Capitulo 88 – Roxanne "Roxxy" Belle (Parte 2)
El tiempo pasó, y con él, la calma que creí tener.
Cody empezó a dividirse. No literalmente, claro, pero su atención ya no era solo mía. Lo veía entre clases, hablando con su grupo —el gordito de lentes, la chica de camisa lila, la emo de cabello azul— y luego con nosotras. Con Becca. Con Missy. Conmigo.
Y aunque él no parecía cambiar, yo sí lo sentía. Como si el espacio que antes era solo mío ahora tuviera que compartirse. Como si el lugar de "la chica de Cody" estuviera en disputa.
No lo decía nadie. No lo admitía ninguna. Pero todas lo sabíamos.
Era una lucha silenciosa. Una competencia disfrazada de risas. Becca se arreglaba más. Missy se volvía más dulce. Yo... yo observaba. Y pensaba.
Porque si Cody era el rey —y lo era, aunque no lo dijera— entonces alguien iba a ser la reina. Y yo no pensaba perder ese título.
Así que se me ocurrió un plan.
Había un evento en la playa. Un concurso de bikini. Nada oficial, solo algo organizado por estudiantes, con música, juegos y premios tontos. Becca y Missy ya estaban inscritas. Yo también. Era el escenario perfecto. Sol, cuerpos, atención. Y Cody.
Lo invité. No como algo romántico. Solo como "ven, será divertido". Él aceptó, como siempre, con esa sonrisa suya que no promete nada pero lo dice todo.
El día del evento, el sol estaba en su punto. La playa llena. Música, risas, cámaras. Becca llevaba un bikini rojo con tiras cruzadas. Missy uno azul con lentejuelas. Yo, por supuesto, rosa. Ajustado. Perfecto. El tipo de bikini que no se olvida.
Cody llegó puntual. Shorts, camiseta blanca, gafas de sol. Se veía como salido de una película. Y cuando nos vio, sonrió. No como los demás chicos. No con hambre. Con aprecio. Con diversión.
El concurso fue lo que esperábamos: desfile, poses, gritos. Becca hizo su giro. Missy lanzó besos. Yo caminé como si la arena fuera pasarela. Y sí, gané. No por el bikini. Por la actitud. Por la seguridad. Por ser Roxxy.
Después del evento, nos quedamos en la playa. Algunos se fueron. Otros se quedaron. Cody, Becca, Missy y yo nos sentamos cerca de una fogata improvisada. Alguien sacó una botella. Y claro, el juego empezó.
Verdad o reto. Giro y destino.
La botella giró. Risas. Nervios. Y luego, el momento.
Cody se besó con Becca. Fue corto, pero intenso. Ella se quedó con los ojos cerrados un segundo más. Luego con Missy. Más suave. Más dulce. Ella se derritió. Literalmente. Tuve que empujarla para que volviera a la realidad.
Y luego conmigo.
No fue como los otros. Fue más largo. Más profundo. Más nuestro. No sé si lo imaginé, pero sentí que el mundo se apagaba un segundo. Que solo estábamos él y yo. Que el juego se volvió otra cosa.
Cuando nos separamos, nadie dijo nada. Solo se escuchaba el fuego y las olas.
Yo sabía lo que estaba haciendo. No era solo diversión. Era estrategia. Era marcar territorio. Era recordarle —y recordarles— que Cody no era un premio. Era una elección. Y yo pensaba ser la elegida.
Pero también sabía que no bastaba.
Porque Cody no se movía por presión. No se dejaba atrapar por gestos. Si quería estar con alguien, lo decidía. Lo sentía. Lo vivía.
Y si quería estar conmigo... tenía que quererlo de verdad.
Así que, mientras Becca y Missy se reían, mientras la botella giraba otra vez, mientras el fuego seguía bailando, yo empecé a pensar en lo que vendría.
Porque si quería alejarlo de las otras... no bastaba con besos.
Tenía que buscar más apoyo.
Tenía que mostrarle algo que nadie más pudiera darle.
Y eso... eso aún estaba por descubrirse.
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Los días siguientes fueron... distintos. Mejores. Más cálidos. Más vivos.
