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Chapter 8 - Búsqueda III

ASTRID

Un día y nada, solamente señuelos y falsos rastros que me condujeron a una cueva de terribles terrores, eso, un par de quemaduras y un estomago con gran hambre, ya que no había mucho que pescar y tenía que mantener a Stormfly con fuerzas para volar.

—Que dices amiga, avanzamos un poco más —Stormfly canturreo con cansancio, sabía que mi dragón no me diría que no, sabiendo lo angustiada que estaba por encontrar a Hipo. Pero dentro mí también estaba la compasión de no matar de agotamiento a Stormfly —Que tal si descansamos un poco —Stormfly gimió suavemente con agradecimiento y nos dirigió hacia un pequeña elevación en medio del mar para poder descansar. Era lo suficientemente grande como para que pudiésemos estirarnos y descansar.

Mientras nos acomodábamos saque de una de las aljabas el último pescado que teníamos, no tenía el corazón para quitárselo a Stormfly, además que Stormfly olfateo el pez y estaba tan ansiosa por devorarlo. Se lo lance y brincó para embocárselo en el aire.

—¡Buena chica! —seguí rebuscando en la aljaba y solo quedaba un pedazo de pan, gracias a los dioses todavía no estaba enmohecido. Al menos podría comer algo decente antes de preocuparme por obtener alimento. Era escaso lo que podíamos pescar, en Berk simplemente tomábamos las canastas repletas de pescado fresco que traían los barcos de pesca, aquí había que buscarse el propio sustento.

1 día después

Tenía la boca seca, el agua dulce escaseaba, no habíamos visto tierra firme hace muchas horas cuando abandonamos un isla llena de Terribles terrores. Habíamos logrado pescar algo, aunque era muy poco y debía mantener a Stormfly con la mayor cantidad de alimento para que tuviera fuerzas.

Fue uno de esos momentos en los que me pregunte porque Stormfly no podía pescar, Chimuelo si podía y sin ningún inconveniente. Patapez y los demás también tenían ese problema. Era necesario que nosotros fuéramos a buscar los peces para ellos.

3 días después

La falta de agua estaba empezando a hacer mella en mi salud, sentía un dolor en la espalda que nada podía aliviar, Stormfly trato de mantener caliente esa zona durante las noches, pero tampoco fue una solución, necesitaba agua y Thor parecía no querer compadecerse de mí porque tampoco había ningún avistamiento de lluvia cerca.

5 días después

No sabía exactamente dónde estaba, pero se veía como un lugar donde podía parar, Stormfly ya no podía volar más, había tratado de mantenernos donde las corrientes de aire no son tan fuertes, pero finalmente su fuerza se fue agotando. Conseguimos comida, pero no la suficiente como para soportarlo más, sentía que la cabeza me iba a explotar.

Tratamos de planear para que no tuviera que batir las alas, pero las corrientes de aire nos empujaban ligeramente. Trate de mantener el control sobre Stormfly, pero no pude y una de sus alas impacto fuertemente contra la rama de una de los árboles, estábamos tan cerca de poder aterrizar sin inconvenientes que maldije en voz alta al saber que nuestros aterrizaje sería más complicado, mi dragón gimió de dolor mientras retraía su ala y empezamos a caer girando sobre muestro eje. Sentía que tenía que hacer una oración a Odín para que me protegiera de esta caída.

Finalmente, a unos pocos metros del suelo intente saltar para no caer sobre Stormfly, pero cuando lo hice no me percate que estábamos en un terreno lleno de rocas, demasiado tarde, ya estaba en el aire, sabía que esto no terminaría bien para ninguna de las dos.

Sentí un hormigueo que me recorrió, luego una luz blanca en mis ojos, luego la desorientación, y finalmente el dolor que no podía ser expresado, el dolor que llevo hacia la oscuridad.

HIPO

—¡Vamos! —grité mientras esta niña llamada Camicazi venía detrás mío un poco a regañadientes. No habíamos tenido demasiado tiempo de interactuar, pero algo era seguro, no podía fiarme del todo con ella. En nuestro primer encuentro no dudo en desarmarme y de no ser por Chimuelo tal vez estaría en una oscura y fría cárcel en este rincón olvidado de todos los dioses.

—¿Estás seguro de esto? —habíamos llegado a un acuerdo pacífico en cuanto a que yo le enseñaría como entrenar a su propio dragón, a cambio de comida, medicina y otras provisiones. El pescado no era problema ya que Chimuelo tenía buen instinto para conseguir comida suficiente para ambos.

—Completamente ¡tal vez la que debería estar preocupada debas ser tú! —trate de aligerar un poco el ambiente. Chimuelo nos seguía atrás y casi pude sentir que soltaba un bufido gracioso. Por otro lado, Camicazi tenía una mirada penetrante que casi estaba por quemarme la nuca.

