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Chapter 4 - Capítulo 4: El Último Empujón, La Fiesta y el Caos

*DANIEL*

El último día había llegado. Todo el equipo de trabajo se encontraba liberado de la presión, de los plazos, de las expectativas. El proyecto había sido entregado, la presentación frente a los jefes había sido un éxito, y las vacaciones pagadas ya estaban garantizadas. Había algo innegable en el aire y todos estábamos aliviados de no tener que pensar en el trabajo por una semana.

El reloj marcó las seis, y la oficina se vació rápidamente. Nos despedimos de los últimos detalles, apurándonos por salir para finalmente desconectar. Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que me esperaba después. Mis amigos del trabajo habían estado insistiendo toda la semana en que necesitaba salir, disfrutar y "relajarme un poco." Había dejado que el estrés del trabajo me envolviera, pero ahora, con la libertad ante mí, me costaba creer que una fiesta podría cambiar mi estado de ánimo.

Juan no me dio ni una opción. "¡Hoy no hay excusas, hermano! ¡Es tu noche!" me dijo con su típico tono bromista mientras me daba una palmada en la espalda. No pude evitar sonreír, pero mi mente seguía en blanco. No estaba de humor, pero él tenía una forma de hacer que todo sonara tan convincente que no pude rechazar la invitación. Además, no iba a ser tan malo. Era una semana especial, sí, pero yo solo quería desconectar, estar solo, no involucrarme en nada que me presionara.

Sin embargo, los demás no pensaban lo mismo. "¡No puedes seguir viviendo en esa burbuja, hombre!" insistió Carla, la jefa de marketing, con su habitual sonrisa traviesa. Su tono era más insistente de lo que pensaba, y no me dio tiempo de pensarlo dos veces.

Así que, aquí estaba, en un bar con luces brillantes, música ensordecedora y copas que aparecían una tras otra, empujándome cada vez más hacia un destino que no tenía claro. Mis amigos, como siempre, estaban más que listos para hacer de esa noche algo memorable. Las bebidas fluían con rapidez, y no tardaron mucho en convencerme de darles una oportunidad. Primero fue un shot, luego otro, luego una cerveza. Cada bebida venía con una sonrisa, con un grito de ánimo, con la esperanza de que me relajara, que soltara el estrés que había acumulado en las últimas semanas.

"¡Vamos, estás tan tenso! Tienes que soltarte un poco," dijo Juan, riendo mientras llenaba mi vaso una vez más.

Lo cierto era que, aunque no quería admitirlo, un par de tragos no me vendrían mal. Después de todo, las vacaciones estaban cerca y no tenía que preocuparme por el trabajo en mucho tiempo. Entonces, sin pensarlo mucho, tomé el vaso y bebí, dejando que la sensación de calor y la presión se disolvieran poco a poco. La risa, las voces de mis amigos, el sonido de la música… todo se sentía más lejano, más suave.

Pero, en medio de la euforia, Juan me miró con una sonrisa cómplice. "Oye, deberías llamarlas," me dijo, refiriéndose a las chicas, las cuatro que nunca dejaban de estar en mi cabeza, aunque intentaba evitar pensar en ellas. "Ellas seguro están esperando que las invites. Después de todo, saben que las extrañas y que las vacaciones son la excusa perfecta para pasarla bien."

Lo miré confundido. "¿A ellas? ¿De verdad?"

"Sí, claro, sabes que te siguen el ritmo. Son fiesteras cuando estás presente, y siempre nos hemos divertido cuando se han unido. Además, tus chicas y nosotros nos llevamos bien," continuó Juan, mientras una chispa traviesa se encendía en sus ojos. "Ya nos conocieron en esa fiesta rara de hace unos meses, ¿recuerdas? Nunca está demás una reunión como esa."

Recordé perfectamente la fiesta de la que hablaba. Había sido en casa de una amiga de la oficina que renunció hace un tiempo, en la que por accidente las chicas se cruzaron con nosotros y no tiene más remedio que presentarlas ante mis amigos.

