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Chapter 42 - Capitulo 42

*THYRA*

La mañana llegó demasiado rápido. La luz del amanecer se filtraba por las ventanas de madera de la pequeña casa en las montañas, iluminando las paredes rústicas y el suelo de piedra. Mi cuerpo aún estaba adolorido, pero el entrenamiento constante y el mana del lugar habían acelerado mi recuperación más de lo que hubiera esperado. Ya no me tambaleaba al caminar, y podía levantar mi espada con algo más de firmeza. Aun así, el camino que me esperaba no iba a ser sencillo.

El consejal estaba en la entrada, revisando sus cosas. Apenas llevaba un pequeño saco con lo necesario para el viaje. Todo en él reflejaba su carácter: práctico, calculador y minimalista. Cerca de la puerta, había dejado un paquete sobre una mesa, algo que me llamó la atención mientras ajustaba las vendas alrededor de mi abdomen.

"¿Eso es para mí?" pregunté, rompiendo el silencio de la mañana.

Él levantó la mirada con una pequeña sonrisa. "Por supuesto. Te hará falta para este viaje."

Me acerqué y abrí el paquete. Dentro estaban la máscara que había usado antes, esa que me permitía cambiar mi apariencia, y un conjunto de ropa nueva. Era sencilla pero resistente, hecha para viajar largas distancias y soportar las inclemencias del clima. Una chaqueta negra, pantalones de cuero reforzado y botas nuevas. También había una camisa blanca y un cinturón con varios compartimentos para guardar cosas pequeñas.

"Tu ropa anterior estaba completamente inutilizable", comentó mientras ajustaba su capa. "Además, con la máscara, podrás moverte sin llamar tanto la atención. Es mejor que nadie te reconozca en el camino. Sabes tan bien como yo que Vaker y los demás no se quedarán quietos."

Tomé la máscara entre mis manos, observándola en silencio. Recordaba cómo, al usarla por primera vez, mi cabello cambió de color, mi voz se alteró, y mi presencia pareció diluirse entre la multitud. Era un recurso invaluable, especialmente ahora que sabía que el tiempo no estaba a mi favor.

"Gracias", murmuré mientras comenzaba a vestirme con la ropa nueva. La sensación del cuero reforzado y la chaqueta era extrañamente reconfortante, como si me preparara para enfrentar lo que fuera que el camino tuviera reservado.

El consejal observaba en silencio, apoyado contra el marco de la puerta. "No es lo ideal tener que desviarte tanto de tu destino, pero este viaje es necesario, Thyra. Lo que necesitas está más allá del este, en el centro del continente."

"Un mes más lejos del sur", murmuré, ajustando el cinturón. Mi voz estaba cargada de frustración, pero no lo contradije. Si había algo que había aprendido en estas semanas con él, era que no hablaba sin razón.

"Lo sé. Pero si llegas al puerto sur sin haber recuperado tu fuerza por completo, estarás vulnerable. Y no puedes permitirte eso, no cuando hay tantos ojos puestos en ti."

Tomé un momento para digerir sus palabras. Tenía razón. No podía permitirme llegar a mi continente natal debilitada, ni enfrentarme a las amenazas que se acumulaban sin estar en plena forma. Este retraso era un sacrificio necesario, por mucho que me doliera.

"Está bien", dije finalmente, colocándome la máscara. Sentí el familiar cambio mientras mi cabello oscuro se volvía de un castaño claro, y mi reflejo en el pequeño espejo cercano mostraba a alguien completamente diferente. "Pero que quede claro: no pienso quedarme en este continente más de lo necesario."

Él asintió, satisfecho con mi determinación. "Entonces será mejor que nos pongamos en marcha."

Con nuestras pocas pertenencias listas, salimos de la casa y comenzamos el descenso por el camino montañoso. El aire fresco de la mañana llenaba mis pulmones mientras el sonido del río cercano nos acompañaba. No miré atrás. Este viaje no era una elección; era un paso más en el camino hacia lo que realmente importaba: mi regreso al continente venció y la culminación de mi destino como heredera de la familia Auren.

