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Chapter 11 - Capítulo 11 Thor

Capítulo 11 Thor parte 1

 

Después de pasar un mes horrible, gracias a Egeria, Korr por

fin tuvo un día de paz, y después de la presentación de su juego que dejó al

mundo gamer conmocionado y al mundo tecnológico en shock, Korr sonreía, viendo

las reacciones enloquecidas de los gamers ante el primer MMORPG del mundo, pero

una señal de alarma sonó en su cabeza para indicarle que tenía deberes que

atender y que no podía ignorarlos.

—Estoy ocupado, ¿qué demonios pasa ahora? —chilló Korr, cuyos

nervios estaban al límite, después de pasarse un mes en el trabajo sin tener ni

un solo día de descanso.

En pantalla, había diez personas mirándole con el ceño

fruncido. Korr también frunció el ceño al verles.

—Si quieren hacer quejas, manden las acostumbradas amenazas

de muerte, no tengo tiempo para oír sus lloriqueos y acusaciones —dijo Korr con

tono serio, porque la llamada urgente era de los señores del sistema. Estaban Ba’al,

Yu, Morrigan, Herur-ur, Camulus, Cronos, Nirrti y otros a los que Korr no

prestó atención.

—Lamentamos importunarte en tu ocupada vida de robo y

desvergüenza, pero no estamos llamando para quejarnos, a pesar de que eres una

serpiente. Esta es una reunión oficial de los señores del sistema —informó Ba’al,

que filtró varios insultos en su explicación de la situación.

—Si esta reunión es para declararme la guerra, les advierto

que después de capturarles, les voy a torturar por todo un milenio por

importunarme. He tenido un mes horrible, y si ustedes lo hacen peor, me las

pagarán —amenazó Korr.

—Tranquilízate, no hacemos reuniones de los señores del

sistema para abusar de los débiles, sin importar lo deshonrosas que sean sus

acciones furtivas. Solo son pequeños trucos, no vale la pena mencionarlos —dijo

Morrigan con desprecio.

Korr levantó una ceja. Si no llamaban para quejarse o para

declararle la guerra, no sabía para qué se reunirían estos tipos.

—Los tau’ri han atacado varias instalaciones de varios

señores del sistema. También hay indicios de que han estado involucrados en la

caída de Apophis y de varios señores menores goa'uld, además de estar en

convivencia con la tok’ra —explicó Ba’al.

—¡Los tau’ri se han convertido en una amenaza y una molestia!

—sentenció Yu.

—Por todo esto, nos disponemos a votar sobre enviar nuestras

fuerzas a su planeta y destruirlos —explicó Nirrti.

—Los tau’ri están al otro lado de la galaxia, ni siquiera los

he visto en mis territorios. ¿Qué quieren de mí? —preguntó Korr.

—Que aportes cinco ha’tak a las fuerzas de los señores del

sistema, así puede que olvidemos tu reciente falta de honor —dijo Ba’al con

descaro.

Yu asintió, pero por su historial, podía ser que él sí

hablara en serio en cuanto a lo del honor. En la serie original, Yu estaba tan

enfermo como los demás goa'uld, pero a diferencia de Ba’al y otros, Yu era

honorable y mantenía su palabra. Bueno, no era un caballero de brillante

armadura, pero dentro del círculo goa'uld, Yu era respetable.

—Les daré diez ha’tak, pero no estarán tripuladas y no

tendrán ninguna mejora. Si lo que pretendían era que compartiera la forma de

estabilizar el naquadriah, pueden olvidarse de ello —sentenció Korr. Él ya

había hecho arreglos para compartir la forma de estabilizar el naquadriah, y no

iba a cambiarlos. Su plan original también era más eficiente.

—¿Diez ha’tak? —preguntó Nirrti con sus ojos brillando de

avaricia y conmoción.

—Sí, diez ha’tak. Como ya deben saber, he reubicado las

poblaciones humanas de mis mundos concentrándolas en unos pocos planetas, y eso

me deja con una gran flota personal de más de cincuenta ha’tak, así que no

tengan ideas tontas, o les destruiré —amenazó Korr.

—Tus tonterías acabarán costándote la cabeza. Los humanos

existen para ser nuestros esclavos, y si dejas que olviden ese hecho, pronto

serás enterrado por un ejército de salvajes —advirtió Cronos, que llevaba su

mismo look de anciano que en la serie, además Korr consideraba que su

apariencia era desagradable.

—Mis siervos me adoran, los suyos solo se arrodillan porque

están desnutridos y no tienen fuerzas para hacer otra cosa que arrastrarse.