No esperaba que aquellas mujeres se llevaran tan bien con mis amigos del trabajo, pero ahí estábamos, todos riendo, bailando y disfrutando de la noche. De alguna forma, aquellas reuniones extrañas se habían vuelto más frecuentes, y aunque siempre intentaba no involucrarme demasiado, sabía que no podía rechazar a las chicas.

Estaba claro, me lo estaban proponiendo como si no tuviera elección. Y, aunque a veces me costaba lidiar con ellas, no podía negar que se sentía bien tenerlas cerca. Aunque fuera solo por un rato.

"Está bien," respondí, sacando mi teléfono. "Las llamo y vemos si quieren venir."

El sonido del celular llamando me pareció interminable. Al final, Valeria contestó. "¡Hola! ¿Qué tal? ¿Ya empezaron la fiesta? ¡Tienes que relajarte, ya te lo dijimos!"

"Sí, sí. Aquí estoy," respondí, tratando de sonar tranquilo. "Juan insiste en que las invite a ustedes. ¿Están libres?"

"Claro, ¿cómo no vamos a estar libres? Estamos listas para ir. ¿Dónde estás? ¿Nos vemos en el bar?" me respondió con entusiasmo.

"Sí, en el bar de siempre. ¡Nos vemos pronto!" corté la llamada, y el ánimo en el grupo de trabajo se encendió aún más.

Ahora las chicas estaban de camino, y la noche prometía ser más divertida de lo que pensaba. Aunque no quería admitirlo, en el fondo sentía una extraña mezcla de nervios y emoción.

De repente, me di cuenta de que, a pesar de todo, siempre había algo impredecible en lo que hacía con ellas. Y esa noche no sería la excepción.

Una hora después de mi llamada, las chicas llegaron al bar. Valeria, Layra, Mariana y Sofía. Las cuatro brillaban con esa energía que solo ellas parecían tener, radiantes y llenas de vida, como siempre. Cuando entraron al lugar, su presencia fue inmediata. No era solo su aspecto, sino esa vibra que tenían. Era como si todo se iluminara al instante.

No pasaron ni cinco segundos antes de que ellas se lanzaran hacia mí. Primero fue Valeria, quien se acercó con una sonrisa traviesa, cruzando los brazos como si me estuviera regañando. "¿Y tú, qué? ¿Solo mensajes, y ni una invitación? ¿Hace cuánto que no nos vemos, Daniel? ¿Tantas excusas tienes que inventar para no salir?"

Antes de que pudiera responder, Layra también se unió al ataque, abrazándome por un lado, mientras me hacía una pequeña mueca de desaprobación. "¡Tienes que hacer tiempo para nosotras! Ya nos estábamos preguntando si realmente te gustamos o si estás usando el trabajo como excusa para evitarnos."

Mariana se acercó con su tono juguetón, sin perder su elegancia, pero claramente haciéndome sentir el peso de su mirada. "¿Y qué, nos ibas a dejar con las ganas de ver a tu sonrisa por más tiempo? No te creas, te perdonamos... solo porque sabemos que eres muy ocupado, pero que no se repita."

Sofía, más reservada, pero igual de encantadora, me sonrió de forma cómplice. "Hace mucho que no salimos a divertirnos juntos. Nos alegra verte finalmente libre. Aunque, de todos modos, ¿de verdad ibas a dejar que pasaran las vacaciones sin vernos?"

Juan, que había estado observando con una sonrisa mientras tomaba un trago, decidió intervenir para calmar las aguas. "Chicas, chicas... Ya saben cómo es esto. Daniel ha estado trabajando mucho en el proyecto. No ha tenido tiempo ni para él, menos para salir con ustedes," dijo, levantando la mano como si fuera un árbitro. "Así que, les pido que lo disculpen, estuvo muy ocupado y ha sido un esfuerzo colectivo, pero por fin está libre por una semana. ¡Así que podrán tenerlo todo para ustedes!"

Yo simplemente me quedé en silencio, mirando a Juan con una expresión de resignación. Aunque agradecía que salvara la situación, también sabía que la verdad era un poco diferente. Ellas solo sabían que tendría días libres, pero no que iba a estar libre por toda una semana entera.

