WebNovels

Chapter 29 - Capitulo 28: Cariño.

*LAURA*

El sonido incesante de los cuchillos golpeando las tablas de cortar, el silbido del aceite hirviendo y las órdenes gritadas por los meseros llenaban la cocina.

"¡Necesito tres órdenes de filete al punto, dos de pasta carbonara y un risotto de mariscos en cinco minutos!" gritó uno de los meseros desde la ventana.

"¡En camino!" respondí sin detenerme, moviéndome de un lado a otro con rapidez.

Como una de las chefs principales, debía estar en todas partes, asegurándome de que cada plato saliera perfecto y a tiempo. El ritmo era frenético, pero yo estaba acostumbrada. Mis manos se movían con precisión, mi mente enfocada en la cocina... hasta que, en uno de esos pequeños respiros entre órdenes, saqué mi celular del bolsillo de mi chaqueta y miré la pantalla.

El grupo de las chicas con Daniel tenía varios mensajes nuevos.

Mariana: Cariño, no olvides comer bien en el trabajo. No queremos que te desmayes cuando te veamos otra vez.

Valeria: Amor, también asegúrate de dormir lo suficiente. Aunque no prometo que la próxima vez te dejemos descansar mucho.

Sofía: Cielo, no te confíes. La próxima vez que estemos juntas, nos encargaremos de ti.

Me mordí el labio, tratando de no sonreír demasiado. Hace unos días, en este mismo grupo, todavía lo llamábamos "Dani" o "campeón" solo para molestarlo. Pero ahora…

Ahora podíamos decirle esas cosas sin miedo, sin duda.

Y se sentía bien.

No tenía mucho tiempo para quedarme viendo el celular, así que lo guardé en mi bolsillo y regresé al ritmo imparable de la cocina. Pero incluso mientras ordenaba los platos y dirigía a los otros cocineros, no pude evitar sentir ese calor en el pecho.

Porque, por primera vez en años, podíamos llamarlo así de verdad.

Me dejé caer en una de las sillas de la zona de descanso, soltando un suspiro mientras estiraba los brazos. Después de tanto movimiento en la cocina, tener un momento para sentarme y comer era casi un lujo.

Tomé mi teléfono y lo desbloqueé, revisando primero los mensajes en el grupo con Daniel. Él no había respondido todavía, probablemente seguía ocupado en el trabajo, pero podía imaginar su reacción cuando viera la cantidad de apodos cariñosos que le habíamos dejado.

Luego cambié de chat y abrí el grupo que teníamos solo nosotras cuatro. Este era un espacio diferente, donde podíamos hablar libremente entre nosotras, sin filtros ni reservas, pero siempre con la intención de fortalecer lo que estábamos construyendo.

Sofía: Bueno, oficialmente sobrevivimos a Anni. ¿Qué sigue?

Mariana: Que la relación se mantenga firme. Esto apenas comienza.

Valeria: Sí, pero debemos ser realistas. No siempre podremos estar las cuatro juntas con él al mismo tiempo.

Yo: Claro, pero eso no significa que alguna deba quedar fuera o sentirse menos. Si estamos en esto, es porque queremos que funcione.

Sofía: Exacto. A veces una de nosotras pasará más tiempo con él por cuestión de horarios o situaciones, pero eso no significa que haya favoritismos. Lo importante es que todas tengamos nuestro tiempo.

Mariana: Y eso incluye entre nosotras también. No solo con él. Si esto va a funcionar, necesitamos mantener nuestra relación de amistad fuerte.

Asentí para mí misma, sintiéndome aliviada al ver que todas estábamos en la misma sintonía. Desde el principio sabíamos que esta relación no iba a ser fácil, pero al menos podíamos hablarlo sin miedo.

Valeria: Entonces, ¿qué opinan? ¿Hacemos algo especial para la próxima vez que estemos juntas con él?

Sofía: Obvio. Pero sin exagerar. No queremos que se nos desmaye por exceso de amor.

Me reí entre dientes y negué con la cabeza.

Era extraño. Hace unos meses, nunca habría imaginado que estaría en este tipo de conversación, planeando con mis mejores amigas cómo fortalecer nuestra relación con el mismo hombre. Y sin embargo, aquí estábamos, decidiendo cómo dar cada paso con cuidado, con paciencia, con amor.

Porque si íbamos a hacer esto, íbamos a hacerlo bien.

Justo cuando iba a responder en el grupo, mi teléfono vibró con una notificación de mensaje privado. Lo desbloqueé rápidamente, sin pensarlo demasiado, y mi corazón se aceleró al ver el nombre de Daniel en la pantalla.