Mientras caminábamos, sentí las esencias dentro de mí revolverse, como si percibieran que algo importante estaba por venir. El dragón negro, el cazador de las sombras, y el altar que había encontrado meses atrás... Todo formaba parte de un rompecabezas que aún no lograba descifrar, pero sabía que el próximo paso me acercaría a la respuesta.

"Espero que estés lista, Thyra", dijo el consejal mientras tomábamos un desvío hacia un sendero más oscuro y cubierto de árboles. "El centro del continente no es un lugar para los débiles. Pero algo me dice que estarás bien."

Apreté los puños, sintiendo la energía arremolinarse dentro de mí. No importaba lo que viniera; lo enfrentaría. Porque, al final, no era solo por mí. Era por mi familia, por mi legado, y por todos aquellos que habían intentado controlarme o destruirme.

Thyra Auren no se doblegaría.

**

Salir de la región montañosa tomó días. El terreno escarpado y los senderos serpenteantes parecían interminables, pero cada paso nos acercaba más a nuestro destino. El consejal y yo avanzábamos con ritmo constante, descansando solo lo necesario para mantener nuestras fuerzas. Los valles que cruzamos estaban llenos de bestias que, aunque peligrosas para la mayoría, no representaban un verdadero problema para mí. Sin embargo, cada encuentro era una prueba de mi resistencia y control sobre las esencias dentro de mí.

Las noches en las montañas eran frías y silenciosas, solo interrumpidas por el ocasional aullido de una criatura lejana. Nos turnábamos para vigilar, aunque a menudo me encontraba despierta incluso durante mis horas de descanso. Sentía una inquietud constante, un peso en el pecho que no desaparecía, como si algo oscuro acechara en los bordes de mi mente.

Durante uno de nuestros descansos, nos detuvimos junto a un arroyo cristalino. El agua fría era refrescante, y el sonido del correr del agua proporcionaba una calma momentánea. Me senté en una roca cercana, sintiendo el dolor persistente en mi abdomen donde la hoja había estado enterrada. Aunque la herida estaba cerrando, la molestia seguía allí, recordándome mi vulnerabilidad.

"Necesitas descansar más", comentó el consejal, acercándose con un paño mojado que me tendió. "Aunque seas fuerte, tu cuerpo aún necesita tiempo para recuperarse."

Tomé el paño y lo presioné contra mi frente, cerrando los ojos por un momento. "Lo sé, pero cada minuto que descanso es un minuto perdido. Debería estar más cerca del puerto sur, no aquí, en medio de estas montañas."

El consejal se sentó a mi lado, observando el agua. "Entiendo tu urgencia, pero recuerda que llegar debilitada no te servirá de nada. Estos descansos no son una pérdida de tiempo, son una inversión en tu fortaleza."

Asentí, reconociendo la verdad en sus palabras. Pero la frustración seguía ahí, ardiente y constante. Durante una de nuestras caminatas, enfrentamos a un grupo de bestias salvajes. Eran rápidas y letales, pero no lo suficientemente fuertes como para ser un verdadero desafío. Aun así, cada vez que invocaba la magia del dragón negro o del cazador de las sombras, sentía una carga adicional sobre mi cuerpo, como si esas esencias intentaran desgarrarme desde dentro.

Después de derrotar a las criaturas, me recosté contra un árbol, jadeando. El consejal me observaba con una mezcla de preocupación y curiosidad. "¿Estás bien?"

"Estoy bien", respondí, aunque mis fuerzas se sentían drenadas. "Solo... necesito un momento."

Él se acercó y puso una mano sobre mi hombro. "He notado que, aunque recuperas energía, a veces parece que tus fuerzas se agotan más rápido. ¿Es por las esencias?"

Asentí, cerrando los ojos para tratar de estabilizar mi respiración. "Sí. Especialmente la del dragón negro. Es poderosa, pero también exigente. Y aunque el cazador de las sombras es más fácil de manejar, combinar ambas es un desafío."

