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Chapter 5 - Capítulo 5: Primera batalla en solitario (con ladrillo incluido)

Rick abrió los ojos con una sensación extraña. Como si algo estuviera mal… o mejor dicho, como si algo no estuviera bien. Lo primero que notó fue la falta de un techo etéreo iluminado por neones flotantes, la ausencia de sus consolas alineadas en la estantería y, sobre todo, el vacío absoluto donde debía estar su cuarto virtual onírico.

—...¿Eh?

Parpadeó varias veces, esperando que el entorno se "cargara". Nada. Solo el mismo techo de chapa improvisada, con manchas de humedad y óxido compitiendo por territorio.

Se sentó de golpe.

—¿Cómo que no aparecí en mi cuarto digital? ¡¿Dónde están mis pantallas, mi música synthwave, mi PC gigante con specs irreales?! ¡¡Ni siquiera hay neblina azul tenue!!

Silencio.

Frustración.

Rick miró alrededor como un niño que descubre que Papá Noel no existe, si no que fuera un tio lejano que estaba borracho en noche buena y el dia siguiente notaras que te robó el celular.

Se tiró nuevamente sobre el camastro, pero un crujido metálico en la esquina de la habitación lo congeló. Instintivamente buscó su pistola, pero esta seguía descargada —la había dejado encima de la caja/mesa la noche anterior—. Solo tenía su chaqueta a mano, su mochila... y su ladrillo.

Sí. Ese ladrillo.

Rick giró la cabeza, y entonces lo vio.

Una rata enorme, del tamaño de un perro mediano, salió de entre la basura del rincón como si la habitación también fuera suya. Tenía ojos brillantes, colmillos amarillentos, y un trozo de algo muerto en la boca. Su lomo estaba cubierto de parches sin pelo, y su cola se arrastraba como un látigo flácido, con espuma cayendo de su boca, claramente no recibio sus vacunas contra la super rabia que seguro existia en este mundo.

Rick se quedó inmóvil.

La rata lo miró.

Se vieron mutuamente durante un eterno segundo.

Y entonces, como buen gamer, Rick decidió que ese momento era un combate uno contra uno. Como los viejos tiempos. Sin HUD. Sin aliados. Solo él, su alma, y una pieza de construcción olvidada.

—¿Así que este es mi primer "enemigo de zona baja"? —susurró—. Ok. Entonces lo haremos a la antigua. Hardcore mode, sin tutorial. Primera sangre. Let's go.

La rata gruño, erizando su lomo, y dio un paso hacia él.

Rick se deslizó por el camastro, tomó el ladrillo de su chaqueta con una precisión que habría envidiado cualquier carterista, y se paró con una pose que solo podría describirse como nivel Alan Wake mezclado con Trevor de GTAV.

—¡Ven, rata bastard*! ¡Es hora del BRIK-ULTRA!* ¡El arma definitiva que todo RPG subestima!

La criatura saltó.

Rick lanzo.

El ladrillo trazó un arco perfecto en el aire, silbando levemente como si supiera que estaba haciendo historia.

¡CRACK!

El golpe fue seco, certero y brutal. El ladrillo impactó en el costado del cráneo del roedor con una fuerza amplificada por la adrenalina y la desesperación de no tener un maldito cuchillo decente. El cuerpo cayó inerte, soltando un espasmo final.

Rick, con el ladrillo aún en alto, jadeó.

La sangre del enemigo —negra, espesa, con olor a aceite rancio— manchaba la pared.

Silencio otra vez. Solo que esta vez... era un silencio ganado.

Rick bajó el brazo. Miró su mano. Miró el ladrillo.

—...te llamaré Bricksen.

Se sentó, agotado, con el cuerpo temblando más de lo que admitiría. La emoción del combate se mezclaba con algo más profundo: una chispa nueva. No orgullo. No alegría. Autenticidad.

Porque ese momento, ese acto, no fue una cinemática.

