---
CAPÍTULO 7 — SOMBRAS DEL DÉCIMO DISTRITO
El amanecer llegó gris, con el cielo enredado en nubes que parecían no querer soltar su carga.
La Academia Kōri se alzaba como una fortaleza en medio del silencio.
Los estudiantes caminaban entre los pasillos con prisa fingida, fingiendo no notar los uniformes negros de los guardias del Distrito Cuatro que ahora vigilaban cada esquina.
El aire olía a desconfianza.
Leónidas se detuvo frente al gran tablón del ala norte, donde se colocaban los anuncios oficiales. Había una nueva orden escrita en tinta roja:
> "Todo club deberá ser revisado y supervisado por al menos un representante de los Distritos.
> La vigilancia es deber de todos."
Él exhaló, sin sorpresa.
—Nos están observando… —murmuró.
A su lado, Souma Aki ajustó sus lentes. No mostraba miedo, solo una calma incómoda.
—Era inevitable. Ellos piensan que somos una amenaza.
—¿Y lo somos? —preguntó Leónidas, medio en broma, medio en serio.
Souma lo miró de reojo, y por un instante, sus ojos reflejaron algo más que intelecto: una especie de tristeza antigua.
—No lo sé aún —respondió—. Pero si lo somos, prefiero descubrirlo antes que ellos.
Leónidas sonrió apenas.
—Entonces el "Club de Conocimiento" va a necesitar más que cuadernos.
---
Esa misma tarde, en la torre central, los líderes de patrulla del Distrito Cuatro se reunían.
Entre ellos, Ryo —el Soberano Dorado— dio órdenes como golpes secos de martillo.
—Patrullen el ala vieja, los pasillos que dan a la biblioteca subterránea, y si ven a Souma Aki, no actúen, solo sigan.
—¿Y el extranjero? —preguntó un vasallo joven.
—El ruso… déjenlo. —Ryo encendió un cigarrillo—. Si la chica es la mente, él es la espada. Quiero ver qué filo tiene antes de romperlo.
En ese mismo momento, Kaoru caminaba sola por el puente que conectaba el Distrito Tres con el Cuatro.
Sus pensamientos la acosaban. Ella había confiado en Leónidas, le había abierto una puerta sin saber qué podría salir.
La nieve le caía en el cabello, derritiéndose lentamente.
De pronto, un sonido metálico.
Se detuvo.
En la baranda del puente, una pequeña insignia oxidada colgaba, como si alguien la hubiera dejado a propósito.
La levantó con cuidado. Era un emblema que no pertenecía a ninguno de los nueve distritos.
Un dragón tallado sobre un círculo invertido.
Y en el reverso, grabado en japonés antiguo:
> *"El Décimo no murió. Solo se durmió."*
Kaoru sintió un escalofrío en la espalda.
—Así que era cierto… —susurró.
---
En el ala norte, el "Club de Conocimiento, Noticias y Observaciones" se reunía por primera vez después de la vigilancia.
La pequeña sala estaba llena de cajas, libros viejos y cables colgando del techo.
Souma revisaba su libreta, mientras Leónidas movía una mesa hacia el centro.
—Tenemos una semana antes de que nos disuelvan —dijo Souma, sin levantar la mirada—.
—¿Disolvernos? —repitió Leónidas.
—Si no demostramos utilidad o neutralidad, nos cerrarán. Lo harán por "seguridad".
La puerta se abrió y una figura entró apresurada: era una chica de cabello oscuro, coleta baja, lentes redondos y voz temblorosa.
—P-perdón por llegar tarde… soy la nueva integrante…
Leónidas alzó una ceja.
—¿Nueva integrante? ¿Quién te aceptó?
Souma sonrió apenas.
—Yo. Dijo que le interesa aprender, no pertenecer. Me pareció suficiente.
La chica hizo una reverencia torpe.
—Soy Nana… no tengo distrito.
Leónidas la miró un segundo y luego soltó una risa ligera.
—Bienvenida, sin distrito. Espero que no temas a los problemas.
Ella tragó saliva.
—Si los temiera… no estaría aquí.
Esa frase quedó flotando. Souma levantó la mirada de sus papeles, y por primera vez, algo cambió en su expresión.
---
Mientras tanto, en los pisos inferiores del edificio abandonado del ala vieja, se oía el eco de pasos.
Una sombra se movía entre los tubos y el vapor.
Era Miyu, la **Princesa Dragón**, vestida con su capa oscura, inspeccionando los túneles olvidados que alguna vez conectaban con el mítico *Distrito Diez*.
A su lado, un guardia del noveno la acompañaba en silencio.
—Estos muros respiran aún —dijo ella, rozando la piedra—.
—¿Cree que… lo que dicen es cierto, Princesa? —preguntó el guardia.
—Lo que creen no importa. Lo que se mueve bajo sus pies, sí.
El guardia se estremeció.
—¿Y si el Décimo… regresa?
Miyu lo miró con serenidad.
—Entonces la Academia volverá a conocer el miedo.
---
Esa noche, Leónidas y Souma regresaban al dormitorio cuando el viento sopló con fuerza.
El campus parecía vacío.
En el camino, vieron una figura encapuchada dejando un sobre en su puerta.
Souma lo abrió con cuidado: dentro había una sola nota escrita a mano.
> "Hay cosas que no deberían recordarse.
> No sigan mirando donde el sol no llega.
> —M."
Souma se quedó inmóvil.
Leónidas la observó, confundido.
—¿Quién es "M"?
Ella guardó la nota.
—Alguien que intenta advertirnos… o silenciarnos.
—¿Y qué harás?
Souma alzó la mirada.
—Seguir mirando.
Leónidas asintió.
—Entonces, me quedaré contigo. Hasta que sepamos qué respira bajo este lugar.
El viento sopló otra vez, levantando la nieve. En el reflejo de una ventana rota, una figura observaba desde lo alto del edificio viejo.
Sus ojos brillaban como brasas entre la oscuridad, y una sonrisa torva se dibujó bajo su capucha.
> *"El Décimo nunca cayó…"*
> *"…solo cambió de forma."*
---
