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Chapter 2 - Capitulo 3: El Río de Hielo

El invierno de 1439 se consolidó como el más cruel en la memoria viva. El Sena, arteria vital de París, se convirtió en una llanura fantasmal de hielo blanco y azulado. Las murallas de la ciudad, testigos mudos de siglos de asedios humanos, se alzaban imponentes pero ahora sentían el frío de una amenaza diferente. Las noticias del valle del Loira, de Courtaud y su manada de sombras, habían llegado como un grito ahogado. Primero se tomaron como exageraciones de campesinos asustados. Pero luego, los ataques comenzaron a acercarse.

Un grupo de mercaderes que intentaba llegar al mercado de Les Halles antes del amanecer fue emboscado en el camino de Fontainebleau. Los gritos alertaron a una patrulla de la milicia urbana. Lo que encontraron los endurecidos soldados los dejó pálidos: carromatos volcados, caballos mutilados, y entre la nieve teñida de carmesí, restos humanos dispersos con una brutalidad que no hablaba de hambre, sino de furia. Las huellas en la nieve eran inconfundibles: lobos, muchas, dirigidas por una serie de pisadas descomunales que parecían marcar el ritmo de la masacre. Courtaud había llegado a las puertas de París.

El terror, un virus más contagioso que la peste, se apoderó de la ciudad. Las calles, antes bulliciosas incluso en guerra, se vaciaban al atardecer. Nadie se aventuraba fuera sin una antorcha que chisporroteaba desafiante y un arma, aunque solo fuera un cuchillo de cocina. Los perros guardianes aullaban sin cesar, tirando de sus cadenas, sus ojos inyectados en sangre mirando hacia las murallas oscuras. Se reforzaron las puertas, se apuntalaron las portezuelas, se encendieron hogueras adicionales en las almenas. Pero el enemigo no era un ejército con escaleras y arietes. Era el silencio, la oscuridad, y el aullido que surgía de la nada, resonando sobre el hielo del Sena, un sonido que helaba el alma y recordaba a todos que las murallas eran altas, pero la noche era más grande.

En una taberna cercana a la Porte Saint-Antoine, la conversación era solo una: los lobos. "Mi primo, el de Charenton... dice que los vio cruzar el río", contaba un hombre, su voz temblorosa, ahogando el miedo en vino aguado. "¡Por el hielo! Como demonios sobre aguas congeladas. Iban directo hacia la ciudad, hacia la grieta..."

"¿Qué grieta?", preguntó otro, inclinándose.

"En la muralla baja, junto al antiguo embarcadero de los pescadores", susurró el primero, bajando aún más la voz. "Donde la piedra está vieja, agrietada por las heladas del año pasado. Dicen que la compuerta de hierro de la poterna de servicio... no cierra bien. Que hay un hueco, apenas el ancho de un brazo, pero... suficiente." Un escalofrío colectivo recorrió el grupo. La ciudad no solo estaba sitiada; estaba vulnerable. Y Courtaud, el Rey Lobo del Louvre, olfateaba su debilidad. Esa noche, los aullidos sonaron no desde la lejanía, sino desde la misma orilla del Sena, frente a las murallas de París. Era un desafío lanzado sobre el río de hielo. El asedio había comenzado.

El frío y el miedo paralizan París. ¿Lograrán las bestias encontrar la grieta? Para continuar esta inmersión en el París medieval bajo el terror lobuno, tu apoyo es vital. Contribuye en paypal.com/rrbaroni y desbloquea la historia completa en Patreon. ¡No dejes que la manada gane!

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