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Chapter 6 - El Archivo de los Nombres Borrados

El tiempo en la sala de aislamiento de la clínica veterinaria Inuzuka no se medía en horas, sino en el goteo rítmico del suero intravenoso que conectaba el brazo de Akira con una bolsa de nutrientes y chakra sintético.

Akira yacía inmóvil en la mesa de metal fría. Su cuerpo, devastado por la huida, la electricidad y el veneno, estaba en un estado de reparación forzada. 

Sayuri había hecho un trabajo magistral; las quemaduras necróticas en su hombro habían sido desbridadas y cubiertas con un ungüento de hierbas regenerativas del Bosque de los Ciervos Nara, y sus pulmones ya no ardían con cada inhalación. Sin embargo, la debilidad era absoluta. Intentar cerrar el puño se sentía como levantar una roca.

Pero no estaba solo.

En la esquina de la habitación, sentado sobre sus patas traseras como una gárgola de pelaje gris y músculo, estaba Kuromaru. El enorme ninken no dormía. Su único ojo visible, de un amarillo penetrante, estaba fijo en Akira. El parche que cubría su ojo derecho y las cicatrices en su hocico hablaban de un veterano de guerra que entendía la diferencia entre una presa y un prisionero.

Akira giró la cabeza lentamente, el cuello crujiendo por la tensión.

—No tienes que mirarme así —susurró Akira, su voz rasposa rompiendo el silencio estéril—. No voy a intentar escapar. No puedo ni levantarme.

Kuromaru emitió un sonido bajo, una vibración gutural que resonó en las paredes insonorizadas. No era un gruñido de agresión, sino de comunicación.

—Hueles a lluvia ácida y mentira —dijo el perro.

Akira parpadeó. Había olvidado que los ninken de alto nivel del Clan Inuzuka podían hablar el lenguaje humano, aunque rara vez se dignaban a hacerlo con extraños.

—La lluvia es de donde vengo. La mentira... —Akira hizo una pausa, mirando el techo blanco—. La mentira es lo que me mantiene vivo.

—Mi compañera te ha traído a la guarida de la manada —continuó Kuromaru, su voz grave y profunda como el trueno—. Ha puesto su cuello en las fauces del lobo por ti. Si tu mentira hace que esas fauces se cierren, yo no esperaré su orden. Te mataré antes de que toques el suelo.

Akira sostuvo la mirada del animal. No había malicia en el perro, solo una lealtad pura, absoluta, libre de la política compleja de los humanos. Sintió una punzada de envidia.

—Si eso pasa, Kuromaru, espero que lo hagas rápido.

El perro resopló, pareciendo aceptar la respuesta, y bajó la cabeza sobre sus patas delanteras, aunque su ojo permaneció abierto.

Con la vigilancia "relajada", Akira movió su mano libre hacia la mesa auxiliar. Sayuri se había llevado el Diario 2 (Biología) para su investigación, pero había dejado los otros dos. Akira posó sus dedos sobre el Diario 3: El Ritual.

Sayuri no lo había leído. No sabía la verdad completa. El "Mokuton Cero" no era solo una máquina biológica de succión de chakra. Había un componente espiritual, un costo metafísico que Tateshina había descubierto en sus últimas fases de locura.

Akira abrió el diario con dificultad. La escritura en este volumen era diferente; temblorosa, casi ilegible, como si hubiera sido escrita en la oscuridad.

"Entrada Final del Ritual. La absorción de chakra no es limpia. El chakra transporta información. Transporta el alma. Cuando el Cero se activa y devora la energía de un objetivo, también devora sus fragmentos de memoria. El usuario no solo roba poder; roba identidad. Si Kitsune activa el Sello Cero a máxima potencia, no solo matará a sus enemigos. Borrará su existencia de la historia. Nadie recordará quiénes eran. Es la muerte definitiva: el olvido absoluto."

Akira cerró el libro, sintiendo un frío que no venía del aire acondicionado. No le había dicho esto a Sayuri. Si ella supiera que el arma no solo mataba cuerpos, sino que mutilaba el flujo de las almas, ¿habría aceptado ayudarlo? ¿O su ética médica la habría obligado a destruir los diarios y entregarlo?

Era una apuesta peligrosa. Y Akira, el estratega, estaba jugando con las cartas pegadas al pecho, rezando para que la jugada no le explotara en la cara.

...

Mientras tanto, bajo la inmensa mole de la Roca de los Hokages, Sayuri Inuzuka caminaba por los pasillos del Edificio Administrativo de Konoha.

