[Ubicación: Vestíbulo de Blackwood Manor] [POV: Leo Vance - Primera persona]
Ahí estaba. La última pieza del rompecabezas. Un renacido. La criatura más aterradora del manual para un cazador solitario, pero irónicamente, la más segura para un grupo de espectadores aterrorizados. Un Revenant elige un objetivo y se obsesiona con él, volviéndose increíblemente rápido y letal cuando ese objetivo está a la vista, pero casi dócil con los demás. Y en ese momento, yo era el plato principal en su menú de odio.
"¿Qué quieres decir con que su objetivo eres tú?" Nate susurró, con voz temblorosa, pero sin apartar los ojos de la aparición en lo alto de las escaleras.
"Quiero decir que a nuestro amigo Cornelius no le importa menos tu dinero, tus escándalos o tus problemas del primer mundo", expliqué, manteniendo mi voz baja y tranquila, mi mirada fija en el fantasma. "Él me ha elegido. Probablemente porque soy el único que le ha faltado el respeto lo suficiente. Lo que significa que estás a salvo... siempre y cuando no te interpongas en su camino".
La figura de Cornelius Blackwood comenzó a descender lentamente por la escalera, sus pies fantasmales no hacían ruido en los escalones de madera. Sus ojos vacíos estaban fijos en mí, una promesa silenciosa de violencia.
"El plan cambia ligeramente", dije, sin mover un músculo. "Cuando digo 'ahora', no cuando se apaga el flash, quiero que te des la vuelta y camines, no corras, hacia la puerta principal. Ábrelo y sal. No te prestará atención".
"¿Caminar?" Blair siseó, incrédulo. "Quieres que le demos la espalda... eso?"
"Confía en mí", dije, mi voz adquiriendo un tono de autoridad que silenció cualquier protesta adicional. "Está jugando conmigo, no contigo. Si corres, crearás pánico, y el pánico es energía para él. Camina con calma. Demuéstrale que no tienes miedo". Una mentira, por supuesto, pero necesaria.
El fantasma llegó al final de la escalera, deteniéndose a unos tres metros de mí. El frío que emanaba de él era tan intenso que me dolían los dientes. Pude ver cada detalle de su rabia espectral, la forma en que sus manos translúcidas se apretaron en puños, la mueca de odio en su rostro demacrado.
"Prepárate", susurré al grupo detrás de mí. Los sentí tensos, un manantial de miedo a punto de estallar.
Esperé. Dejé que el silencio se extendiera, la tensión se acumulara hasta que fuera casi insoportable. El Revenant dio un paso hacia mí. Luego otro.
"Ahora."
El efecto fue inmediato. El grupo se volvió como uno solo. Podía escuchar sus pasos vacilantes en el piso de madera, un sonido que era música para mis oídos. Chuck, Nate, Dan, Serena y Blair, caminando hacia la puerta principal mientras el depredador alfa del mundo de los espíritus estaba a solo unos metros de ellos, ignorándolos por completo.
El fantasma siseó, su rabia creció a medida que sus otros juguetes se alejaban. Su atención se centró por completo en mí. Podía sentir la presión en el aire, la energía que se acumulaba para un ataque.
Levanté mi cámara. "Hola, Cornelius. ¿Sabes lo que odio de los fantasmas como tú?"
La figura se detuvo, inclinando la cabeza.
"Eres terriblemente predecible".
Presioné el botón.
El flash de la cámara explotó, un estallido de luz blanca pura que iluminó cada rincón del vestíbulo. En ese instante de ceguera temporal, el Revenant dejó escapar un grito de furia y dolor, retrocediendo ante el repentino estallido de energía.
Ese fue mi momento.
No corrí. Me deslicé. Con un movimiento que había practicado cientos de veces, me deslicé hacia atrás, manteniendo el contacto visual con el borrón brillante donde había estado el fantasma. Los aparecidos son rápidos, pero solo cuando te ven. Romper el contacto visual es una sentencia de muerte.
"¡LA PUERTA!" Grité, mi voz resonando en el vestíbulo.
Escuché el glorioso sonido del pesado cerrojo de la puerta principal al abrirse. Nate y Chuck habían puesto todo su peso en ello. La puerta se abrió con un crujido, dejando entrar el aire fresco y limpio de la noche y la tenue luz gris del amanecer que comenzaba a romper.
El fantasma se estaba recuperando del destello. Su forma comenzó a solidificarse nuevamente, su grito se convirtió en un gruñido bajo y amenazante. Se lanzó hacia adelante.
It was then that the dawn light touched the threshold of the door.
The entity stopped dead in its tracks, as if it had hit an invisible wall. It hissed, recoiling from the daylight like a movie vampire. Sunlight is the ultimate purifier, the natural enemy of these creatures of the night.
I laughed, a genuine, triumphant laugh. "Playtime's over, buddy."
I walked backward slowly, never turning my back, until my heels touched the door threshold. The Revenant watched me from the shadows of the foyer, helpless, its hatred burning in the darkness.
"It's been a pleasure," I said with a mocking bow. "We'll play again another day."
And with that, I turned and walked out of Blackwood Manor, closing the door behind me.
[Location: Outside Blackwood Manor][POV: Third Person]
They stepped out into the fresh dawn air as if they had been reborn. The sky was tinged with pink and orange hues, and the sound of birds beginning to sing had never sounded so sweet. They were dirty, disheveled, and emotionally shattered, but they were alive.
Immediately, their phones came to life. Signal bars appeared, followed by an avalanche of notifications, messages, and missed calls. The real world, with its rules and logic, had returned.
They stood there for a moment, in silence, processing the unreality of the night. They looked at the imposing, dark mansion, which now seemed simply old and abandoned in the daylight, stripped of its nocturnal terror.
Leo Vance was the last to emerge, closing the door with a finality that seemed to seal the nightmare inside. He stretched, yawning as if he had just woken up from a good night's sleep. His camera hung around his neck, the lens still pointing forward like a trophy.
"Well, that was productive," he said, looking at his camera screen and rewinding the footage. A satisfied smile lit up his face. "A perfect shot of a Revenant in full manifestation. This is going straight to the front page of my journal."
The group looked at him. There was no longer fear in their eyes, but a mixture of awe, disbelief, and grudging respect. This strange, exasperating boy had saved them. He had danced with death and laughed in its face.
"You..." Blair began, searching for words. "Are you... completely insane?"
Leo looked at her and winked. "Insane is just a word for people who don't understand fun. I prefer 'enthusiastic.'"
The sound of a car approaching up the driveway interrupted them. Chuck's limousine, which they had left abandoned, was returning. The chauffeur, having finally received his boss's signal, had come back to pick them up.
Leo put his camera back in his backpack. "Well, looks like your carriage has arrived. I guess this is goodbye." He turned to leave, walking down the gravel path as if nothing had happened.
"Wait!" Serena called out.
Leo stopped and turned, an eyebrow raised.
"Who are you?" she asked, her voice soft but insistent. "Really."
Leo Vance looked at all of them, the teenage royalty of Manhattan, the characters he had known in another life. He saw the question in all their eyes. He saw the beginning of a new and dangerous curiosity.
He gave them one last enigmatic smile, the smile of someone who holds the world's most incredible secret.
"I'm Leo Vance. And I go to St. Jude," he said simply. "See you in class."
And with that bombshell, he turned and continued on his way, leaving behind a group of teenagers whose worldview had just been shattered and rebuilt, and with the certainty that their lives, from that moment on, would never be boring again. The real hunt, it seemed, had just begun.