Las chicas parecían iluminarse con las palabras de Juan, sus ojos brillaron al saber que finalmente no estaría atrapado en el trabajo. "¿En serio? ¡Una semana entera! Por fin," dijo Valeria, su rostro resplandeciendo de emoción. "Pensé que no íbamos a lograr esto nunca."

Mariana sonrió, sabiendo que esta vez me tenían a su disposición. "Eso es lo que queríamos escuchar, Dani. La próxima vez, mejor que no pongas excusas," bromeó, guiñando un ojo mientras me miraba.

Sofía, que normalmente no era tan ruidosa, asintió con la cabeza y dijo: "Te perdonamos por ahora. Pero ya sabes que tenemos grandes planes para ti."

Mientras ellas comenzaban a reirse entre ellas, Valeria ya estaba pidiendo más tragos. "¡Oye, camarero! ¡Asegúrate de que tengamos lo que necesitamos para ponernos al día! El chico aquí está libre por fin, y nadie lo va a dejar escapar."

Juan sonrió mientras las chicas comenzaban a hacer más pedidos, y yo simplemente me dejé llevar por el flujo de la noche. No sabía bien qué iba a pasar ni por qué, pero había algo en el aire que me decía que la noche no terminaría de la forma que esperaba.

"Vamos, Daniel, ¿por qué tan serio?" preguntó Mariana, dándome un toque en el brazo mientras todos nos acomodábamos alrededor de una mesa. "¿A qué le tienes miedo?"

"Solo a que después de tanto trabajo, ahora voy a estar rodeado de ustedes por una semana entera," respondí, esbozando una sonrisa irónica. Pero, en el fondo, la idea de no tener que preocuparme por el trabajo, ni por la presión que venía con él, me calmaba un poco.

Las chicas se rieron, y el ambiente se volvió más relajado a medida que los tragos empezaban a llegar a la mesa. Cada vez que alguien se reía o hacía una broma, más desconectado me sentía del estrés que había tenido. Era como si, de alguna manera, su presencia fuera la cura para la tensión que me había estado comiendo por dentro.

Pero, al mismo tiempo, sabía que esta noche podía ser más impredecible de lo que imaginaba. Las chicas siempre tenían esa chispa que convertía cualquier reunión en algo emocionante, peligroso a veces, pero siempre divertido.

[Momento de la fiesta del Capítulo 1]

La primera copa fue fácil. La segunda, un poco menos. Y para la tercera, ya no sabía ni qué estaba diciendo. Me reía más de lo normal, me burlaba de un par de historias que no tenían ni pies ni cabeza, y en medio de esas carcajadas, me vi rodeado de caras conocidas.

Ahí estaba Valeria, como siempre, con su tono sarcástico y esa sonrisa pícara. "¿Cómo estás, campeón? ¿Te has olvidado de los problemas ya?" me dijo mientras se acercaba, tocándome el hombro con un aire travieso. Sin esperar respuesta, me obligó a tomar otro trago. "Venga, no seas aguafiestas, toma otro," insistió, con una sonrisa que no pude rechazar.

A su lado, Mariana, siempre tan tranquila pero con una risa que se contagiaba rápidamente, me ofreció un vaso lleno de algo que ni siquiera sabía si era tequila o algún cóctel extraño que ella misma había inventado. "Ay, papito, estás tan estresado, necesito verte sonreír," me dijo mientras me lo empujaba hacia la boca. "Te lo juro, esto te va a hacer olvidar todo," añadió, su risa nerviosa sonando en mis oídos.

Luego, Laura, la más misteriosa de todas, siempre tan impredecible. "¿No crees que ya es hora de dejar de ser tan serio?" dijo, quitándome la copa de las manos con un movimiento ágil y obligándome a beber de un solo trago. "A disfrutar, cariño, a disfrutar," susurró, casi como si fuera un secreto compartido entre nosotros dos.

