*LAURA*
Desperté antes que todas, era de noche aún, pero como siempre despierta antes que las demás, pero esta vez, algo era diferente. No sentí esa incomodidad inicial que solía acompañarme en las mañanas después de lo que compartíamos. Esta vez, había una calma en mi pecho, una sensación de paz que no había experimentado antes, a pesar de que nuestros cuerpos todavía estaban adoloridos por la intensidad de lo que había sucedido anoche.
Esta era la tercera vez que estábamos en este punto, en este lugar, todos juntos. Las tres anteriores habían sido emocionales, intensas, y esta no había sido la excepción. Anoche había sido una mezcla de todo eso, un equilibrio perfecto entre las emociones y la pasión, entre la necesidad de sentirnos más cerca y el deseo de conectar más profundamente. Cada vez que nuestros cuerpos se tocaban, no era solo el roce físico, sino algo mucho más profundo, algo que solo nosotros podíamos entender.
Miré a mi alrededor, viendo a las demás aún dormidas, cada una de ellas acomodada en su propio espacio sobre Daniel. Sus respiraciones eran suaves, tranquilas, y el silencio que llenaba la habitación no era incómodo; al contrario, se sentía como un abrazo, como un respiro compartido. El cansancio aún se reflejaba en sus rostros, pero al mismo tiempo, había algo más, una sensación de haber logrado algo, de haber reforzado nuestro vínculo una vez más.
Me quedé observando por un momento, recordando todo lo que habíamos compartido, todas las veces que, a pesar de las dificultades, nos habíamos unido de una manera que solo nosotros podíamos comprender. Habíamos sido capaces de encontrar nuestra propia forma de amor, nuestra propia manera de estar juntos, y cada vez que lo hacíamos, nos fortalecíamos más. No era solo una cuestión de cuerpos, sino de almas, de corazones que latían al mismo ritmo, que se buscaban entre sí, que se entendían sin palabras.
El dolor en mi cuerpo era un recordatorio de todo lo que habíamos vivido, pero era un dolor que valía la pena. Porque, al final, lo que más importaba era que estábamos construyendo algo que, aunque no era fácil, era real. Nuestro amor no necesitaba explicaciones, no necesitaba ser entendido por nadie más. Solo nosotros, solo este grupo de cinco personas, sabíamos lo que esto significaba. Y eso, para mí, era suficiente.
Miré a Daniel, que dormía tranquilo entre nosotras, su rostro relajado, y no pude evitar sonreír. Lo que habíamos compartido, lo que estábamos construyendo, era algo que valía cada segundo. No me importaba lo que el mundo pensara, no me importaban los obstáculos que tendríamos que enfrentar. Porque mientras estuviéramos juntos, mientras estuviéramos aquí, todo lo demás no importaba.
Me acurruqué de nuevo junto a él, sintiendo el calor de su cuerpo, y cerré los ojos. No había prisas, no había miedo. Solo había paz. Y con eso, me dormí nuevamente, sabiendo que, aunque el camino sería largo, lo recorreríamos juntos.
****
*DANIEL*
El sol comenzaba a filtrarse suavemente por la ventana, iluminando la habitación con una luz tenue que me hacía sentir una mezcla de tranquilidad y resignación. El fin de semana había llegado a su fin, y aunque todavía sentía el calor de los momentos compartidos, sabía que el día debía empezar. Las chicas aún dormían, apacibles y agotadas por todo lo que habíamos vivido juntos. Ellas se merecían este descanso, este respiro, pero yo sabía que tenía que ponerme en marcha.
Me levanté con cautela, sin querer despertarlas, aunque ya sabían que mis horarios de trabajo no se detenían solo porque nosotros necesitábamos un descanso. Caminé lentamente hasta el baño, mientras el peso de las horas pasadas caía sobre mis hombros, aunque no de una manera negativa. Era más bien un recordatorio del vínculo que habíamos reforzado, de todo lo que habíamos compartido y vivido en tan poco tiempo.
Entré al baño y, al encender la luz, vi mi reflejo en el espejo. Los chupetones, que no había notado antes en medio del caos de la noche, estaban ahora mucho más visibles. No pude evitar reírme en silencio al darme cuenta de que esos pequeños "recordatorios" se estaban convirtiendo en algo común, algo que parecía que ocurriría con más frecuencia a medida que avanzábamos en esta relación. De alguna manera, esos marcas en mi piel me hacían sentir más conectado con ellas, como si cada beso, cada caricia, dejara una huella en mí.
Me quité la camiseta y me metí rápidamente a la ducha, el agua caliente cayendo sobre mi piel y ayudándome a despejar la mente. La última semana había sido un torbellino de emociones, y aunque sabía que las cosas no siempre serían fáciles, también era consciente de que estaba empezando a entender más de lo que quería en esta vida. Y lo que quería, en este momento, era esto: estar con ellas, aprender a construir este vínculo de manera real y sincera. Cada vez que algo parecía que podría desmoronarse, había algo que me decía que todo valía la pena.
