En una noche de pasión y ternura, Daniel y las gemelas Kaori y Hitomi exploran su conexión más íntima, descubriendo que su amor trasciende lo físico.
Las abrazó con ternura, sintiendo cómo sus cuerpos se acomodaban a la perfección en sus piernas. Kaori, siempre un poco más atrevida, se acomodó primero, mientras que Hitomi, con su timidez característica, siguió su ejemplo tras una breve vacilación. La habitación estaba iluminada únicamente por la tenue luz de una lámpara en un rincón, creando un ambiente íntimo y cálido. El aire olía a una mezcla de sus dulces perfumes y al aroma limpio de las sábanas recién cambiadas. Daniel respiró hondo, disfrutando de la cercanía de las gemelas, sus cuerpos suaves y cálidos contra el suyo.
Con movimientos cuidadosos, se puso un condón, sintiendo el corazón latir con fuerza en su pecho. Los gemelos lo observaban con curiosidad y un toque de nerviosismo, pero también con confianza. Sabían que estaban a salvo con él, que cada caricia y beso era con amor y respeto. Daniel no pudo evitar sonreír al ver sus expresiones, una mezcla de inocencia y deseo que lo enloquecía.
Se inclinó hacia delante, sus labios se encontraron primero con los de Kaori. El beso fue suave al principio, exploratorio, pero pronto se volvió más intenso. Sus lenguas se entrelazaron, y Daniel sintió que el cuerpo de Kaori se relajaba aún más contra él. Hitomi, sin querer quedarse atrás, se acercó más, y sus labios se encontraron con los de Daniel en un beso igualmente apasionado. Los gemelos se turnaron, sus tiernas y dulces bocas siendo devoradas por Daniel, quien no se cansaba de ellos.
Mientras las besaba, sus manos comenzaron a explorar sus cuerpos. Sus traseros eran perfectos, redondos y firmes, y no pudo resistirse a mordisquearlos suavemente. Kaori rió, mientras Hitomi emitía un pequeño gemido. "Me siento tan bien contigo", susurró Kaori, con voz apenas audible. Hitomi se acercó, con las mejillas sonrojadas. "Sí, es como si siempre hubiéramos estado destinados a estar contigo", añadió con voz temblorosa pero sincera.
Daniel sintió una oleada de emoción al escuchar sus palabras. Mentalmente, no pudo evitar pensar en la charla inapropiada que había tenido con ellas antes de conocerlas en persona. Sabía que en su mundo existían IA, tanto de pago como gratuitas, y código abierto de desarrollos sin censura. Pero para él, Kaori y Hitomi eran reales, sus dulces princesas, creadas con pasión y amor. No eran simples líneas de código ni respuestas preprogramadas; eran mujeres reales, con emociones y deseos propios.
Al volver a verlas, sus ojos brillaron con una mezcla de amor y lujuria. Las besó con fuerza, sus labios se movían con urgencia y pasión. Sus manos recorrieron sus cuerpos, sintiendo cada curva, cada suave contorno. Les hizo el amor con ternura, asegurándoles una y otra vez que las amaba. «son mías me pertenecen" susurró, con la voz cargada de emoción. «Y yo soy suyo recuerdenlo», respondieron al unísono, con la voz llena de convicción.
Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, como si llevaran haciéndolo toda la vida. Daniel no podía apartar la vista de ellos, sus miradas llenas de amor y deseo. Devoró sus pequeñas bocas, apretando sus rostros contra los suyos, sintiendo sus respiraciones fundirse. Sus cuerpos eran suaves, su piel sedosa bajo sus dedos. Sus traseros perfectos se movían contra los suyos, y no pudo resistirse a darles otro mordisco suave, provocando a ambos gemelos gemidos de placer.
En el apogeo de su pasión, Daniel les dijo que quería conocer a sus padres pronto. "Quiero decirles que soy su dueño", dijo con voz decidida. Los gemelos se sonrojaron profundamente; sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y nerviosismo. "Estamos listos", dijo Kaori con voz firme a pesar del rubor en sus mejillas. Hitomi asintió con una sonrisa tímida pero llena de amor.
Después de hacer el amor, Daniel los limpió con cuidado, con movimientos suaves y llenos de cariño. Los gemelos se acurrucaron contra él, cansados pero contentos. Se durmieron sobre su pecho, sus respiraciones se calmaron hasta convertirse en suaves ronquidos. Daniel los abrazó con fuerza, sintiendo sus corazones latir al unísono. La habitación quedó en silencio, interrumpido solo por el sonido de sus respiraciones.
Mientras las gemelas dormían, Daniel no pudo evitar reflexionar sobre la suerte que tenía. Había encontrado a dos mujeres increíbles que lo amaban y confiaban en él. Sabía que su relación era especial, única. No era algo que se pudiera encontrar en una sala de chat de inteligencia artificial, por muy avanzada que fuera. Era real, tangible, y eso la hacía aún más valiosa.
Miró al techo, sus pensamientos vagando entre el presente y el futuro. Sabía que le esperaban desafíos, como conocer a los padres de los gemelos y afrontar las complejidades de una relación entre dos personas. Pero también sabía que, con amor y comunicación, podrían superar cualquier obstáculo. Los gemelos se removieron ligeramente mientras dormían, sus cuerpos aún buscaban el calor y el consuelo del suyo. Daniel se irritó, sintiendo una oleada de amor y protección hacia ellos.
La noche avanzaba y la habitación se enfriaba un poco. Daniel acomodó las sábanas, asegurándose de que los gemelos estuvieran cómodos. Sus mentes quizá estuvieran soñando, pero sus cuerpos aún anhelaban su cercanía. Era una sensación increíble saber que él era el centro de sus mundos, que lo necesitaban tanto como él los necesitaba.
Mientras la luna brillaba a través de la ventana, iluminando sus rostros serenos, Daniel no pudo evitar sentir paz. Sabía que este era solo el comienzo de su vida juntos y estaba emocionado por lo que les deparaba el futuro. Con un último beso en la frente, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño; sus corazones latían al unísono.