Día 3 – Amanecer
El aire estaba fresco y quieto. Entre los troncos recién cortados se filtraba la luz anaranjada del amanecer. Oscar abrió los ojos con un leve dolor en el cuello; Yumi dormía acurrucada a su lado, la cabeza contra su pecho. Por un momento no dijo nada, solo escuchó el viento pasar por las hojas.
Se movió despacio, cuidando no despertarla, pero ella murmuró algo entre sueños.
—おはよう… (Ohayō… buenos días).
Oscar soltó un suspiro, medio riendo por lo bajo.
—Buenos días… sí, ya amaneció.
Se incorporó, revisó el reloj. 06:13.
El estómago le rugió. Buscó una de las barras energéticas que habían encontrado el día anterior y le dio la mitad a Yumi cuando abrió los ojos del todo.
—Come. No es mucho, pero aguanta.
Ella asintió, masticando con calma.
El silencio entre los dos ya no era incómodo; era de esos que pesan poco, que se entienden solos.
Después de beber un poco de agua, Oscar se levantó y se colgó el arco al hombro.
—Voy a buscar algo de carne. —La miró—. Vente. Te voy a enseñar a usar esto.
Caminaron entre los árboles húmedos, el suelo cubierto de hojas secas. El bosque todavía estaba medio dormido, apenas se oían pájaros. A unos veinte minutos del refugio, Oscar se detuvo.
—Aquí. —Le pasó el arco a Yumi. Ella lo tomó con cuidado, torpe—. Así no, mira. —Le acomodó los dedos sobre la cuerda, el pulgar sobre el índice—. Tensá con el brazo, no con el hombro.
—こう? (¿Así?)
—Exacto. No lo sueltes todavía, apunta. Mira donde querés que pegue, no la flecha.
Ella soltó, y la flecha cayó a dos metros frente a ellos.
Oscar negó con la cabeza, sonriendo apenas.
—Bueno, peor sería que me dieras a mí.
Yumi frunció el ceño, repitió el movimiento, esta vez con más fuerza. La flecha salió recta, clavándose en un tronco.
Oscar asintió despacio.
—Eso. Vas entendiendo.
Pasaron una hora practicando hasta que el reloj vibró.
📢 ISAC: "Detección de movimiento animal a 32 metros al noreste."
Oscar levantó la vista.
—Venado. —Susurró—. No te muevas.
Avanzó en silencio, con Yumi detrás. Tensó la cuerda, respiró hondo y soltó.
La flecha cruzó el aire con un silbido y se clavó en el costado del animal. Cayó a unos metros.
—いいね… (Bien hecho…) —murmuró ella, sorprendida.
Oscar solo bajó el arco y se acercó a rematar rápido, sin decir palabra.
Entre los dos cargaron el cuerpo hasta el refugio. El sudor ya les corría por la frente.
📢 ISAC: "Nuevo recurso: carne fresca – Tier 1. Puede conservarse al fuego o en zona fría."
Oscar dejó el cuerpo cerca del claro.
—Primero los muros, luego la carne. —Se limpió las manos—. Si queremos dormir tranquilos, necesitamos esto cerrado.
Encendieron la fogata y bebieron un trago de agua antes de empezar.
El reloj proyectó un holograma translúcido frente a Oscar: líneas naranjas formando rectángulos sobre el terreno.
📢 ISAC: "Modo de construcción activado. Requerimiento: 120 unidades de tronco – perímetro Este."
—Empecemos por este lado —dijo, señalando hacia donde el sol pegaba de lleno.
Pasaron las siguientes horas midiendo, cortando y arrastrando troncos. El sonido de las hachas se mezclaba con los jadeos y el crujir de la madera cayendo.
Cada tanto Yumi lo miraba con las manos temblando del esfuerzo.
—もう少し… (Solo un poco más…) —susurró.
Oscar se detuvo, apoyando el hacha.
—Tómate cinco minutos. Te vas a joder los brazos si sigues así.
Ella asintió, sentándose cerca del muro a medio levantar. El sol ya estaba alto, y el aire empezaba a sentirse pesado.
Fue entonces cuando Oscar lo notó.
Entre los árboles, a unos treinta metros, algo se movía. No rápido. No escondido. Solo… observando.
Una figura delgada, pálida, cubierta de barro seco. Los ojos hundidos, fijos en ellos. No hacía ruido. No se acercaba más.
Yumi lo vio también.
—あれは… (Eso es…)
Oscar levantó la mano, haciendo que no se moviera.
📢 ISAC: "Entidad detectada. Patrón: hostil. Sin agresión directa."
Oscar lo miró unos segundos. El tipo —si aún podía llamarse así— solo los observaba, quieto como una sombra.
Tomó un pedazo de carne cruda del venado, lo sostuvo en la mano, y sin pensarlo, lo lanzó hacia él.
El trozo cayó entre las hojas, a unos metros del caníbal. Este giró la cabeza lentamente hacia la carne, luego hacia Oscar. No hizo sonido alguno.