Y, por último, Sofía. La amiga que siempre tenía las palabras correctas en el momento perfecto. Se sentó junto a mí, con su mirada fija y una ligera sonrisa. "Te lo dije, ya era hora de que vinieras a alguna fiesta. No sé cómo no te habías dado cuenta de lo que te estabas perdiendo," me dijo, mientras las otras reían alrededor.

Con cada trago que pasaba, las risas se volvían más exageradas, las historias más absurdas, y yo comenzaba a perder el control. La realidad se desdibujaba, y las voces se mezclaban con la música del DJ, creando una atmósfera surrealista. Reía sin razón, abrazaba a las chicas como si las conociera de toda la vida, y me sentía como si todo estuviera bien. Como si la pesadez del trabajo y las preocupaciones desaparecieran con cada sorbo.

Y no supe en qué momento, entre la música y las risas, me vi empujado hacia el centro de la pista de baile. Valeria, con una energía incontrolable, me arrastró por la cintura mientras Mariana me sujetaba de cerca, asegurándose de que no cayera. "¡Venga, papá, a moverse!" me gritó entre risas, y no pude evitar sonreír como un idiota. Era como si estuviera en el escenario principal de un espectáculo, y todo el mundo fuera mi público. Era como si esa pista de baile fuera mi momento estelar.

Me vi girando sin rumbo, como un trompo descontrolado, con las chicas riendo alrededor. ¿De qué estábamos hablando? No tenía ni idea. ¿Estaba haciendo el ridículo? Probablemente. Pero el alcohol me había soltado. Ya no sentía vergüenza. Solo diversión. Y mis compañeros de trabajo, que estaban a un costado, no perdían la oportunidad de burlarse.

"¡Miren a este! ¿No es el jefe más serio del lugar?" gritó Juan, entre carcajadas, levantando su copa en señal de celebración. "¡Miren cómo se suelta! ¡Yo también quiero un trago de lo que está tomando!"

Carla, que no era para nada tímida, sacó su celular y empezó a grabar. "¡Este video va directo al grupo de trabajo! ¡Esto nunca lo vamos a olvidar!" decía, entre risas. Yo, en ese momento, solo pude mirar a la cámara y hacer una cara ridícula, como si fuera el alma de la fiesta. Y claro, el alcohol me hizo pensar que era el alma de la fiesta. Tal vez lo era, pero también era el payaso, el que estaba haciendo el ridículo frente a todos.

Y en medio de todo eso, Sofía apareció. Se acercó con esa mirada intrigante que siempre tenía, mientras yo tambaleaba de un lado a otro. "¿Seguro que no te has olvidado de las consecuencias de tus acciones, campeón?" me susurró al oído, su tono juguetón dejando claro que ella sabía más de lo que yo pensaba. La miré fijamente, tratando de enfocar mis ojos borrosos. "Tú eres la peor," le dije, aunque no estaba seguro de si había sido una broma o algo más serio. Ella se rió, dándome una palmada en la espalda. "Lo peor es que te gusta, ¿verdad?" me soltó con una mirada traviesa.

Me quedé en silencio un segundo, no sabía si estaba bromeando o si en realidad era un mensaje más directo. Pero, de repente, las chicas comenzaron a rodearme, cada una con su actitud única, pero todas intensas, como siempre. Valeria, con su energía desbordante, me empujó nuevamente hacia el centro del bar. "¡Vamos, papá, a bailar como si no hubiera mañana!"

La música seguía sonando, las luces parpadeaban, y yo ya no podía pensar con claridad. Solo sabía que me estaba divirtiendo, y todo parecía irreal. Había algo extraño en el aire, algo que no podía ubicar en mi cabeza, como si el tiempo se hubiera distorsionado. Me sentía en una burbuja, pero al mismo tiempo, sabía que algo raro iba a suceder.

Finalmente, me hicieron sentarme en una mesa, rodeado de las chicas que no paraban de reír entre ellas. Mariana, la más tranquila, me miraba con una sonrisa de complicidad. "¿Cómo va eso, campeón? Ya tienes más fotos tuyas en esta noche que en todo el año," me dijo, mientras me pasaba otro trago.