Entre ustedes y yo, creo que ustedes tienen más posibilidades de verse

arrollados por una turba furiosa un día de estos —advirtió Korr—. Además, me

enterado de que los jaffas andan diciendo por ahí que son falsos dioses

—agregó.

—¡Rumores tontos! —descartó Camulus.

—Estás dejando que tus «siervos» usen nuestra tecnología, tus

tácticas populistas pueden costarnos caro a todos, si se apoderan de la flota

que tanto presumes —acusó Yu.

—Mi tecnología está protegida y vigilada en todo momento.

Ningún humano o jaffa interviene en su creación. ¿Qué hay de las suyas? Usan

esclavos jaffas para construir ha’tak. ¿Creen que si les pidiera a esos jaffas

construir un ha’tak con las cosas que usan a diario, lo lograrían? ¿Qué hay de

armas y armaduras? ¿Creen que no podrían crearlas teniendo sus fábricas en las

manos?

»Teniendo todo esto en cuenta, ¿quiénes son los que ponen en

peligro a los goa’uld entre ustedes y yo? —preguntó Korr con frialdad.

Korr recibió miradas de desprecio, los goa’uld sentían que la

lealtad de los jaffas duraría para siempre y que nada les haría caer. Los

únicos que parecieron reflexionar fueron Ba’al y Morrigan, dos conspiradores

natos. Por experiencia, ambos sabían que a veces los débiles son los más

peligrosos.

—No estamos aquí para discutir tonterías. Los señores del

sistema aceptan tu ofrenda de paz, ahora a lo que vinimos —gruñó Cronos.

—Voto en contra, no me interesan los tau’ri —se adelantó

Korr.

—Voto a favor, los tau’ri han ingresado varias veces a mis

territorios —sentenció Nirrti.

—Voto a favor, no podemos ignorar a un aliado de la tok’ra

—dijo Cronos.

El resto de los señores del sistema dio un voto positivo y al

final Yu lo regañó por ser un joven holgazán sin visión de futuro.

Korr colgó y luego hizo una mueca. Él no sabía cómo demonios

habían llegado tan rápido a una intervención contra la Tierra por parte de los

señores del sistema. Además, él había secuestrado a Hathor y a otras molestias

para que los señores del sistema no se interesaran en la Tierra de momento.

Korr abrió sus informes sobre la Tierra para ver qué demonios

era eso de las incursiones en mundos goa’uld y por qué la historia se estaba

adelantando en vez de ralentizarse. Korr esperaba que Thor estuviese al tanto

de esto porque, como se estuviese rascando los huevos, la Tierra estaría en

graves aprietos.

Quizás él tendría que hacerse una base antigua para sustituir

la que destruyó y poder defender la Tierra sin que los señores del sistema lo

descubrieran y le declararan la guerra, terminando sus días de paz y

obligándole a tomar muchas responsabilidades que no quería.

Korr leyó el último informe sobre el SGC. Ellos se acababan

de encontrar con los Reetou, y 00 se encargó de eso, pero Korr había estado un

mes ocupado con el desastre causado por Egeria, y no había estado pendiente de

lo que hacían en la Tierra.

Korr sabía que era demasiado pronto, porque ya habían pasado

más de dos años de las operaciones en el SGC, cuando los goa’uld se interesaron

por la Tierra. Él lo recordaba porque fue luego del final de la temporada dos,

después de que el SG1 se encontró con Hathor, que ahora dormía en su bodega de

carga, y no podía secuestrar a nadie para hacerle preguntas tontas o inventarse

historias absurdas.

Korr no encontró ningún informe sobre incursiones en planetas

goa’uld por parte del SGC, por lo que contactó a 00 y le pidió un informe sobre

el asunto.

—Saludos, Creador. Los informes que buscas no están en la

computadora del SGC, sino en la del NID —informó 00.

—Gracias, 00 —dijo Korr y cerró los informes del SGC para

abrir los del NID.

Después de algunos minutos, Korr se preguntaba si Maybourne

era un cleptómano de la tecnología. Él se había robado almacenes de armas

completos, fábricas goa’uld e incluso un ha’tak y una refinería de naquadah,

sin dejar ni un pedazo de chatarra detrás.

Cuando los goa’uld llegaron al lugar para averiguar qué

pasaba, solo había un desierto y algunos agujeros en el suelo, porque hasta las

placas que servían de piso se las habían llevado.

Según los informes, eran ubicaciones proporcionadas por la tok’ra,

a cambio del artefacto detector de mentiras que en la historia original había

sido inventado por ellos mismos. Maybourne también había logrado que la tok’ra

le hiciera copias de la tecnología que él le había dado.

