En El Matadero, todo lo que tenía techo podía ser una casa.
Y todo lo que tenía sótano... podía ser una trampa.
La Taberna de Tres Puños no tenía letrero, ni clientes respetables. Solo un portón de hierro oxidado y un guardia sin cuello que apestaba a sudor y a magia mal cocida. Escarlata se detuvo frente a él sin necesidad de hablar. El guardia lo miró de arriba abajo, escupió a un lado y luego se hizo a un lado.
—Tercera pelea. Que no te maten esta vez, chico sombra —gruñó.
Escarlata no contestó. Solo descendió por las escaleras angostas, cada peldaño empapado de mugre, humo y sangre seca. Al fondo, los cánticos guturales del público subterráneo retumbaban como un corazón enfermo.
---
El sótano era amplio y redondo, con un círculo de madera podrida en el centro. Alrededor, en las sombras, decenas de figuras gritaban, apostaban, reían con risas rotas. Había hombres con vendas ensangrentadas, mujeres armadas con cuchillas ocultas, y criaturas de otras razas que preferían no dar nombres. Todos ellos buscando una distracción. O una muerte lenta.
Escarlata caminó hacia un rincón donde lo esperaba un hombre de capa roja y un cuaderno.
—¿Otra vez tú? —dijo el hombre, sin levantar la vista—. La gente empieza a aburrirse. Nadie quiere ver a un chico flaco ganando de un solo ataque.
—No estoy aquí para entretenerte, Desan —replicó Escarlata.
—No, claro que no. Estás aquí porque tu deuda con El Matadero no se borra con silencio. ¿Sabes cuánto cuesta que no te desaparezcan como a los demás?
Escarlata bajó la mirada.
Lo sabía. Cada vez que el sol no salía por tres días, alguien desaparecía.
Desan sonrió, falsamente amable.
—Te toca contra un tal Krad. Medio troll, medio idiota, pero fuerte como un carnicero ciego. No uses tus... rarezas. La gente sospecha.
—No prometo nada —dijo Sai’Jax, ya alejándose.
---
Mientras tanto, en lo alto del callejón más podrido de El Matadero, Liora se colaba por una rendija del muro del mercado central. Sabía cuándo moverse, a quién evitar y cuánto robar para que nadie notara. Tenía una bolsa de cuero llena de papel, polvo de plata y una daga oculta en la espalda. No robaba por codicia. Robaba para pagar información.
Esa mañana, había escuchado a dos hombres de la Guardia de Cristal hablar sobre una "anomalía" al norte del reino. Algo que se movía entre dimensiones. Algo que había dejado una sombra sin cuerpo en una torre sellada. Y cada vez que escuchaba esas palabras... pensaba en Escarlata.
Él nunca se quejaba, pero cada pelea lo dejaba más distante. Como si algo dentro de él se estuviera muriendo.
Liora giró por los tejados, evitando a los centinelas, y desapareció entre los vapores grises como un susurro afilado.
---
La pelea comenzó con un rugido. Krad levantó una maza tan grande como un niño, y su piel era de un tono grisáceo, con vetas rojas palpitando bajo la superficie. Escupió al suelo y se rió.
—¿Tú eres el que juega con sombras? —dijo, avanzando—. Hoy verás lo que es que te aplasten sin que el sol mire.
Escarlata no respondió. Ni adoptó una postura defensiva. Solo lo observó, con esa calma suya que parecía hacerlo enfadar más que cualquier amenaza.
El primer golpe de Krad fue brutal. La madera del círculo tembló. Escarlata lo esquivó por centímetros, girando como si su cuerpo supiera antes que su mente hacia dónde moverse.
El segundo golpe fue más rápido rozó su costado, dolor real y presente.
Escarlaa respiró hondo y por un instante, su sombra se estiró... demasiado.
Los que estaban más cerca retrocedieron. No dijeron nada, pero lo sintieron: ese frío que no venía del cuerpo, sino del Vacío.
Escarlata lo reprimió, no ahora, no aquí.
Un paso y un giro.
Y la maza de Krad cayó al suelo.
Nadie vio bien qué pasó. Un parpadeo, un crujido y Krad estaba de rodillas, tosiendo, con los ojos en blanco.
Sai’Jax lo había tocado en el pecho con solo dos dedos.
—La próxima vez, no solo caerás tú —susurró.
El público rugió. Algunos vitoreaban, otros silbaban. Desan anotaba algo furiosamente en su cuaderno.
Escarla no los escuchaba.
Solo sentía el temblor en sus dedos. La sombra dentro de él pidiendo más.
---
Horas después, ya en el tejado donde se escondían algunas noches, Liora y Escarlata compartían el silencio.
—Tu sombra ha crecido —dijo ella.
—Y tú has conseguido algo, conozco la cara que pones cuando tienes un secretos mal guardado.
Liora se mordió el labio, dudando, pero luego sacó un papel arrugado.
—Esto no lo debí haber visto. Es un informe del Cuerpo Celeste. Están investigando una ruptura entre dimensiones. Cerca del Bosque de Huesos.
—¿Y?
—Y una de las marcas que encontraron era como la que tú tienes en la nuca.
Escarlata tocó inconscientemente el punto justo bajo su cabello.
—Tal vez no seas de aquí Escarlata, tal vez ni siquiera seas solo tú.
Él la miró. No con miedo, sino con una especie de aceptación amarga.
—Entonces lo que venga... ya viene conmigo.