Cody se volvió parte de todo. No solo de mí, sino del grupo. Becca, Missy, incluso otras chicas que antes solo me miraban a mí, ahora lo buscaban a él. Y él, como siempre, no parecía notarlo. O sí, pero no lo usaba. No lo explotaba. Solo estaba ahí. Presente. Atento.
Nos abrazaba. Nos escuchaba. Nos hacía reír. Sus bromas eran simples, pero tenían ese toque que te hacía sentir incluida. Que te hacía olvidar por un momento que estabas fingiendo. Cuando traía algún gesto —una bebida, una nota, una tontería escrita en francés— todas sonreíamos. Todas queríamos más.
Y no era solo atracción. Era algo más profundo. Algo que se sentía en el ambiente. Como si él tuviera una forma de tocar lo que nadie más tocaba. De ver lo que nadie más veía.
Incluso en casa, algo cambió.
No sé qué hizo Cody. No sé si fue una palabra, una mirada, una presencia. Pero mi madre... cambió. Crystal ya no recibía hombres en la caravana. Bebía menos. No mucho, pero lo suficiente para que el aire se sintiera menos pesado. Y los "negocios" con Clyde —esos tratos turbios que nunca entendí del todo— se detuvieron. La casa estaba más tranquila. Más limpia. Más habitable.
Y yo... yo estaba enamorada.
No lo dije. No lo grité. Pero lo sentía. En el pecho. En la piel. En la forma en que lo buscaba con la mirada. En cómo me arreglaba sin pensar. En cómo me reía sin fingir.
Así que decidí dar un paso más.
Lo invité a mi caravana.
No fue fácil. Me costó. Me dolió el orgullo. Pero lo hice. Le dije que quería que viniera. Que quería que conociera mi mundo. Que quería estar con él... sin máscaras.
Él aceptó. Como siempre. Con esa sonrisa suya que no juzga. Que no exige. Que solo acompaña.
Cuando llegó, me puse nerviosa. No por él. Por mí. Por lo que iba a mostrar. Por lo que iba a sentir.
Lo llevé a mi habitación. Pequeña. Apretada. Con paredes delgadas y una cama que crujía con solo mirarla. Pero era mía. Y ahora, era nuestra por un rato.
Nos sentamos. Hablamos. Le conté cosas que nunca había dicho. Cómo mi vida había cambiado desde que lo conocí. Cómo me sentía más tranquila. Más feliz. Más... yo.
Él me escuchó. No interrumpió. No corrigió. Solo me miró. Con esos ojos que no necesitan palabras.
Y entonces, no pude evitarlo.
Lo besé.
Apasionadamente. Con todo lo que tenía. Con todo lo que sentía. Con todo lo que había guardado.
Y él me respondió. No con prisa. No con duda. Con certeza. Con cariño. Con fuego.
En ese momento, supe que no era solo un juego. No era solo una estrategia. No era solo una corona que quería conservar.
Era amor.
Y por primera vez... no me dio miedo.
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[Omito 10 mil palabras, ambos sabemos que paso, esa casa rodante, tembló, Roxxy comio mucho helado de vainilla, muchas marcas rojas en el trasero, hicieron yoga de manera exhaustiva, Crysta envidio a su hija tal vez, ese dia muchos globos fueron usados sin inflarse]
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No lo supe hasta después.
Esa noche, cuando Cody estuvo en mi habitación, cuando le conté lo que significaba para mí, cuando lo besé con todo lo que sentía... no sabía que alguien más estaba mirando. No sabía que Dexter —ese imbécil— estaba afuera, en la ventana de la caravana, viendo todo.
No sé cuánto tiempo estuvo ahí. No sé qué vio exactamente. Pero sé que algo se rompió. En él.
Al día siguiente, llegué a la escuela con el corazón latiendo distinto. Me sentía feliz, sí, pero también inquieta. Como si el aire tuviera electricidad. Como si algo estuviera por explotar.
En el comedor, Cody estaba sentado con su grupo: Mia, Eve, Erik, Judith. Reían. Compartían desayuno. Hablaban de cosas que no tenían que ver conmigo, pero aún así, yo me sentía parte. Me acerqué, lista para saludar, para sentarme a su lado.
