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Chapter 3 - Capítulo 3: La Llamada

*LAURA*

Estaba recostada en el sofá, la luz de la tarde filtrándose por las cortinas, cuando mi teléfono vibró. Era Mariana. No pude evitar sonreír al ver su nombre. Siempre sabía cómo hacer que las cosas parecieran más interesantes de lo que realmente eran.

"¿Qué tal, Laura? ¿Todo bien?" comenzó Mariana, su tono ligero, pero con una pizca de curiosidad que ya me hacía intuir que tenía algo en mente.

"Todo tranquilo. Solo el típico caos de la semana. ¿Tú qué tal?" respondí, acomodándome mejor en el sofá.

"Lo mismo de siempre. El trabajo no es tan agobiante ahora, así que tengo tiempo para pensar en otras cosas... y, sinceramente, estoy pensando en él," dijo Mariana, haciendo una pausa intencional.

Mi mente inmediatamente fue hacia Daniel. Ya sabíamos que, debido a su carga de trabajo, no era probable que pudiera unirse a nosotras esta noche. Pero, como siempre, había algo en el aire cuando pensábamos en él. Era ese sentimiento extraño que no entendíamos del todo: una mezcla de atracción y preocupación, o tal vez solo una necesidad de tenerlo cerca. No es que estuviéramos obsesionadas, pero sí había algo especial en su presencia.

"Sabes que nunca podemos obligarlo, ¿verdad? Él está siempre tan ocupado con su trabajo... pero aún así, me gustaría que se uniera a nosotras hoy. Lo bueno es que nosotras no estamos tan agobiadas como él. Y, la verdad, su compañía siempre hace que las cosas sean más divertidas," le respondí, mientras pensaba en cómo había cambiado nuestra dinámica desde que lo conocimos.

"Es cierto," Mariana continuó. "Pero, no sé, siempre que lo tenemos cerca, las cosas se vuelven... diferentes. Mejor. Él tiene algo, Laura, ¿no lo has notado? Y es tan responsable. Es el tipo de persona que realmente te hace pensar que no todo en la vida tiene que ser una fiesta para ser divertido. Creo que por eso, aunque esté todo el tiempo ocupado, siempre lo queremos cerca. Es como si, de alguna manera, todos necesitáramos un poquito de su calma."

Estaba completamente de acuerdo con lo que Mariana decía. Aunque Daniel no era el tipo de hombre que buscaba llamar la atención o hacerse el centro de todo, había algo en él que nos atraía, incluso desde que lo conocimos en aquella fiesta hace años, gracias a nuestra amiga Alejandra, y algo más para Dani, y desde entonces, su presencia se volvió casi indispensable en nuestras vidas. Aún recuerdo esa noche: al principio, parecía tan fuera de lugar, tan serio, sarcástico pero a la vez distante. Pero con el tiempo, su naturaleza genuina comenzó a brillar. Había algo en él que lograba que cada momento compartido se sintiera más tranquilo, como si todo fuera más fácil cuando estaba cerca.

"Sí, definitivamente. Es un buen chico," respondí, pensativa. "A veces creo que deberíamos intentar corromperlo un poco más. Solo un poco. A ver si lo sacamos de ese mundo de estrés y responsabilidades que tiene. Si lo obligamos a pasar más tiempo con nosotras, tal vez se dé cuenta de que hay más en la vida que trabajar."

Mariana soltó una pequeña risa, como si la idea de "corromper" a Daniel fuera un plan factible. "Lo bueno de él es que, aunque siempre parece estar en su burbuja de trabajo, también sabe divertirse. A su manera, claro. Pero, a veces, me pregunto por qué siempre lo queremos cerca. No es como si fuera el alma de la fiesta, ¿verdad? Es más bien... el tipo tranquilo. Y eso es lo que lo hace especial. La gente como él no es tan fácil de encontrar."

"Exacto," respondí, pensando en la forma en que Daniel nos hacía sentir, como si las cosas se pusieran en su lugar cuando estaba cerca. "Es raro, porque aunque no podamos tenerlo siempre con nosotras, siempre tenemos esa sensación de que necesitamos verlo, aunque sea por un rato. No sé si se trata de que nos guste tenerlo cerca o si simplemente... bueno, si nos importa más de lo que queremos admitir."

Mariana suspiró. "Es complicado. No es como si fuéramos sus novias o algo así. Pero, no sé, todas tenemos esa sensación de querer estar cerca de él. Y lo más extraño es que él nunca parece forzarlo. Es natural. Como si todos los momentos compartidos con él fueran, de alguna manera, especiales."