A Korr no le preocupaba esto, porque toda la tecnología que

le dio a los del NID era de nivel goa’uld, o lo sería si los goa’uld se

dedicaran a hacer algo más que alabarse a sí mismos. Korr revisó porque también

les había dado a los del NID tecnología furtiva, pero no la mencionaban por

ningún lado. Parecía que Maybourne no pensaba que le sería útil en la

negociación, porque los goa’uld ya usaban esta tecnología, aunque era rara.

Según los informes, la estrategia del NID para robarse una

refinería de naquadah vigilada por un ha’tak, sin hacer alboroto, fue suplantar

a Ba’al, que era el dueño de la refinería, con la tecnología de transformación

y la información de la tok’ra sobre su apariencia. Ellos entraron fingiendo ser

Ba’al y un grupo de sus escoltas jaffas, tomaron el puente de la nave ha’tak y

luego enviaron tres batallones por el portal, para limpiar a los jaffas que

protegían las instalaciones.

Era una estrategia que el mismo Korr les había enseñado

porque todos los controles de un ha’tak estaban en su puente, y controlarlos

significaba que a los jaffas que lo guarnecían solo les esperaba la muerte, sin

poder hacer nada.

Después de limpiar a los jaffas que defendían el lugar y

asegurar a los que eran esclavos, el NID barrió con todo, ellos se llevaron a

los jaffas muertos, por si a Ba’al se le ocurría revivir a uno de ellos para

preguntarle qué pasó allí. Incluso excavaron para asegurarse de que no quedaran

impactos de balas. Esto lo hicieron en todos los lugares que robaron.

Eso significaba que los goa’uld no tenían pruebas de que

habían sido los tau’ri. Tampoco tenían pruebas de que estuviesen aliados con la

tok’ra, pero Ba’al no era idiota, y después de encontrarse con un desierto

lleno de huecos en lugar de su refinería, dedujo que la tok’ra había hecho de

las suyas. Pero la tok’ra eran espías, no tendrían personal para hacer algo

así, por lo que Ba’al sumó dos más dos y debido a la fama reciente de los tau’ri

al ir retando a los goa’uld sin ningún miedo, imaginó que eran ellos y los

acusó con los señores del sistema, para ahorrarse trabajo y en caso de que los tau’ri

fueran un enemigo peligroso, él no sufriría ninguna pérdida.

Como los tau’ri habían atacado a varios señores del sistema,

estos estaban indignados y decidieron borrarlos.

Después de los atracos descarados del NID con ayuda de la tok’ra,

la Tierra contaba con otro ha’tak que ya había sido mejorado, teniendo un total

de tres. También contaban con su propia refinería modificada para producir

naquadriah, por lo que ya no necesitaban pedirle combustible a él, y eran

libres de surcar la galaxia con sus naves, siempre que pudieran producir

suficiente naquadriah.

Si se tenía en cuenta que los goa’uld no tenían una

producción industrial en sus refinerías, y los del NID sí usarían máquinas para

mejorarla, se podía decir que la Tierra ya era independiente en este aspecto.

Sin embargo, sus atracos descarados habían enfadado a los

goa’uld y ahora una flota de los señores del sistema se dirigía hacia la

Tierra. Tardarían en llegar algunos meses más, pero el ataque ya estaba

decidido. El motivo era diferente, pero la historia era la misma.

Korr se mordió los labios. Él tenía tres opciones. Dejar que

la gente de la Tierra se defendiera con tres ha’tak contra la flota de los

señores del sistema, que serían al menos quince ha’tak. En teoría, la Tierra

podía ganar, porque sus ha’tak tenían superioridad tecnológica, y eran más

veloces, para atacar y luego retirarse, pero en la tierra morían millones, y

esto solo sería un aplazamiento, y los señores del sistema volverían con

cientos de naves. También se revelaría que él le había dado tecnología a la

Tierra y le declararían la guerra.

Otra opción era construirse un puesto de avanzada alteran falso

y llenarlo de sondas, para que la Tierra pudiera defenderse, pero esa opción

pondría en la mira a la Tierra y ante cualquier descuido, los goa’uld causarían

algún desastre, porque esa defensa tendría agujeros por todos lados. Una nave

de carga goa’uld con el sistema de camuflaje activo y una carga de bombas de

naquadah podría volar la base a la estratosfera.

En la historia original, los goa’uld ya habían demostrado ser

persistentes y astutos, destruyendo razas cuyas defensas en teoría debían

protegerlos, como los tollan, que estuvieron a punto de desaparecer en el

primer intento de destrucción orquestado por Apophis, y cayeron ante el segundo

que fue obra de Anubis, aunque este último fue gracias sus escudos mejorados.

Por último, estaba la mejor opción, que era que Thor

interviniera y negociara la inclusión de la Tierra en la lista de sus planetas

protegidos, pero Korr no sabía cómo ponerse en contacto con el enano gris.

