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Chapter 2 - Semillas del Pasado

Fui parte de un linaje con mucho poder económico y social, la familia Ruxem. Nos caracterizábamos por tener mucho dinero, relaciones políticas con otros clanes y un abundante poder mágico.

Cada familia poderosa suele tener uno o más pueblos y ciudades bajo su mando, como una cadena de lugares controlados por un gobierno.

Yo vivía en la urbe principal de los Ruxem, siendo el heredero de todas las tierras familiares.

Mis padres eran muy cariñosos: jugaban conmigo, me daban mucho amor, me consentían y me trataban como todo niño necesitaba y quería. Pero esto no duró por mucho tiempo.

Hace trece años estaba caminando y jugando en el jardín trasero de la casa real junto a mi madre, cuando repentinamente unos hombres salieron de los arbustos y nos secuestraron a plena luz del día.

Nos dejaron inconscientes y para cuando despertamos, nos encontrábamos en el bosque, recostados a un árbol con los pies atados para que no pudiéramos escapar.

-¿Dónde estamos? -pregunté a mi madre que parecía igual de confundida-.

Mi madre se dio cuenta de la situación rápidamente al avistar a aquellas dos personas con máscara en frente de nosotros.

- ¿Finalmente han despertado, no? –dijo uno de los enmascarados con una voz tan grave que casi era irreconocible-. Ahora cuéntame, ¡¿dónde se encuentran los documentos, Isabella?!

Mi madre tenía una cara muy sorprendida, en ese momento no lo comprendía, pero era obvio que los hombres se habían tomado la molestia de raptarnos para recuperar estos documentos.

-No sé de qué me estás hablando... Yo n-.

-¡No te hagas la tonta!, ¡sabes muy bien de qué hablamos! –interrumpió a mi madre golpeándola en la cara-.

Ella simplemente se quedó en silencio, cerrando los ojos, cabizbaja.

Mi madre Isabella no iba a soltar ni una pizca de información debido a que eso pondría en peligro nuestra posición y reputación.

Lo raro era que aquellos hombres conocieran el nombre de mi madre, ella jamás salía de la casa puesto que tenía que cuidarme.

Los secuestradores simplemente se empezaron a reír suavemente.

-Qué bueno que trajimos al niño. Si no quieres hablar, tendremos que sacarte la información a la fuerza.

Después de decir estas palabras el hombre que estaba a la mano derecha tomó un bate y empezó a golpearme con él.

-¡Para, no le pegues a mi hijo, por favor! -gritó mi madre desesperadamente-.

Pero el hombre me siguió golpeando con todas sus fuerzas, y sonriendo cínicamente habló:

-¡Entre más tardes en soltar la información que queremos, más golpes recibirá el pequeño! Será mejor que te apresures, podría morir en cualquier momento -exclamó mientras se reía a carcajadas-.

Yo solo podía quejarme con alaridos de dolor. Si pudiera regresar en el tiempo, le regresaría el dolor que sentí multiplicado diez veces; me aseguraría de que ese hombre sufriera de las peores formas posibles.

Mi madre, viendo cómo yo era maltratado, decidió hacer de escudo para protegerme; abrazándome y protegiéndome del secuestrador.

Los golpes del enmascarado no se detuvieron, sino que aumentaron su intensidad.

A pesar de haber estado protegido, sentía la contusión y el impacto de los golpes a través de mi madre. Ella gritaba de dolor mientras escupía sangre de su boca, yo solo miraba aterrado y botaba lágrimas.

El hombre pasó unos cuantos minutos aporreándonos cuando su compañero lo detuvo diciéndole:

-¡Ya es suficiente!, los necesitamos vivos. Si ella no suelta la información, los usaremos a ambos como carnada para extorsionar al dueño de la casa y esposo de esta mujer.

Afortunadamente, antes de que pudieran planear su siguiente movimiento, la sombra de una persona cortó a la mitad la garganta de uno de los secuestradores con un cuchillo. Fue mi primer contacto con borbotones de sangre.

Al vislumbrar mejor a la figura me di cuenta de que era mi padre.

-¡¿Acaso tú eres?!, ¡eres el jefe de los Ruxem, Rafael! -exclamó el secuestrador antes de sacar una sonrisa pícara-.

-¿Sabes?, estoy muy agradecido por tu presencia, me ahorraste la tarea de buscarte y atraerte -añadió-.

Miré a mi padre con alivio ya que sabía que él era extraordinariamente fuerte, el más fuerte de todos los Ruxem. Pero al ver su rostro me di cuenta que su cara reflejaba ira, enojo y rabia.

Repentinamente, en lo que pareció ser el ataque de un animal, mi padre se abalanzó sobre el último enmascarado tirándolo contra el suelo y golpeándolo en la cara repetidas veces.

Los golpes tronaban y se escuchaban tan contundentes que retumbaban en mis oídos.

Este acto impulsivo duró unos minutos, hasta que mi padre fue cesando los golpes poco a poco hasta calmarse y le quitó la máscara rota al hombre.

Su rostro desfigurado ya ni siquiera reflejaba una cara humana, solo se podía observar la expresión de horror antes de fallecer.

Mi madre yacía inconsciente en el piso con muchos moretones en su espalda, había recibido la peor parte. Esto solo había sido el principio del caos para mí.

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