"Relájate, hoy es tu noche," añadió, guiñándome el ojo.

Mi mente ya estaba completamente borrosa, y todo parecía un sueño surrealista. Cada una de ellas se acercaba, dándome bromas o, quién sabe, tal vez algo más serio. Pero lo único que recuerdo es una mezcla de voces, risas y el sonido del DJ mezclando canciones.

A lo lejos, veía a mis compañeros del trabajo, que no dejaban de reír a carcajadas. "¡Miren al gran hombre de la oficina! ¡Quién lo diría! ¿Quién se lo iba a creer?" decía Juan, mientras chocaba su vaso contra el mío, como si estuviéramos celebrando algo grandioso. "¡Esto va directo a la historia!"

Y yo, en ese momento, solo me dejé llevar por la corriente, sin saber si estaba haciendo el ridículo o si había encontrado algo más que solo diversión.

La música seguía sonando con fuerza, las luces parpadeaban al ritmo de las canciones y el bar estaba lleno de gente riendo y charlando. Yo estaba perdido en la diversión, rodeado de las chicas, mis compañeros, y una atmósfera cargada de alcohol y risas. Pero entonces, en medio de ese caos, algo cambió.

Valeria, como siempre impredecible, me miró con una mirada intensa. La sonrisa traviesa que siempre la acompañaba se acentuó, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó de la mano y me guió hacia un rincón apartado del bar. Estaba tan borracho que ni siquiera pude oponer resistencia. No sabía si en ese momento me sentía más perdido por el alcohol o por la situación que estaba ocurriendo.

La esquina del bar estaba oscura y apartada. Nadie nos veía. La música parecía más lejana aquí, el bullicio de la gente quedaba reducido a un eco distante. Y Valeria, con una confianza arrolladora, se acercó a mí. Sus ojos brillaban de una manera peculiar, casi como si supiera exactamente lo que estaba pasando en mi cabeza. Me sentí atrapado, como si una parte de mí quisiera ceder, pero otra luchaba por no hacerlo.

"¿Qué pasa, campeón?" dijo Valeria con voz suave, mientras daba un paso más cerca, obligándome a retroceder ligeramente. La tensión entre nosotros aumentaba con cada segundo. "Tanto tiempo esperando una excusa para que esto sucediera... ¿te vas a hacer el tonto ahora?"

Mi mente intentaba procesar la situación, pero todo estaba nublado. Ella estaba tan cerca, tan real, y la atracción entre nosotros era innegable. Sus labios estaban a un par de centímetros de los míos, y su respiración, entrecortada por la cercanía, me hacía sentir como si el mundo entero se hubiera detenido solo para nosotros.

No pude evitar fijarme en cada detalle de su rostro. Su cabello perfectamente arreglado, oscuro, ligeramente ondulado; sus ojos, grandes y penetrantes, rodeados por un delineado que resaltaba su mirada. La suavidad de su piel, que parecía brillar bajo las luces tenues del bar. Todo en ella me llamaba a rendirme, pero había algo dentro de mí que se resistía a ceder. ¿Era el alcohol? ¿Era el hecho de que esto no era lo correcto?

Valeria, al ver mi indecisión, sonrió de manera juguetona, como si disfrutara tener el control de la situación. "Las demás me van a matar si se enteran de esto," susurró entre risas, su voz suave pero cargada de intenciones. "Pero no me importa, ¿sabes? Hoy, solo somos tú y yo."

Eso me dejó aún más confundido. Estaba claro que ella sabía lo que quería, y yo... yo no sabía cómo reaccionar. Todo lo que sentía era una mezcla de deseo y confusión. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba si esto cambiaba todo entre nosotros? ¿Y si las chicas se enteraban?

"Valeria..." logré murmurar, mi voz temblando un poco. No sabía qué decir, no sabía qué hacer. Pero lo único que sabía era que, en ese rincón apartado, el tiempo parecía haberse detenido. Ella estaba cerca, demasiado cerca. Podía sentir su aliento sobre mis labios, y no pude evitar pensar en lo que pasaría si dejaba que esa tensión se convirtiera en algo más.