Y entonces lo escuché.
"¡Cody!"
La voz de Dexter. Fuerte. Cargada. Furiosa.
Cody se giró, tranquilo. Lo miró sin moverse. Yo me quedé quieta, a unos pasos. Becca y Missy estaban cerca. Algunos estudiantes empezaron a mirar. El comedor se volvió un escenario.
Dexter se acercó como una tormenta. Los ojos rojos. Las manos tensas. La mandíbula apretada.
"¿Te crees muy listo, eh?" escupió. "¿Muy hombre? ¿Muy héroe?"
Cody no respondió. Solo lo miró.
"Eres un perdedor," siguió Dexter. "Un don nadie con músculos. Un idiota que cree que puede robar lo que no le pertenece."
Y entonces me miró a mí.
"Y tú... tú eres una perra. Una puta. ¿Eso es lo que haces ahora? ¿Te abres por cualquiera que te escuche?"
El comedor se quedó en silencio. Nadie se movía. Nadie respiraba.
Cody se levantó. No con rabia. No con prisa. Con calma. Con firmeza.
Y habló.
"¿Sabes, Dexter?" dijo. "Me das lástima."
Dexter se tensó. Cody se giró hacia los demás, tomó un balón de uno de los jugadores que estaban cerca, empezó a botarlo con una mano mientras caminaba despacio por el comedor.
"Este es nuestro líder del equipo de básquet," dijo, señalándolo. "El rudo. El fuerte. El que grita más alto. El que empuja más duro."
Algunos estudiantes rieron. Otros miraban con atención.
"Pero ¿saben qué?" continuó Cody. "Dexter no es solo un abusivo. No, no. Es más complejo que eso."
Dexter frunció el ceño. "¿Qué estás diciendo?"
Cody sonrió. "De acuerdo con estudios psiquiátricos —sí, Dexter, estudios reales, no tus videos de gimnasio— hay tres razones por las que alguien como tú se comporta como un abusivo."
El comedor se inclinó hacia él. Todos escuchaban.
"La primera," dijo Cody, botando el balón con ritmo, "es que detrás de ese rudo y enorme imbécil... hay una niñita insegura golpeando por salir."
Risas. Becca se tapó la boca. Missy soltó un "¡Dios!"
"La segunda," siguió Cody, "es que, como un cavernícola, el cerebro de Dexter está subdesarrollado. No tiene autocontrol. Así que actúa muy agresivo. Como un animalito asustado."
Más risas. Erik casi se atraganta con su jugo.
"Y la tercera razón..." Cody se detuvo. Miró a Dexter. Sonrió con calma.
"Dexter tiene un miembro pequeño."
El comedor estalló. Risas. Gritos. Algunos se levantaron. Otros se golpeaban la mesa. Dexter se quedó congelado. Rojo. Humillado.
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La última risa fue como una chispa en una habitación llena de gasolina.
Dexter no lo soportó. Su rostro, ya rojo de furia, se contrajo en una mueca de rabia pura. Sus ojos se clavaron en Cody como si fueran cuchillas. Y sin decir una palabra más, se lanzó.
Fue como ver a un toro embistiendo. Un bloque de músculo y testosterona desbocado, con los puños cerrados y los dientes apretados. El comedor entero se congeló. Algunos gritaron. Otros se apartaron. Yo me quedé de pie, paralizada, con el corazón en la garganta.
Pero Cody... Cody no se movió.
Esperó. Tranquilo. Como si ya supiera lo que venía.
El primer golpe fue un derechazo directo al rostro. Brutal. Rápido. Pero Cody lo desvió con el antebrazo, girando ligeramente el torso para absorber el impacto. El sonido fue seco, como un palo de madera golpeando una tabla. Dexter no se detuvo. Lanzó otro puñetazo, esta vez con la izquierda. Cody bajó la cabeza, esquivando por centímetros, y respondió con un gancho corto al costado de Dexter.