Ya no llevaba su chaleco táctico. Vestía la bata blanca estándar de los oficiales médicos de alto rango, con su identificación de Nivel B colgada al cuello. Caminaba con paso firme, proyectando una autoridad que disuadía a cualquiera de hacer preguntas. El arte de la infiltración social no consistía en esconderse, sino en pertenecer tan obviamente al lugar que te volvías invisible.

Su destino no era el Hospital General, sino el Archivo Subterráneo de Inteligencia y Medicina, una bóveda climatizada donde se almacenaban décadas de informes de autopsias, análisis de Kekkei Genkai y registros de misiones clasificadas.

Llegó al puesto de control. Un Chūnin del Clan Nara, con cara de aburrimiento, levantó la vista de su libro de Shogi.

—Jōnin Inuzuka —saludó el guardia con un bostezo—. ¿Turno de noche en los archivos? Es raro verte fuera del campo o de la clínica veterinaria.

—Investigación de patología cruzada —mintió Sayuri con fluidez—. Tsunade-sama quiere un informe sobre la resistencia de ciertas toxinas de serpiente en tejidos caninos para el amanecer. Ya sabes cómo se pone si no tiene los papeles en su escritorio.

El guardia hizo una mueca de simpatía. El temperamento de la Quinta Hokage era legendario.

—Pasa. Que te sea leve.

Sayuri cruzó la barrera de sellado y entró en la bóveda. El olor a papel viejo, polvo y conservantes químicos la golpeó. Pasillos interminables de estanterías se extendían bajo la luz tenue de las lámparas de chakra.

Se dirigió a la Sección 4: Investigación Externa y Desertores.

Su corazón latía rápido. Si alguien revisaba su registro de búsqueda, vería que no estaba buscando toxinas. Estaba buscando un nombre.

Se sentó en una terminal de lectura de pergaminos y comenzó a trabajar. Sus manos enguantadas se movían rápido, desplegando rollos y cruzando referencias.

Búsqueda: Kyōya Tateshina. 

Resultado: Archivo ANBU 409-B. 

Estado: Desertor. 

Clasificación A. 

Origen: Equipo de Investigación de Orochimaru. 

Notas: "Obsesionado con la replicación celular. 

Se sospecha robo de material biológico del Incidente Tenyū. Orden de eliminación activa."

Sayuri frunció el ceño. Eso ya lo sabía. Necesitaba ir más profundo. Necesitaba encontrar la conexión con la "barrera biológica" del Diario 2. Necesitaba saber qué era el "rechazo perpetuo".

Cambió su táctica. Buscó referencias cruzadas con Kirigakure (Aldea de la Niebla) y el término "Inmunidad al Mokuton".

Durante una hora, no encontró nada más que informes de batallas y estadísticas de bajas. Sus ojos empezaban a arder. Estaba a punto de rendirse cuando encontró un informe médico antiguo, mal archivado, fechado doce años atrás. Era un reporte de intercambio de inteligencia durante el breve periodo de alto el fuego con la Niebla, tras la caída del Cuarto Mizukage, Yagura.

El título del informe era: "Análisis de los sobrevivientes de la Purga de Línea de Sangre - Caso: Proyecto Crisálida".

Sayuri desenrolló el pergamino con cuidado. Estaba marcado con el sello rojo de "Solo Ojos del Hokage", pero el sello había sido roto años atrás y vuelto a sellar de forma negligente.

Leyó. Y mientras leía, la sangre se le heló en las venas.

...Durante la purga de los usuarios de Kekkei Genkai en Kirigakure, una facción radical de sus Cuerpos Médicos intentó crear un soldado capaz de cazar a los usuarios de líneas de sangre. Teorizaron que, para matar a un monstruo, necesitaban un 'vacío'. Experimentaron con huérfanos, inyectándoles un cóctel de células Senju robadas y veneno de la Niebla."

"El 99% de los sujetos murió. Sus cuerpos se convirtieron en madera y luego se pudrieron. Pero hubo un sobreviviente. Sujeto K-7. Un niño. Su cuerpo no aceptó el Mokuton, pero tampoco murió. Su sistema de chakra desarrolló una mutación: una 'pared' inmunológica que devora cualquier chakra externo que intente alterarlo. Es un agujero negro fisiológico."

Sayuri contuvo el aliento.

"El sujeto K-7 escapó durante el golpe de estado. Nombre en clave: Kitsune. Se le considera altamente inestable. Su sola presencia interfiere con los sensores de chakra. Kirigakure borró todos los registros de su existencia para evitar que las otras naciones buscaran obtener la tecnología de anulación."

Sayuri se reclinó en la silla, aturdida.

