WebNovels

Chapter 107 - La calamidad que se avecina

Trimbel, ubicada al sur de Month, la capital del reino, marcaba el último bastión de la civilización antes de las tierras verdaderamente salvajes. Más allá de sus muros, el mapa se desdibujaba en asentamientos olvidados y regiones dominadas por bestias donde la ley humana no era más que un eco lejano.

Al sur se extendían las Llanuras de Témpano, donde dragones de hielo y criaturas heladas reinaban sin oposición. Más cerca se alzaba el Bosque Susurrante, un lugar infestado de no muertos, bandidos y horrores que pocos se atrevían a explorar. En sus profundidades, el peligro era una presencia física: constante, densa y asfixiante.

En la capa más externa del bosque, un grupo de aventureros luchaba contra esqueletos y ghouls de una o dos coronas. Aunque los no muertos no servían como materiales, sus núcleos de maná brillaban entre la podredumbre como un botín valioso. El combate contra un ghoul de dos coronas fue especialmente feroz; el miasma cubría los cuerpos de los guerreros y varios sangraban por profundas marcas de garras. La sangre brotaba gota a gota con un olor a óxido, caliente, casi evaporándose en el aire gélido. Tras minutos de lucha desesperada, la criatura finalmente cayó.

Agotados, pero con sonrisas que apenas ocultaban la fatiga, recogieron el botín. Pero entonces, el aire mismo pareció vibrar.

Un grito desgarrador surgió desde lo profundo del bosque, un sonido que no parecía de este mundo. El suelo tembló y los árboles se estremecieron, soltando hojas secas como si el bosque mismo tuviera escalofríos. El pánico se reflejó en sus rostros cuando vieron surgir de la espesura siluetas humanas, pálidas y aterradas, corriendo sin mirar atrás con el miedo absoluto grabado en las pupilas.

Desde el corazón del bosque emergió una bestia colosal: una masa grotesca de cuerpos putrefactos unidos en una forma viviente. Tras ella, un ejército de esqueletos avanzaba con el crujido rítmico de mil huesos. Al contar las cuatro coronas sobre su cabeza, la sangre de los aventureros se heló.

—C-cuatro… tiene cuatro coronas… —tartamudeó uno. No hubo tiempo para pensar; sus piernas ya corrían antes de que su mente procesara el horror.

***

Lo mismo ocurría en las Llanuras de Témpano. Un dragón de hielo de cuatro coronas lideraba un ejército de bestias heladas, oscureciendo el cielo con su sombra imparable. Todos, sin excepción, avanzaban hacia un mismo destino: la Cueva de Meteorito, cerca de Trimbel.

Mientras la ciudad vibraba con el torneo, una calamidad silenciosa se cernía sobre sus muros. En la lejana Month, sectas, clanes y familias nobles comenzaban su marcha hacia el sur. El reino entero se agitaba.

En el palacio real, Corina Solaris sostenía una taza de té. Su cabello rubio caía sobre sus hombros descubiertos y su vestido celeste realzaba una belleza etérea que contrastaba con su mirada triste. Observaba el jardín, aunque su mente vagaba lejos de su jaula de oro.

—Mina —dijo la joven con una risa suave—, siéntate y hazme compañía. ¿Hay alguna novedad?

Mina, la doncella, se sentó rígida y le entregó un pergamino.

—Se rumorea que un tesoro natural apareció cerca de Trimbel. Su padre envió un escuadrón y confirmó el rumor.

—¿Un tesoro natural…? —murmuró Corina, suspirando con melancolía—. Ojalá pudiera salir de aventuras y verlo con mis propios ojos.

Mina percibió la soledad en su voz. Sabía que era imposible; la última vez Corina casi pierde la vida. Dentro y fuera del palacio, demasiados la deseaban muerta. Corina bajó la mirada, sintiendo el frío de su rango. Como hija del rey, la muerte la acechaba en cada sombra lujosa.

En el trono real, su padre, un guerrero de armadura dorada y porte imponente, daba órdenes firmes:

—Ordena al Escuadrón de la Nube partir de inmediato. Una gran batalla está por estallar en mi reino.

***

A las afueras de Trimbel, la tragedia se consumaba. Una figura vestida de negro corría a toda velocidad, con el cuerpo lleno de heridas abiertas. Una flecha silbó y le atravesó la pierna; luego tres más lo anclaron al suelo. La sangre brotaba sin control, manchando la tierra con un rastro escarlata.

—Así que el comandante Calisto los envió a matarme… —susurró Mento, temblando de agonía.

Una risa resonó entre las sombras. Calisto se burló de su debilidad y del suicidio de su hermano. Mento trató de liberarse, pero una cuchilla de aire invisible le cercenó el brazo. Un grito desgarrador resonó mientras su vida se consumía gota a gota.

Con lo último de su voluntad, susurró:

—Hermano… perdóname por ser débil…

Otra cuchilla le arrancó la cabeza. Calisto ordenó quemar el cuerpo y las llamas consumieron los restos, borrando la historia de los dos hermanos. La crueldad del Colmillo Azul era algo que Arthur apenas conocía… y él era el principal objetivo.

***

Fin del Capítulo.

More Chapters