"Entiendo. Entonces debemos encontrar una manera de equilibrar esas fuerzas dentro de ti. Hasta que lleguemos a mi complejo, será un proceso continuo de prueba y error."

Abrí los ojos y lo miré. Había una determinación en sus ojos que reflejaba la mía. Sabía que este viaje era tanto una prueba física como mental, y que cada paso era una lección en control y resistencia.

Continuamos nuestro viaje, atravesando los valles y descendiendo finalmente de las montañas. Cada día era un avance, y cada descanso, una oportunidad para fortalecerme. A pesar de los desafíos, sentía que estaba creciendo más fuerte, no solo físicamente, sino también en mi habilidad para manejar las esencias.

Habían pasado cinco semanas desde que desperté en la casa del consejal, y aunque mi destino aún parecía lejano, sabía que estaba en el camino correcto. La costa sur y mi regreso al continente eran objetivos claros, pero este viaje era una etapa crucial en mi preparación.

Mientras cruzábamos el último valle antes de llegar a la llanura que conducía al centro del continente, me detuve un momento para mirar atrás. Las montañas se erguían imponentes contra el cielo, recordándome el duro camino recorrido.

"Vamos, Thyra", dijo el consejal, adelantándose un poco. "Aún nos queda mucho por hacer."

Respiré hondo y lo seguí, con la determinación ardiendo en mi pecho. Este era solo el comienzo de algo más grande. Con cada paso, me acercaba más a mi destino y a la verdadera prueba que me esperaba. Y aunque el camino era arduo, estaba lista para enfrentarlo.

***

*CONCEJAL*

Verla luchar era un espectáculo que pocas veces había presenciado en mi vida. Su cuerpo, aún marcado por la herida en el abdomen, se movía con una agilidad casi sobrenatural, sus reflejos superando con creces los de cualquier guerrero que conociera. Pero había algo más, algo que no podía ignorar. La fuerza que mostraba no era constante. Cada movimiento poderoso, cada hechizo que invocaba, parecía cobrarle un precio que no tardaba en manifestarse. Sus piernas temblaban después de cada ataque, sus respiraciones se volvían más pesadas, y sus ojos, aunque llenos de determinación, revelaban un desgaste que iba más allá de lo físico.

Desde mi posición en las sombras, observaba cómo enfrentaba a ese grupo de bestias. Aparecieron de la nada, como suele suceder en estos valles. Seis en total, criaturas enormes de pelaje oscuro y ojos que brillaban con un rojo antinatural. No eran un desafío para alguien como yo, pero verla enfrentarlas sola era… educativo. Cada golpe que daba, cada hechizo que lanzaba, mostraba algo nuevo sobre ella, sobre las fuerzas caóticas que la habitaban.

Era la primera vez que veía a alguien como ella: una persona que portaba no solo la magia, sino también la esencia de bestias en su interior. Era antinatural. Incluso en las historias más absurdas que había leído en los libros, aquellos cuentos de héroes y familias descendientes de bestias divinas, esto era inaudito. Las esencias eran algo que se suponía imposible de contener. No eran simples fragmentos de poder; eran fuerzas vivas, destructivas y dominantes. Y, sin embargo, ahí estaba ella, una mujer mortal, luchando por controlar no una, sino dos de esas esencias dentro de su cuerpo.

Cuando invocó la fuerza del dragón negro, lo sentí incluso desde donde estaba. Una presión pesada, sofocante, como si el aire mismo temiera acercarse a ella. Sus ojos brillaron con un tono más oscuro, y su aura cambió. Se volvió más violenta, más agresiva, como si el propio dragón estuviera intentando dominarla. Pero también vi el costo. Su cuerpo se encorvó levemente, y su magia, aunque devastadora, parecía desgarrarla desde dentro.

Lanzó un hechizo sin recitar, algo que aún me desconcertaba. Una corriente de energía verde atravesó el aire, destrozando a una de las bestias. Sin embargo, las otras aprovecharon ese momento para atacarla desde los lados. Ella apenas giró a tiempo, bloqueando con su espada el embate de una garra masiva. Pero su fuerza no era la misma. Aunque logró desviar el ataque, el impacto la lanzó hacia atrás, chocando contra una roca.

