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Chapter 7 - Capítulo 7: Boisselier y la Sanguinaria Idea

El salón del Preboste quedó sumido en un silencio sepulcral tras las palabras de Arnaud. La idea de usar *carne humana* como cebo era una blasfemia, una profanación. Pero el rostro del herrero de Saint-Hilaire no reflejaba crueldad, sino la desesperación pragmática de quien había visto morir su mundo a dentelladas.

"¿Estás sugiriendo... sacrificar a alguien?" preguntó un consejero, con voz temblorosa de horror.

Arnaud negó con firmeza. "No. No vivos." Señaló hacia las mazmorras de la Châtelet, que albergaban a ladrones, asesinos y traidores condenados a la horca. "Allí yace carne que la ciudad ya ha desechado. Condenados que esperan su fin. Y en las perreras... animales enfermos, moribundos. Su sangre huele igual de dulce para las bestias." La propuesta era macabra, pero evitaba el sacrificio directo de inocentes. "Los mezclamos. Los dispuestos como si hubieran caído en la calle. Derramamos su sangre fresca al anochecer... y esperamos."

La discusión fue acalorada, visceral. Algunos veían en el plan una barbarie que los igualaba a los lobos. Otros, la única esperanza práctica. Fue entonces cuando entró él. Capitán Étienne Boisselier, de la guardia personal del Preboste. Alto, delgado, con ojos grises como la piedra de las murallas y una cicatriz que le cruzaba la mejilla desde la batalla de Patay. Su reputación era de frialdad táctica y eficiencia despiadada. Escuchó en silencio, observando el mapa y las marcas de los ataques.

"El herrero tiene razón," declaró Boisselier, su voz clara como el hielo quebrándose. El murmullo cesó. "Courtaud probó nuestra debilidad. Volverá. Más fuerte. Y no se contentará con los barrios pobres. Apuntará al corazón: los mercados, las plazas, donde se agolpa el ganado humano." Sus ojos grises se posaron en Arnaud. "Tu plan es brutal, herrero. Pero la guerra es brutal. Y esto es una guerra. Una guerra contra una inteligencia salvaje que no entiende de tratados ni rendiciones." Se volvió hacia el Preboste. "Autorícelo. Yo dirigiré la trampa. Necesito hombres que no se desmoronen al ver al diablo a los ojos. Arqueros expertos. Piqueros con estómago. Y silencio absoluto. Un rumor, y Courtaud lo olerá."

La orden se dio. Con sigilo fúnebre, esa misma tarde, cuerpos de criminales condenados y animales moribundos fueron trasladados a la amplia Plaza del Mercado Central, cerca de Les Halles. Boisselier supervisó personalmente la macabra escenografía. Los cuerpos se dispusieron en grupos aparentemente caóticos, como víctimas de un ataque repentino. Se les abrieron heridas superficiales para que la sangre, aún fresca, rezumara y saturara el aire helado con su aroma metálico y dulzón. Cubos de sangre adicional, recolectada de mataderos, se derramaron estratégicamente, creando charcos oscuros que reflejaban la luz mortecina del atardecer.

Boisselier eligió las posiciones de defensa con precisión de ajedrecista. Los mejores ballesteros y arqueros se ocultaron en los altos soportales de madera que rodeaban la plaza, tras sacos de arena y barricas. Grupos de piqueros y hombres con hachas y antorchas se escondieron en callejones adyacentes, listos para bloquear las salidas una vez la manada estuviera dentro. Las calles de acceso a la plaza se camuflaron con carretas volcadas y montones de leña, creando embudos invisibles que canalizarían a los lobos hacia el centro del matadero. Él mismo se apostó en un balcón elevado con vista a toda la plaza, un arco pesado en la mano, su mirada escrutando las sombras que se alargaban.

"Recuerden," susurró Boisselier a sus capitanes, su voz un filo en el silencio expectante, "no disparen hasta que yo dé la señal. Hasta que el rey esté en el centro de la danza. Matar lobos pequeños no sirve de nada. Hay que decapitar a la bestia." El frío era intenso, pero el sudor frío corría por las sienes de muchos hombres. Olían la sangre del cebo. Olían su propio miedo. Y en el aire, cada vez más cerca con la caída de la noche, flotaba otro olor: el de bestia húmeda y tierra helada. El olor del Louvre. La trampa estaba tendida. Solo faltaban las víctimas designadas.

La sangre del cebo atrae a las sombras. ¿Caerá Courtaud en la trampa? El enfrentamiento final se acerca. Tu apoyo en paypal.com/rrbaroni permite mantener la intensidad narrativa. Descubre cada detalle táctico y el clímax extendido en Patreon.

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