No hubo música épica, ni efecto de cámara lenta. Solo él, su miedo, su instinto, y un trozo de piedra cocida.

Y sobrevivió.

"Primera sangre obtenida", el ghoul lapidado no cuenta.. pensó… bueno era una rata mutante, irrelevante toda su vida y muerte al parecer.

Aunque no apareció ningún mensaje.

Pero no necesitaba verlo.

Ya no tanto.

**

El sol no salía del todo en la Arca. O al menos, no como Rick estaba acostumbrado. Lo que se colaba por las hendijas de su choza era una luz pálida, sucia, que pasaba a través de capas de polvo, techos corroídos y nubes permanentes. No había pájaros cantando. No había camiones pasando por la avenida. Solo ese murmullo eléctrico y lejano de generadores viejos… y alguna que otra pelea doméstica en lenguaje gutural entre vecinos mutantes.

Rick se desperezó como un gato viejo. El hombro derecho le dolía —quizá por dormir abrazado a su mochila, o por el swing brutal con el que reventó la cabeza de la rata gigante hace unos minutos—. Se sentó en el borde del camastro y suspiró.

—Un nuevo día en el paraíso —murmuró—. Sin logros. Sin misiones. Sin mapa.

Se frotó los ojos y miró hacia la esquina donde había matado a la rata.

Ahí seguía. El cadáver frío, encogido, con un hilo oscuro aún escapando por el costado de su hocico. Una mosca zumbaba cerca, pero no se atrevía a posarse. El insecto zumbaba con precaucion. O temía lo que había pasado ahí.

Pero no fue la rata lo que le llamó la atención.

El ladrillo.

El mismo que había lanzado con furia, que había impactado con gloria. Estaba aún ahí, manchado y descansando como un fiel perro guardián.

Rick entrecerró los ojos.

Bajó la mirada a su mano derecha.

Otro ladrillo. Nuevo. Íntegro. Pesado.

—...¿Eh?

Lo sostuvo en alto, lentamente.

Mismo color. Misma textura. Misma imperfección en la esquina inferior izquierda.

—¡¿Tengo regeneración de ladrillos activada?! —susurró, con una mezcla de risa y temor.

Y entonces lo recordó.

En la habitación virtual, al principio… cuando revisaba los logros desbloqueados tras dormir el primer dia que llego a este mundo. Ese panel brillante, donde luego de la explicacion del logro en la pantalla de inventario atenuada, que no lo dejaba meter o sacar nada, brillo las estadisticas de aquel ladrillo.

Arma vinculada: Ladrillo Mk.IPropiedad: Rick ZaeriRegenerativo: SíTiempo de reposición: 12 segundos aprox.Afinidad: 7%Consejo del sistema: "No subestimes el poder de lo simple."

—La vieja confiable —murmuró, y sonrió.

Dejó el nuevo ladrillo sobre la "mesa" —junto al otro, ya usado— y se preparó un desayuno rápido con lo poco que tenía: más papeo, más sorbos del destilado con olor a solvente, por su mente surgio la idea de que si ya que estaba en este mundo roto, tendria que asar a la rata tambien, despues de todo su cuerpo era su "botin de guerra". Descarto la idea, aun no estaba tan desesperado, asi que se levanto y se dirigio a monton de chatarra en la esquina de su casa, de donde habia spawneado.

Y entonces, mientras rebuscaba entre los restos de basura, encontró un pedazo de papel. Sucio, pero no ilegible. Era una hoja vieja, probablemente arrancada de algún cuaderno técnico o manual industrial. Al reverso, había un diagrama borroso de una máquina, pero la parte en blanco era lo que le interesaba.

Rick sonrió.

—Te encontré.

Sacó un lápiz corto y mordido, lo había guardado la noche anterior sin pensar demasiado, y se sentó con las piernas cruzadas en el suelo de tierra. Puso el papel sobre un tablón liso y empezó a dibujar con cuidado. Esbozó lo que recordaba del mapa del juego. Lo que sabía. Lo que intuía.

