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Chapter 6 - Capítulo 6 – 2006

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Capítulo 6 – 2006

El día amaneció como cualquiera de esos que se sentían tranquilos, pero había algo diferente en mí. Algo había cambiado desde el partido de ayer. No sólo por el gol, la asistencia y la victoria, sino por una simple coincidencia. Ella. María Laura Olitte. Estaba en las gradas, y aunque nunca la había visto en persona, la reconocí al instante. La vi por primera vez en la televisión en mi vida anterior, y allí estaba, en ese estadio, viéndome jugar. Era como si el destino me estuviera dando una segunda oportunidad, aunque no sabía exactamente cómo.

La imagen de su rostro sonriéndome desde las gradas no se despegaba de mi mente. Me levanté de la cama en el orfanato con un impulso que no entendía muy bien. Después de tantas horas de entrenamiento, días de sacrificio, y una vida difícil, nunca imaginé que me encontraría con alguien tan... brillante en la misma sintonía de mi nuevo camino. No era un amor a primera vista, sino algo que iba más allá. Algo que sabía que debía explorar.

Tomé el viejo celular Nokia que había conseguido a duras penas. Los teclados estaban gastados y la señal no era la mejor, pero no me importaba. La vida ya no era sobre las dificultades de antes, sino sobre las oportunidades que podía aprovechar. Mi dedo recorrió las teclas con algo de torpeza. Era como si un nudo en el estómago me lo impidiera. Finalmente, lo escribí:

> Buenos días, María. Espero que hayas descansado bien. Gracias por venir ayer. No sabés lo que significó verte en la grada.

Apreté el botón de enviar, sabiendo que tal vez me estaba arriesgando demasiado, pero a la vez, algo me decía que no podía dejar escapar esta oportunidad. Nunca había sido tan directo, y sin embargo, ese impulso de ser yo mismo, de decir lo que pensaba, me motivaba.

La respuesta no tardó en llegar.

> Buenos días, goleador. Me divertí viéndote jugar. ¡Ese corazón con los dedos fue muy tierno! Jajaja.

Me sentí como un tonto, sonriendo frente a la pantalla. Mis compañeros me miraron raro cuando me senté a desayunar en la mesa del orfanato. Estaba tan metido en el teléfono que casi no me di cuenta. "¿Por qué estás tan feliz?", me preguntó uno de ellos. "Nada, nada", respondí, tratando de disimular lo evidente. "El loco está enamorao", murmuró otro con una sonrisa burlona. No podía dejar de pensar en lo irónico que era todo. Un chico que había tenido poco contacto con mujeres, ahora comenzaba a pensar en alguien con tanta intensidad.

Desayuné rápido, sin prestar mucha atención a la comida. Pan con mermelada, leche tibia... lo de siempre. El club nos había dado el día libre, pero yo tenía claro que no podía parar de entrenar. No podía permitir que un día sin fútbol me hiciera perder tiempo. Los chicos del orfanato salieron al parque a jugar un partido improvisado, pero yo decidí salir a correr por la zona cercana al club, mi campo de concentración. Aprovechaba cualquier espacio para mejorar. Cada paso lo daba con la mente puesta en el futuro, en las oportunidades que me ofrecía esta nueva vida.

En medio del trote, mi teléfono vibró nuevamente. Me detuve un momento para ver el mensaje.

> ¿Qué hacés, Matteo? (ella había empezado a llamarme así, por lo formal que fui cuando me presenté). ¿Vas a entrenar aunque te den día libre?

Respiré hondo antes de responder.

> Obvio. Si quiero llegar al Real Madrid algún día, tengo que aprovechar cada hora.

> Ambicioso… me gusta eso.

Sonreí para mis adentros. Ya no era solo un partido en la cancha, ahora estaba jugando un partido mucho más grande. Estaba construyendo mi camino, mi futuro, y en el proceso, no podía evitar sentir que ella podría ser parte de todo eso.

Pasamos el resto del día enviándonos mensajes cortos, pero llenos de significado. Entre bromas y pequeñas historias sobre nuestras vidas, se fueron mezclando un poco de mi mundo y el suyo. Le conté que vivía en un orfanato cerca del club, que siempre había soñado con jugar para la selección paraguaya, y que mi meta era llegar al Real Madrid algún día. Ella se mostró curiosa, y aunque siempre mantenía la distancia, sus palabras eran cálidas. Me dijo que los chicos con metas claras siempre le habían parecido interesantes, pero también me aconsejó que no me olvidara de disfrutar mi juventud. Tenía razón, después de todo, aún tenía 14 años.

La conversación fue fluyendo de una manera natural, y antes de despedirse, me dijo:

> Soñá con tus goles. Y con mi sonrisa, si querés.

Corté la llamada con el corazón acelerado. Estaba claro que esto iba más allá de una simple amistad. Algo estaba naciendo entre nosotros, aunque las circunstancias no parecían favorables. No importaba. Ya no era el niño de antes, sino alguien que sabía lo que quería, lo que le esperaba, y cómo llegar allí.

Esa noche, mientras los más chicos se bañaban y algunos se preparaban para dormir, yo me senté en las gradas del pequeño campo auxiliar del club. Miraba las estrellas, un poco más tranquilo que el día anterior. Quizá el destino me había dado una segunda oportunidad, y esta vez no pensaba desperdiciarla.

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