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Chapter 6 - Capítulo 3.7 — El Hombre que No Pide Nombre

Algunos hombres hablaban demasiado.

Otros no hablaban… pero sus ojos exigían respuesta, reconocimiento, o sumisión.

Él no hablaba.Tampoco exigía.

Y sin embargo, desde que lo conoció, su silencio tenía más peso que cualquier título en su mundo exterior.

Era el tercer día caminando cerca de él.

No la guiaba, pero se detenía cuando ella se retrasaba.No la protegía, pero siempre estaba entre ella y el peligro.No la interrogaba, pero parecía saber cuándo ella necesitaba sentarse… o callar.

Yun Yun no estaba acostumbrada a eso.

Como futura líder de la Secta Nube Brumosa, cada relación era transacción, promesa o deber. Incluso la cortesía era un arma. Incluso las sonrisas, una defensa.

Pero él…

Él caminaba junto a ella como si su presencia no fuera ni carga ni conquista. Solo… compañía.

Esa mañana —si así podía llamarse a la neblina menos densa— encontraron una zona de rocas planas cubiertas de musgo.

Era un lugar inusual. Demasiado sereno para ese mundo de fauces y garras.El aire olía a humedad antigua. Como si esa grieta entre piedras hubiera sido un templo antes de que el mundo se desmoronara.

Yun Yun se sentó en una roca caliente. Estaba agotada, aunque no lo demostraría.Él se sentó frente a ella, sin cruzar palabra.

El silencio era natural. Casi sagrado.

Fue ella quien habló primero:

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Él no respondió de inmediato. Bajó la mirada. Acarició una roca con el pulgar, como si pensara en una respuesta que no hería ni revelaba demasiado.

—Tiempo suficiente para dejar de contar días.

Ella asintió.

—Eres el primero que encuentro aquí.

—Tú también.

—¿Tienes un nombre?

Él la miró, tranquilo.

—¿Tú quieres saberlo… o necesitas saberlo?

Ella frunció el ceño, suavemente. Esa forma de preguntar… no era una evasiva. Era una invitación.

—Yun Yun —dijo ella, como si eso respondiera a ambas preguntas.

Él asintió con una leve sonrisa. Una grieta apenas visible en ese rostro de piedra tranquila.

—Zhu Xian.

Un nombre que se le quedó grabado no por su sonido, sino por su ritmo.

Era un nombre que no pedía atención.

La clase de nombre que uno recuerda sin querer.

Pasaron más horas. Conversaciones breves. No sobre el mundo exterior, ni sobre cultivación, ni historia.

Solo sobre cosas pequeñas.

Qué tipo de criatura cazaba en la neblina. Qué sonidos precedían la lluvia de huesos. Qué roca vibraba al tacto.Él parecía saber muchas cosas que nadie debía saber.Pero no se jactaba de ello.

Cuando ella lo miraba mientras él dormía —si es que dormía de verdad—, notaba que su cuerpo, aunque fuerte, tenía cicatrices nuevas.Cicatrices de esta vida.Y cicatrices de antes.

Yun Yun pensaba en su secta. En los ancianos que la esperaban.Pensaba en las formalidades, en la lucha por el liderazgo, en la doctrina.

Y en ese momento se odiaba un poco… porque nada de eso le parecía tan real como la manera en que Zhu Xian se sentaba junto al fuego improvisado, observando cómo chispeaban las piedras con alma.

Esa noche, mientras dormían bajo un saliente natural, una bestia intentó atacarlos.

Fue rápida, como un relámpago.Pequeña, escamosa, con colmillos dobles y olor a sangre antigua.

Zhu Xian la interceptó antes de que ella siquiera se incorporara.

Su cuerpo se movió con un instinto casi animal, casi elegante. Sin Dou Qi. Solo músculo. Solo temple.La criatura murió en tres movimientos.Él no dijo nada.

Pero mientras Yun Yun lo observaba guardar los restos para comida, supo algo con una certeza que la hizo estremecer:

Si alguna vez había alguien en el mundo que no le temiera a su verdadero ser… era él.

Esa noche, antes de dormir, le preguntó sin mirarlo:

—¿Nunca vas a preguntarme por qué estoy aquí?

Él respondió sin levantar la voz:

—Ya lo sé.

Ella lo miró, sorprendida.

—¿Cómo lo sabes?

Él cerró los ojos, como si escuchara más de lo que veía.

—Porque yo también estoy aquí… por un deber que pesa más que la vida.

Yun Yun no respondió.Pero esa noche, soñó con algo imposible:

Soñó que salían de la Puerta juntos.Caminando no como cultivadores…Sino como personas.

Y al despertar, no supo si debía lamentar el sueño…

…o desearlo.

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