—Sabes que no ayuda a mí confianza el que digas esas cosas —sabía que estaba bromeando en cuanto a lo de confianza. Camicazi era realmente una guerrera.

No fue sino hasta la mañana siguiente de nuestro primer encuentro que pude observarla con detenimiento. Su aspecto era realmente intimidante. Su cabello era rubio y no estaba sujeto ni trenzado simplemente fluía y se movía con el viento. Usaba una banda de cuero con detalles metálicos propia de la cultura vikinga que indicaba que aún era una doncella. Dos pequeñas trenzas salían de los costados de su cabeza y se perdían en la parte trasera donde eran sostenidas por cuero teñido de rojo opaco. Había leyendas sobre que las mujeres de Bog-Burglars usaban la sangre de animales y sus víctimas humanas para teñir sus ropas, Así que tenía un poco de lógica pensar que ese cuero rojo era un poco de la sangre de algún desafortunado animal, o peor aún, alguna persona. Usaba una túnica sin mangas de color violeta desteñido de una sola pieza que terminaba a la mitad de sus piernas. Una banda de tela de color más oscuro que el de su túnica cruzaba su pecho y en su cintura formaba un cinturón donde descansaba una espada y una daga. Usaba también unos leggins negros debajo de la túnica y unas botas de cuero labrado que terminaban a la altura del pliegue de sus rodillas. Llevaba también un chaleco negro profundo y en la parte superior de sus brazos llevaba unos aros de plata. Su mirada era fría y dura como el acero, pero a pesar de eso pude ver algo diferente en ella, algo parecido a la compasión, pero estaba tan bien camuflado que nadie podría pensar que estaba allí.

Sus ojos eran como las aguas cristalinas celestes.

—Creo que haría falta más que eso para restar la confianza de la hija de la grandísima Bertha —dije sin mucha convicción, porque todavía no estaba seguro si el sarcasmo era bien recibido por ella. Habían pasado ya 5 días y no era precisamente una relación de amistad lo que teníamos, sino más bien una relación de necesidad. Yo quería alimentos, medicina y otras cosas, pero no podía llevármelas simplemente gratis, ella me exigió algo a cambio. Decir que me sorprendió su petición era poco, Así que accedí siempre y cuando no usara esos conocimientos para eliminar más dragones.

—Sabes que puedo sentir tu sarcasmo en lo de grandísima? —su voz era un susurro peligroso y el color de su voz era tan peculiar que no podía compáralo con nada por el momento.

—No podría ser de otra forma —trate de calmar sus ánimos severos dándole una ligera sonrisa, pero si hay algo que deben aprender sobre estas mujeres es que desde que salen del vientre de sus madres saben que no hay lugar para la misericordia, no hay lugar para la debilidad y sin duda no hay lugar para nada tan estúpido como el amor o al menos es lo que se decía de ellos y estaba casi confirmando esas teorías.

—No creo que puedo hacer esto —no me sentía orgulloso de ver el temor o la inseguridad en Camicazi y seguramente no me dejaría recordárselo sin amputarme algún miembro.

—Llevamos 2 días postergándolo y sabes pronto me iré, debes hacerlo —para ese momento estábamos en el borde de un acantilado en el lado opuesto a la isla Así que era seguro. Camicazi me había contado que cada vez que un hombre aparecía por su lado de la isla tenía dos opciones un combate por su vida o simplemente resignarse a convertirse en un esclavo y ser vendido a los traficantes que llevaban mercancía hacia roma. Así que desde ese punto de vista no era seguro para mí poner un pie en ese lugar.

—¿Te vas? —la mirada de Camicazi se tornó adusta y misteriosa. No sabía si fue prudente haber dicho eso, tal vez estaba pensando en obligarme a aquedarme y ser un esclavo aquí, no había salido de Berk para convertirme en un paria en otro lugar.

—¿Hablaste con tu madre sobre nuestro secreto? —su mirada se tornó perpleja por un momento y luego un suspiro de frustración. No podríamos hacer nada más sin que su madre no se enterara. Aunque todavía no tenía su propio dragón y solo le mostraba las cosas con Chimuelo no podía mostrarle como lanzar ataque y esas cosas porque alertaríamos a su tribu de mi presencia.

—Yo pensaba hacerlo hoy —ella intento sonar determinada, pero sabía que realmente era difícil para ella enfrentarse a alguien tan intimidante como su madre y no podía culparla, yo tampoco había tenido el valor para hablar con mi padre con respecto a Chimuelo.

—No lo harás, lo sé —ella me dio una mirada que me hizo retroceder un poco. Tal vez dudar de su valor y esas cosas no eran lo más sabio por el momento. Al ver mi reacción se relajó ligeramente.

