Un silencio ensordecedor inundó el coliseo. La respiración de los espectadores se hacía pesada a ratos; todos miraban embelesados el combate que estaba teniendo lugar.
Dos jóvenes se enfrentaban. Sus movimientos eran gráciles y elegantes, contrastando con la brutalidad de sus ataques.
Aurelia usó su hechizo de levitación y preparó su dragón de hielo. Misal retrocedió y activó rápidamente su llama lunar; el fuego y el hielo chocaron, creando una niebla espesa.
Misal aguantó el hechizo y, aprovechando la cortina de niebla, activó danza espacial para acercarse a Aurelia, que aún estaba suspendida en el aire.
Saltó empuñando su lanza y activó lanza espiral. Los vientos se arremolinaron dándole velocidad y poder. La lanza atravesó a Aurelia… pero, unos segundos después, su cuerpo se desvaneció en un puñado de nieve que cayó lentamente.
Antes de que Misal procesara lo ocurrido, un fénix de hielo voló hacia ella por la espalda. Aún en el aire, solo pudo bloquear con su lanza, pero el impacto creó pequeños carámbanos que rompieron su armadura de marfil. La sangre empezó a teñirla de rojo.
El golpe la lanzó varios metros y se estrelló contra el suelo de piedra. Se recompuso con rapidez y encontró a Aurelia preparando otro hechizo.
Qué molesta es con sus hechizos de hielo… si pudiera acercarme, un solo golpe con mi lanza bastaría. Quizás deba usar eso.
Pensó Misal.
Mientras tanto, Aurelia ya tenía listo otro fénix de hielo.
La criatura voló hacia Misal. Ella intentó esquivar, pero una escarcha congeló sus pies al suelo. Fueron solo unos segundos, pero suficientes para que recibiera el golpe de lleno. Sus llamas lograron amortiguar parte del daño, pero aun así sufrió heridas; cayó de rodillas y vomitó una bocanada de sangre.
Aunque su cuerpo flaqueaba, su determinación aún brillaba en sus ojos. Se levantó lentamente y tomó su lanza nuevamente.
Otro dragón de hielo voló hacia ella. Misal lo detuvo con su lanza, pero el frío avanzaba; sus manos empezaron a entumecerse, su agarre se debilitaba, su velocidad disminuía. Aun así, siguió arremetiendo.
Aurelia también mostraba signos de agotamiento: su rostro estaba más pálido que de costumbre; cada hechizo drenaba una gran cantidad de maná.
Con una mirada firme, preparó un dragón de hielo y un fénix. Intentó conjurar un tercer hechizo, pero este se desvaneció antes de completarse.
Aún no logro avanzar… murmuró, decepcionada.
Misal se mantuvo firme. Vio cómo ambas criaturas de hielo se acercaban rápidamente. Cuando estuvieron a su alcance, agitó su lanza y gritó:
—Lanza vendaval.
Ondas de viento destrozaron ambas bestias, convirtiéndolas en neblina.
Aurelia se sorprendió y empezó a conjurar de nuevo, pero Misal fue más rápida: activó danza espacial y llegó frente a ella en un instante. Empuñó su lanza con fuerza y gritó:
—Lanza espiral.
Aurelia intentó esquivar, pero el ataque impactó en su hombro, dejando un agujero sangriento y lanzándola por los aires.
Abatida, cayó al suelo. Misal, jadeante, preparó un último ataque que decidiría la victoria.
Aurelia pensó:
Creo que he perdido…
Recordó a su padre: un hombre alto y fuerte, de cabellera azul oscuro, cuya espada helada podía congelar incluso la luz.
Recordó sus palabras, su mirada seria pero protectora.
Recordó la carga de no poder aprender el legado del clan.
¿Voy a perder aquí…? ¿Volver sin haber logrado nada?
No. No otra vez. Padre, esta vez… quiero avanzar por mí misma.
Cuando la lanza de Misal estaba a punto de impactar en su pecho, Aurelia abrió los ojos y gritó:
—Espíritu glacial.
Al instante, una espada hecha de hielo se materializó en su mano, acompañada por una marca de media luna brillante en su muslo. Su cabello azul claro pareció tornarse blanco puro. Con un movimiento rápido, bloqueó la lanza y empujó hacia atrás a Misal.
Luego gritó con emoción contenida:
—Espada de invierno.
Osciló su espada y un corte azul oscuro avanzó congelando todo a su paso. Misal bloqueó con su armadura llameante y su lanza, pero el golpe fue devastador. Cayó al suelo. Su conciencia comenzaba a desvanecerse.
Un recuerdo de ella entrenando con su hermana mayor apareció por un instante, dándole un último aliento. Con sangre en la boca, tomó su lanza y trató de sostenerse. Pero sus piernas ya no respondían. Su cuerpo cayó al suelo y no volvió a levantarse.
El juez corrió y, al confirmar que estaba inconsciente, anunció:
—La ganadora del segundo combate es Aurelia.
El público enloqueció. Aplaudieron con fuerza.
—¡Qué demostración de habilidades!
—¿Crees que están al nivel de la prodigio número uno de la academia?
—Ni de cerca. Ambas son fuertes, pero comparadas con la señorita de la Casa Blank… están muy por detrás.
Las voces se mezclaban.
En el palco de profesores, el director murmuró intrigado:
—Así que ella es la hija más joven del maestro del Palacio Glacial…
—¿En serio? —dijo otro profesor alarmado—. ¿Qué hace alguien del Palacio Glacial en nuestra academia?
Otro rió.
—Quizás le gustó el ambiente.
Berul, escuchando la conversación, intervino:
—Tengo entendido que abandonó el Palacio Glacial. Al parecer no pudo desarrollar la habilidad de la secta, y los ancianos comenzaron a usarla como herramienta para presionar a su padre. Para evitar conflictos internos, prefirieron enviarla lejos.
El director lo miró sorprendido.
—Parece que tiene mucha información.
Berul sonrió.
—Como subdirector, es mi trabajo. Después de todo, debo buscar talentos para mi academia.
Un joven de la academia preguntó tímidamente:
—Profesor, ¿qué es exactamente el Palacio Glacial?
El profesor suspiró.
—Deberías prestar más atención en clase de política…
Luego explicó:
—En este reino, la realeza tiene el mayor poder. Pero por debajo del rey existen cuatro pilares: el gremio de aventureros, la iglesia, los clanes y sectas, y las academias.
—El Palacio Glacial —continuó— es una de las sectas más poderosas de todo el reino. Que una de sus discípulas aspire a unirse a nuestra academia… es un privilegio.
—¿Y no es lo mismo un clan que una secta? —preguntó el joven.
El profesor negó con desaprobación.
—No. Un clan es una familia con habilidades heredadas. En una secta no necesitas vínculo de sangre: sus habilidades pueden enseñarse a los discípulos. Pero una secta exige lealtad absoluta; trabajas para ellos, y los recursos que obtienes les pertenecen. A cambio, te ofrecen protección, tesoros, técnicas y caminos que jamás alcanzarías por tu cuenta.
El joven asintió sin replicar.
Tras desocupar la plataforma, llegó la hora del tercer combate de la tarde.
Fin del capítulo.