Korr sabía dónde estaba su nave gracias a su red de

satélites, pero si se presentaba ante él advirtiéndole del ataque a la Tierra,

muchos de sus planes se vendrían abajo.

«Demonios, ese enano gris es un inútil», pensó Korr con preocupación,

y siguió pensando en alternativas para lidiar con este problema, aunque aún

tenía algunos meses para encontrar una solución por lo que no tenía mucha

prisa, y envió las naves que prometió a los señores del sistema.

Una semana después, Korr recibió una señal de alarma que le

indicaba que el portal del planeta donde estaba la nave asgard estacionada se

estaba abriendo y unos segundos después la nave en orbita entró al

hiperespacio. Korr respiró aliviado al ver que se dirigía al sitio de reunión

de la flota de los señores del sistema, que estaba a una distancia de un par de

meses de la tierra.

Media hora después, Thor se presentó ante la flota de los

señores del sistema, que ni siquiera había tenido tiempo de ordenar a sus

fuerzas que se reunieran, y exigió negociar para incluir a la Tierra en la

lista de planetas protegidos. El goa’uld a cargo, que tenía quince ha’tak a su

mando, se le fue el poder a la cabeza y mandó a Thor a la mierda con las

acostumbradas palabras de “soy un dios”, y Thor lo vaporizó a él y a su nave,

hablando con el siguiente al mando y exigiéndole negociar.

Los asgard llevaban su teatro de superioridad al extremo,

pero sus naves tenían fuentes de energía muy superiores a las de los goa’uld y

podían usar esta clase de estrategias casi sin ninguna dificultad.

Korr suspiró de alivio y después de hacerle una llamada a 00

para que vigilara las negociaciones y se asegurara de que todo saliera según lo

planeado y él no tuviese que involucrarse, Korr volvió a mirar la presentación

de su videojuego, maldiciendo a los señores del sistema, a la tok’ra y a Egeria

por no dejar de molestar y alterar sus planes.

Korr todavía debía obtener una de las tecnologías más rotas

en la historia original, y no podía permitir que una guerra arruinara sus

planes. Korr esperaba que la tok’ra encontrara los brazaletes para poder

estudiar su tecnología. Sus creadores habían acabado extintos por su falta de

luces, pero eso no significaba que fueran inútiles, porque lo que importaba no

era el virus usado, sino sus efectos. Si Korr podía replicar los efectos del

virus, él usaría nanitos para ocupar su lugar, y como el cuerpo no podía

desarrollar defensas contra ellos, todas esas superhabilidades serían

permanentes. Por eso los brazaletes Atanik eran una de las tecnologías más

rotas de la historia original y algo que él no podía dejar de lado.

—Maybourne, creí escuchar antes que dijiste que tus robos a

los goa’uld no tendrían consecuencias para la Tierra. «Es un secreto absoluto,

hemos barrido todas las pruebas, no hay manera de que nos descubran. Un plan

perfecto, sin fisuras» —dijo Jack, con sorna.

Ellos estaban en la sala de reuniones del general Hammond, en

una reunión, a la que Daniel y su equipo asistieron después de que Thor llegara

y les dijera que los goa’uld los atacarían si no conseguían negociar un

tratado. Todo como consecuencia de los robos del coronel Maybourne, lo que

hacía que Daniel también se sintiera molesto, porque se lo habían advertido

muchas veces.

—Las operaciones del NID fueron ultrasecretas, no dejamos

huellas, es imposible que los goa’uld nos vinculen a estos, se están inventando

todo —se excusó Maybourne sin aceptar su responsabilidad.

—¿En serio? ¿Tu argumento es que los goa’uld no tienen

pruebas para acusarnos de nada? Maybourne, esas serpientes matan a todo el que

los mira feo, ¿de dónde sacaste que necesitaban pruebas para acusarnos?

—reprendió Jack con impotencia.

—No los veía quejándose cuando planificaban viajes estelares

con el combustible del que ahora disponemos gracias al NID. Tampoco de un nuevo

ha’tak, ni de la fábrica de armas —acusó Maybourne.

Sam carraspeó, porque el equipo de científicos era el que más

se beneficiaba de la tecnología de refinación de naquadah en naquadriah, y la

que se usaba en la fabricación de armas. También habían obtenido computadoras y

herramientas de precisión, que ayudarían en cualquier proyecto de construcción

para tecnologías avanzadas, y ya se hablaba de crearse computadoras goa’uld.

Sobraba decir que todas las quejas del equipo científico cesaron cuando

tuvieron toda esa tecnología en sus manos, e incluso algunos de ellos ayudaron

en la planificación de los siguientes robos, y así las cosas se salieron de

control.