Quería intervenir, pero me contuve. Esto era algo que ella necesitaba enfrentar. No era solo una prueba de fuerza, sino una lección sobre las limitaciones de su poder actual. Y yo necesitaba ver hasta dónde podía llegar antes de que su cuerpo colapsara.

Luego, vi algo aún más curioso. Cambió de táctica. Su cuerpo pareció relajarse, y en lugar de usar la esencia del dragón, invocó la del cazador de las sombras. Su aura cambió de nuevo, volviéndose más tenue, más calculadora. Su velocidad aumentó, y sus movimientos se tornaron fluidos, casi invisibles. Con una precisión impresionante, esquivó a dos de las bestias y atravesó el corazón de una tercera con un golpe limpio. Pero incluso entonces, vi el mismo patrón: ese poder también la debilitaba. No tanto como el del dragón, pero suficiente para hacerla vacilar.

La última bestia cayó con un rugido desgarrador, y ella se quedó de pie en medio de los cadáveres, jadeando. Sus manos temblaban alrededor de la empuñadura de su espada, y su frente estaba perlada de sudor. Pero lo que más me llamó la atención fue su mirada. Había agotamiento en ella, sí, pero también una chispa de triunfo. Era una mirada de alguien que se negaba a ceder, sin importar el costo.

Caminé hacia ella con calma, cruzando el campo de batalla que ella misma había creado. "Estás drenando tu energía más rápido de lo que puedes recuperarla", le dije, deteniéndome a unos pasos de distancia. "Esas esencias… no están fortaleciendo tu cuerpo. Lo están destruyendo."

Ella levantó la vista, aún respirando con dificultad. "Lo sé", dijo con voz firme. "Pero no tengo otra opción. Son parte de mí ahora."

"¿Cómo lograste absorberlas?" Pregunté, genuinamente intrigado. "He leído sobre las esencias en textos, pero siempre se consideraron inestables, incontrolables. Algo que solo los más insensatos intentarían."

Ella bajó la mirada, limpiando la sangre de su espada con un trapo. "No fue algo que elegí. La del dragón negro… ocurrió en un momento de desesperación. Fue eso o morir. Y la del cazador de las sombras… bueno, esa fue una oportunidad que no podía dejar pasar."

"¿Y el altar? ¿Cómo encaja en todo esto?"

Se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando si debía confiar en mí. Finalmente, habló. "El altar me permitió aumentar mi fuerza cuando luchaba contra el dragón, lo que de alguna manera y otra le había permitido absorber la escencia del dragón . Y, sin él, no estaría aquí ahora."

Asentí, cruzando los brazos mientras la evaluaba. "Aún así, esas fuerzas no son algo que puedas manejar a largo plazo. Si no encuentras una manera de equilibrarlas, te destruirán desde dentro."

"Eso ya lo sé", respondió con una sonrisa amarga. "Pero he llegado demasiado lejos para detenerme ahora. Si tengo que pagar el precio, lo haré."

Sus palabras eran preocupantes, pero también admirables. La determinación que mostraba era rara, incluso entre los guerreros más experimentados. Y aunque estaba claro que su camino sería peligroso, no pude evitar sentir una extraña fascinación por ella. Thyra Auren no era alguien común. Era un caos viviente, una fuerza que desafiaba las reglas del mundo tal como las conocíamos. Y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que la hacía tan peligrosa… y tan intrigante.

Decidí que era momento de descansar. Ella lo necesitaba más que yo. Nos dirigimos a un claro cercano, donde se sentó bajo la sombra de un árbol, cerrando los ojos mientras intentaba recuperar el aliento.

Mientras la observaba, noté algo extraño. Cada tanto, su mano se posaba sobre su abdomen, como si tratara de aliviar un dolor persistente. Su máscara oculta bien las expresiones, pero después de viajar con ella estas semanas, ya podía leer sus movimientos sutiles. Había algo mal con esa herida.

