Con el Tío Ben en casa y en vías de recuperación, Peter pudo respirar un poco más tranquilo, aunque solo fuera para dedicar esa energía a sus proyectos secretos. Su motivación era más fuerte que nunca. No solo quería detener crímenes; quería hacerlo de la manera más eficiente, con el menor daño colateral posible. Y para eso, necesitaba que su equipo fuera tan avanzado como su intelecto.
Las noches en su habitación se convirtieron en un hervidero de innovación. Los pequeños ingresos de "Tech Solutions Inc.", sumados a las becas que había ganado por su reciente explosión de brillantez académica, le daban un capital invaluable. En lugar de gastarlo en cómics o videojuegos, lo invertía en componentes electrónicos, aleaciones avanzadas y productos químicos de alta pureza que pedía discretamente en línea o recogía en tiendas especializadas.
Su primer objetivo fue perfeccionar los lanzarredes. Los prototipos iniciales eran buenos, pero Peter sabía que podían ser mejores. Se obsesionó con la miniaturización. Desmontó un viejo reloj digital y un reproductor de MP3 para estudiar sus circuitos. Su idea era reducir el tamaño de los cartuchos de telaraña, permitiendo llevar más sin aumentar el volumen. También rediseñó el sistema de propulsión, buscando una eyección más potente y silenciosa, casi inaudible.
"Si puedo hacer que la telaraña salga con más fuerza, tendré más alcance y mayor impacto," murmuró para sí mismo una noche, mientras manipulaba un microscopio casero. Estaba experimentando con diferentes tensiones superficiales y polímeros cruzados para la fórmula de la telaraña, buscando que fuera más adhesiva pero también más fácil de disolver cuando él quisiera. Quería que sus telarañas fueran tan versátiles como él mismo.
Pero Peter no se detuvo ahí. Su mente, ahora libre del constante bombardeo de preocupaciones del Peter original, pensaba en el futuro. Necesitaba más que solo telarañas.
"Rastreo," se dijo. La ciudad era grande y él solo era uno. Comenzó a diseñar pequeños "arañas rastreadoras" robóticas, del tamaño de una moneda, equipadas con un minúsculo GPS y una microcámara. Podrían adherirse a los criminales o a sus vehículos, dándole información en tiempo real sin tener que estar físicamente presente. Era una forma de estar "en todas partes" sin sobrecargarse.
Luego, la comunicación. Un pequeño comunicador de muñeca, integrado en uno de sus lanzarredes, que le permitiera interceptar frecuencias de radio policiales y quizás, en el futuro, establecer una línea segura con alguna figura de autoridad en la que pudiera confiar. Nada de radios anticuadas; quería una interfaz intuitiva y discreta.
Su "taller" se expandió de su escritorio a un rincón del sótano, donde Aunt May y Tío Ben creían que estaba "trabajando en un ambicioso proyecto de feria de ciencias". La pila de planos, las herramientas de precisión y el olor ocasional a soldadura eran su nueva normalidad.
Cada nuevo componente, cada circuito exitoso, era una pequeña victoria que lo acercaba a su visión de ser el Spider-Man definitivo. No solo un héroe fuerte, sino un héroe inteligente, que utilizaba la ciencia no solo para luchar, sino para prevenir y proteger de maneras que nadie más podía. Se estaba construyendo a sí mismo, un invento a la vez, listo para cualquier cosa que la ciudad de Nueva York pudiera arrojarle.