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Chapter 102 - Ecos de Sangre y Sacrificio

El tercer combate del coliseo ya tenía a sus participantes. En la pantalla suspendida en el cielo, los nombres presagiaban una batalla feroz. Arthur caminó lentamente hacia la plataforma; cada paso parecía más pesado que el anterior. Al llegar frente a su oponente, no dijo nada; simplemente lo observó con detenimiento. Su mente estaba en desorden, igual que su respiración.

Moren lo recibió con una sonrisa siniestra. Arthur, al ver esa expresión, pensó:*No puedo esconderme siempre. Si la muerte toca mi puerta, la recibiré… pero mi hospitalidad no será sencilla.*

Luego sonrió también y dijo, con una calma gélida:

—Me disculpo profundamente.

Moren frunció el ceño, desconcertado por la cortesía.

—¿Te disculpas por nacer?

Arthur negó con la cabeza, sus ojos fijos en los del asesino.

—No. Me disculpo por haber asesinado a los miembros de tu organización… y no dejarles un cuerpo para llorar.

El cuerpo de Moren tembló levemente, una grieta en su máscara de frialdad.

—No te preocupes —respondió con voz cortante—. Tu cabeza será suficiente disculpa para el jefe.

Arthur soltó una carcajada que resonó en el silencio del coliseo.

—Ciertamente mi cabeza irá a ver a tu jefe… pero seguirá sobre mi cuello. La verdad, me sentí un poco mal cuando maté a esa joven señorita. Era hermosa. Una lástima que las bestias no distingan la belleza de la comida.

Esta vez, la ira desbordó a Moren. Sus ojos se encendieron de un rojo enfermizo, un odio puro que nubló su juicio. Arthur notó el cambio y continuó punzando la herida:

—¿Acaso eras su admirador? Qué triste… solo sabía tratar a las personas como juguetes. Una flor venenosa: hermosa, pero mortal.

Moren apretó los dientes hasta que sus encías sangraron.

—Da igual cuánto hables. Tu destino ya está escrito. Hoy saldrás de esta plataforma como un cadáver.

Arthur dejó de sonreír. La charla había terminado. Ambos se prepararon; Moren ya sostenía sus agujas entre los dedos como colmillos de metal.

—¡Comiencen! —gritó el árbitro.

Moren se lanzó al ataque. Sus agujas volaron hacia Arthur, danzando en el aire como avispones invisibles. Eran tan finas y rápidas que solo el destello del sol sobre el acero permitía rastrearlas.

Arthur se movió como una sombra líquida. Rayos crepitaban en sus piernas mientras recorría la plataforma. Esquivó la primera salva con precisión, pero cuando Moren volvió a atacar, una de las agujas liberó una onda de choque sónica al pasar cerca de su oído, empujándolo violentamente varios metros. Más agujas lo siguieron, detonando pequeñas ondas de presión antes de impactar.

Reaccionando con rapidez, Arthur lanzó una bomba de humo que cubrió su huida y se desplazó a una esquina. Tras la cortina gris, observó a Moren recuperar las agujas mediante hilos de maná casi imperceptibles.

Moren inhaló profundo y susurró:

—Dejemos de jugar. Habilidad activa: Juego de Marionetas.

Un aura roja como la sangre fresca envolvió las ocho agujas. La media luna en su cuello brilló con una intensidad cegadora. Las agujas adquirieron un tono rojo oscuro, pulsando como si tuvieran corazón. Moren extendió la mano y las agujas se dispararon a una velocidad aterradora.

Arthur lanzó otra bomba de humo, pero las agujas eran ahora rastreadoras de maná. No pudo deshacerse de ellas: dos se hundieron profundamente en sus piernas. Arthur cayó al suelo, el impacto le arrancó un gemido. Las otras seis agujas se precipitaron sobre él, pero antes de ser empalado, su cuerpo se desvaneció en negrura.

