WebNovels

Chapter 3 - De héroe a villano... en un solo helado

Al punto. Dame la misión de hoy.

Solté esas palabras sin rodeos, apenas encendí el sistema. No estaba de humor para rodeos ni discursos motivacionales.

Pero lo que recibí de vuelta fue una respuesta inusualmente sarcástica, proyectada por la típica voz robótica con una pizca de burla digital.

—¿Quién eres y qué le hiciste a Yuzato?

Fruncí el ceño. No tenía tiempo para bromas tontas.

—El golpe dolerá menos si lo hacemos ya. ¡Pero ya mismo! —repliqué, intentando cortar la conversación.

Pero como siempre, el sistema no se quedaba callado.

—¿Cómo está tu llavero?

Bufé por la nariz.

—¿Cómo están tus píxeles?

Una ventana emergente apareció frente a mí de golpe, casi como si el sistema se hubiera ofendido.

¡Misión recibida: ACOSADOR!

Parpadeé varias veces, tratando de entender si había leído bien.

—¿Qué...?

Detalles de la misión: Malo, malo, muy malo.

Objetivo principal: Arrebatarle el helado a un niño.

Objetivo secundario: No lo comas. Dirige el helado al sol y deja que haga su trabajo.

Recompensa principal: Manos pegajosas y un helado.

Recompensa secundaria: NADA.

Penalización: Toda la comida que pruebes tendrá sabor a mierda de perro.

Leí todo en silencio... y después solté una risa seca.

—Entiendo, entiendo...

Me agaché, recogí una piedra del suelo, y sin pensarlo dos veces, la arrojé con fuerza contra la interfaz holográfica.

—¡ERES UN BASTARDO!

El sistema no se inmutó. Solo respondió con su tono neutral y falso aire de inocencia.

—¿Yo? ¿Qué dices si yo no soy quien debe cumplir la misión?

Apreté los dientes.

—¿Y esperas que yo lo haga?

La respuesta fue inmediata.

—¿Quién es el protagonista?

Rodé los ojos. A veces olvidaba lo irritante que podía llegar a ser este sistema.

—Tu madre.

Hubo un silencio. Uno largo y denso, como si incluso el sistema necesitara reiniciarse tras esa respuesta.

Y por un momento, sólo se escuchó el zumbido estático de la interfaz flotando en el aire.

—Otra misión para hoy —dije mientras estiraba los hombros—. Se me hace tarde.

La interfaz volvió a brillar con un destello burlesco, como si se estuviera preparando para trolearme otra vez.

¡Misión recibida: Malo, malo, muy malo!

—Oh, por favor...

Objetivo principal: Arrebatarle el helado a un niño.

Objetivo secundario: No lo comas. Ponlo en dirección al sol y deja que haga su trabajo.

Recompensa principal: Manos pegajosas y un helado.

Recompensa secundaria: NADA.

Penalización: Toda la comida que pruebes tendrá sabor a mierda de perro.

La descripción se detuvo un instante, luego comenzó a garabatearse sola, como si alguien estuviera escribiendo encima del texto original con una letra temblorosa y cruel.

Nota añadida: La mierda de perro sabe a helado.

—¿¡Qué clase de sadismo es este!?

El temporizador apareció justo debajo.

Tiempo para completar la misión: ~60 minutos~ → 30 minutos.

—¡ES TRAMPA! —grité, señalando la interfaz con indignación.

La respuesta fue directa. Letal.

—Tu madre lo hizo al darte a luz.

Me quedé en silencio un momento. Luego apunté con el dedo de forma amenazante.

—Te acordarás de mí...

—Y de tu madre, idiota. Salúdala de mi parte.

No respondí. Me limité a fruncir el ceño, sintiendo cómo la frustración subía como espuma. La pantalla se desvaneció, y cuando volví a abrir los ojos, ya estábamos en la central del reino. Todo el bullicio y el aire mágico del lugar me golpearon como una bofetada.

—¿No te buscan aquí? —preguntó con descaro.

Estuve a punto de responder automáticamente, pero el recuerdo me cayó como un balde de agua helada.

—Ehh... es verdad...

—Solo haz esto rápido —dijo el sistema, bajando un poco el volumen—. Oh, mira, un pequeño niño con un helado inmenso... fresa, chocolate, chispas, y una enorme fresa en la punta.

Mis ojos siguieron la dirección que señalaba. El niño brillaba... literalmente, como si un foco celestial lo iluminara. El helado se veía tan glorioso que por un segundo olvidé lo que tenía que hacer.

—Oye... —rasqué mi cabeza, sintiéndome sucio por lo que estaba a punto de hacer—. Te pido disculpas por hablarte como lo hice. ¿Cambiamos la misión?

