El ambiente en el coliseo había alcanzado su punto de ebullición. El aire vibraba con una anticipación eléctrica; incluso la arena parecía contener el aliento ante el inminente choque de potencias. Timurk, el primer finalista, había dejado una marca de terror y respeto tras su exhibición de sangre. Aunque el prejuicio hacia los semihumanos persistía en los susurros, los verdaderos guerreros en las gradas guardaban un silencio solemne ante su fuerza bruta.
Arthur aprovechaba el bullicio para recolectar fragmentos de información. Sabía que entre las exageraciones de los borrachos y los chismes de los mercenarios, siempre se ocultaban verdades valiosas.
Una conversación cercana filtró un dato que lo hizo tensarse.
—Dicen que Timurk fue quien masacró a los bandidos del Bosque Espejismo —comentó un guerrero veterano—. Protegió a una caravana entera él solo.
—¿En el Espejismo? —respondió su compañero con incredulidad—. Ese lugar es un nido de bestias de cuatro coronas. Incluso dicen que algo de cinco coronas duerme en las profundidades.
Arthur frunció el ceño. Timurk dejaba de ser un simple oponente para convertirse en un fenómeno salido de una epopeya antigua.
Mientras tanto, en el palco de autoridades, la tensión política era distinta. Berul, tras estabilizar a Caron, se despidió del director con una cortesía gélida. Los profesores locales asintieron con una serenidad fingida, aunque sus ojos traicionaban un alivio egoísta al ver partir a la competencia más peligrosa.
—Infórmenle a Selen que me visite en mi oficina más tarde —ordenó el director, su voz cargada de una preocupación que nadie más pareció notar.
***
Aurelia vs. Thoran
En el centro de la plataforma, dos figuras representaban el orden y el caos. Aurelia, con su mirada de zafiro y cabello azulado, parecía una aparición nacida de una tormenta de nieve. Su aura emanaba una quietud tan cortante como una daga de cristal. Thoran, frente a ella, era su antítesis: robusto, firme como un roble centenario y con una indiferencia que rozaba la arrogancia.
—¡Comiencen! —la voz del árbitro cayó como una sentencia de muerte.
Aurelia no perdió un segundo. Activó un hechizo de levitación, elevándose tres metros mientras su bastón trazaba arcos rúnicos en el aire. Un dragón y un fénix de hielo, majestuosos y gélidos, se materializaron de la nada. Con un gesto imperioso, las bestias se lanzaron en picada. El aire se volvió gélido al instante; motas de nieve comenzaron a danzar en un vals mortal.
Thoran reaccionó con la calma de quien ha enfrentado la muerte mil veces. Esquivó al fénix con un juego de pies magistral y, cuando el dragón entró en su rango, lo partió en dos con un tajo seco de su espada.
—Paso ligero —susurró.
Sus botas destellaron con runas de velocidad. En un parpadeo, ya estaba bajo la posición de Aurelia. Su espada acumuló una luz tenue y mortecina antes de estallar.
—¡Primera alma: Desgarro!
La media luna en su antebrazo brilló con furia. Una hoja de luz deformó el espacio, subiendo hacia el cielo con un aullido vibrante que erizaba la piel. Aurelia reaccionó sacrificando una de sus invocaciones para bloquear el impacto, desapareciendo en una nube de escarcha.
Thoran chasqueó la lengua al ver que su tajo solo había cortado neblina. Aurelia reapareció a pocos metros, pero esta vez no estaba sola. Junto al dragón y al fénix, un tigre de hielo de ojos vacíos emergió del frío ancestral.
Las tres bestias atacaron al unísono, moviéndose como borrones blancos. Thoran intentó retroceder, pero la nieve bajo sus pies cobró vida, transformándose en manos gélidas que apresaron sus tobillos. Sin escapatoria, Thoran desató su fuerza. Destruyó a las dos primeras criaturas, pero el frío ya había penetrado sus huesos. Sus brazos, cubiertos de escarcha, se volvieron lentos.
El tigre de hielo aprovechó la apertura y hundió sus colmillos en el hombro de Thoran. La sangre brotó, congelándose antes de tocar el suelo.
Thoran rugió de dolor, apuñalando a la criatura hasta que se deshizo en vapor. Estaba herido, pero no derrotado. Sacó un pergamino de su cinturón y lo pegó a su pecho. Un calor anaranjado envolvió su cuerpo, evaporando el hielo y devolviéndole la movilidad.
—Segunda alma: División —murmuró Thoran con la mente en calma absoluta.
Su figura se triplicó. Tres versiones idénticas de Thoran corrieron hacia Aurelia. Ella atacó a las imágenes laterales, pero las tres figuras se detuvieron al unísono, sincronizando sus armas en una postura de poder.
—¡Tercera alma: Triple Impacto!
Tres cortes de luz se fusionaron en un rugido devastador que pareció cortar incluso el sonido del coliseo. Cuando el polvo se asentó, Aurelia seguía en pie. Su cabello ahora brillaba con un blanco puro y sostenía una espada de hielo translúcido. Parecía un hada inmortal, hermosa y feroz a la vez.
Thoran, al límite de sus fuerzas, recordó las palabras de su abuelo y el peso de su linaje exiliado. No era solo una pelea; era la lucha por el honor de sus ancestros. Su espada tembló ante el maná que le exigía.
Entonces, sucedió. La media luna en su marca brilló con una intensidad cegadora hasta cerrarse por completo.
—¡Luna Llena! —gritó Thoran, liberando una onda de choque que obligó al público a retroceder.
Lanzó un Desgarro con una potencia absoluta, dejando un surco profundo en la plataforma. Aurelia lo esperó con la espada en alto, trazando un patrón con su propia sangre sobre el filo de hielo.
—¡Horizonte Congelado!
Su corte horizontal partió la luz de Thoran por la mitad. El impacto lanzó a Thoran por los aires, abriendo una herida masiva en su pecho y reduciendo su espada a fragmentos de acero inútil. El silencio que siguió fue absoluto, como si el mundo mismo hubiera dejado de girar.
El árbitro, tras comprobar el estado del guerrero caído, levantó la mano de la joven.
—¡La ganadora y segunda finalista: Aurelia!
El coliseo estalló en un rugido ensordecedor que hizo temblar los cimientos.
—¡Ya tenemos a los finalistas! —anunció el juez—. La gran final será entre Timurk y Aurelia. Para que ambos alcancen su máximo esplendor, daremos un descanso de tres horas.
El destino del torneo se decidiría pronto: la fuerza monstruosa de un semihumano contra el talento prodigioso de una secta legendaria.
¿Quién se alzará en la cima?
***
Fin del Capítulo.