"Lo que pasa es que él es diferente," dije, sintiendo una sonrisa en mi rostro. "Pero, mira, no vamos a forzarlo. Si no quiere salir hoy, tampoco podemos hacer mucho al respecto. Lo bueno es que sabemos que, aunque no estemos tan pegadas a él, siempre podemos contar con su compañía en algún momento. No es como si fuera alguien que desaparece o se olvida de nosotras. Y eso, en sí, ya es suficiente."

Mariana estuvo un rato en silencio, como procesando lo que acababa de decir. Finalmente, habló, esta vez con un tono más decidido. "Tienes razón. No vamos a forzarlo. Pero, si no se une a nosotros hoy, definitivamente lo vamos a invitar más seguido. Ya sé que está a full con su trabajo, pero también tiene derecho a descansar y disfrutar de algo diferente. Así que, si no se une hoy, le vamos a hacer saber que siempre tiene un lugar con nosotras."

Reí, porque sabía que Mariana tenía razón. Daniel, por más que se resistiera a nuestras invitaciones, nunca podría escapar del hecho de que lo queríamos cerca. No había forma de evitarlo. Y, aunque él no lo supiera aún, alguna vez terminaría aceptando.

"Está decidido entonces. Si no hoy, pronto. Lo obligaremos a salir de su oficina," bromeé, al mismo tiempo que me sentía feliz de saber que, a pesar de sus momentos de estrés y responsabilidad, él era una de las personas más especiales que habíamos conocido. Y, tal vez, al final, esa era la razón por la que nos importaba tanto.

*****

*DANIEL*

Habían pasado dos días desde que respondí a los mensajes de las chicas. Mi cabeza seguía ocupada con el trabajo, y aunque había momentos en los que sentía la tentación de desconectarme un poco, la verdad es que no tenía tiempo. El proyecto estaba en su fase final, y el equipo, que había trabajado incansablemente durante semanas, esperaba ese momento crucial: la presentación frente a los jefes. Todo dependía de eso. Si salía bien, las vacaciones pagadas serían nuestra recompensa. Si no, todo habría sido en vano.

Era temprano esa mañana, pero el día ya se sentía como una carga. Estaba sentado en la mesa de la oficina, mi laptop abierta frente a mí mientras revisaba una vez más todos los detalles que podrían hacer la diferencia. Las cifras, los gráficos, los informes... todo tenía que estar perfecto. Cada pequeño error podía ser fatal. Sentía que mi cerebro estaba a punto de colapsar, pero la idea de las vacaciones me mantenía en pie. Solo tenía que aguantar unas horas más.

El ruido de las teclas golpeando el teclado era lo único que rompía el silencio de la oficina. Mis compañeros estaban tan concentrados como yo. Las presentaciones siempre me ponían nervioso, y aunque habíamos trabajado duro, la incertidumbre de si sería suficiente siempre estaba ahí. La reunión con los jefes estaba programada para las 10 a.m., y aún quedaba mucho por hacer. Sabía que no podía dejar que nada se me escapara. Esta era nuestra oportunidad.

Me eché hacia atrás en mi silla, mirando la pantalla por un momento. Todo estaba en su lugar. Al menos, eso esperaba. Respiré hondo y me levanté, caminando hacia la sala de descanso para despejarme un poco. El café de la mañana ya no hacía su trabajo. No estaba cansado físicamente, pero mi mente estaba agotada. Todo este esfuerzo, todo este tiempo invertido, ¿valdría la pena?

Al llegar a la máquina de café, vi que algunos de mis compañeros ya estaban allí, igual de tensos. Todos teníamos la misma expresión: una mezcla de ansiedad y agotamiento. Nadie decía nada. No era necesario. Todos sabíamos lo que estaba en juego.

"¿Ya lo tienes todo listo?" me preguntó Andrés, el líder del equipo, mientras tomaba su taza de café.

"Sí, solo estoy repasando todo una vez más. Lo necesito perfecto," respondí, intentando que mi voz sonara más calmada de lo que realmente me sentía.

"Es nuestro momento. No podemos permitirnos fallar," dijo él, asintiendo con la cabeza.

Antes de que pudiera responder, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué rápidamente, ya que las notificaciones de las chicas siempre me hacían sonreír, aunque no tuviera tiempo de responder.

Era Valeria.

"¿Cómo vas? ¡Seguro que hoy todo sale de maravilla! Si necesitas relajarte un poco después de la presentación, ya sabes que te esperamos."