"Thyra", llamé mientras me acercaba. Ella levantó la mirada, todavía respirando con dificultad.

"¿Qué pasa?" preguntó con cierta brusquedad.

"Déjame ver esa herida."

Su cuerpo se tensó al instante. "Estoy bien", respondió rápidamente, desviando la mirada.

"Thyra, no me mientas. He visto cómo te tocas el abdomen desde que salimos. Déjame verla. Ahora."

Ella gruñó, negándose al principio, pero mi insistencia fue mayor. Finalmente, con un suspiro resignado, comenzó a desatar las correas de su armadura ligera y levantó su camisa, dejando al descubierto el vendaje improvisado que cubría su abdomen.

Cuando lo vi, solté un suspiro de cansancio. La sangre había empapado parte del vendaje. La herida se había reabierto, lo que no era una sorpresa considerando el ritmo al que nos movíamos y las batallas que enfrentábamos.

"Te dije que necesitabas descansar más", murmuré mientras comenzaba a quitar el vendaje con cuidado.

Mientras trabajaba, no pude evitar notar algo que normalmente pasaría desapercibido. A pesar de su juventud y su aspecto noble, su cuerpo estaba increíblemente bien entrenado. Músculos tonificados, cicatrices ligeras que hablaban de batallas pasadas, y una fuerza física que no se veía en alguien de su edad y posición. Esta joven era un enigma.

Sin embargo, también noté algo más. Mientras mis manos trabajaban, sentí cómo su cuerpo se tensaba cada vez que mis dedos rozaban su piel. Al principio, pensé que era simplemente incomodidad por la situación, pero entonces, al pasar por accidente cerca de sus costillas, escuché un leve sonido que no pude ignorar.

"¿Thyra... acabas de reírte?"

"¿Qué? No, claro que no", respondió rápidamente, pero el leve tono de vergüenza en su voz me traicionó.

"Ah... ya veo." Una pequeña sonrisa se formó en mis labios mientras mis dedos rozaban intencionadamente la misma zona.

"¡Oye!" exclamó, tensándose aún más.

"Interesante", dije, conteniendo una risa. "¿Así que las costillas son tu debilidad? Qué descubrimiento tan inesperado."

"¡Deja de hacer eso!" Su tono era una mezcla de irritación y timidez, lo cual era sorprendente viniendo de alguien tan orgullosa y fuerte como ella.

Decidí dejarla en paz, regresando a la tarea de limpiar y vendar la herida nuevamente. Pero no podía evitar disfrutar del momento. Era raro ver a Thyra fuera de su fachada de guerrera inquebrantable.

"Escucha, Thyra", dije mientras terminaba de asegurar el nuevo vendaje. "Sé que esta herida ha sido una molestia constante para ti, pero ahora que aceptaste mi patrocinio y nos dirigimos hacia mi facción, habrá alguien especializado en curación que podrá atenderte. No solo cerrarán esta herida por completo, sino que también podrán ayudarte con cualquier daño interno que estas esencias puedan estar causando."

Ella asintió, todavía algo molesta por mi pequeño descubrimiento. "¿Cuánto tiempo más falta para llegar?"

"Dos semanas y media, si seguimos a este ritmo", respondí mientras me ponía de pie. "Sé que parece una eternidad, pero una vez que lleguemos, todo será más fácil para ti. Tendrás acceso a recursos, protección, y tiempo para recuperar tu fuerza sin preocupaciones constantes."

Ella no dijo nada, simplemente asintió mientras se ajustaba la camisa y volvía a colocarse su armadura. Podía ver que estaba pensativa, posiblemente evaluando todo lo que le había dicho.

Nos pusimos en marcha nuevamente. Aunque las montañas ya habían quedado atrás, el camino hacia el centro del continente seguía lleno de desafíos. Pero con cada paso, sabía que nos acercábamos más al lugar donde ella finalmente podría comenzar a recuperar lo que había perdido... y prepararse para lo que aún estaba por venir.

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