Akira no estaba loco. El "Mokuton Cero" no era una invención de Tateshina. Tateshina simplemente había encontrado los planos de una atrocidad que Kirigakure había intentado enterrar, y había diseñado un arma (el Sello) para canalizar esa mutación natural de Kitsune.

Kitsune no era un villano. Era una víctima. Un niño convertido en un arma de anulación viviente, cazado por su propia aldea, por Orochimaru, y ahora por Akatsuki.

Y lo peor de todo: el informe tenía una nota al pie, escrita con una caligrafía nítida y angular que Sayuri reconoció al instante. La caligrafía de Danzō Shimura.

Nota: "Potencial interés para la División Raíz. Si el sujeto es recuperado, podría ser la contra-medida definitiva contra los Jinchūriki. Mantener vigilancia en la frontera este."

Sayuri sintió náuseas. Konoha lo sabía. Danzō lo sabía. Si ella entregaba a Akira y los diarios a las autoridades oficiales, había una alta probabilidad de que la información terminara en manos de Raíz. Y Raíz no destruiría el arma; la usaría.

—Maldición —susurró.

Empezó a enrollar el pergamino rápidamente para devolverlo a su lugar. Tenía que salir de allí. Tenía que volver con Akira y decirle que la situación era mucho peor de lo que pensaban. No estaban escondiéndose solo de Akatsuki; estaban escondiéndose de la propia sombra de Konoha.

...

Sayuri se levantó, apagó la terminal y se dirigió a la salida con paso rápido, intentando mantener la compostura.

Justo cuando estaba a punto de cruzar el umbral de la Sección 4, una voz suave y monótona la detuvo.

—Es tarde para estudiar toxinas, Inuzuka-san.

Sayuri se congeló. Su mano fue instintivamente a la bolsa de herramientas oculta bajo su bata, pero se obligó a detenerse. Giró lentamente.

En la penumbra del pasillo, apoyado contra una estantería, había una figura. Llevaba la bata blanca de médico, pero llevaba gafas oscuras redondas y la parte inferior de su rostro estaba cubierta por el cuello alto de su camisa.

Un miembro del Clan Aburame.

—Torune —dijo Sayuri, reconociéndolo. Era un médico talentoso, pero se rumoreaba que tenía conexiones con la Fundación (Raíz).

—Los registros de la Purga de la Niebla no tienen mucha información sobre venenos de serpiente —dijo Torune, ajustándose las gafas. Un pequeño escarabajo negro caminó por su cuello y desapareció bajo su ropa—. ¿Encontraste lo que Tsunade-sama... realmente necesitaba?

Sayuri sintió el sudor frío en su espalda. Torune no estaba preguntando por curiosidad. Estaba interrogando. Sus insectos, los kikaichū de tamaño nanoscópico, probablemente ya estaban dispersos en el aire, saboreando las feromonas de miedo y mentira de Sayuri.

—La medicina es un campo amplio, Torune —respondió Sayuri, manteniendo su voz nivelada y agresiva, típica de un Inuzuka—. 

A veces buscas una toxina y terminas leyendo sobre historia para entender el contexto patológico. ¿Tienes algún problema con mis métodos de investigación?

Torune la observó en silencio durante unos segundos eternos. Los insectos zumbaban casi imperceptiblemente. Estaba evaluando. Si Sayuri mostraba debilidad, él atacaría o reportaría.

Finalmente, Torune se apartó de la estantería.

—Ningún problema. La curiosidad es vital para un médico. Pero ten cuidado. Algunos archivos tienen polvo que... infecta.

—Me lavaré las manos —dijo Sayuri secamente.

Pasó junto a él sin mirar atrás, sintiendo cómo los ojos ocultos tras las gafas oscuras le taladraban la nuca. Salió de la bóveda, saludó al guardia Nara con un gesto rápido y no respiró tranquila hasta que estuvo fuera del edificio, bajo el cielo nocturno de Konoha.

Raíz sospechaba. El tiempo se había acabado.

...

Sayuri regresó a la clínica veterinaria corriendo por los tejados, usando a Kuromaru (que había dejado una copia de sombra patrullando afuera) para verificar que no la seguían.

Entró en la sala de aislamiento, cerrando la puerta y reforzando los sellos de silencio con una nueva capa de chakra.

Akira seguía en la mesa, despierto, con el Diario 3 cerrado a su lado. La vio entrar y se incorporó, notando su palidez.

—¿Lo encontraste? —preguntó él.

Sayuri se quitó la bata de médico y la tiró al suelo con frustración.

