoco hacía falta. Sabía que no le gustaba mi actitud callada, pero no podía negar los resultados.

En medio de la práctica, mientras hacíamos ejercicios de posesión, un hombre de traje apareció en la tribuna. Se sentó solo, con una carpeta apoyada sobre las piernas. No era alguien del club. Su postura, su mirada, todo lo delataba: no había venido a pasar el rato.

Jure lo notó también y me susurró:

—¿Otro ojeador?

No respondí.

Terminada la práctica, mientras nos hidratábamos, el tipo bajó. Caminó firme hacia Stipe, le dijo algo al oído y luego me miró.

Me llamaron.

—Vuković, vení —dijo el técnico, sin adornos.

Me acerqué, secándome la frente con la camiseta.

—Este es el señor Torres. Quiere hablar con vos.

El hombre me extendió la mano.

—Hola, Luka. Soy Juan Torres. Trabajo para el Real Madrid.

No parpadeé. Ni un gesto. Solo asentí.

—Encantado.

—¿Podemos hablar cinco minutos?

—Claro.

Nos alejamos unos pasos.

—He venido a verte desde hace unos días. Tu perfil nos interesa. Mucho. No solo por tus condiciones físicas y técnicas, sino por tu disciplina. Sos diferente.

Me limité a escucharlo.

—No prometo nada inmediato —continuó—, pero estamos evaluando hacerte una propuesta formal para que pases a formar parte de nuestra cantera. En Valdebebas.

Miré el campo, fingiendo pensar. Ya lo sabía. El momento iba a llegar. Solo era cuestión de tiempo.

—¿Qué necesitarían? —pregunté.

—Contactaremos al club en breve. Si aceptan, pagaríamos la cláusula de rescisión juvenil, que ronda los 300 mil euros. A partir de ahí, el proceso sería rápido. Visado, viaje, adaptación. Queremos cerrar esto antes de que algún otro equipo se adelante.

Lo observé un segundo más.

—Entendido.

—¿No tenés preguntas?

—No.

Una sonrisa breve le cruzó el rostro.

—Tenés cabeza de profesional. Lo valoro.

Me dio su tarjeta y se marchó sin alardes.

Yo volví al vestuario como si nada. El mundo acababa de cambiar, pero yo no.

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El martes 2 fue puro silencio.

No dije nada a Jure ni a Marko, ni siquiera a Stipe. Solo entrené como siempre. Corrí más, toqué más, marqué más. Como si no hubiera pasado nada. En realidad, no había pasado aún. Hasta que el club no confirmara, no existía. Solo una probabilidad más que se acercaba a la certeza.

A la noche, abrí mi cuaderno.

"Real Madrid. Confirmación pendiente."

Y luego otra línea:

"No reaccionar. No confiar. Aún no."

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El miércoles 3 de octubre, cerca del mediodía, Stipe me llamó a su oficina.

—Entrá.

Lo hice sin hablar.

Estaba ahí el presidente del NK Adriatic. También Juan Torres.

—Bueno —dijo Stipe, sin rodeos—. El Real Madrid va a pagar tu cláusula. Trescientos mil euros. Se firmó hoy. Ya es oficial.

Asentí una vez.

El presidente sonrió.

—Es un gran salto. Estás haciendo historia para el club.

No respondí. Solo lo miré con la frialdad que la experiencia de otra vida me había dejado. Sabía que en su mente ya estaba calculando cuánto iba a poder reinvertir de ese dinero.

—Viajarás a Madrid esta semana. Te acompañará un delegado del club —intervino Torres—. Tendrás pruebas médicas, conocerás las instalaciones, y después empezás el proceso de integración.

—Está bien.

—¿Tenés algo que decir? —preguntó Stipe.

—Gracias por la oportunidad. Eso es todo.

Salí de la oficina como entré: entero.

Pero por dentro, el motor ya rugía.

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Esa noche, volví al orfanato. Me senté frente al cuaderno.

Escribí solo una línea:

"Valdebebas."

Después, arranqué la hoja y la pegué en la pared.

Donde antes colgaba un calendario tachado.

Ahora había destino.

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