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Chapter 11 - el pétalo cae

Capítulo 11 — Cuando Aki Perdió la Paciencia

La mañana comenzó con una calma sospechosa.

Demasiado sospechosa.

El sol se filtraba entre las ventanas del viejo salón del club, iluminando un campo de batalla hecho de papeles, cajas, platos, envoltorios y algo que —con suerte— aún era comida.

Hiroto dormía sobre una mancuerna.

Ryo practicaba un "nuevo jutsu" que solo consistía en agitar los brazos mientras gritaba *"poder del espíritu"*.

Ren se estaba tomando selfies con el filtro de "genio del colegio".

Kenji leía en silencio con una taza de café frío al lado.

Takuma estaba en modo padre, intentando que su hermana no pintara las paredes otra vez.

Reina, recostada en una silla, observaba el caos con una mezcla de ironía y agotamiento.

Y en medio de todo, "Leónidas Volkhov" fundador del glorioso *Club del Conocimiento, Noticias y Observaciones*, se preguntaba si no había cometido un error al juntarlos a todos.

—Ok… —dijo, levantando un papel arrugado—. Esto… solía ser la lista de temas de investigación.

—Ahora es arte moderno —respondió Reina, sin despegar la vista del techo.

—Técnicamente es un desastre —añadió Kenji.

—¡Pero un desastre con pasión! —rugió Hiroto, levantándose con energía absurda.

—Calla, músculo con piernas —gruñó Leónidas.

El reloj marcaba las nueve.

Y entonces, el destino decidió moverse.

---

La llegada

La puerta se abrió con un sonido seco.

Un aire frío recorrió el salón.

El silencio cayó como una losa.

Allí estaba "Aki" con su uniforme impecable, el cabello oscuro cayéndole sobre los hombros y una expresión que mezclaba sorpresa… y furia contenida.

Sus ojos, normalmente tranquilos y analíticos, tenían ahora el brillo helado de alguien que había cruzado la delgada línea entre la paciencia y el juicio final.

—…

—…

Nadie dijo nada.

Ni siquiera la niña de Takuma.

Aki miró lentamente el desastre frente a ella: las paredes garabateadas, la mesa cubierta de basura, el ramen seco pegado al techo, y a Ryo usando una escoba como katana espiritual.

Luego, su mirada se posó en Leónidas.

—¿Qué. Es. Esto?

Cada palabra cayó con el peso de un martillo.

Hiroto bajó la cabeza.

Ryo dejó caer la escoba.

Ren se levantó discretamente.

Incluso Reina —la mano derecha de Kaoru, la temida reina del distrito tres— dio un paso atrás.

Leónidas tragó saliva.

—Aki… puedo explicarlo.

—Espero que sí. Porque si no, este club dejará de existir en menos de un minuto.

Su tono era bajo, casi calmado.

Pero cada sílaba venía cargada de electricidad pura.

---

El interrogatorio

Aki se cruzó de brazos.

—¿Quién fue el primero en traer comida al club?

—Eh… técnicamente fue Ryo —dijo Kenji, vendiéndolo sin dudar.

—¡Traicionaste el código del café gratis! —gritó Ryo.

Aki lo miró, y el chico se congeló.

Literalmente.

Parecía que su alma había decidido tomar vacaciones anticipadas.

—¿Quién pintó las paredes?

—La hermana de Takuma —respondió Leónidas rápido.

Aki se giró.

La niña levantó la mano y dijo con una sonrisa:

—¡Era arte de equipo!

Aki suspiró.

—¿Y quién aprobó todo esto?

Todos apuntaron a Leónidas.

Incluso Reina.

Y Hiroto lo hizo con ambas manos.

Leónidas levantó los brazos, desesperado.

—¡Oye, no es justo! ¡Esto es un club democrático!

—¿Ah, sí? —Aki arqueó una ceja—. Entonces la culpa es del líder *democrático*.

Silencio.

