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Chapter 111 - Verdades y mentiras en la noche fría

En una sala privada de la Academia Viento Profundo, el aire estaba tan cargado que se podía sentir en la piel. Afuera, la nieve se acumulaba en las calles de Trimbel y el frío era tan intenso que parecía capaz de congelar incluso el brasero que ardía con fuerza en la habitación.

Arthur miró fijamente al Director, rompiendo el silencio que se prolongaba demasiado:

—¿Cuál es esa posibilidad de la que habla?

El Director no respondió de inmediato. Dejó que el crepitar del fuego llenara el vacío antes de clavar sus ojos en el joven.

—Tengo una forma de que entres a la academia sin formar parte oficial de ella, pero antes necesito que respondas con total honestidad.

Arthur tragó saliva. El peso de la mirada del anciano era sofocante, como si pudiera ver a través de su carne.

—Pregunte —respondió finalmente.

El Director se incluyó hacia adelante, sus ojos brillando con una luz inquisidora bajo sus cejas canosas.

—¿Por qué hay energía de muerte fluyendo por tu cuerpo?

Arthur se estremeció. El golpe fue directo. El sudor empezó a brotar de sus sienes y su corazón martilleó contra sus costillas. "Tranquilízate, piensa bien", se ordenó a sí mismo. Tras unos instantes de duda, comenzó a retirar las vendas de sus brazos, revelando una piel pálida y extremidades que parecían más hueso que carne viva.

—Estoy maldito —confesó con voz ronca—. Un Lich me embrujó en la Cripta del Bosque Sombrío. Apenas logré salir con vida de allí.

El Director se asombró, observando las marcas oscuras que devoraban la piel del joven.

—Supuse que era algo así —murmuró—. Si fueras un no-muerto real, ya no tendrías conciencia. Pero... mi otra pregunta es más inquietante: ¿Por qué tienes la energía de una bestia en tu interior?

Esta vez, Arthur palideció por completo. Su cuerpo empezó a temblar. Estaba acorralado entre la verdad y la muerte. Tras una lucha interna, decidió soltar una verdad a medias.

—Tengo un núcleo de bestia —soltó sin rodeos.

El Director se puso de pie bruscamente, haciendo que su silla chirriara contra el suelo. Los ojos se le abrieron de par en par. Arthur continuó antes de que el anciano hablara:

—Perdí mis recuerdos. Solo sé lo que ha pasado desde que desperté en Lacos hace unos meses. El Maestro del Gremio me advirtió que si esto se sabía, sería cazado sin descanso.

El Director guardó un silencio profundo, procesando lo inaudito.

—Es... teóricamente imposible sobrevivir con un núcleo siendo humano. Tu caso es único, muchacho. Pero aquí, en la academia, puedes estar tranquilo... mientras nadie más lo sepa.

—Pero señor... estoy descalificado.

El Director sonrió con una astucia renovada.

—Aún existe una forma: ser el discípulo personal de Lione. Cada profesor tiene derecho a tener discípulos privados. Asistirás a clase, pero no serás un estudiante oficial. Los alumnos regulares reciben mil puntos semanales para materiales; tú no tendrás nada. Tendrás que ser autosuficiente. ¿Entiendes el peso de ese camino?

Arthur asintió con determinación. No buscaba caridad, buscaba poder.

—Bien. Ven mañana y te llevaré con él.

Arthur salió de la habitación con la mente hecha un caos. Mientras caminaba por las calles oscuras, el Director permanecía junto a la ventana, murmurando:

—¿Qué clase de calamidad ha traído Lione a nuestras puertas?

De pronto, un graznido rompió el silencio de la noche y una sombra descendió sobre el hombro de Arthur. Era el Lich en su forma de cuervo.

—Mocoso, ¿cómo te fue con el vejestorio?

—Parece que nuestra estancia en Trimbel se alargará, viejo Lich. Entraré como discípulo. Siempre puedes marcharte y masacrar ciudades por tu cuenta si te aburres.

—Podría —respondió el cuervo con un brillo malévolo—. Pero será más entretenido ver cómo destruyes esta institución desde adentro. Kakaka. Sin embargo... —el Lich se puso serio de repente—, siento una corriente masiva. Bestias y humanos se acercan a esta ciudad. Algo grande está por ocurrir.

Arthur se estremeció. Al llegar a su posada, trató de calmar sus nervios con un baño caliente, pero las palabras del Lich resonaban en su cabeza.

Mientras tanto, en el despacho del Director, Selen entró sin avisar.

—¿Para qué me querías ver, abuelo?

El Director dejó su taza y su expresión se volvió sombría.

—Selen, necesito que investigues a todos los profesores. Busca cualquier conexión con la Academia Cielo Eterno. Y una cosa más... investiga los antecedentes de este tal Arthur en el gremio. Solo confío en ti para esto.

Selen asintió con frialdad y salió de la sala. El Director se quedó solo, mirando hacia la oscuridad exterior, donde la nieve lo cubría todo.

—¿Qué está tramando realmente el Cielo Eterno? —susurró.

Esa noche, las piezas del destino terminaron de encajar. El aire de Trimbel ya no olía a nieve, sino a conspiración y sangre.

Fin del Capítulo

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