El golpe fue preciso. Justo debajo de las costillas. Dexter gruñó, pero no se detuvo. Retrocedió un paso, luego volvió a la carga con una ráfaga de golpes. Uno, dos, tres, cuatro. Todos con fuerza. Todos con rabia. Pero Cody los bloqueaba uno por uno, con los antebrazos, con los codos, con los hombros. Cada defensa era un movimiento limpio, técnico, sin desperdicio.
Y entonces, Cody contraatacó.
Un rodillazo al muslo izquierdo de Dexter. El impacto fue tan fuerte que se escuchó el golpe seco de hueso contra músculo. Dexter tambaleó. Cody giró sobre su eje y le dio un codazo en la clavícula. Dexter retrocedió, jadeando, pero aún no caía.
"¡Maldito!" gritó, y se lanzó de nuevo.
Esta vez intentó un agarre. Quiso sujetar a Cody por la cintura, derribarlo. Pero Cody bajó su centro de gravedad, clavó los pies en el suelo, y con un movimiento de cadera, lo desestabilizó. Dexter tropezó hacia un lado, y Cody aprovechó para lanzar una patada frontal al abdomen. Dexter cayó de rodillas, tosiendo.
Pero no se rindió.
Se levantó con un rugido, como si el orgullo lo empujara más que la fuerza. Lanzó un puñetazo descendente, buscando la cabeza de Cody. Pero Cody se deslizó hacia un lado, atrapó el brazo de Dexter en el aire, y lo giró con una llave rápida. Dexter gritó, pero Cody lo soltó antes de que se dislocara.
"¡Pelea limpio!" gritó alguien.
Cody no respondió. Solo se acomodó de nuevo. Guardia alta. Piernas firmes. Respiración controlada.
Dexter, en cambio, estaba descompuesto. Sudoroso. Desesperado. Su camiseta estaba empapada, pegada al cuerpo. Su respiración era un jadeo entrecortado. Pero aún así, cargó de nuevo.
Esta vez, Cody lo dejó acercarse.
Dexter lanzó un gancho de derecha. Cody lo esquivó. Luego un cruzado de izquierda. Cody lo bloqueó con el antebrazo. Y entonces, con una velocidad que no parecía humana, Cody respondió con una combinación fulminante:
— Un jab al rostro.
— Un gancho al hígado.
— Una patada giratoria al muslo.
— Y un rodillazo directo al pecho.
Dexter cayó hacia atrás, tropezando con una silla. Se levantó tambaleante, con la nariz sangrando. Pero aún no se rendía.
"¡Te voy a matar!" gritó.
Cody no respondió. Solo lo miró. Y eso fue peor.
Dexter cargó una vez más, con los brazos abiertos, como si quisiera aplastarlo. Pero Cody se agachó, giró sobre su pie izquierdo, y con una barrida limpia, le barrió las piernas.
Dexter cayó de espaldas. El golpe contra el suelo fue brutal. El aire se le fue de los pulmones. Se quedó ahí, jadeando, mirando el techo.
Y entonces, como si el universo quisiera cerrar el acto con una nota perfecta... sucedió.
Su pantalón cayó.
No fue un desgarro. Fue una rendición de la tela. El botón, forzado por la pelea, se soltó. El cinturón, mal ajustado, se deslizó. Y los pantalones cayeron hasta sus tobillos.
El silencio fue absoluto por una fracción de segundo.
Efectivamente... un micropene
Y luego, el caos.
Risas. Gritos. Algunos se taparon la boca. Otros se doblaron de la risa. Becca soltó un chillido. Missy se llevó las manos a la cara. Erik se atragantó con su jugo. Incluso Judith, que rara vez se inmutaba, soltó una carcajada.
Dexter se quedó ahí, paralizado. Rojo como un semáforo. Con los puños cerrados. Con los ojos desorbitados.
Y Cody... Cody solo lo miró. No dijo nada. No se rió. Solo lo miró con esa calma que lo hacía aún más fuerte.
Yo... yo no podía creerlo. No por la pelea. No por la caída. Sino porque, por primera vez, alguien había enfrentado a Dexter y lo había vencido. No solo con fuerza. Con inteligencia. Con control. Con dignidad.
Y en ese momento, supe que Cody no era solo diferente.
Era mejor.
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Después de la pelea, no pude contenerme.