Permaneció inmóvil unos segundos más… y al final, dio dos pasos adelante. Se agachó, tomó el trozo con una mano huesuda, y retrocedió.
Desapareció entre los árboles sin emitir un ruido.
📢 ISAC: "Evento registrado. Interacción no hostil con entidad hostil. Nivel de amenaza: estable."
El silencio que siguió fue espeso.
Oscar respiró despacio.
—No sé si hice una pendejada o una tregua.
Yumi lo miró sin saber qué decir, solo asintió despacio.
Terminaron de colocar los últimos troncos antes de que el sol cayera. El muro Este quedó completo, firme, aunque irregular.
Encendieron la fogata. La carne del venado chispeó al contacto con las llamas, llenando el aire de olor a humo y grasa.
Oscar se sentó con la espalda contra un tronco. Yumi, a su lado.
El bosque parecía quieto, pero ambos sabían que algo, en alguna parte, los seguía mirando.
📢 ISAC: "Progreso de construcción: 25%. Estado del perímetro: parcialmente seguro."
Oscar miró el fuego un rato más antes de cerrar los ojos.
—Mañana seguimos. —dijo en voz baja—. Y esta vez… si vuelve, quiero saber qué carajos quiere
Día 4 – Construcción y vigilancia
El sol ya se levantaba cuando Oscar y Yumi salieron a trabajar. El ala norte del muro empezaba a recibir troncos y refuerzos, y el ritmo era más fluido que el día anterior. Oscar volteaba con frecuencia hacia el bosque, atento al más mínimo sonido.
Durante la mañana, en distintos puntos del perímetro, aparecían figuras. Caníbales de piel oscura, de marcas terrosas, semiescondidos entre los troncos, observaban el avance de la base. Algunos se mantenían casi inmóviles, camuflados entre arbustos, solo sus ojos brillando con luz tenue al captar los movimientos de los constructores.
Uno en particular se adelantaba un poco: emergía detrás de un tronco caído, vigilando cada golpe de hacha. Pero cada vez que se acercaba demasiado, se detenía, miraba hacia otro lado, retrocedía ligeramente, manteniéndose justo en el límite donde no podía ser alcanzado.
El caníbal "neutral", el que ya había visitado antes, se ubicaba un poco más atrás, observando esas apariciones con gesto serio, rígido. Cuando alguno de los otros caníbales cafés intentaba acercarse demasiado a la base, el neutral intervenía: gritaba bajo, se puso en cuclillas, los empujaba con su presencia, obligándolos a retroceder.
De esa forma, el muro avanzaba: segmentos de tronco encajados uno tras otro, cuerdas tensadas, soportes de piedra anclados al suelo. Oscar y Yumi trabajaban a buen paso, conscientes de que no solo lo que construían contaba, sino quién lo miraba.
Al atardecer, el muro norte estaba casi completo. Solo faltaba cerrar un tramo pequeño. Oscar dio los últimos golpes, Yumi ajustó los postes. En el claro quedó un silencio pesado, cargado de vigilancia.
En el límite del bosque, el neutral se mantuvo en pie, erguido, mirándolos. Los otros caníbales cafés se dispersaron hacia la espesura, pero sus ojos aún podían verse entre las ramas, vigilando el refugio.
El crepúsculo cayó. La base respiraba dentro de su prisión de troncos, y afuera, la sombra del caníbal neutral desapareció lentamente entre los árboles.
Día 4 – Construcción y vigilancia
El sol ya se levantaba cuando Oscar y Yumi salieron a trabajar. El ala norte del muro empezaba a recibir troncos y refuerzos, y el ritmo era más fluido que el día anterior. Oscar volteaba con frecuencia hacia el bosque, atento al más mínimo sonido.
Durante la mañana, en distintos puntos del perímetro, aparecían figuras. Caníbales de piel oscura, de marcas terrosas, semiescondidos entre los troncos, observaban el avance de la base. Algunos se mantenían casi inmóviles, camuflados entre arbustos, solo sus ojos brillando con luz tenue al captar los movimientos de los constructores.
Uno en particular se adelantaba un poco: emergía detrás de un tronco caído, vigilando cada golpe de hacha. Pero cada vez que se acercaba demasiado, se detenía, miraba hacia otro lado, retrocedía ligeramente, manteniéndose justo en el límite donde no podía ser alcanzado.
El caníbal "neutral", el que ya había visitado antes, se ubicaba un poco más atrás, observando esas apariciones con gesto serio, rígido. Cuando alguno de los otros caníbales cafés intentaba acercarse demasiado a la base, el neutral intervenía: gritaba bajo, se puso en cuclillas, los empujaba con su presencia, obligándolos a retroceder.
De esa forma, el muro avanzaba: segmentos de tronco encajados uno tras otro, cuerdas tensadas, soportes de piedra anclados al suelo. Oscar y Yumi trabajaban a buen paso, conscientes de que no solo lo que construían contaba, sino quién lo miraba.