—Maybourne, nosotros no somos goa’uld, necesitas pruebas para

lanzar acusaciones —intervino Jack con descaro.

—Señores, sea como sea, nos hemos beneficiado de estos

ataques contra los goa’uld, y de todas formas, este ataque llegaría tarde o

temprano, era algo inevitable, y la razón de este proyecto. Además, ahora

tenemos una salida a este problema, y debemos concentrarnos en ella, para

asegurarnos de que todo salga de la mejor forma para este planeta —intervino el

general Hammond con tono resignado, al mirar a Jack, al que los asgard habían

escogido para hacer de representante de la Tierra en las negociaciones, lo que

tenía a todo el que estuviese enterado de este asunto con un cierto grado de

preocupación.

Daniel debía aceptar que estaba muy preocupado, y por eso

acusaba a Maybourne.

—Ya no podemos hacer nada, Thor dijo que la decisión era

irrevocable —dijo Sam. Daniel suspiró abatido.

—Siempre podemos declarar la guerra y robarnos todas sus

naves antes de que lleguen a la Tierra. Empezaríamos por las más cercanas, con

lo fácil que fue robarnos la última, no creo que tengamos problemas con el

resto —propuso Jack, que tampoco confiaba en sus habilidades diplomáticas.

—No es del todo descabellado, contamos con una superioridad

estratégica abrumadora en cuanto a velocidad, y con la tecnología de

infiltración que dispone el NID, tendríamos acceso a los puentes de mando sin

muchos problemas. Siempre que no dejemos testigos, los goa’uld no conocerán

nuestra estrategia —razonó Sam.

—Según la información de nuestros aliados, los goa’uld

cuentan con cientos de naves. Al menos más de mil en este momento, repartidas

entre los señores del sistema y sus vasallos goa’uld menores.

»Ellos tienen varios astilleros y pueden construir de dos a

cinco ha’tak al año, pero Ra prohibía la creación de ha’tak más allá de las que

eran necesarias para mantener la superioridad goa’uld en la galaxia, y apenas

desde que se reveló que estaba muerto, los señores del sistema han vuelto a

construir ha’taks para hacer frente a los otros señores del sistema.

»Por todo esto, este plan es viable; sin embargo,

necesitaríamos más refinerías para combustible, más personal y también la

divulgación del proyecto Stargate al vernos involucrados en una guerra total

—explicó el general Hammond.

En resumen, no podían iniciar una guerra secreta con los

goa’uld, lo que significaría que los militares y el gobierno de su país podrían

perder gran parte del proyecto y sus beneficios. No eran con exactitud las

palabras del general Hammond, pero Daniel comprendía el trasfondo de estas.

—¿Qué sabemos de las serpientes que nos visitarán? —preguntó

Jack.

04 despertó en su gran cama de sábanas de seda, abrazando a

un par de bellezas de ébano que se acurrucaban en su pecho. “Qué desperdicio de

espacio”, pensó 04, y atrajo a otras dos bellezas que rieron cuando él las

alcanzó y las llevó a sus brazos, haciéndoles cosquillas. Luego de jugar con

ellas un rato, 04 atrajo a un par de rubias, luego a un par de morenas, un par

de pelirrojas, algunas bellezas asiáticas y, por último, a un par de castañas

que andaban por el lugar.

Cuando 04 se levantó de su cama de quince metros de ancho,

donde yacían más de veinte bellezas, ya era mediodía. 04 lamentó haberse

perdido su desayuno, pero el almuerzo tendría que bastar.

04 se dirigió a un espejo en la habitación para evaluar su

actual estado y ver si estaba presentable. En el espejo, miró a un hombre de

1,90 m, piel oscura, rostro de triángulo invertido, ojos marrones con reflejos

dorados, cabello castaño corto y ropa holgada de color blanco. 04 asintió,

porque todo estaba perfecto. Él había cambiado su color de piel y rasgos cuando

le asignaron esta misión, para encajar mejor con sus sirvientes, pero eso no le

molestaba.

04 usó una campana para llamar al mayordomo de su palacio y

ordenar que le prepararan el almuerzo. Luego llamó a más bellezas para que le

ayudaran a tomar un baño y se encargaran de limpiar su cuerpo.

Cuando el baño terminó, ya era la una de la tarde, y su

comida ya estaba lista. 04 era un replicador, y eso significaba que no

necesitaba comer, pero también tenía un sistema nervioso que incluía un sistema

del gusto y papilas gustativas; no usarlas sería un desperdicio, por lo que él

veía necesario encargar algunos manjares y degustarlos junto a sus amantes

preferidas. Al terminar de comer, 04 se tomó un descanso para ver una película

y luego un masaje relajante.