—Zona chatarra al este… por donde encontramos el TomatoMart en el juego. Check.La armería está cerca del edificio principal… check.Campo de tiro al sur, justo donde casi me amenazan tres idiotas… check.El Arca en sí, dividida por secciones no oficiales: zona de comercio, almacenes, y la zona de Iridia, que claramente no aparece en ningún mapa oficial.

Mientras trazaba con precisión obsesiva, murmuraba para sí, como si estuviera en un stream en vivo con mil espectadores invisibles:

—Acá puede estar el pasaje secreto al viejo túnel… lo encontrás si hacés zoom en el juego y rotás la cámara detrás del contenedor azul. Sí, ese glitch visual nunca lo arreglaron.

Cuando terminó, se quedó mirando su mapa improvisado.

Estaba lleno de líneas torcidas, manchas de grasa y anotaciones como:

"Zona caliente – evitar sin equipo"

"Probable escondite de loot raro (versión beta)"

"NPC hostil: tatuajes + brazo huesudo = actitud de mierda"

"NO OLVIDAR: Iridia = jefa. No provocar. Aún."

Rick apoyó la espalda contra la pared y exhaló despacio. No era mucho. Era papel sucio y recuerdos medio fundidos con fantasía.

Pero era algo.

Un intento de control. Un intento de comprender este mundo sin depender del capricho de su "don", que aún no entendía ni controlaba. Porque si no iba a recibir un mapa automático, entonces se haría uno.

La vieja confiable. Papel y lápiz. Como en los JRPGs antes de que existiera el minimapa.

Miró su mapa otra vez. Luego el ladrillo. Luego los dos ladrillos. Sonrió.

—Igual y tener una casa entera de ladrillos no sería tan mala idea —dijo—. O una armadura. Una granada. Una... ¿espada? ¿Ladrillo largo?

Su risa se apagó al instante.

Porque en el fondo sabía que esa era su forma de defenderse.

Rellenaba el vacío con bromas, con lógica gamer, con tutoriales imaginarios. Porque si aceptaba lo que realmente estaba viviendo —que estaba solo, sin aliados, sin reglas claras, en un mundo podrido y hostil— el miedo lo tragaría como una pantalla de Game Over sin opción de reintentar.

Así que volvió a mirar su mapa, ahora con más calma.

—Vamos paso a paso, Rick. Hoy mapas. Mañana… algún tipo de propósito.

Y dejó que el silencio llenara la habitación. Por ahora.

Porque en algún rincón de su mente, una voz distorsionada respiraba.

Observaba.

Esperaba.

**

En el camino al anciano para recibir alguna mision de el si tiene suerte, recordo que no podia estar en el arca sin conocer al npc mas importante..

Un taller con una fachada cuidada, detras un doble portón metálico y una cortina de vapor constante. Rick llegó allí guiado por un cruce de intuición, señales mal pintadas y el vago recuerdo de haber visto este rincón en la cinemática introductoria del juego.

—Si esto no es un laboratorio secreto de sabiduría posapocalíptica, no sé qué es —murmuró antes de tocar la chapa oxidada con los nudillos. 

La puerta se abrió con un chirrido casi teatral. Del interior emergió un resplandor anaranjado y el olor a aceite caliente, ozono, y algún metal fundido que le recordaba su vieja tostadora.

Y en medio del caos, lo vio.

Hammon.

Más alto de lo que Rick imaginaba. Más serio. Ojos que parecían hechos para leer circuitos, no emociones. Llevaba un delantal lleno de herramientas y una llave inglesa del tamaño de una pierna colgando del cinturón.

—Rick Zaeri —dijo el mutante, sin presentaciones—. El nuevo. El humano sin radiación.

Rick levantó una mano, medio saludo, medio reflejo de defensa.