Pero, a pesar de todo, algo dentro de mí se resistió. Tomé una respiración profunda y, con fuerza, aparté ligeramente mi rostro. "No puedo," dije, mi voz más firme de lo que sentía. "Esto... no es correcto."

Valeria, al principio sorprendida, me miró con una mezcla de incredulidad y diversión. "¿Qué te pasa, Daniel?" dijo, casi como un reto, mientras mantenía su cercanía. "Nunca pensé que fueras tan terco. ¿Qué te detiene? Es solo una noche."

Pero aún así, sentí que algo me mantenía firme. La realidad de la situación, la confusión, y mi propia moral me decían que no podía seguir este camino, aunque la tentación fuera fuerte. Me aparté lentamente, tratando de mantenerme lo más calmado posible, y con una mirada sincera, le respondí. "No sé qué estamos haciendo aquí, Valeria, pero esto no está bien. No quiero que algo así nos cambie."

Ella me observó en silencio por un momento, como si estuviera analizando mi respuesta. Por fin, sus labios se curvaron en una sonrisa enigmática, y, aunque parecía decepcionada, también me dio espacio.

"Está bien," dijo, su tono más suave ahora. "Te dejaré respirar, pero esta noche no olvides lo que casi sucedió."

Con eso, se dio media vuelta, y en lugar de insistir, caminó hacia el grupo de chicas que aún estaban disfrutando del bar. Yo me quedé allí, respirando con dificultad, aún sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros. ¿Hice lo correcto? ¿Logré evitar lo inevitable?

****

*VALERIA*

Lo observé alejarse con pasos torpes, tambaleándose ligeramente mientras se dirigía al grupo. Su mirada, confusa y un tanto perdida, parecía tratar de sacudirse el peso de lo que acababa de suceder. O más bien, de lo que no había sucedido. El chico responsable y serio, el que se negaba a ceder, se alejaba de mí como si de alguna manera, hubiera fallado.

"Maldita sea," murmuré para mis adentros, aún sintiendo el ardor de la cercanía que había existido entre nosotros. No era la primera vez que me sentía rechazada, pero esta vez algo dentro de mí había estado más dispuesta a cruzar esa línea. Tal vez fue el alcohol. Tal vez fue la diversión de la noche. O tal vez simplemente estaba cansada de esperar.

Saqué mi celular, desbloqueé la pantalla y, con una sonrisa torcida, comencé a escribir un mensaje al grupo. "Misión fallida. Daniel no se dejó seducir. Les dejo la tarea a ustedes. Ya saben, chicas, es hora de hacer su magia." Envié el mensaje sin pensarlo mucho, y al instante comenzaron a llegar respuestas llenas de emojis.

Laura: 🤷‍♀️🙄🍸

Mariana: 💀🤭🍸

Sofía: 😏💋

Cada una de ellas se limitó a responder con un emoji, como si no fuera necesario añadir nada más. Sabían lo que estaba pasando. Sabían que la situación no era tan fácil como solo mirarlo y sonreír. Tenía que ser algo más. Algo más difícil, algo que ni siquiera yo había conseguido. Y aunque me sentía frustrada, sabía que esto no era el final.

Miré a mi alrededor y vi a Daniel integrándose de nuevo con los demás, sus ojos aún ligeramente vidriosos por el alcohol, pero ya con la expresión de un hombre que se había escapado de una situación incómoda. Sonreí para mis adentros. Sabía que no lo había perdido del todo.

"Si ellas no pueden," dije en voz baja, mirando mi celular antes de enviar el último mensaje al grupo. "Entonces volveré a intentarlo. Esta noche no termina aquí."

Una parte de mí sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero otra parte se sentía excitada por la idea de tener el control, de ver hasta dónde podría llevar este pequeño reto.

Guardé el teléfono en mi bolso y tomé un trago de mi copa, mirando a mis amigas con una sonrisa que delataba mi determinación. Esta noche, no solo Daniel tendría la última palabra.

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