Cuando el masaje terminó, 04 se estiró, se colocó su traje

formal y se transportó a su oficina, ubicada en el cuarto piso de su palacio.

Como ya eran las cuatro de la tarde, 04 no perdió tiempo y abrió todos los

informes sobre el proyecto que le encargó Korr, dándole rápidas soluciones a

todos los problemas presentados, haciendo desaparecer los más insidiosos en su

bodega de animación suspendida y asignando recursos en los casos en que fueran

necesarios. Él ya había comenzado la industrialización estratégica en todo el

continente, atendiendo a las necesidades regionales, pero eso tardaría un año

en aportar recursos y de momento Korr corría con todos los gastos, pues estos

eran insignificantes para ellos.

Al terminar sus labores administrativas y viendo que todo

marchaba de acuerdo con sus planes, 04 cerró sus informes y miró la hora,

sorprendiéndose porque ya eran las cinco de la tarde.

—¡Estoy trabajando demasiado! —dijo 04 sacudiendo la cabeza

con pesar.

Ya casi se hacía de noche y él seguía en el trabajo. Era como

ser un esclavo, debía relegar más tareas, o podría sufrir algún daño colateral

por esforzarse demasiado.

04 no acostumbraba a jugar con su salud, ya fuera mental o

física, por lo que llamó a su secretario.

Unos segundos después, un hombre de 1,75 m, piel oscura,

rasgos promedios, que llevaba un traje formal y una carpeta en sus manos, se

presentó ante él.

04 se fijó en que el hombre tenía unas horribles ojeras y

estaba un poco decaído.

—Número 86, no te ves bien, deberías comer todas tus comidas

a tiempo —aconsejó 04.

—Señor, por favor, necesito descansar, no he dormido en tres

días —rogó Número 86. 04 negó con la cabeza para indicar su decepción.

—Número 86, las personas deben esforzarse al máximo hasta

alcanzar sus metas. Antes de eso, cualquier descanso es perjudicial. Además, ya

has descansado muy bien en tu vida previa, y así como no te quejaste en ese

entonces, ahora debes mostrar la misma firmeza —aconsejó 04 para darle ánimos a

su siervo.

En realidad, numero 86 era un esclavo, pero 04 era una

persona de altos valores morales, él no llamaría a nadie esclavo. Los ojos de

Número 86 se pusieron rojos y parecía querer llorar.

04 pensó que quizás debía ayudarlo. Además, no podía dejar

que sus empleados anduviesen por allí pareciendo zombis; podrían asustar a sus

amantes.

04 se acercó e introdujo su mano en la piel de Número 86,

quien se estremeció de espanto. 04 ignoró su reacción e inyectó una corriente

de bionanitos en su cuerpo. Luego se apartó y asintió satisfecho mientras

Número 86 se recuperaba de sus ojeras y de su estado decaído. 04 le dio una

palmada en el hombro.

—Excelente. Ahora ya no tendrás que importunarme con quejas y

tu trabajo se hará más eficiente. También mejoraré a los demás; hay demasiadas

cosas que hacer. Ahora pongámonos manos a la obra porque son las cinco de la

tarde y yo sigo en esta oficina, lo que quiere decir que trabajo demasiado, por

lo que he decidido delegar algunas de mis funciones en ustedes. Y ahora que no

necesitarán dormir, descansar o comer, creo que no tendrán quejas por la falta

de tiempo —explicó 04, y Número 86 se echó a llorar, rogándole que por favor lo

matara.

04 ordenó a los bionanitos que liberaran algunos

antidepresivos en su cerebro y procedió a explicarle sus nuevas labores.

Algunos minutos después, 04 salió de su oficina privada y

pasó al ala pública, donde los medios de comunicación que él mismo había creado

le esperaban para felicitarle por su guía sobre sus líderes políticos y

militares, que después de hablar con él solo una vez, de forma milagrosa vieron

la luz y se comprometieron por la paz y el desarrollo de todo el continente,

sentándose a negociar y a trabajar sin ningún descanso.

Por todo esto, 04 era el héroe más grande de este continente,

y su filosofía de vivir la vida sin preocupaciones y rencores era la más

popular. Él era el sueño africano.

Por supuesto, 04 era un dios humilde, y estas cosas no se le

subirían a la cabeza; él despidió a sus adoradores y salió a pasear en su

Ferrari. Luego, junto a algunas bellezas, fue al cine y visitó algunos lugares

de interés. Él regresó a medianoche y se preparaba para una buena noche de

entretenimiento cuando un mensaje de 00 llegó.