—Acepto tus disculpas con toda la humildad que puedo dar... —pausó dramáticamente—. Pero, te jodes. Te quedan 13 minutos.

—¡Por favor! —caí de rodillas, dejando que mi dignidad se estrellara contra el suelo—. Haré cualquier cosa, ¡cualquier cosa que no me haga daño, que no sea asquerosa y que no sea ilegal!

—Quitarle un helado a un niño no te hace daño, no es asqueroso y no es ilegal... creo.

—¡POR FAVOR! —grité con desesperación, justo cuando sentí una presencia a mis espaldas.

Un par de botas metálicas se detuvieron junto a mí. Alcé la mirada y vi a dos guardias.

—¡Es el acosador! —gritó uno.

—¡Mentira! —respondí rápido, poniéndome de pie con una sonrisa fingida—. Soy actor. Estoy en busca del nuevo papel que me dé el Oscar.

El guardia entrecerró los ojos.

—¿Qué es un Oscar?

Me congelé.

—Eh... un pez raro. Soy actor. Lárguense, me tapan la luz del sol e interrumpen mi actuación.

Lo dije con tal seriedad que por un segundo pensé que me había metido demasiado en el personaje. Pero funcionó.

—¡Sí! ¡Perdónenos, señor actor! —respondió el guardia con un repentino cambio de actitud—. ¿Puede darme su autógrafo?

Llevó una mano a la funda de su espada, como si esperara que firmara con sangre.

Me incorporé de inmediato, adoptando una postura orgullosa, como si estuviera en medio de una obra de teatro.

—No me lo pidas dos veces.

Una vez que se alejaron con sonrisas de idiotas, volví la vista hacia el verdadero objetivo.

Allí estaba, sentado sobre una banca con las piernas colgando, saboreando su helado con la inocencia más pura que he visto en mi miserable existencia. Lo lamía con cuidado, como si cada parte del cono fuera sagrada.

—Me voy a ir al infierno... —murmuré.

—No lo dudes —respondió el sistema, con ese tono burlón que tanto detesto—. Tal vez en algunos capítulos.

—Okey... Tus bromas a veces me dan miedo.

Me senté junto al niño, intentando parecer casual, aunque por dentro me carcomaba la culpa.

—Hace calor, ¿verdad?

—¡Sí, señor! Pero mi mamá me compró este delicioso helado. ¡Quiero disfrutarlo hasta el último mordisco! ¡Fresa! ¡Mi sabor favorito!

Me tapé los ojos con la mano, como si así pudiera esconderme de mi propia conciencia.

—Me lleva el system...

—¿Cómo dijo, señor?

Y sin darme cuenta, mi mano ya se había movido por reflejo. El helado estaba en ella. La expresión del niño se congeló, como si le hubiera arrebatado su alma en forma de postre.

—¡MI HELADO! —gritó con desesperación, sus ojos llenándose de lágrimas en cámara lenta.

Reí.

No una risa común. No una nerviosa. No... fue una risa maliciosa, teatral, propia de un villano de opereta.

—¡Jajajajaja! ¡La vida no es fácil, mocoso! ¡Alguien debe enseñarte a enfrentar a los idiotas como yo!

Levanté el helado hacia el sol como si fuera una ofrenda a los dioses.

—¿¡Tu madre no te enseñó a no hablar con extraños?! ¡¡JAJAJAJAJA!!

—¿¡CUÁNDO DIJE QUE DEBÍAS SER CRUEL!? —interrumpió el sistema, casi escandalizado.

—¡Jajajaja! ¡Pobre helado! ¡Se veía tan delicioso!

Pero el helado... comenzó a derretirse. Rápido. Torpe. Pegajoso. El líquido bajaba por mi brazo como una maldición pegajosa.

—¡El helado derretido es horrible, guácala! ¡Date prisa y derrítete!

—¡MAMÁAAAAA!

—Eres un monstruo, Yuzato... pobre niño —dijo el sistema, casi con lástima.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, como si mi alma estuviera tratando de pedir perdón.

—Cállate.

Una ventana emergente apareció frente a mí, brillante y triunfal.

¡MISIÓN COMPLETA!

OBJETIVO SECUNDARIO: COMPLETO.

RECOMPENSAS: Manos pegajosas. Un helado.

Me detuve a ver el helado en mi mano... o lo que quedaba de él. Si eso era una recompensa, definitivamente había algo muy mal conmigo.

Miré el helado una última vez. Se derretía en mi mano como si supiera que había sido robado de la manera más baja posible. El cucurucho ya se estaba ablandando y el líquido rosa goteaba por mi brazo con desprecio.