De una pequeña sombra emergió Arthur como un fantasma. Intentó arrancarse las agujas… pero fue inútil. Un frío glacial recorrió sus venas; sintió cómo el metal drenaba su núcleo, absorbiendo su maná como un parásito insaciable.

Al otro extremo, Moren reía con una demencia febril.

—Estás acabado. Mis agujas te vaciarán hasta que te seques como una momia.

Arthur se alarmó. Si su núcleo se vaciaba, no habría vuelta atrás. *¿Qué hago? No tengo tiempo… ¿Píldoras? No, el precio es la muerte. ¿Pergaminos? Son insuficientes. Un momento… si drenan mi maná… quizá pueda empujar el Camino Veloz a su límite absoluto antes de que se lo lleven todo.*

Mientras las seis agujas restantes volaban hacia él con un silbido mortal, Arthur esperó. Paciente. Dejó que se acercaran hasta sentir el aire cortado por el acero.

—¡Camino Veloz!

Envió todo su maná restante a sus botas. Sus pies se tornaron de un púrpura pálido; rayos y pequeños dragones eléctricos se arremolinaron alrededor de sus tobillos. Las agujas estaban a milímetros de su piel cuando Arthur simplemente desapareció.

Apareció frente a Moren en un pestañeo. El asesino no tuvo tiempo ni para parpadear. La patada impactó de lleno en su pecho, lanzándolo por los aires. Su ropa se chamuscó instantáneamente y el olor a piel quemada invadió el aire. Arthur no se detuvo. Ignorando el entumecimiento de sus piernas, atacó con una ráfaga de patadas a máxima potencia, cada una cargada con el peso de su propia desesperación.

Moren se levantó temblando, escupiendo sangre por cada orificio. Arthur volvió a la carga; Moren lanzó sus agujas hacia su cabeza en un último intento, pero Arthur activó Paso Sombrío y reapareció detrás de él. Una patada final quebró ambas piernas de Moren con un sonido seco, como madera vieja astillándose. El asesino cayó gritando de agonía.

Arthur estaba pálido, su visión se tornaba borrosa por el agotamiento del maná. Fue entonces cuando Moren, arrastrándose con sus últimos restos de fuerza, murmuró entre dientes:

—Onda Sangrienta.

Las dos agujas incrustadas en las piernas de Arthur explotaron. No fue una explosión de fuego, sino de presión. Arthur sintió un calor súbito y desgarrador seguido de un frío glacial mientras dos agujeros se abrían en su carne y la sangre brotaba a borbotones. Cayó al suelo, su conciencia colgando de un hilo.

Moren también se arrastraba. Sus músculos sufrían espasmos por la electricidad acumulada, pero el amor por su hermano era más fuerte que el dolor. *No puedo perder. Mento está afuera… si caigo, moriremos al volver con las manos vacías.*

Los recuerdos lo inundaron: una aldea nevada, su hermano Mento riendo alrededor de la mesa… y luego, la oscuridad de la esclavitud, el hambre y la humillación de ser vendidos como ganado. El Colmillo Azul fue su salvación, pero también su condena. *Si tuviera que hacerlo de nuevo… lo haría por ti, Mento.*

Moren llegó finalmente hasta Arthur. Lo miró con una mezcla de tristeza y resolución. Sacó un pergamino negro de su pecho, un objeto que emanaba una energía prohibida y corrupta. Al activarlo con su propia sangre, un humo negro y denso emergió, introduciéndose en el pecho de Moren como serpientes de sombra.

Lanzó dos agujas más, clavándolas con brutalidad en las piernas ya destrozadas de Arthur. El grito de dolor de Arthur fue desgarrador. Moren lo tomó del cuello con manos temblorosas que desprendían un calor antinatural.

—Hoy… —susurró con voz quebrada— cumpliré mi misión… aunque mi alma sea el precio.

Con ese pacto oscuro, el destino de Moren quedó sellado. Y el de Arthur… parecía estar a punto de apagarse para siempre.

Fin del Capítulo.

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