Cuando acabó de leer, 04 saltó de su cama como un resorte y

se apresuró a conectar su mente con su bionave que estaba oculta en órbita,

mandando una señal de alarma ante la presencia de una nave asgard, confirmando

todo lo que mencionaba el mensaje de 00.

Los habitantes de la tierra habían estado robando a los

goa’uld, y estos, a pesar de no tener pruebas del hecho, habían mandado a

reunir su flota para atacarles, lo que hizo que los asgard intervinieran y en

este momento se llevaban a cabo negociaciones para decidir el destino de la

tierra. Si las negociaciones fallaban, habría una guerra, y eso no convenía a

los planes de Korr, por lo que le pidió a 00 que vigilara todo y se encargara

de que todo saliera bien.

04 estaba alarmado. Si algo salía mal en esta negociación,

los goa’uld declararían la guerra y sus días de placer y vagancia… Los planes

de Korr estarían arruinados.

04 decidió que no podía dejar que solo 00 se encargara de

todo, y decidió vigilar en persona todo el asunto. Bajo ningún concepto podía

haber guerra; si tenía que enviar a los goa’uld a la bodega y reemplazarlos por

sus propios esbirros, él no dudaría en hacerlo. De todas formas, le sobraban

esclavos… Siervos.

—¡Maybourne, abre la boca y yo mismo te disparo! —amenazó

Jack.

Daniel solo pudo suspirar. Ellos habían escapado por poco de

una guerra galáctica con una especie que les superaba en un millón a uno, y la

Tierra estuvo a punto de ser bombardeada, pero el NID no aprendía la lección, y

por la cara de Maybourne, ya tenían otro plan que arriesgaría la vida de miles

de millones de personas, que ni siquiera sabían que estaban metidos en esto.

—Coronel O’Neill, cálmese —ordenó el general Hammond, pero su

tono era de impotencia—. Coronel Maybourne, ¿qué planea el NID ahora?

—preguntó.

Ahora su equipo y Maybourne estaban en la oficina del general

Hammond, y Jack siguió a Maybourne apenas lo vio, porque se dirigía a la

oficina del general, y eso nunca eran buenas noticias.

—Tranquilícense, el NID ya ha detenido las incursiones sobre

los goa’uld porque hemos comprendido nuestro error —admitió Maybourne. Jack

gruñó porque sabía que después de eso había más, y Maybourne no le contradijo—.

Por esto, hemos modificado nuestros planes a algo menos ambicioso y más

notorio. Nuestro error anterior fue robar demasiado.

»Los goa’uld conquistan mundos y roban planetas, no suelen

robar cosas y dejar territorio detrás, eso los haría ver débiles, por lo que

nuestras incursiones eran sospechosas.

»Por esto, ahora haremos incursiones menores y dejaremos

atrás pruebas de una incursión con la firma de algún señor del sistema. Ellos

lo negarán todo, pero siempre hacen lo mismo, por lo que nadie sospechará de

nosotros. Nuestra ala de infiltración ya prepara nuestros disfraces.

»Nuestro plan es golpear, robar estrictamente lo necesario,

dejar algunos testigos y luego retirarnos prometiendo volver. Luego, vamos a

los territorios del otro señor y atacamos en represalia, provocando más

conflictos entre los señores del sistema, lo que nos beneficia a largo plazo.

»Con este plan, no podremos obtener más naves, al menos no

Ha’tak, pero sí podremos obtener muchos recursos si consideramos el número de

mundos goa’uld —concluyó Maybourne.

—Y el presidente ya ha dado carta blanca a este plan —dijo el

general Hammond con abatimiento. Maybourne solo asintió. Daniel solo pudo

suspirar.

—Gente, estos últimos días estuvimos a punto de perder

millones de vidas. Nos hemos salvado gracias a la intervención de los asgard,

pero si no ponemos de nuestra parte, un día los asgard no van a llegar a

tiempo, y seremos presa fácil.

»Así como no podemos cancelar el proyecto Stargate para la

exploración de otros mundos, tampoco podemos dejar de obtener recursos para

crear las armas que ahora necesitamos, en especial teniendo la infraestructura

necesaria para crearla —alentó Maybourne con tono justo.

Jack se llevó la mano a la cara porque él había sido el

encargado de la anterior negociación con los goa’uld, y todo el peso de la

seguridad de la Tierra estuvo sobre sus hombros.

—Señor, con las instalaciones en el planeta base, ya tenemos

astilleros y fundiciones. También hemos instalado nuestra propia refinería;

ahora solo necesitamos recursos —dijo Sam. Maybourne se apresuró a asentir.

Jack hizo una mueca.

—Sam, los planes de Maybourne ya nos metieron en líos antes

—le recordó Daniel.

