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Chapter 4 - Donde nacen los fuertes

¿Qué sentirías si, tras perder la vida en un accidente, renacieras en otro mundo con el detalle de recordarlo todo?

Yuki... ahora conocido como Ash Starwind, comprendió que aferrarse a su vida pasada e intentar regresar a toda costa no sería una buena idea. Esos pensamientos podían carcomerlo lentamente, y si no lograba su objetivo pronto, terminaría quebrado.

Por eso, tomó las cosas con calma. Primero, decidió explorar el mundo en el que se encontraba, comprenderlo, y luego ver si existía alguna posibilidad de volver al suyo. Hasta entonces, debía adaptarse a su nueva vida.

No lo tomó como una tragedia. Al contrario, lo vio como una experiencia: una oportunidad para vivir como en los mangas que solía leer, con aventuras, poderes y criaturas extrañas.

Actualmente, nos encontramos con los hermanos Starwind, ocultos entre las ramas de los árboles, observando a unos cazadores que cargaban su botín para venderlo.

Aunque se llevaban bien, los hermanos tenían ideas completamente distintas, tanto en pensamiento como en la forma de actuar. Ash, influenciado por el conocimiento de su mundo anterior, prefería adoptar el papel del protagonista que se hace pasar por débil, y que al final demuestra su fuerza. Para él, todo era un proceso, y pensaba que aún no era el momento de mostrar su verdadero poder.

Por otro lado, Kai quería ser reconocido como el más fuerte y alabado por todos. A veces obedecía a su hermano... y otras, como ahora, no.

De pronto, Kai saltó desde la rama, señalando a los cazadores con una expresión molesta y una voz decidida:

—¡Oigan ustedes! ¡Este lugar es prohibido, al igual que está prohibido matar animales de este bosque!

Los cazadores lo miraron, confundidos, y luego comenzaron a reírse de él, preguntándose qué hacía un niño en un lugar tan peligroso.

Ash seguía arriba, en silencio. Su idea original era eliminarlos en cuestión de segundos, pero solo por esta vez, suspiró, se llevó la mano a la frente... y decidió seguirle la corriente a Kai.

El líder de los cazadores entrecerró los ojos. Su mirada pasó de Kai a Ash, analizando en silencio. Algo en ellos no encajaba. No eran simples niños.

Mientras sus compañeros reían, él desenfundó su espada con calma y una sonrisa torcida.

—Jajaja... Es una pena tener que matar mocosos inocentes, pero por su insolencia... esto no lo dejaré pasar. Además, ya vieron demasiado.

Los otros cazadores no entendían sus palabras, pero al notar su tono, tomaron sus armas sin dudar. Uno preparó su arco, otro sacó sus kunais, y el último alzó un hacha. Todos fueron directo a atacar a Ash.

El líder, en cambio, se lanzó contra Kai.

Su primer tajo fue hábil, veloz... pero no logró tocarlo. Kai lo esquivó como si hubiera anticipado el movimiento, y con una patada directa le voló la espada de las manos.

Sorprendido, el cazador no perdió el tiempo: atrapó a Kai del cuello y lo estrelló contra un árbol. Antes de que pudiera incorporarse, lo golpeó varias veces. Aunque el primer ataque de Kai fue fuerte, el resto de sus respuestas parecían flojas.

El líder sonreía confiado mientras lo sujetaba por el cabello, le lanzaba un rodillazo en la cara e intentaba estrangularlo.

—Una lástima —murmuró para sí mismo—. No quería matarte... pero ya es tarde.

Kai forcejeaba. Su respiración era entrecortada, sus manos temblaban… hasta que, con una patada seca, impactó la pierna del cazador, haciéndolo tambalear. Aprovechó ese instante para zafarse y dar un salto hacia atrás.

—¿Qué…? —alcanzó a decir el líder.

Intentó alcanzarlo de nuevo, pero algo había cambiado. Kai se movía más rápido. Bloqueaba sus ataques. Y ahora respondía con golpes cada vez más certeros.

Un puñetazo directo al estómago lo dejó sin aire. Otro, en la mandíbula, lo levantó del suelo. Cayó de espaldas, jadeando.

—¿Quién diablos es este mocoso...? —masculló, sangrando.

Ash, mientras tanto, descendía de los árboles esquivando con elegancia los ataques de los otros tres enemigos. Su voz sonó clara en medio del caos.

—Mi hermano y yo somos prodigios. Y tenemos algo que yo llamo habilidades únicas.

El líder volvió a levantarse con dificultad. Kai le disparó varias bolas de fuego seguidas. Las explosiones lo envolvieron en humo, cegándolo.