Lo tiré al suelo.

Sin ceremonia. Sin palabras.

¡TÍTULO RECIBIDO: VILLANO NIVEL PREESCOLAR!

Las letras brillaron en el aire como si se burlaran de mí. Como si el sistema disfrutara premiar mi decadencia.

No esperé a que llegaran los inútiles de los guardias ni a la madre furiosa del niño. Me di la vuelta y simplemente me fui. A paso rápido. Sin mirar atrás.

—Yuzato... eres horrible —dijo el sistema, su voz más suave de lo usual. Casi parecía... decepcionado.

—Acaba el capítulo...

Hubo un breve silencio. Uno que, de alguna forma, me preparaba para lo peor.

¡Misión recibida: MALO, MALO, MALOTE!

Objetivo: Robarle algo a un niño.

Objetivo secundario: Ser cruel nuevamente.

Recompensa principal: ¡Lo que robes!

Recompensa por objetivo secundario: NADA. No te recompensaré por ser una mierda.

Penalización: Una misión con otro niño.

Me detuve en seco. Cerré los ojos con fuerza.

—¡Para, por favor! —grité al cielo, al sistema, al guionista universal que fuera responsable de este absurdo.

No hubo respuesta.

Solo el eco de mis pasos alejándose del lugar del crimen.

Y el sonido pegajoso de mis manos cubiertas en helado seco.

Volvimos al reino nuevamente.

—¡Alto ahí! —gritó uno de los guardias, levantando la mano con dramatismo.

—Bla bla bla bla —respondí sin detenerme siquiera a mirarlo.

—Entendido. Tenga buen día.

Seguí caminando.

—¿"Bla bla bla bla"? —cuestionó el sistema, confundido.

—Tu madre, por si acaso.

Pero entonces lo vi. No, peor... me vio. Otro niño. Esta vez yo no lo busqué, no lo señalé, no lo espié. Él se acercó a mí, con una sonrisa que me heló el alma.

—Eso se escuchó y leyó mal, Yuzato...

—Buenos días, señor —dijo el niño, con una voz tan alegre que brillaba. Literalmente. Había una especie de resplandor falso sobre su cabeza, como si el universo quisiera ponerme a prueba.

—Hola, pequeño —me agaché para quedar a su altura, forzando una sonrisa que me dolía más que cualquier herida de guerra—. ¿Algo bueno pasó?

—¡Sí! ¡Mire! —alzó la muñeca con orgullo—. ¡Por fin pude comprarme un reloj! ¡Es mi primer reloj y estoy muy feliz!

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas falsas, sí, pero lágrimas al fin. Sonreí, con los labios temblorosos por la culpa anticipada.

—Sí... es muy bonito...

Lo susurré en voz baja, apenas para mí:

—No puedo, system... su reloj está dibujado con plumón...

—Sí, ¿verdad? Pobre mocoso... Rápido, se hace tarde.

—Ay, dioses... —respiré hondo y alargué la mano con suavidad—. ¿Puedo verlo?

Sujeté su muñeca un momento, fingiendo admirarlo.

—Sí, es muy bonito... —entonces señalé detrás de él—. ¡Rayos, un gatito!

—¿¡Gatito!? —exclamó con los ojos brillando de emoción.

Y fue ahí. El momento más bajo de mi existencia.

Aproveché el giro inocente de su cabeza, arranqué un pedazo de tela de mi ropa, borré rápidamente el reloj dibujado, tomé un trozo de carbón que tenía guardado para emergencias y garabateé un nuevo reloj en su lugar.

Uno feo.

Muy feo.

—Creo que se fue... —dijo, girando la cabeza de nuevo—. ¿Y mi reloj?

—¡JAJAJAJAJA! ¡GRACIAS POR EL NUEVO RELOJ, PERDEDOR!

—¡MI RELOJ!

—¿Qué? ¿Qué es eso que escucho? ¿¡La hora!? ¡Consíguete un reloj!

Lo vi correr, llorando, con el dibujo horrible en su muñeca como único recuerdo. Me quedé en silencio. Una sombra de culpa me cubrió... por media décima de segundo.

—Perdonen, lectores... juro que no volveré a aceptar estas misiones. Odien al system, no a la historia...

¡MISIÓN CUMPLIDA!

RECOMPENSA: RELOJ MAL DIBUJADO.

¡SIN DUDA ERES UNA MIERDA!

—¡POR FAVOR, PERDONEN A ESTE IDIOTA! —grité, alzando los brazos al cielo, como si alguien allá arriba me escuchara.

Pero ya era tarde.

Y probablemente tenía otra misión en camino.

More Chapters