Al atardecer, el muro norte estaba casi completo. Solo faltaba cerrar un tramo pequeño. Oscar dio los últimos golpes, Yumi ajustó los postes. En el claro quedó un silencio pesado, cargado de vigilancia.
En el límite del bosque, el neutral se mantuvo en pie, erguido, mirándolos. Los otros caníbales cafés se dispersaron hacia la espesura, pero sus ojos aún podían verse entre las ramas, vigilando el refugio.
El crepúsculo cayó. La base respiraba dentro de su prisión de troncos, y afuera, la sombra del caníbal neutral desapareció lentamente entre los árboles.
El amanecer se filtraba apenas entre las hojas, tiñendo de dorado la lona verde que cubría el refugio. El suelo estaba húmedo, lleno de hojas secas que crujían con el menor movimiento.
Oscar despertó primero, envuelto en una manta áspera. Giró un poco y notó que Yumi dormía a su lado, muy cerca, respirando tranquilo, con la cabeza apoyada sobre su brazo. Se quedó quieto unos segundos, mirando el techo improvisado de ramas y lona que se movía con el viento.
El cuerpo le dolía por completo; el trabajo físico del día anterior lo había dejado molido.
Deslizó el brazo con cuidado, se incorporó y salió del refugio. Afuera, el bosque seguía igual de silencioso que siempre, pero había algo en el aire… una calma densa, como si el entorno los observara.
Avivó las brasas del fuego con un palo y colocó una olla metálica vieja con un poco de agua. Abrió su mochila: quedaban dos latas medio abolladas, algo de carne seca y un paquete de galletas duras.
Cuando Yumi salió del refugio, se frotaba los brazos por el frío.
—(おはよう…)Ohayō… (Buenos días) —dijo con voz somnolienta.
Oscar le pasó la taza con agua caliente y señaló las latas.
—Desayuno de lujo —murmuró.
Ella sonrió apenas.
Comieron en silencio, sentados sobre las piedras frente al fuego, mientras el humo se mezclaba con la niebla de la mañana.
Cuando terminaron, Oscar revisó su arco. Lo tensó, midió la cuerda y luego miró a Yumi.
—Hoy vas a practicar. Si te toca cazar sola, no quiero que falles.
Ella asintió con una mezcla de duda y concentración. Pasaron buena parte de la mañana en el claro, practicando con un muñeco improvisado de paja. Las flechas silbaban entre los árboles, fallando al principio, pero mejorando con cada intento.
—(もっと強く…下を狙って)Motto tsuyoku… shita o neratte. (Más fuerte… apunta abajo).
—Entendido —respondió ella ya en español, pronunciando con esfuerzo.
Al mediodía, con algo de carne fresca en la mochila, regresaron al refugio. El sol golpeaba fuerte, y ambos sabían lo que venía: trabajo pesado.
Había que continuar la muralla. Cuatro metros por sección, cien metros en total para rodear el perímetro.
El sonido del hacha y los golpes del martillo casero llenaban el bosque.
A veces, Yumi canturreaba por lo bajo en japonés, casi como si quisiera espantar el cansancio. Oscar solo la escuchaba mientras colocaba otra estaca en el suelo.
Todo iba bien… hasta que Oscar sintió esa mirada.
Esa presión silenciosa que eriza la piel.
Giró.
A unos metros, entre las sombras de los pinos, el mismo caníbal delgado observaba.
Quieto.
Respirando apenas.
Oscar no se movió. Soltó el hacha despacio y fue hacia la fogata. Tomó un pedazo de carne cocida y lo lanzó cerca del borde del claro.
El caníbal ladeó la cabeza, desconfiado. Avanzó lento, agachado. Olfateó la carne y la tomó.
Por un momento, sus ojos se cruzaron con los de Oscar.
Ni odio, ni hambre. Solo una mirada vacía, curiosa.
Luego retrocedió y desapareció entre los árboles.
Yumi lo había visto todo.
—(また来た…)Mata kita… (Ha vuelto…).
—Sí —respondió Oscar, limpiándose el sudor—. Pero no atacó.
El resto del día pasó sin sobresaltos. El sol cayó y el bosque se tiñó de sombras.
Encendieron el fuego central, colgaron la carne sobrante y ajustaron la lona del refugio para tapar el viento.
Cuando se sentaron junto a la fogata, el cansancio los dominaba.
—(お肉を…食べたね)Oniku o… tabeta ne. (Se comió la carne, ¿verdad?)
—Sí… y volverá —dijo Oscar, mirando el fuego—. Nadie come gratis en este bosque.
El crepitar del fuego fue lo último que se oyó antes de dormir.
Y más tarde, ya en la oscuridad total, se escucharon pasos lentos cerca del campamento.
Arrastrados. Precavidos.
Oscar abrió los ojos, pero no se movió.
El sonido se detuvo justo afuera del refugio… y luego se alejó.