No fue solo por cómo lo venció. Fue por cómo lo hizo. Con calma. Con inteligencia. Con fuerza, sí, pero también con dignidad. Cody no solo me defendió. Me reivindicó. Me hizo sentir como si valiera algo más que una corona de pasillo o una reputación de reina.
Y eso... eso me rompió por dentro.
Apenas terminó el alboroto, lo tomé de la mano. No dije nada. Solo lo jalé. Lo llevé por los pasillos, esquivando miradas, risas, murmullos. Hasta que encontré un casillero vacío, en una esquina poco transitada. Lo abrí. Lo empujé dentro. Me metí con él.
Y cerré la puerta.
No hubo palabras. Solo respiraciones. Solo manos. Solo el sonido de dos cuerpos que se buscaban como si el mundo se hubiera detenido. Afuera, el ruido seguía. Pero ahí dentro... solo estábamos nosotros. Solo los latidos. Solo el calor.
No sé cuánto tiempo pasó. No me importa.
Solo sé que cuando salimos, con el cabello revuelto y las mejillas encendidas, yo estaba satisfecha y muy muy cansada. Y él sonreia
Pasaron los días. El escándalo se fue apagando, como todo en esta escuela. La gente encontró nuevos chismes, nuevas peleas, nuevas distracciones. Pero para mí, nada volvió a ser igual.
Cody y yo seguíamos viéndonos. En clase. En los pasillos. En los entrenamientos. En su casa. En la mía. No éramos "oficiales", pero todos lo sabían. Becca y Missy dejaron de competir. No porque se rindieran, sino porque entendieron que ya no había espacio. Que él me había elegido. O al menos, eso quería creer.
Y entonces llegó otro evento en la playa.
Esta vez no había concurso. Solo una reunión. Música, fogata, risas. El tipo de noche que parece sacada de una película. Estábamos todos ahí. Becca, Missy, Erik, Mia, Eve, los demás. Pero yo solo tenía ojos para él.
En algún momento, nos alejamos del grupo. Caminamos por la orilla, descalzos, dejando que el agua nos mojara los pies. El cielo estaba lleno de estrellas. El mar susurraba cosas que no entendía, pero que me hacían sentir en paz.
Nos sentamos en la arena. Él se quitó la camiseta. Yo me recosté sobre su hombro. Y por un rato, no dijimos nada.
Hasta que hablé.
"¿Sabes qué es lo más loco?" dije. "Que mi vida era una mierda antes de ti."
Él me miró, sin interrumpir.
"Mi casa era un desastre. Mi mamá no me hablaba. Clyde andaba en cosas raras. Yo solo meaferraba a ser la reina del colegio porque era lo único que me hacía sentir que valía algo."
Cody bajó la mirada, como si le doliera oírlo.
"Pero desde que llegaste... todo cambió," seguí. "Crystal ya no bebe tanto. No hay tipos entrando y saliendo. Clyde se calmó. Y yo... yo me siento feliz. Por primera vez. Como si tuviera algo real."
Él me tomó la mano. La apretó. No dijo nada. Pero no hacía falta.
"Y sé que no soy la única," dije. "Sé que no soy la única que cambió por ti. Becca, Missy, incluso Mia... todas te miran diferente. Todas sienten algo. Porque tú haces eso. Llegas y todo se vuelve más claro. Más fácil. Más... bonito."
Me giré hacia él. Lo miré a los ojos.
"Así que tengo que preguntarlo," dije. "¿Qué somos?"
Él parpadeó. Se quedó en silencio. Miró el mar. Luego a mí. Luego al cielo.
No respondió.
Y por un segundo, sentí que el mundo se detenía. Que el aire se volvía más denso. Que el miedo volvía a apretar mi pecho.
Pero no me iba a echar atrás.
Me acerqué. Lo besé. No como antes. No con fuego. Con ternura. Con verdad.
Y cuando me separé, le dije:
"No importa lo que elijas. No importa qué nombre le pongas. Yo no me voy a alejar de ti. Ni ahora. Ni nunca."
Él me miró. Y aunque no dijo nada, su mirada lo dijo todo.
Y eso... me bastó.
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