Daniel: Hola, Lauri. Sé que debes estar ocupada, pero quería que supieras que he estado pensando en ti. No quiero que te olvides de cuidar de ti misma, así que recuerda descansar cuando puedas. Eres increíble y siempre me haces sentir afortunado de tenerte a mi lado. Cuídate mucho, cariño, te quiero.

Mis ojos se abrieron de par en par mientras leía el mensaje.

"Cariño."

No pude evitar sonreír, sintiendo cómo un calor agradable se apoderaba de mí. Mi corazón estaba a punto de estallar de emoción. ¡Me llamó cariño!

Me quedé unos segundos en silencio, mirando el teléfono, incapaz de contener la sonrisa tonta que se me había formado en el rostro.

¡Él me dijo cariño!

No pude evitar mi impulso de compartirlo con las chicas. Abrí rápidamente el grupo de chat y empecé a escribir, tratando de contener la emoción en mi voz.

Yo: "Queridas socias, sé que acordamos que nadie se ganaría el favoritismo de Daniel y que ninguna tendría la ventaja de ser la mejor o peor novia de las cuatro, pero..."

Tomé una captura de pantalla del mensaje y lo envié al grupo con una sonrisa triunfante.

Los tres puntitos de las chicas aparecieron al instante.

Sofía: "¡¿QUÉEEE?!"

Valeria: "Espera, espera, ¿qué es esto?"

Mariana: "No puede ser, ¡fuiste la primera!"

Me reí bajito, disfrutando de la reacción.

Yo: "Así es, queridas. Soy la primera en recibir un apodo cariñoso de nuestro amado Daniel. Esto hay que celebrarlo."

Sofía: "Esto es una declaración de guerra."

Valeria: "¿Nos estás retando, Laura?"

Mariana: "...esto no se va a quedar así."

No pude evitar soltar una risa suave. La competencia apenas comenzaba, pero había algo en este pequeño gesto de Daniel que me hacía sentir como si fuera la más afortunada del mundo.

Yo: Bueno, bueno, no dije que competiríamos, solo que tenía que compartir esta joya con ustedes.

Sofía: "Es la primera victoria. Pero no la última"

Valeria: "¡Ya veremos!"

Reí para mis adentros, sintiendo el calor de sus palabras resonando en mi pecho.

*****

*DANIEL*

Había llegado a casa, finalmente. Después de un día largo y agotador en el trabajo, donde Juan no dejó de hablar durante todo el turno, me sentía más que feliz de estar en mi espacio, aunque algo vació sin ellas. Solté las llaves del carro y las de la casa sobre la mesa de la entrada, el sonido metálico resonando ligeramente en la habitación vacía. Un suspiro escapó de mis labios al darme cuenta de lo cansado que estaba, pero también sentí un alivio al saber que hoy tendría la casa para mí solo, sin las risas y los coqueteos intensos de las chicas. Aunque... no podía negar que en el fondo las extrañaba un poco.

Fui directo a la cocina para buscar algo de agua, el calor del día aún persistía en mi cuerpo, y un trago fresco me vendría bien. Mientras abría el refrigerador, algo llamó mi atención: una olla sobre la estufa, con algo de comida. Y justo al lado, una pequeña nota escrita con una letra que reconocí al instante: Laura.

Me acerqué, curioso, y tomé la nota entre mis manos. La letra era rápida pero cuidada, y al principio pensé que solo sería algo simple.

Laura: Hola, amor. Sabemos que llegas cansado, así que preparamos algo para ti. Cuando llegues a casa, no dudes en calentar esto. Es lo mínimo que podemos hacer por ti después de todo lo que haces. Te quiero mucho. 

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, pero entonces vi algo más.

En la parte inferior de la nota, había más escrituras. En diferentes letras, cada una de las chicas había dejado un pequeño mensaje.

Sofía: Te extrañamos hoy, cuídate mucho. No te olvides de descansar, ¿vale?

Mariana: Espero que hayas tenido un buen día, te lo mereces. Cuando descanses, recuerda que siempre estamos aquí para ti.

Valeria: Lo que sea que necesites, aquí estamos. No dudes en pedirnos.

Leer esas palabras me hizo sentir una mezcla de gratitud y ternura, y al mismo tiempo, un ligero nudo en el pecho. Aunque estaba agradecido de tener mi espacio hoy, también sentía que algo faltaba sin ellas a mi alrededor. Las había tenido cerca durante tanto tiempo, que su ausencia en la casa ahora se sentía… diferente.

Me senté en una de las sillas junto a la mesa y observé la comida. No estaba tan cansado como para no notar lo bien que había quedado la cena, algo que sin duda no era fácil para todas ellas, pero se notaba el esfuerzo y la dedicación en cada plato que habían dejado preparado.