—Coronel O’Neill, Daniel Jackson, me temo que esta vez debo

estar de acuerdo con el coronel Maybourne. Tenemos buenos aliados, pero al

final, es la Tierra la que debe dar un paso adelante en contra de los goa’uld.

No puede haber una relación de paz con ellos; todas las especies que lo han

intentado han desaparecido —dijo Teal’c con tono formal.

Teal’c estaría de acuerdo en prepararse para la guerra, y Sam

enloquecía cuando se mencionaba tecnología avanzada, al igual que el equipo

científico que estaba en el planeta base, que era como habían nombrado al

planeta que sus aliados les habían ayudado a reclamar de una especie de bichos

que poblaba el planeta.

La tecnología de los habitantes de este planeta estaba a cien

años más allá de la suya, y ya tenían tecnología espacial muy superior,

astilleros, fundiciones y todo tipo de fábricas y plantas que ellos podían

adaptar con facilidad o usar sin problemas luego de un mes de estudio. Y de

momento, todo esto estaba destinado a la producción militar, porque su

presidente estaba desesperado por conseguir armas para defenderse de la amenaza

goa’uld y decirle a la gente que tenían una esperanza y que no todo estaba perdido,

si el proyecto Stargate se diera a conocer.

Daniel se dio por vencido. Incluso entre su equipo, la

decisión de seguir con los planes de Maybourne tenía seguidores, por lo que no

esperaba que el presidente le hiciera caso a ningún informe en contra.

El NID seguiría robando, y la Tok’ra no se negaría a crear

caos entre los goa’uld, por lo que seguirían pasando información.

Korr respiró aliviado al recibir el informe de 00 sobre la

negociación de la Tierra con los goa’uld. Parecía que todo había salido como en

la historia original: Nirrti atacó a Cronos y fue descubierta, por lo que la

negociación llegó a su fin cuando los señores goa’uld, molestos y fastidiados,

decidieron dejar a los humanos en paz.

De todas formas, ninguno de ellos estaba seguro de que Ba’al,

que era bien conocido por ser un estafador, no les estuviera robando y luego

culpando a los tau’ri para que no cayeran sospechas sobre él. Como los tau’ri

negaron toda agresión, era su palabra contra la de Ba’al.

Por último, lo que quizás tuvo más peso a favor de los

humanos era que Nirrti rompió las reglas de la reunión al atacar a uno de los

invitados y tratar de culpar a otro. Los goa’uld temían que los asgard usaran

esto como excusa para declararles la guerra y se apresuraron a ceder, llegando

incluso a hacer concesiones como dejarles el portal.

En opinión de Korr, Thor era un troll de categoría épica. Se

había pasado milenios troleando a los goa’uld y amenazándoles con una flota de

la que no disponía. También usaba cada situación que podía a su favor, porque

al igual que él, no había forma de que él no supiera que fue Nirrti la que

atacó a Cronos.

La razón de que no dijera nada era que quería que los goa’uld

mostraran su carácter arrogante y se hundieran hasta el cuello en su propia

mierda. Una vez estuvieron tan implicados que no podían retroceder, se reveló

todo y los humanos obtuvieron los mejores beneficios. Y esa no fue la única

ocasión en que Thor demostró gustarle trolear a la gente.

En la historia original, su troleo más épico fue cuando se

divulgó el proyecto Stargate a los embajadores de un selecto grupo de

potencias, y el senador Kinsey se atrevió a mostrarse arrogante delante de él.

El enano gris era una persona humilde y sencilla, pero también era astuto, y no

le temblaba la mano para aplicar justicia.

—¡Excelente! —dijo Korr, que estaba eufórico, pero no por el

éxito de la negociación en la Tierra, sino porque la presentación de su shaiya

mejorado había causado un impacto en el mundo entero y la compañía estaba

recibiendo un montón de peticiones a nivel mundial para abrir servidores en

varios países.

Por otro lado, los gamers comenzaron protestas por todo el

mundo para que les vendieran una computadora de duodécima generación y así

poder jugar el juego cuando este saliera en seis meses, un mes después de que

varias empresas de computadoras anunciaran que saldría su nueva línea de

productos.

Korr había intervenido en todo este desarrollo tecnológico,

primero liberando información sobre el hardware y luego vendiendo el software a

las compañías encargadas de este. También se había ofrecido a mejorar todos los

juegos que estaban por salir, para adaptarlos a la nueva generación, ya fuera

de consolas o de PC, a cambio de un uno por ciento de las ganancias en las

ventas de cada uno de estos juegos, lo que le reportaría beneficios

astronómicos a su propia compañía, convirtiéndose en un magnate en la Tierra.

Korr asintió con satisfacción para sí mismo y continuó

leyendo informes sobre su empresa de videojuegos.

 

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