Después de unos minutos bajo el agua, salí y me miré nuevamente al espejo. La piel aún tenía el rastro de la noche anterior, y aunque el trabajo me llamaba, no pude evitar sentir una sonrisa tonta en mi rostro. Me puse la ropa y, antes de salir del baño, tomé un respiro profundo. A medida que avanzaba hacia la habitación, me pregunté cómo sería el día.
Las chicas seguían dormidas, ajenas a la rutina que comenzaba para mí. Me acerqué a la cama, caminando en silencio para no despertarlas. Sus rostros, aún con algo de sudor y cansancio, reflejaban la felicidad de la noche anterior. La intensidad de todo lo que habíamos compartido estaba impresa en sus expresiones, y eso me hizo sonreír.
Me agaché junto a Sofía, acariciando suavemente su cabello, y le dejé un beso en la frente. Ella respiró profundamente, sin despertarse, y sentí un nudo en el estómago, una mezcla de amor y agradecimiento por tenerlas a mi lado. Después me acerqué a Laura, quien dormía en una postura cómoda, su rostro relajado en la almohada. También le di un beso en la frente, con ternura, antes de moverme hacia Mariana y Valeria, las últimas dos que descansaban tranquilamente, enredadas entre las sábanas.
Cada beso era un suspiro de cariño, una promesa no solo de amor, sino de que todo seguiría adelante a pesar de las dificultades que pudiéramos enfrentar. Cuando terminé, me levanté y me quedé unos segundos allí, mirándolas. Mi corazón latía con fuerza, reconociendo que, aunque todo parecía estar bien por ahora, la vida no siempre era tan simple.
Me dirigí hacia el umbral de la puerta, mirando una última vez a las chicas dormidas. El silencio de la casa me envolvía, y por un momento, sentí una paz que contrastaba con la intensidad del día anterior. Me detuve y susurré para mí mismo, con una sonrisa en los labios:
"Si cuando yo regrese no están aquí, las veré otro día."
Sabía que cada una tenía su propia vida, su propio espacio, pero no importaba lo que el futuro nos trajera. Lo único que importaba era que, aunque no siempre estaríamos juntos físicamente, siempre estaríamos conectados de alguna manera. Y eso me daba fuerzas para enfrentar lo que venía.
Tomé un último respiro antes de cerrar la puerta suavemente tras de mí, preparándome para el día que me esperaba.
*****
*MARIANA*
Cuando desperté, el primer pensamiento que me vino a la mente fue la ausencia de Daniel. El lugar a su lado en la cama estaba vacío, y me sentí un poco sola, aunque sabía que tenía que continuar con la rutina, como siempre. Miré a las otras chicas, todas dormían profundamente, algunas abrazadas a las sábanas, otras como yo, solo cubriéndose lo suficiente. El ambiente de la habitación aún llevaba la energía de anoche, una mezcla entre cansancio y satisfacción.
Me estiré en la cama, sintiendo las piernas algo adoloridas, pero con una sonrisa que no podía quitarme del rostro. Anoche, fue una combinación de todo lo que habíamos vivido hasta ahora, y de alguna manera se sintió como si estuviéramos más fuertes juntos. No podía evitar sentirme feliz, aunque también sabía que había muchas cosas por resolver.
Me levanté con cuidado para no despertar a las demás, me puse la ropa que había dejado cerca de la cama, amarré mi cabello en una coleta rápida y decidí hacer algo para cuando todas se despertaran. Ya no era extraño que estuviéramos juntas así, todo se había vuelto más natural con el paso del tiempo, aunque siempre había esa pequeña chispa de emoción que me mantenía alerta.
Decidí preparar algo para el desayuno, algo sencillo para empezar el día. No quería hacer demasiado ruido, solo algo que nos diera energía, porque ya sabía que hoy sería un día largo para todas. Las chicas tenían sus trabajos, y yo también debía irme pronto. Quería que el ambiente de la casa siguiera siendo tranquilo mientras todo comenzaba a retomar su curso.
Mientras preparaba el desayuno, no pude evitar pensar en lo que pasaría después. Ya estábamos empezando a encontrar nuestro equilibrio, pero, al mismo tiempo, había una ligera incertidumbre sobre lo que vendría a futuro. Las familias, las reacciones, todo lo que aún nos faltaba por resolver… Había momentos en que sentía que este tipo de vida no era lo que muchos esperarían de nosotras, pero, al mismo tiempo, no me importaba. Lo que más me importaba era lo que compartíamos entre nosotros, lo que Daniel, Sofía, Laura, Valeria y yo habíamos formado.
Cuando terminé de preparar el desayuno, me acerqué a la mesa con la bandeja y me senté a esperar a que las demás se despertaran. No quería apresurarlas, pero ya sentía la necesidad de hablar, de ponernos al día sobre cómo estaban las cosas en sus mentes.