Me levanté para calentar la comida, disfrutando de ese momento de calma que solo se siente cuando no hay nada urgente por hacer. Al poner la comida en el microondas, me recargué en la mesa, respirando profundamente y permitiéndome relajarme un poco.

Era extraño, tener este momento solo para mí, pero a la vez, era reconfortante saber que aunque no estuvieran aquí físicamente, su amor, su apoyo, y sus gestos seguían presentes. Y por un momento, todo parecía estar bien.

Después de calentar la comida, me senté y empecé a comer lentamente, saboreando cada bocado mientras pensaba en ellas. Tenía tantas cosas que decirles, pero el día había sido largo y mi cuerpo pedía descansar. Las chicas sabían cómo hacerme sentir en paz, aunque de maneras muy diferentes entre ellas. Y aunque no siempre supiera cómo expresar lo que sentía, me daba cuenta de lo afortunado que era de tenerlas en mi vida.

Después de salir de la ducha, me senté al borde de la cama, sintiendo el agua caliente aún corriendo por mi cuerpo mientras me pasaba la toalla por el cabello. Estaba agotado, pero al mismo tiempo una sensación de paz me invadía, como si finalmente pudiera dejar ir todo el estrés del día. El sonido del agua cesó, pero cuando miré hacia mi armario, algo me hizo detenerme.

No fue algo muy obvio, pero sí lo suficiente como para que me diera cuenta. Algunas prendas que no me pertenecían estaban allí, y no eran mías. No era mucho, solo un par de camisetas y un suéter, pero ahí estaban, acomodadas con una organización que no había hecho yo.

Sonreí al darme cuenta de que, de alguna manera, las chicas ya habían comenzado a invadir mi espacio. En mi baño, algunos labiales y otras cosas que nunca había visto antes estaban esparcidos en la pequeña repisa. Era curioso cómo, en solo una semana, esto había cambiado tan rápido. Antes, ni siquiera cuando éramos solo amigos, esto había sucedido.

Me eché atrás en la cama, riendo solo ante la situación. En menos de una semana, habían comenzado a tomar posesión de mi espacio. De alguna manera, me sentí… satisfecho. Me gustaba que estuvieran tan cómodas, que ya no se sintieran fuera de lugar. Pero lo cierto era que ni yo me había dado cuenta de cuántas prendas faltaban hasta que ellas me lo dijeron, como si estuvieran en misión secreta de hacerme saber que algo había cambiado.

Me estiré hacia la mesita de noche, tomando el teléfono. Era la hora de mandarles un mensaje, de darles las buenas noches. Me estiré y escribí rápidamente.

Yo: Buenas noches, chicas. Les dejo este mensaje para que no piensen que me olvidé de ustedes, aunque si no contestan es porque ya me dormí. Las quiero mucho, cuídense.

Lo envié, pero algo me detuvo al ver que no hubo respuesta inmediata, solo "leído". Un silencio extraño flotó en el aire. Parecía que estaban esperándome. Sonreí ante la idea de que tal vez, ellas también estaban acostadas en sus camas, pensando en lo que había dicho, como si compartiéramos un vínculo invisible que nos unía aún en la distancia.

Miré mi teléfono, sintiendo una extraña sensación de calma. Recordé el momento en el que le había dicho "cariño" a Laura, ese pequeño gesto que me había salido de forma natural, como si ya no hubiera necesidad de ocultar nada, como si las palabras ya fueran parte de nuestro lenguaje diario.

Y entonces, mientras me acomodaba para dormir, se me ocurrió algo. Tal vez no podía dormir sin compartir un pensamiento más con ellas, aunque fuera simple.

Yo: Mis amores...

Antes de que pudiera pensar en algo más, los mensajes del grupo empezaron a llegar, los sonidos de los tonos de notificación me despertaron un poco, como si no fuera suficiente con el cansancio del día. Pero al leer las respuestas, algo me hizo sonreír.

Sofía: Buenas noches, mi amor.

Mariana: Te quiero mucho, cuídate. Hasta mañana.

Laura: Te quiero, cariño. Descansa bien.

Valeria: Buenas noches, cielito. Gracias por todo, te lo mereces.

Sentí una calidez recorrer mi pecho. Aunque cada una de ellas tenía su forma de expresar lo que sentía, todos esos mensajes, esos pequeños gestos, me demostraron una vez más que lo que estábamos construyendo era real, sólido y, sobre todo, lleno de amor.

Finalmente, me dejé llevar por el cansancio, cerrando los ojos mientras pensaba en lo afortunado que era de tenerlas en mi vida. El calor de sus palabras, de su amor, me acompañó mientras me sumergía en un sueño profundo, sabiendo que al despertar, todo seguiría avanzando, poco a poco, hacia lo que cada uno de nosotros quería construir.

More Chapters