—Encontré más de lo que quería. —Caminó de un lado a otro, la energía nerviosa irradiando de ella—. Tenías razón. Y al mismo tiempo, no tienes idea de la magnitud de esto.

Se detuvo frente a él.

—Kitsune existe. Es un sobreviviente de la Purga de Línea de Sangre. Su cuerpo genera una inmunidad natural al chakra externo. Tateshina diseñó el Sello Cero basándose en la fisiología de ese chico.

Sayuri golpeó la mesa con el puño.

—Pero el problema no es solo Akatsuki, Akira. Danzō Shimura tiene el ojo puesto en ese chico desde hace una década. Hay notas de Raíz en el archivo. Saben lo que puede hacer. Si activamos cualquier tipo de búsqueda, Raíz interceptará la señal.

Akira asintió lentamente. La confirmación de que Raíz estaba involucrada complicaba todo exponencialmente. Danzō era el hombre más peligroso de Konoha, un ninja que creía que el fin justificaba cualquier medio.

—Entonces estamos solos —dijo Akira—. Akatsuki por fuera, Raíz por dentro. Y nosotros dos atrapados en el medio con el manual de instrucciones del fin del mundo.

—Hay algo más —dijo Sayuri, mirándolo fijamente—. El informe mencionaba la ubicación probable de Kitsune. O al menos, la última zona donde se detectó su firma de anulación.

Akira se tensó.

—¿Dónde?

—En el País de los Bosques, cerca de las ruinas del Templo de la Prajna. Es una zona muerta, llena de bandidos y monjes renegados. Según el informe, hubo un incidente allí hace dos semanas donde un escuadrón de bandidos fue encontrado... "seco". Sin marcas externas, solo muertos por agotamiento de chakra instantáneo.

—Es él —dijo Akira. Su mente de estratega empezó a conectar los puntos—. Su control está fallando. El "rechazo" se está volviendo inestable. Está absorbiendo vida involuntariamente.

Sayuri se acercó a la estantería de medicamentos y comenzó a llenar una mochila táctica con suministros: antídotos, vendas, píldoras de soldado de grado militar y viales de sedante fuerte.

—¿Qué haces? —preguntó Akira.

—Me voy —dijo ella, lanzándole una mirada desafiante—. No puedo quedarme aquí esperando a que Torune Aburame venga a interrogarme o a que Danzō haga una redada en mi clínica. Y no puedo dejar que Akatsuki llegue primero a ese chico.

Se giró hacia Akira.

—Kitsune está enfermo, Akira. Su poder lo está matando y matando a los que lo rodean. Como médico, mi deber es tratarlo o contenerlo. Como ninja de Konoha, mi deber es asegurar el activo.

—Vas a ir a buscarlo —comprendió Akira—. Sola.

—No —dijo Sayuri, lanzándole a Akira un uniforme limpio, uno genérico de civil sin insignias de aldea—. Tú vienes conmigo.

Akira miró la ropa.

—Soy un renegado herido, Sayuri. Te retrasaré.

—Eres el único que tiene los diarios y entiende la teoría de los sellos explosivos y las trampas de Tateshina —replicó ella—. Yo puedo mantener vivo a Kitsune, pero tú eres el único que sabe cómo... desactivarlo si es necesario.

Ella señaló los diarios.

—Además, leíste el tercer diario, ¿verdad? El del Ritual.

Akira se tensó. ¿Lo sabía?

—Vi cómo lo mirabas cuando entré —dijo ella, sus ojos amarillos de Inuzuka brillando con perspicacia—. Hay algo en ese libro que te asusta. Y si vamos a entrar en la boca del lobo, necesito que me digas qué es. Ahora.

Akira suspiró. El juego había terminado. La verdad era su única moneda de cambio restante.

—El Sello Cero no solo borra el chakra, Sayuri —confesó Akira, su voz baja y grave—. Borra la memoria. Consume el alma. Si Kitsune activa eso... no solo moriremos. Nadie recordará que alguna vez vivimos.

El silencio en la habitación fue absoluto, roto solo por un gruñido bajo de Kuromaru.

Sayuri cerró los ojos un momento, asimilando el horror. Luego los abrió, y en ellos no había miedo, sino una determinación fría y letal.

—Entonces no tenemos opción. —Se colgó la mochila al hombro—. Nos vamos en una hora. 

Destino: El País de los Bosques. Vamos a cazar al zorro antes de que la oscuridad se lo trague.

Akira asintió y comenzó a vestirse, ignorando el dolor de sus heridas. La tormenta ya no se avecinaba; estaban caminando directamente hacia su ojo.

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