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Chapter 98 - El velo que oculta la muerte

Mientras en Trimbel todos reían y disfrutaban de los combates, nadie imaginaba que, en las profundidades del Bosque Susurrante, se había llevado a cabo una masacre a manos de un monstruo de cuatro coronas.

Si esa información se divulgara, toda la ciudad caería en el caos.

El lich, tras su carnicería, regresó a la academia en forma de cuervo.

Se posó sobre un tejado apartado, lo suficientemente lejos para no ser detectado por los maestros, y dejó escapar un suspiro cargado de decepción.

—Al parecer el mocoso se las arregló para ganar su combate… y no usó el pergamino de muerte que le di —murmuró—.

Aún le quedan más combates. Quizás todavía tenga la oportunidad de verlo desatar una matanza dentro de la academia…

Se rió con ganas.

—Kakakakakaka…

Arthur, que reposaba con los ojos cerrados mientras las pociones restauraban lentamente su cuerpo y su maná, no tenía idea de los planes del lich.

Su mente estaba enfocada en una sola cosa: ganar su próximo combate.

Mientras tanto, en la plataforma, se desarrollaba una batalla feroz.

Un encapuchado combatía contra un joven de unos veinte años, vestido con una armadura reluciente y empuñando una espada ligera exquisita, grabada con runas de altísima calidad. Cada choque de acero hacía vibrar el aire.

Tras varios intercambios, el joven noble lanzó un corte de luz que pareció partir al encapuchado en dos.

Pero su cuerpo se disolvió como niebla.

Reapareció detrás de él.

Ocho agujas plateadas surgieron de sus manos y se clavaron en el cuerpo del joven.

El encapuchado retrocedió unos pasos, lo miró con desprecio y habló con frialdad:

—Es hora de sacar la basura.

Apuntó su mano hacia el joven.

—Onda de impacto.

Al instante, las agujas explotaron desde dentro, abriendo agujeros sangrientos en la espalda del joven, que cayó inconsciente sobre un charco de sangre.

El árbitro corrió hacia él y gritó:

—¡El ganador es Moren!

Arthur abrió los ojos y observó al encapuchado descender de la plataforma.

Luego vio cómo ambos encapuchados se reunían y pensó:

¿Mento y Moren…? Estoy casi seguro de que son del Colmillo Azul. Por sus miradas, diría que saben quién soy. Quizás estén aquí por mí… Después de todo, maté a su joven señorita y a los que enviaron tras de mí. Tendré que tener cuidado si me toca enfrentarme a alguno.

Cerró los ojos nuevamente y continuó recuperándose.

Desde la distancia, los dos encapuchados lanzaron una mirada rápida hacia Arthur.

—Hermano mayor… —susurró Mento—.

¿Qué haremos si no nos toca enfrentarlo? No podremos matarlo.

Moren lo miró con una mezcla de calma y decepción.

—Mento, debes aprender a pensar por ti mismo. De lo contrario, jamás te convertirás en un asesino de élite.

En cuanto a si podremos matarlo o no… eso depende únicamente de nuestras habilidades.

Hizo una breve pausa antes de continuar:

—Si no logramos matarlo en este torneo, aún podemos hacerlo cuando deje la academia.

Aunque el plazo que nos dieron era hoy, al terminar el día. Si nos demoramos unas horas, no nos castigarán… siempre que llevemos su cabeza al jefe.

Mento asintió en silencio.

Tras unos minutos de espera, se anunció el último combate.

—Décimo combate de la etapa preliminar: Aurelia vs. Zack.

Los dos jóvenes subieron a la plataforma.

Zack era apuesto, de porte noble, mirada arrogante y con dos espadas cortas colgando de su cintura.

Aurelia, en cambio, tenía el cabello azul claro, al igual que sus cejas y pestañas. Sostenía un bastón mágico y parecía un hada hecha de invierno.

Arthur observó su elegancia y luego examinó a Zack.

Una hechicera contra un espadachín… interesante combate, pensó.

Zack miró a Aurelia y sonrió con burla.

—Así que me toca contra la dama caída del Palacio Glacial.

Escuché que te desecharon por no poder aprender su prestigiosa habilidad de hielo.

Aurelia no respondió.

Lo observó como si fuera un insecto bajo su zapato: fría, distante, letal.

Zack frunció el ceño al ver que su provocación no surtía efecto y desenvainó ambas espadas.

El juez alzó la voz:

—¡Comiencen!

Zack se lanzó como un tigre, atacando con todas sus fuerzas.

Aurelia no se movió hasta el último instante.

Cuando las espadas impactaron su cuerpo, este se transformó en nieve que se desmoronó sobre la plataforma.

En el extremo opuesto, Aurelia ya estaba allí, apuntándolo mientras terminaba un conjuro.

—Aliento helado.

Un vendaval gélido envolvió a Zack. Su cuerpo comenzó a congelarse…

pero activó un sello en su pecho, elevando su temperatura corporal y derritiendo el hielo.

Menos mal que traje varios hechizos preparados… Tengo que tener cuidado con su magia de hielo, pensó.

Corrió hacia Aurelia mientras ella lanzaba carámbanos.

Zack los esquivó y, al estar a un metro de ella, una media luna brilló en su tobillo.

—Cortes de viento.

Una serie de cortes cayó sobre Aurelia. Su escudo mágico bloqueó la mayoría, aunque algunos lograron dejar pequeños rasguños.

Zack apretó los dientes, sacó un talismán y lo activó sobre su pecho.

—Velocidad extrema.

Volvió a lanzar Cortes de viento.

Más de cien ataques, feroces, rápidos, devastadores…

Pero cuando terminó, no había nada.

Solo nieve en el suelo.

Zack giró, desesperado.

Aurelia flotaba a tres metros de altura.

Con su mirada fría de siempre, extendió la mano hacia él.

—Fénix Invernal.

Un ave gigantesca de hielo apareció y se lanzó contra Zack.

Intentó protegerse, pero la fuerza del impacto lo aplastó contra el suelo.

Cuando la niebla helada se disipó, solo quedaba un témpano con un cuerpo atrapado en su interior.

El árbitro alzó la voz:

—¡El combate ha concluido! ¡La ganadora es Aurelia!

La multitud estalló en vítores.

—Con esto, ya tenemos a los diez mejores —continuó el árbitro—.

Tendrán un par de horas para recuperarse, y luego comenzaremos la etapa final, donde se decidirán los cinco jóvenes que ingresarán a la academia.

Arthur, que seguía recuperándose lentamente, sintió cómo la ansiedad se asentaba en su pecho.

Si ganaba su próximo combate, estaría entre los cinco mejores… y podría inscribirse oficialmente en la academia.

Pero también conocía una verdad que pesaba más que cualquier herida:

De todos los clasificados…

él era, con diferencia, el más débil.

Su camino sería difícil.

Fin del capítulo.

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