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Chapter 3 - Emociones Arraigadas

Mi brazo no reacciona, tengo la espada a punto de cortarlos a los dos, pero no puedo acabarlos. Tenía una extraña emoción brotando, una que no había sentido jamás en mi vida: pena... remordimiento de asesinar a estos inocentes en específico.

-¡¿Qué pasa?!, ¡vamos!, ¡hazlo! -pensé frustrado-. ¡¿Por qué no puedo hacerlo?!

Había asesinado a todo un pueblo, pero no podía matar a esta mujer y a su cucaracha.

Después de unos segundos me di cuenta del por qué. Me vi a mí mismo y a mi madre reflejado en ellos: el mismo miedo en los ojos y el mismo abrazo entre la madre y su hijo para protegerlo.

-Tch... -suspiré con fuerza-. Váyanse ya, no quiero volver a verlos, nunca más.

La madre y el chico me miraron confundidos, el mismo sujeto que causó la masacre de sus vidas los estaba dejando huir.

Sin perderme con la mirada caminaron precavidamente hacia la salida de la casa.

-¡LARGO! -les grité-.

Apresuraron el paso de inmediato y salieron corriendo a través de la llanura, probablemente en busca del pueblo más cercano.

Estaba anocheciendo, necesitaba encontrar un refugio para hacer una fogata y calentarme durante la noche. Caminaba frustrado y algo ofuscado por mis pensamientos en busca de algún sitio donde quedarme.

Me adentré en el bosque mientras el sol poco a poco se escondía a través del horizonte, necesitaba frutos y carne para satisfacer mi dieta diaria.

Fue conveniente hallar a un ciervo pastando cerca de un río. desenfundé mi arco, tensé una flecha y le disparé en la cabeza.

Obtuve varios frutos de las copas de los árboles y recogí un poco de agua de aquel río. Lo único que faltaba era encontrar un buen lugar para descansar.

Caminando un poco más avisté una pequeña cueva: era el lugar perfecto, me aislaba del frío del exterior. Exploré la zona en busca de varias ramas y piedras, y encendí una fogata con mi magia de fuego.

Mientras cocinaba al ciervo, recordé cómo quedé paralizado ante aquella familia.

-Compasión -exclamé enojado y en voz baja-. ¡Qué sentimiento tan inútil! No puedo creer que me dejé dominar por mis emociones.

Estaba tan concentrado en mis pensamientos que la cocción del ciervo pasó desapercibida, solo reaccioné cuando el olor a quemado me inundó la nariz.

-¡Maldición!, ¡ahora tendré que comer esta carne quemada!

Un silencio invadió mi ser, inconscientemente me preguntaba por qué estaba sintiendo aquellas inutilidades y recordando mi pasado, un pasado que había dejado enterrado para que no viera la luz nunca más.

Me sentía decepcionado de mí mismo por perder la concentración, era muy impropio de mí cometer las estupideces de hoy.

Comí un ciervo quemado junto a los frutos y el agua.

Empecé a limpiar la sangre que había quedado en mis ropas y armas al mismo tiempo que les sacaba brillo.

Le prestaba especial atención a mi nueva espada, puesto que prefiero el combate cercano y no suelo utilizar el arco en combate. ¿Para qué usar flechas si puedo lanzar hechizos mucho más efectivos y prácticos?

Con mis armas y mi fuerza acumulada por más de diez años seré capaz de cumplir con mi objetivo: acabar con el imperio de Adavass.

Adavass es el hombre con la familia más poderosa en todo este reino. El hombre más potentado e influyente después del rey.

Al tener tal privilegiada posición, La Ciudad Real le permitió dirigir otros linajes fuertes para aumentar las relaciones y comerciar más fácilmente. Además, de esta manera se formó una alianza con las familias más sobresalientes del reino, en caso de un ataque o guerra contra otra nación.

La única condición para que esto se llevara a cabo fue que la ciudad real no se metería en ninguno de los problemas internos que existieran en estos clanes.

Adavass poseía tres familias bajo su poder: Los Luxem, Los Minks y Los Bartolomeos.

Parece que mi padre lo traicionó de alguna manera con esos "documentos supermegaultra misteriosos", por lo que después del fracaso con aquellos secuestradores, atacó todos nuestros pueblos incluyendo la urbe principal.

Nadie salió con vida, ni siquiera la escurridiza rata de mi padre. Siendo yo el único sobreviviente.

Esto aconteció hace diez años, unos años después de que mi infierno iniciara.

Con la destrucción de Katyibai, he destruido todos los pueblos que poseían los Minks, solo queda la ciudad principal y su jefe. Apenas acabe con los Minks, destruiré a los Bartolomeos e iré por Adavass.

Y cuando todos estén muertos y pudriéndose bajo tierra, mi venganza estará completa.

Habré vengado a mi madre; la persona más dulce, amable y humilde que he conocido; y habré acabado con todo vestigio del desgraciado de mi padre. De solo pensarlo me acelera el pulso.

Después de limpiar mis armas me acomodé en la dura roca del suelo para intentar dormir.

Repentinamente percibí una extraña presencia observándome, miré a mi alrededor intentando encontrarla, pero no la logré ubicar.

Al cabo de unos segundos, la presencia desapareció, por lo que asumí había sido mi imaginación y no le tomé tanta importancia.

Me volví a recostar en el suelo mirando hacia el techo. Imágenes de mi madre aparecieron en mi mente. Hacía mucho tiempo que no la recordaba.

Cerré los ojos y en un par de minutos logré conciliar el sueño.

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