—Quiero hacerlo créeme —sonreí con un poco de nostalgia, tal vez a su manera Camicazi estaba tratando de decirme no te vayas, pero era lo mejor, todavía tenía todo un camino que recorrer.

Quería conocer las tierras más cálidas. Donde no hiciera tanto frio y no fuera aun problema para mi pierna amputa. el frío de Berk y aun el de esta parte del mundo era muy frio y doloroso. Había momento en el que el dolor me superaba y solo podía gemir de agonía.

—Me iré Camicazi, este no es un buen lugar para Chimuelo y para mí —Camicazi arrugo la frente al escuchar que este no era un buen lugar, pero supongo que entendió a qué me refería porque no dijo nada al respecto.

—Le diré, te lo prometo —realmente quería creer en su palabra, pero sinceramente me parecía que Betha era doblemente testaruda y malhumorada que mi padre, Así que tal vez sería como hablar con una pared. Me subí el Chimuelo mientras preparaba lo que sería posiblemente la última de mis lecciones antes de que finalmente fuésemos a buscar un dragón para Camicazi. Ella respiró hondo mientras veía a través del acantilado, tan alto que a cualquiera podría darle vértigo, pero debía superar esa clase de obstáculos si pretendía montar un dragón.

—Sino saltas, te empujaré, Así de simple —dije un poco en broma, pero al ver la mirada desafiante y adusta en su rostro no pude evitar determinarme a hacerlo no importa si me costaba la otra pierna, Camicazi tendría que ver que también puedo ser decidido.

—No lo harías —susurró mortalmente como si su sola postura y su mirada acerada me hiciera desistir. Sonreí ligeramente.

—¿Qué no? —entonces ella supo que no estaba bromeando. Le di un pequeño toque a Chimuelo y con su pata delantera la empujo al vacío. Ambos sonreímos al ver como la temible Camicazi caía con todo y su ferocidad.

—Hipoooooooooooooooooooooooooo —gritó y casi era música en mis oídos. Al menos ella me tenía a mí y a Chimuelo que no la dejaríamos caer, pero recuerdo cuando mi armes de seguridad se desprendió en pleno vuelo, pensé que moriría y simplemente no podría tener otra oportunidad de sentir la libertad.

—Vamos amigo, hay una damisela en apuros —nos lanzamos al vacío en busca de Camicazi que ya no estaba gritando mi nombre, pero claramente no era feliz de caer al vacío. Chimuelo impulso su cuerpo para alcanzarla.

—¡Hijo de troll! ¡Maldito gusano! ¡Come ratas! —sus palabras resonaron en mi mente como un recuerdo doloroso que me embargó y la punzada más fuerte que alguna vez sentí se produjo en mi pecho quitándome el aliento.

—Sabes que podría dejar morir no? —mi voz no sonaba tranquilo sino más bien dura y fría como la de Camicazi. Su mirada se volvió un poco dubitativa y preocupada, pero a pesar de eso no podría dejarla caer. —Tienes que alinearte —le dije apartando la mirada ya íbamos a más de la mitad del camino y no quedaba mucho tiempo para una maniobra que había querido probar con Chimuelo hace mucho. Me adelanté para que Camicazi pudiera posicionarse y acomodarse en la montura, aunque era solamente para una persona quedaba mucho espacio para otra más, no es que pensara llevar a alguien a mis espaldas todo el tiempo.

—¡Vamos arriba! —gritó ella cuando finalmente se abrazó a mí cuerpo, pero yo tenía otra cosa en mente. Toque la cabeza de Chimuelo para transmitirle mi confianza.

—Espera —dije y Chimuelo siguió mis órdenes y casi estábamos por estrellarnos con el océano cuando grité. —¡Ahora amigo! —Chimuelo abrió sus alas y la sensación de vértigo, adrenalina fue increíble cómo íbamos frenando para luego elevarnos nuevamente. El atardecer rayaba en el horizonte y al frente nuestro solo había grande y vasto mar. Casi podía sentir la nostalgia dañina de mi pasado inmediato que me perseguía dolorosamente. Como si me atara de pies y manos y me reclamara para la infelicidad de nunca olvidar y siempre comparar mi pasado, mi presente y no dejarme soñar con un futuro.

—Si no fuera porque solo tú puedes montar a Chimuelo serias hombre muerto —no pude evitar reírme un poco de las palabras de Camicazi. Finalmente lo había logrado. Era momento del siguiente paso. Buscar su propio dragón.

—Mañana iremos a buscar un dragón adecuado para ti, Así que tiene toda la noche para pensar en que dragón quieres —rogaba a todos los dioses que no eligiera un Nadder, mi mente seguía relacionando a Camicazi con Astrid, eran tan similares en muchos aspectos y tan distintas en otros. Si ella tenía un Nadder sería demasiado torturador como para soportarlo.

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