—Presente. ¿Quién me puso en tu radar? ¿El Anciano? ¿Dux con su boca grande?

Hammon sonrió apenas, como si la chispa de humor fuera una variable matemática más.

—Tú. Tú me pusiste en mi radar. Hay patrones que no se pueden ignorar. Máquinas que responden diferente cuando estás cerca.

Rick parpadeó.

—¿Eh…? ¿Tipo… fallos?

—Tipo ecos.

Hammon dio un par de pasos más cerca, tomando una pequeña caja de metal de una mesa lateral. La abrió. Dentro, cinco balas cuidadosamente envueltas en un trapo.

—Tu arma básica es lamentable. Pero la munición no lo será —dijo, y le ofreció las balas—. Considera esto un regalo.

Rick tomó las balas con respeto. No había recibido tantas cosas sin tener que desbloquearlas primero.

—Gracias… en serio. Esto viene bien. No tengo aún inventario automático, así que todo lo que me das lo siento en los bolsillos. Literal.

Hammon no preguntó a qué se refería.

En su lugar, se sentó en una banca de acero y encendió una lámpara vieja que colgaba del techo.

—Muchos aquí no entienden el flujo de las cosas. Solo creen que la Arca sobrevive porque el Anciano respira y da órdenes. Pero si el generador falla, si la bomba de agua colapsa, si los ghouls rompen las barreras exteriores…

—...todo se va al carajo —completó Rick, más serio.

Hammon lo miró, como si evaluara esa respuesta con una ecuación en el aire.

—Exacto. Necesitamos manos que piensen y pies que se muevan antes de que el peligro toque la puerta.

—¿Y creés que yo soy uno de esos?

Hammon asintió, sin dramatismo.

—Tengo expectativas de ti, Rick Zaeri. No las arruines.

Un silencio flotó entre ambos, cargado de sentido. Para Hammon, era técnico. Para Rick, casi emocional.

—¿Faltan cuánto...? —Rick fingió mirar al aire, como si estuviera recordando una fecha de calendario— Dos meses. Tal vez menos.

—¿Para qué? —preguntó Hammon, levantando una ceja.

Rick volvió a enfocarlo.

—Para que las cosas cambien. Drásticamente. No puedo decirte cómo lo sé. Ni por qué. Pero quiero ayudarte a que nada colapse. Especialmente... ciertos lugares.

No dijo "el búnker de Farrow". Ni "comunidad de mutantes que nadie más menciona". Ni "una chica zorra que quiero salvar porque soy un maldito furry incurable".

Pero lo pensó. Intensamente.

"Si salvo su gente... seguro me mira diferente. No como un bicho raro. Tal vez como un aliado. Tal vez más."

Hammon no pareció notar la deriva mental. O simplemente lo dejó pasar.

—Dos meses, entonces —repitió—. A veces las máquinas me dan sensaciones similares. No fechas. Pero vibraciones... como si una cuenta regresiva estuviera por empezar.

Rick se quedó un momento más en el taller, en silencio, observando una radio rota, una mano robótica en construcción, y una consola que parecía ser parte de un servidor militar viejo.

Todo esto era frágil. Todo lo que mantenía la Arca en pie pendía de cables, fe y un mutante con talento.

Hammon.

—Te mantendré informado —dijo Rick al fin, colocándose las balas en el cinturón como si fueran una reliquia—. Prometo no romper nada. Bueno… no mucho.

Hammon solo asintió y volvió a su trabajo, sin despedida.

Rick salió del taller sintiéndose un poco más útil.

Y con una nueva meta clavada en el pecho como una medalla invisible:

Salvar el búnker de Farrow antes de que caiga.

No porque el juego lo diga.

No porque sea su misión principal.

Sino porque... quería ser el tipo que ella eligiera cuando todo se viniera abajo.

Aunque aún faltaran dos meses para el fin del mundo.

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