- Capítulo 1
El ruido de la calle se colaba débilmente por la ventana entreabierta. El sol apenas comenzaba a asomarse, tiñendo las paredes de un tono anaranjado pálido. Abrí los ojos con dificultad, sintiendo un peso extraño en el cuerpo, como si me hubiera dormido en una posición incómoda, pero con un cansancio más profundo, como si no hubiera descansado en días.
Me incorporé lentamente y miré alrededor. La habitación era pequeña, con paredes color crema y un ventilador de techo que giraba lentamente, levantando un aire tibio y seco. En la mesita de noche había un vaso con agua a medio beber y un libro de matemáticas abierto. La sensación era extraña, pero no lograba ubicar dónde estaba.
Me levanté y me miré las manos. Tenían una piel tersa, sin marcas ni callos. Mi reflejo en el espejo me devolvió la imagen de un chico de unos catorce años, con el cabello oscuro y los ojos grises, confundido y algo asustado.
-¿Qué pedo...? -susurré.
Intenté recordar. La última imagen clara era la fiesta de graduación, las luces, la música, Iván riendo a mi lado. Luego, el ruido del motor, el grito, el golpe... y después, nada.
Salí de la habitación con pasos vacilantes. El pasillo era estrecho y olía a pintura vieja y humedad. Abrí la puerta principal y me encontré con una calle que parecía sacada de otra época. Los autos eran más pequeños y cuadrados, la ropa de las personas parecía de otra década, y los anuncios en las paredes mostraban fechas y eventos que no reconocía.
Un niño con mochila me miró curioso.
-¿Estás bien? -me preguntó.
-Sí... creo -respondí, sin entender del todo.
Caminé sin rumbo, intentando encontrar algo familiar. En una esquina, un puesto vendía elotes con chile y limón. El aroma me dio un pequeño consuelo. Compré uno con el dinero que encontré en mi bolsillo y me senté en un banco, tratando de ordenar mis pensamientos.
Mientras mordía el elote, recordé la fiesta, la música, la gente... y una sensación de pérdida me invadió. No sabía dónde estaba, ni quién era realmente ahora.
Después de un rato, me levanté y regresé a la casa que, supuse, era la mía. Frente al portón negro, estaba por sacar las llaves cuando la puerta se abrió de repente. Una mujer con ceño fruncido me miró fijamente. Instintivamente evité su mirada y me encogí, sin entender por qué.
-Mira quién es -dijo con voz dura-. No solo ignoraste lo que te pedí ayer, sino que también te saliste a hacer el vago toda la tarde.
Un hombre robusto apareció detrás de ella, con una sonrisa burlona.
-Déjalo, Julieta -dijo-. No está mal que salga a dar un paseo de vez en cuando. Pero debiste al menos hacer lo que te pidió tu madre antes.
No sabía quiénes eran, pero me sentí atrapado en un mundo que no entendía. Me disculpé y entré con ellos. En la casa, el ruido de varias personas moviéndose, hablando y acomodando cosas me abrumó.
El hombre me palmeó el hombro.
-Daniel, ayúdale a tu abuela y a tu tía con las cosas. Acabamos de llegar del mercado y seguro quieren descansar.
Asentí y me dirigí a la cocina. Mientras ayudaba a guardar las bolsas, observé a la mujer que debía ser mi abuela. Un nudo se formó en mi garganta al recordar que la mía había fallecido cuando era niño. Ella me miró con cariño.
-¿Te sientes bien, Daniel? Pareces distraído -dijo, acercándose y tomando mis manos.
-No te preocupes, abuela, solo estaba pensando en algo. Vamos a terminar rápido para poder descansar.
Esa noche, cerré los ojos con fuerza, sintiendo cómo el cansancio me arrastraba hacia un sueño profundo. Pero esta vez, el sueño no era como los demás. En lugar de oscuridad o imágenes vagas, me encontré flotando en un espacio vasto y silencioso, rodeado por interminables estantes que se perdían en la penumbra.
Cada estante estaba repleto de cajas y carpetas que emitían luces de colores: blanco, verde, púrpura, rojo y dorado. La atmósfera era solemne, casi sagrada, y una sensación de misterio me envolvía.
Mientras avanzaba, un estante cercano se abrió lentamente, dejando caer un archivo de color rojo que flotó suavemente hacia mis manos. Al tocarlo, una oleada de información inundó mi mente.
Un texto apareció frente a mí, flotando en el aire con letras translúcidas:
[SISTEMA DE ARCHIVOS]
[Bienvenido, Daniel Reyes.]
[Esta es tu primera conexión.]
[Como compensación especial, esta
tirada es gratuita.]
[Acumularás Puntos de Mérito a través
de tus acciones en este mundo.]
[Podrás usarlos en futuras tiradas para
obtener archivos con habilidades,
conocimientos y talentos.]
[Cada archivo tiene un nivel de rareza:
Blanco, Verde, Púrpura, Rojo y Dorado.]
[Los archivos de mayor rareza contienen información más valiosa y poderosa.]
[Usa tus archivos sabiamente para
avanzar y cambiar tu destino.]
Sentí cómo el archivo se desvanecía en mi mente mientras otra ventana se abría frente a mí:
— [Conocimiento – Elon Musk – Innovación tecnológica y Emprendimiento]
Al instante, otros archivos aparecieron a mi alrededor, más pequeños y con luces menos intensas:
— [Habilidad – Gordon Ramsay – Técnicas culinarias básicas]
— [Talento – Carisma inicial]
— [Recuerdo – Steve Jobs – Marketing y diseño de productos]
Cada uno me entregó fragmentos de información y sensaciones que se integraron en mi ser, como si siempre hubieran pertenecido a mi mente.
Entonces, un nuevo mensaje apareció flotando frente a mí, con letras translúcidas que parecían brillar con una luz suave:
[SISTEMA DE ARCHIVOS]
[Para evitar conflictos de identidad y
vacíos de memoria, se iniciará ahora la
transferencia de memorias.]
[Este proceso se realizará durante tu sueño para asegurar la integración completa y natural de sus recuerdos y hábitos.]
[Al despertar, tendrás acceso a tus memorias esenciales, facilitando tu adaptación y evitando discrepancias.]
[INICIANDO TRANSFERENCIA...]
[0%]
[1%]
[2%]
[20%]
[47%]
[75%]
[99%]
[100%]
El espacio comenzó a desvanecerse lentamente, y desperté en mi cama con el corazón acelerado y una mezcla de asombro y esperanza.
Mientras mis párpados se cerraban nuevamente, sentí una oleada de imágenes, sonidos y sensaciones que no parecían originarse de mí, pero que poco a poco se integraban en mi mente. Fragmentos de una vida que debía ser la mía, recuerdos que ahora me pertenecían.
Sabía que esta era solo la primera tirada, pero también que mi vida había cambiado para siempre.