Una parte de mí quiso dejarlo pasar, concentrarme de nuevo en el trabajo, pero otra parte no pudo evitarlo. A pesar de todo el estrés, no pude evitar sonreír por un momento. Sabía que ellas siempre estaban ahí, a su manera. Incluso si no podía verlas o hablar con ellas todo el tiempo, su preocupación me daba una extraña sensación de calma.

Sin responder de inmediato, guardé el teléfono en el bolsillo y volví a mi escritorio. La reunión con los jefes estaba por comenzar, y era hora de poner en marcha todo lo que habíamos preparado.

El resto del equipo se reunió en la sala de conferencias, cada uno con su laptop lista. La sala estaba llena de tensión. Las caras serias, los papeles organizados, las pantallas listas para presentar… y yo, luchando contra la sensación de que todo podía derraparse en cualquier momento.

Cuando los jefes finalmente entraron, la sala se hizo aún más silenciosa. El tiempo parecía detenerse. Sabía que mi parte en la presentación sería crucial. Había sido yo quien se encargó de los números, de los detalles más técnicos. Lo que me daba un poco de tranquilidad era que todos teníamos algo en lo que apoyarnos. Era un trabajo de equipo, pero todos sabíamos que los ojos de los jefes estarían sobre mí, porque, al final, había sido mi esfuerzo el que había liderado todo.

El primer minuto fue extraño. No sabía si estaba nervioso o simplemente estresado. Andrés comenzó la presentación, pero en cuanto me tocó hablar, mi mente se nubló por un instante. "Tranquilo, solo respira," me repetí en mi cabeza. Los jefes escuchaban atentamente, tomando notas, asintiendo en momentos clave. Lo que seguía era la parte crucial, la que determinaría si realmente habíamos hecho todo bien.

"Y, como pueden ver, este proyecto está basado en los resultados de meses de análisis y trabajo exhaustivo. Cada cifra, cada gráfica, cada decisión tomada ha sido con el objetivo de mejorar los resultados y garantizar el éxito a largo plazo," comencé, mirando a los jefes.

Mi voz sonó firme, aunque en mi cabeza estaba todo dando vueltas. "Lo que buscamos es una solución que no solo sea eficiente a corto plazo, sino que establezca un modelo para futuros proyectos, optimizando recursos y maximizando resultados," seguí, casi como un piloto automático.

Terminé mi parte, con un nudo en el estómago. Ahora solo quedaba esperar la reacción de los jefes.

El silencio en la sala era pesado. Los jefes se miraron entre ellos, tomando notas, intercambiando opiniones en sus cabezas. El tiempo parecía dilatarse. Cuando finalmente levantaron la mirada hacia nosotros, pude ver una ligera sonrisa en sus rostros. Era un alivio, pero la incertidumbre seguía ahí, sin dejarme relajarme.

"Buen trabajo," dijo uno de los jefes finalmente. "Este proyecto cumple con nuestras expectativas. Les otorgaremos la semana de descanso que han solicitado. Felicitaciones a todos ustedes."

Un suspiro colectivo recorrió la sala. Nos miramos entre nosotros, nuestras sonrisas se comenzaron a dibujar. Sabíamos que había sido suficiente. El trabajo arduo había valido la pena. Todo ese esfuerzo, toda esa tensión, ahora era recompensado. Y, aunque aún me sentía agotado, no pude evitar pensar en cómo aprovecharía esos días libres. La semana de vacaciones ya era nuestra.

Antes de salir de la sala, el mensaje de Valeria volvió a mi mente. Ya sabía lo que quería hacer. Por fin, después de tanto trabajo, por fin tendría tiempo para pensar en otras cosas.

La hora de salida ya casi había llegado. El reloj de la pared marcaba los últimos minutos antes de que el sonido de la computadora nos indicara que el día laboral terminaba. Estaba agotado, pero el sentimiento de alivio comenzaba a asomarse, como si finalmente pudiéramos soltar todo el peso que habíamos cargado durante semanas.

"Solo dos días más," dijo Juan, uno de los compañeros de trabajo con los que había compartido casi todo el proyecto. "Dos días más de trabajo ligero y, por fin, la semana de vacaciones estará aquí sin problemas. ¡Qué alivio!"

Su tono era un reflejo del ánimo general en la oficina. Todos estábamos igual, con los ojos cansados pero la mente aliviada, como si el simple hecho de saber que ya casi teníamos nuestra recompensa nos diera el empujón necesario para terminar lo que quedaba.

