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Chapter 2 - Capítulo 2 — Ecos del Silencio

El segundo día no llegó con un amanecer.

En la Puerta de la Vida y la Muerte, el tiempo no avanza. Se arrastra.

Las horas no caen como lluvia. Gotean como sangre de una herida que nunca cierra.

Zhu Xian abrió los ojos sin haber dormido por completo. Más que descanso, su meditación le había servido para calmar la agitación de su cuerpo recién formado. Tenía el cuello rígido, la espalda húmeda y las plantas de los pies en carne viva.

Pero no se quejó.

Había despertado antes en situaciones peores.

En su vida anterior, fue un niño huérfano que dormía sobre tablas de piedra bajo el alero de un templo. Después, un soldado, habituado al frío, al barro y a los gritos. Ahora… era simplemente un hombre en un infierno sin nombre.

Y aún así, tenía una ventaja que ninguno de sus enemigos podía robarle:su alma.

Zhu Xian se puso de pie, estirando los brazos como si saludara al mundo. Pero no había mundo que respondiera. Solo cavernas oxidadas, una neblina perpetua, y esa constante vibración en el aire… como si el lugar respirara lentamente, esperando que él muriera.

No pensaba complacerlo.

Empezó a caminar, más firme que el día anterior. Los cortes en sus pies sangraban menos. Su piel ya comenzaba a cicatrizar con rapidez anormal. La técnica pasiva de cuerpo otorgada por la deidad comenzaba a manifestarse. No requería cultivo ni activación consciente. Solo tiempo. Solo dolor.

El dolor lo fortalecía.

La sangre lo templaba.

Ese día, no buscó un refugio. Buscó un límite.

Al mediodía —o lo que intuía como tal—, llegó a un barranco abierto. El aire allí era más denso, caliente. Desde lo profundo subía una bruma rojiza, cargada de olor a fierro y muerte. En las paredes, se veían marcas de garras como si una bestia hubiera intentado trepar… y fallado.

Zhu Xian se sentó al borde del abismo. No para descansar, sino para escuchar.

El silencio del lugar no era puro.Era un silencio que contenía cosas.

Aleteos lejanos. Un chillido ahogado. A veces, un rugido apagado como si viniera de las entrañas de la tierra.

Allí, entre las sombras del abismo, Zhu Xian cerró los ojos y se concentró.

No en su Dou Qi —que estaba sellado completamente—Ni en su fuerza —que aún era limitada—Sino en su alma.

La técnica del alma divina que se le había otorgado no necesitaba cultivación ni postura. Solo presencia.Y él… estaba presente.

Sus pensamientos se ralentizaron. Su respiración bajó.Las partículas espirituales comenzaron a rozar su piel como si reconocieran su linaje.Una bestia se acercó, lentamente. Una figura felina, con pelaje áspero y un solo ojo brillante en medio del cráneo.

Zhu Xian no abrió los ojos.

—No tienes intención de matarme —murmuró—. Pero no sabes qué hacer conmigo.

La criatura se detuvo a un metro de él. Jadeaba. No por hambre, sino por ansiedad. Como un animal ante algo desconocido.Y entonces, con un leve gruñido, dio la vuelta y desapareció entre la niebla.

Zhu Xian sonrió.

No era un domador.Tampoco un depredador.Era algo nuevo para ellas. Una presencia que no encajaba en el ciclo de caza y muerte.

Se levantó. El suelo crujió. La roca respiró bajo sus pies.

Volvió a caminar. Esta vez en círculos amplios, registrando el terreno, buscando fuentes de agua, grietas térmicas, cavernas estables.

La segunda jornada fue de adaptación física.

Aprendió a escalar sin herramientas. A correr descalzo entre huesos. A mover su peso sin sonar.

Cuando una manada de bestias pasó cerca, él se escondió entre cadáveres antiguos, cubriéndose con sangre seca.

Sangre sobre la piel. Silencio en los pulmones. Alma sellada. Presencia anulada.Así sobrevivió.

Y al final del día —si así podía llamarse—, encontró una pequeña caverna junto a una grieta luminosa.Allí colocó algunas rocas, formó un rudimentario círculo de protección, y se sentó.

Sacó una de las piedras oscuras del suelo. Era porosa, pero vibraba.Con la yema del dedo, escribió sobre ella un solo carácter:"耐" — resistir.

Luego escribió otro, al lado:"行" — avanzar.

Y por último, uno más:"缘" — destino.

Las tres palabras lo definían.Ese era su cultivo ahora:resistir sin Dou Qi,avanzar sin camino,y confiar en un destino más grande que el poder.

Antes de cerrar los ojos para meditar, murmuró al abismo:

—¿Cuántos han muerto aquí sin ser recordados?Yo… no seré uno de ellos.

La neblina se agitó como si el lugar lo hubiera escuchado.O como si le advirtiera que el silencio no siempre es amigo.

Y así, la segunda noche cayó sin estrellas.

Y Zhu Xian durmió con los ojos abiertos, como todo aquel que entiende que en el infierno… los sueños no protegen.

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