Las chicas comenzaron a despertarse poco a poco, arrastrando la pesadez de una noche cargada de emociones. Primero fue Sofía, que se estiró con una mueca de cansancio, seguida de Laura, que abrió los ojos y, al notar que Daniel ya se había ido, no pudo evitar suspirar. Por último, Valeria se despertó, con una sonrisa en los labios, pero aún con la mirada algo soñolienta. Al ver el desayuno listo, se acercaron una a una, sentándose alrededor de la mesa.
"¿Qué tal, chicas? ¿Cómo se sienten?", les pregunté mientras comenzaba a servir café.
"Cansadas, pero bien," respondió Sofía, mirando a las otras como si todas estuvieran pensando lo mismo.
"Sí, anoche fue bastante… intenso," dijo Valeria con una pequeña sonrisa en su rostro, casi como si estuviera recordando la atmósfera que se había creado entre todos.
"Pero valió la pena," añadió Laura, ya más animada, como si la energía de la conversación la hubiese despertado por completo.
Nos miramos todas, con la misma sensación de satisfacción en el aire, pero también sabíamos que el día de hoy traía consigo una necesidad de hablar sobre lo que vendría después. No siempre tendríamos la oportunidad de estar todas juntas con Daniel, especialmente considerando las responsabilidades que cada una tenía.
"Chicas, tenemos que hablar sobre cómo vamos a organizarnos a partir de ahora," dije, mientras me sentaba y las observaba atentamente.
Sofía asintió, mientras Valeria jugueteaba con su taza de café, y Laura la miraba, preocupada.
"Sí, porque no siempre vamos a estar con él todo el tiempo," dijo Laura, como si estuviera pensando en cómo adaptar su vida laboral al nuevo ritmo. "Yo trabajo en el restaurante y, aunque a veces tengo descansos, no puedo estar todo el día en casa. Y ustedes, que están en casa más, ¿cómo lo vamos a hacer?"
"Exacto," agregó Sofía, mirando a Valeria y a mí. "Nosotras podemos estar en casa, pero igual tenemos nuestras propias cosas que hacer. No podemos sobrecargar a Daniel, ni tampoco hacer que él se sienta como si estuviera en el centro de un torneo de favores."
Las palabras de Sofía resonaron en el aire y todas nos quedamos en silencio por un momento, reflexionando sobre lo que significaba este tipo de vida para nosotras.
"Eso es justamente lo que quiero evitar," dije con firmeza. "Las reglas que Daniel ha dejado claras son que no es un juego. No se trata de que estemos compitiendo por más tiempo con él o por tener más 'favoritismo'. Todos somos adultos y tenemos nuestras vidas. Él también trabaja, y aunque a veces nos cueste, debemos encontrar un equilibrio."
"Sí," agregó Valeria, mientras asentía lentamente. "No quiero que esto sea algo que tengamos que demostrar todo el tiempo. Sabemos lo que sentimos y lo que estamos construyendo. Y no, no será fácil."
"Claro, al principio es todo muy nuevo, pero lo que importa es que lo estamos haciendo juntos," comentó Laura, con una sonrisa sincera.
"Entonces, ¿qué proponemos?", pregunté, tomando un sorbo de mi café. "Porque no podemos esperar que todo sea perfecto y fluido desde el inicio. Tal vez sea cuestión de hablar con Daniel y decidir qué esperar cada uno de nosotros."
"Me parece bien," dijo Sofía, mirando a las demás. "Lo importante es que, aunque tengamos días separados, no significa que estemos menos conectados. Lo que tenemos es más que una simple convivencia. Es un proyecto a largo plazo."
"Exacto," añadió Valeria. "Lo más importante es que no se trata de sobrecargar a nadie. Necesitamos entendernos a nosotras mismas primero, para poder dar lo mejor, tanto a él como entre nosotras."
Nos miramos todas con la misma determinación. Aunque sabíamos que los días no serían fáciles y que todo lo que estábamos formando era nuevo y frágil, estábamos listas para enfrentar lo que viniera. Nadie iba a quedarse atrás, y eso era lo que nos unía.
"Entonces, cada una debe encontrar su ritmo, sin presionarse, y ser honestas con lo que necesitamos," dije con una sonrisa suave. "No se trata de ganar más tiempo con él, sino de aprender a compartir nuestro tiempo con él y con nosotras mismas."
"Eso me gusta," dijo Laura, con una sonrisa que reflejaba la tranquilidad que necesitaba.
Las chicas asintieron, y aunque no sabíamos exactamente cómo iban a ser los próximos días, sabíamos que todos los pasos que dábamos eran los correctos. La relación era algo que se construía poco a poco, con mucho trabajo, paciencia y amor. Y estábamos dispuestas a seguir adelante, sin prisa, pero con pasos firmes.