Solo se escuchó cómo una hoja caía al suelo.

---El despertar del miedo

Aki dio un paso adelante.

El suelo crujió.

Su sombra se alargó con la luz del pasillo.

—Voy a darles diez segundos para ordenar este lugar.

—¿Y si no…? —preguntó Ren, intentando parecer relajado.

—Entonces convierto este club en la biblioteca dos.

Nadie se atrevió a cuestionar.

En cuestión de segundos, el salón del caos se transformó en una escena de guerra relámpago.

Ryo barriendo como si su vida dependiera de ello.

Hiroto cargando muebles.

Kenji reorganizando papeles con precisión quirúrgica.

Takuma lavando tazas en el baño del pasillo.

Ren usando su teléfono para pedir limpieza profesional (aunque lo canceló por miedo al costo).

Y Reina… Reina fingiendo que supervisaba, pero en realidad temblando levemente.

—No puedo creer que tenga miedo de una chica bajita con gafas —murmuró Reina.

Leónidas, a su lado, respondió en voz baja:

—Tú no entiendes. Esto no es una chica. Esto es la encarnación del orden.

---Una tregua silenciosa

Pasaron dos horas.

El club estaba limpio.

Demasiado limpio.

Brillaba, olía a desinfectante y paz.

Aki, de pie en la puerta, inspeccionó cada rincón.

Luego suspiró.

—Bien. Esto parece un club de verdad otra vez.

Todos suspiraron con alivio.

Ryo se dejó caer en una silla.

Hiroto levantó un pulgar, agotado.

Takuma se sentó con su hermana dormida en el regazo.

Ren soltó el aire como si acabara de sobrevivir a un examen de vida o muerte.

Aki se giró hacia Leónidas.

—No esperaba menos del fundador. Pero si esto vuelve a pasar, serás tú quien lave cada pared. Con un cepillo de dientes.

Leónidas tragó saliva.

—Anotado.

Reina, intentando romper el hielo, habló:

—Eres bastante estricta, Aki.

—Solo con los que pueden hacerlo mejor —respondió Aki, mirándola directo a los ojos.

Reina apartó la mirada.

Por primera vez, *ella* fue quien bajó la cabeza.

---El respiro después del desastre

Cuando Aki se fue a entregar unos papeles, el grupo quedó en silencio.

Hasta que Hiroto habló, casi en susurro:

—¿Alguien más sintió que casi muere de miedo, pero al mismo tiempo… se enamoró un poco?

Ryo levantó la mano.

—Confirmo. Fue aterrador. Pero también… inspirador.

Ren se rió.

—Inspirador hasta que vuelva mañana y vea otra taza fuera de lugar.

Kenji asintió.

—Deberíamos hacerle un altar.

Leónidas bufó.

—Deberían hacerme un altar a mí por sobrevivirla.

Reina sonrió apenas.

—Eso sí. Fuiste valiente, Volkhov. Aunque imprudente.

Leónidas levantó una ceja.

—¿Eso fue un cumplido?

—No. Fue un diagnóstico.

---La escena final

Al final del día, Aki volvió al salón.

Ya estaba oscuro.

Los demás se habían ido.

Solo Leónidas quedaba, ordenando unas carpetas.

Ella se detuvo en la puerta y lo observó por unos segundos.

Él no la vio, pero sonrió levemente mientras acomodaba el escritorio.

Parecía tranquilo.

Aki cruzó los brazos, murmurando:

—Idiota.

Pero sus labios se curvaron apenas en una sonrisa.

Sabía que, a pesar del caos, ese grupo extraño funcionaba.

Y aunque no lo admitiría nunca… le gustaba cómo ese salón ya no parecía solo un espacio vacío.

Ahora tenía vida.

Y eso, aunque la sacaba de quicio, la hacía sentir menos sola.

Cerró la puerta con cuidado y se fue, dejando atrás el eco suave de sus pasos.

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