—Mi habilidad única —explicó Ash con tono sereno—, me permite ver los puntos débiles de mis enemigos. Como si fueran hilos listos para romperse. Solo debo golpear donde duele... y el resto se resuelve solo.

Con un impulso eléctrico, apareció frente al cazador del arco. Lo golpeó en el estómago y luego, con ambas manos, lo lanzó de espaldas contra el suelo, agrietándolo. A otro le disparó una bola de fuego que lo hizo retroceder entre llamas, y al último lo hundió en la tierra hasta el cuello. Como burla, le pateó arena en la cara.

—Y Kai... —continuó mientras volvía a mirar al líder—. Él tiene la adaptación. Cuanto más lo golpean, más aprende. Más se ajusta. Más fuerte se vuelve.

El cazador bufó, furioso.

—¡Están alardeando! ¡Los voy a...!

Pero no pudo terminar la frase. Kai, con una mirada fría, disparó una nueva bola de fuego que lo lanzó hacia el cielo. Y antes de que pudiera reaccionar, recibió una patada directa en el pecho que lo mandó a volar, cayendo de espaldas.

—¡Mocosos de mie...! —alcanzó a gritar, antes de desmayarse.

—¿¡Qué pasó!?Los habitantes de la aldea se reunían en la entrada principal, un camino flanqueado por dos enormes troncos y un rústico cartel de madera que decía "BIENVENIDOS".Todos se acercaban curiosos al ver a los cazadores amarrados con cuerdas, con un cartel colgado en el pecho que decía:

"Somos ladrones y también cazamos animales en peligro de extinción para llenar nuestros bolsillos."

A lo lejos, Ash y Kai reían a carcajadas, orgullosos. Pero su diversión duró poco… sus padres ya los habían visto. Y con una simple mirada, los mandaron directo a casa.

Ya entrada la noche, la casa de los Starwind estaba tranquila.El calor de la chimenea llenaba el ambiente, y el sonido del agua fluyendo en las cañerías apenas se oía.Pero ese silencio fue interrumpido bruscamente por el fuerte golpe de Ragnar sobre la mesa.

Los hermanos, sentados frente a él, se tensaron al instante. La madre, en la cocina, solo observaba en silencio, esperando que las cosas se calmaran.

—Sé que fueron ustedes quienes derrotaron a esos bandidos... —dijo Ragnar, con la voz firme, sin levantarla—. Y también sé que durante nuestros entrenamientos se han estado conteniendo.Pero no estoy molesto por eso.

Los miraba, no con rabia, sino con decepción.

—Nosotros no hicimos nada malo, padre, solo querí...

—¡No me interrumpas cuando estoy hablando! —lo cortó Ragnar, más severo esta vez—. ¿¡Que no lo entienden!?Les pudo pasar algo.¡Les prohibí pelear!

Ash no quiso quedarse callado.

—Ellos entraron al bosque prohibido para cazar animales y venderlos.Sí, tal vez nosotros también rompimos las reglas, pero no podíamos dejarlos salirse con la suya, padre...

Ragnar apretó los dientes.

—¿Y no podían resolverlo de otra forma...? —preguntó, pero su tono ya era más triste que enojado—.Si entraron con tanta seguridad... eso significa que no era la primera vez que lo hacían, ¿verdad?

El silencio de sus hijos fue respuesta suficiente.

—Pelear... no siempre resuelve las cosas, hijos.Y haré todo lo posible para que nunca conozcan lo que es una guerra.

—Lo sentimos, padre —dijeron ambos al unísono.Pero Ash añadió, con voz firme:

—Los golpes no siempre son la solución... aunque a veces hay excepciones, padre.Sabemos que quieres protegernos de lo que hay allá afuera. Pero tarde o temprano vamos a crecer.Tendremos nuestras propias aventuras, cometeremos errores... y tendremos que resolverlos por nuestra cuenta.Esto no tiene que ver con lo que pasó hoy, pero quería que lo supieras.

Ragnar bajó la mirada un momento. Luego sonrió con tristeza.

—Ustedes son todo para nosotros.No quiero que les pase nada malo.Y sí... entiendo que quieran aventurarse.Les prometo que ni yo ni su madre los retendremos cuando llegue ese momento.Pero hasta entonces... prométanme que serán más cuidadosos con los lugares a donde van.

Justo entonces, la madre entró al comedor con los platos en mano, interrumpiendo la conversación.

—Hora de cenar —dijo con dulzura.

Kai, al ver la comida, soltó un suspiro exagerado.

—Desde que llegamos a casa, solo esperaba dos cosas: comer... y escuchar un sermón —comentó, con expresión cómica.

Todos comenzaron a reír.

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