Asentí mientras organizaba algunos papeles y apagaba mi laptop. Aunque el trabajo no era realmente difícil en este punto, había algo en el aire que lo hacía todo más pesado. Tal vez era la ansiedad de saber que todo el esfuerzo de las últimas semanas dependía de esos dos días. Pero, por otra parte, también pensaba en el descanso que me esperaba. No tener que preocuparme de nada más que de estar tirado en mi sofá, viendo una película o incluso durmiendo hasta tarde sin presiones.

Juan, que siempre estaba de buen humor, nos miró y sonrió. "Lo bueno es que, cuando terminemos, podemos hacer lo que queramos sin pensar en el trabajo por una semana completa. Así que, ¿qué van a hacer todos?"

Al principio nadie respondió. Todos estábamos demasiado centrados en lo que habíamos hecho y en lo que quedaba por hacer. Pero al final, alguien comentó, rompiendo el silencio.

"Yo voy a dormir como si no hubiera un mañana," dijo António, que siempre se mantenía ocupado con algo. "Necesito un buen descanso. Ya ni sé cómo no me he desmayado de cansancio."

El resto de la oficina rió, porque todos sabíamos lo agotados que estábamos. Pero, en el fondo, todos teníamos claro que el descanso sería lo más importante en esos días. Sin embargo, mi mente no podía evitar vagar hacia el mensaje de Valeria. Ellas, las chicas, siempre estaban en contacto conmigo de alguna manera, aunque fuera solo para saber cómo estaba.

Al menos por ahora, no iba a tener que preocuparme por el trabajo, por los plazos, o por las expectativas de los jefes. Esta vez, solo me quedaba disfrutar de la recompensa que todos habíamos ganado a base de esfuerzo.

Mi teléfono vibró de nuevo. Era otro mensaje de Valeria.

"¡Ya casi es hora! Quiero saber si vas a hacer algo divertido después de terminar. No tienes excusas, ¡nosotras estamos listas para verte!"

Reí internamente. ¿De verdad no podía escapar de ellas, ni siquiera cuando estaba a punto de tener tiempo libre? Pero no me molestaba. De alguna forma, su insistencia me sacaba una sonrisa. Quizá, después de tanto trabajo, un poco de distracción no me vendría nada mal. Aunque solo fuera para desconectarme de la rutina.

Respondí rápidamente: "Veremos, lo que pasa es que el trabajo ha sido un caos, pero seguro que me pasaré por ahí cuando termine. Ya te aviso."

La respuesta de Valeria llegó casi de inmediato: "¡Ya me imaginaba! No olvides que tenemos planes para ti. Sólo avísanos."

Pensé en ello por un momento. Las chicas... No sabía si ya estaba listo para compartir más tiempo con ellas o si, simplemente, necesitaba descansar. Pero, lo cierto era que algo en su compañía siempre me relajaba. Podía ser por lo impredecibles que eran, por lo divertidas que solían ser, o por ese extraño magnetismo que tenían sobre mí. No sabía bien qué era, pero no podía negar que la idea de verlas me dejaba con una extraña sensación de expectativa.

"¿Ya terminaste?" me preguntó Juan, sacándome de mis pensamientos.

Asentí y me levanté de la silla, extendiendo los brazos en un intento de estirar los músculos adoloridos. "Sí, ya casi. Creo que hoy me voy a dar una pequeña recompensa personal. Ya mañana... ¡mañana a dormir hasta tarde!"

Los demás rieron de nuevo, sabiendo exactamente de qué hablaba. El descanso merecido estaba más cerca que nunca, y ahora solo quedaba esperar que todo saliera bien. Cuando el reloj marcó las 6 p.m., nos levantamos todos de nuestros escritorios, terminando el día de trabajo con la satisfacción de saber que lo habíamos dado todo.

Mientras salía de la oficina, mis pensamientos se mezclaban. Lo que había sido una montaña de trabajo durante semanas ahora se convertía en una pendiente suave hacia la relajación. Solo dos días más y tendría tiempo para mí. Pero también me quedaba la duda de si debería ver a las chicas más tarde o simplemente aprovechar la tranquilidad para mí mismo.

El aire fresco de la calle me dio la bienvenida al salir del edificio. La ciudad estaba viva como siempre, pero yo sentía que mi mente ya había comenzado a desconectarse de todo. Solo quedaba una cosa: disfrutar de los dos días restantes y, con suerte, poder descansar como nunca. Y, tal vez, solo tal vez, disfrutar de la compañía de las chicas en algún momento. Pero eso era algo que aún quedaba por decidir.

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